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El Comisionado avisó, pero nadie advirtió el mensaje

Luis Gonzalez
16 de abril, 2016

“Hay investigaciones que se están adelantando, tal como se había definido desde el mes de febrero de 2014, pero lo que sí puedo asegurar es que habrán resultados en varias de esas investigaciones en este semestre”, fueron las palabras de Iván Velásquez, jefe de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), 36 días antes de dar el golpe que marcó la historia reciente de Guatemala.

Este mensaje lo repitió, por lo menos, en dos entrevistas, una realizada en un medio de televisión por cable y la otra en un medio de prensa escrita. Ninguno de los entrevistadores sospechó que tras esas palabras venía el destape de corrupción que derrumbó, en seis meses, al gobierno encabezado por Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti.

Nadie le repreguntó o le sugirió que ahondara en las investigaciones de las cuales dijo, habría resultados en un plazo no mayor de tres meses.

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No iba a continuar

La atención de los medios de comunicación y de la sociedad civil organizada no estaba centrada esperando resultados de un caso específico. La discusión giraba en la presión hacia el Presidente para renovar el mandato de la CICIG, que se vencía en septiembre de 2015.

A partir de que Pérez Molina solicitó a la Instancia Coordinadora para la Modernización del Sector de Justicia (ICMSJ), un análisis para determinar si procedía la continuidad de la CICIG, muchos sectores empezaron a alzar la voz porque todo apuntaba a que el Ejecutivo no iba a pedir la prórroga. Incluso, se rumora que hubo dos informes: uno que aconsejaba concluir el periodo de la CICIG el 4 de septiembre de 2015 y otro, redactado tras hacerse público el escándalo de defraudación aduanera, que sugería solicitar la presencia de la institución por dos años más.

¿Cuál era el temor del expresidente Pérez Molina? Si se dan por ciertos los testimonios de algunos implicados en el caso llamado La Línea,  el exmandatario estaba avisado que venía “un golpe”. ¿Cuándo?, no lo podía precisar, por ello, había urgencia de contar con el aval de la referida Instancia para “golpear primero”, pero ignoraba que la CICIG también corría para dar su “golpe maestro”.

La entidad de la ONU y el Ministerio Público llevaban ocho meses investigando y cuando decidieron actuar, algo pasó que estuvo a punto de cambiar la fecha del operativo. Juan Carlos Monzón, en ese momento identificado como el cabecilla de la estructura criminal y secretario privado de la Vicepresidenta Roxana Baldetti, junto con ella, había salido del país y por momentos se vaciló en actuar, pero la decisión fue seguir con el plan que permitió capturar a 21 personas.

Las primeras noticias

El operativo de la CICIG inició en las primeras horas del jueves 16 de abril. A las ocho horas los nombres de los detenidos empezaron a sonar. Omar Franco y Carlos Muñoz fueron identificados de inmediato por los periodistas porque eran el jefe y exjefe de la Superintendencia de Administración Tributaria (SAT).

Un día antes de las capturas, Pérez Molina visitó a Franco en la SAT, supuestamente para indagar cómo evolucionaba la recaudación tributaria y conocer cómo avanzaba el proceso para cubrir unas vacantes en el Directorio del ente recaudador.

De pronto, los medios de comunicación dieron un nombre poco conocido, pero cuando agregaron a qué empresa representaba, la información causó revuelo: Estuardo González, presidente de Corporación de Noticias, editora de los diarios Siglo.21 y al día, medios de comunicación que estaban bajo la lupa de la opinión pública porque había indicios de que fueron adquiridos por la entonces Vicepresidenta.

Pero faltaba más. Empezó a trascender que entre las órdenes de captura estaba la girada contra Juan Carlos Monzón, secretario privado de Baldetti y reconocido por algunos lectores de la prensa escrita como “robacarros Monzón”, como lo bautizó elPeriódico, en su sección dominical elpeladero.

“Allá era de noche…”

Mientras el país, en especial la capital empezaba a enterarse de un nuevo capítulo de corrupción al más alto nivel, Baldetti y su secretario se encontraban en Corea del Sur. Los periodistas, tras la euforia por la cantidad y relevancia de la información, de inmediato dirigieron su vista hacia la Vicepresidencia para obtener alguna respuesta de su jefa, porque era evidente que él no se encontraba en su oficina de trabajo.

Las horas pasaron y de pronto se supo que estaban fuera del país desde inicios de la semana. Hasta se dijo que ni el Presidente sabía del viaje de ambos. Luego, vino la conferencia de Prensa del MP y de la CICIG y la pregunta obligada fue: ¿está implicada la Vicepresidenta en este caso? Las autoridades tenían indicios fuertes de que sí, pero, como pudieron, esquivaron el cuestionamiento y dejaron este asunto para los siguientes días

Baldetti retornó un día después al país, el viernes 17 de abril, pero se presentó a los medios de comunicación hasta el domingo 19, día en que acuñó la famosa frase: “cuando allá era de día, aquí era de noche….”, en un intento por justificar el retraso de su aparición pública. Fue la última vez que habló como funcionaria a los periodistas. El 8 de mayo, 23 días después del escándalo, pasada las cinco de la tarde, Pérez Molina anunció que había presentado su renuncia.

¿Fingió?, el tiempo y las pruebas lo dirán

De vuelta al 16 de abril, a las cinco de la tarde, Iván Velásquez, jefe de la CICIG, recibió una llamada. Era Otto Pérez Molina quien lo felicitó por los resultados del operativo, pero también se mostró sorprendido por la vinculación de Monzón.

El 23 de abril, acorralado por la presión nacional e internacional, sobre todo de Estados Unidos, y habiendo recibido el “golpe maestro”, Pérez Molina no tuvo otra opción y anunció que pediría la extensión del mandato de la CICIG.

Las autoridades del MP y la CICIG estaban preocupadas por la situación y las consecuencias para el país, no para Thelma Aldana ni Iván Velásquez, porque no recibieron ninguna amenaza, según sus palabras. Sabían que estaban frente al caso más importante. Los días subsiguientes se reunieron con Pérez Molina para advertirle que Baldetti estaba implicada, pero el mandatario, lejos de promover una rápida separación del cargo de su compañera de fórmula, les pidió que dijeran públicamente que la hoy exVicepresidenta no estaba relacionada con La Línea.

“Estaba preocupado por Roxana Baldetti y de manera educada y correcta nos pedía que saliéramos diciendo que ella no estaba involucrada, pero no podíamos porque había indicios de su participación, lo que se confirmó con los días y meses”, contó Aldana en una entrevista con Emisoras Unidas.

Este sábado, a un año del suceso, la Fiscal General recuerda el momento más crítico de esta investigación. Fue cuando las averiguaciones apuntaron a que también el Presidente de entonces, estaba implicado en La Línea. “Sentí pena, tristeza y preocupación”, expresó.

La estructura

Mandos altos y medios de la SAT

  • Álvaro Omar Franco Chacón, jefe de la SAT
  • Carlos Enrique Muñoz Roldán, ex jefe de la SAT
  • Sebastián Herrera Carrera (jefe de Recursos Humanos de la SAT)
  • Anthony Segura Franco, Secretario General del Sindicato de la SAT.
  • Carla Mireya Herrera España, Administradora de Aduana Central.
  • Gustavo Adolfo Morales Pinzón, Jefe de División, Región Sur. y
  • Melvin Gudiel Alvarado, administrador.
  • Julio Rogelio Robles Palma, Administrador de Puerto Quetzal.

Estructura externa media

  • Osama Ezzat Azziz Aranki
  • Byron Antonio Izquierdo
  • Francisco Javier Ortíz Arriaga
  • Miguel Angel Lemus Aldana
  • Julio César Aldana Sosa
  • Julio Stuardo González De León
  • Herbeth Francisco Cabrera Castellanos
  • Mónica Patricia Jauregui
  • Geovani Marroquín Navas (enlace entre las dos estructuras)

Estructura externa superior

  • Juan Carlos Monzón Rojas, secretario privado de la Vicepresidencia, pendiente de captura.
  • Salvador Estuardo González.

VISTAS ADUANEROS

  • Carlos Ixtuc Cuc
  • Adolfo Sebastián Batz
  • José Rolando Gil Monterroso

El Comisionado avisó, pero nadie advirtió el mensaje

Luis Gonzalez
16 de abril, 2016

“Hay investigaciones que se están adelantando, tal como se había definido desde el mes de febrero de 2014, pero lo que sí puedo asegurar es que habrán resultados en varias de esas investigaciones en este semestre”, fueron las palabras de Iván Velásquez, jefe de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), 36 días antes de dar el golpe que marcó la historia reciente de Guatemala.

Este mensaje lo repitió, por lo menos, en dos entrevistas, una realizada en un medio de televisión por cable y la otra en un medio de prensa escrita. Ninguno de los entrevistadores sospechó que tras esas palabras venía el destape de corrupción que derrumbó, en seis meses, al gobierno encabezado por Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti.

Nadie le repreguntó o le sugirió que ahondara en las investigaciones de las cuales dijo, habría resultados en un plazo no mayor de tres meses.

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No iba a continuar

La atención de los medios de comunicación y de la sociedad civil organizada no estaba centrada esperando resultados de un caso específico. La discusión giraba en la presión hacia el Presidente para renovar el mandato de la CICIG, que se vencía en septiembre de 2015.

A partir de que Pérez Molina solicitó a la Instancia Coordinadora para la Modernización del Sector de Justicia (ICMSJ), un análisis para determinar si procedía la continuidad de la CICIG, muchos sectores empezaron a alzar la voz porque todo apuntaba a que el Ejecutivo no iba a pedir la prórroga. Incluso, se rumora que hubo dos informes: uno que aconsejaba concluir el periodo de la CICIG el 4 de septiembre de 2015 y otro, redactado tras hacerse público el escándalo de defraudación aduanera, que sugería solicitar la presencia de la institución por dos años más.

¿Cuál era el temor del expresidente Pérez Molina? Si se dan por ciertos los testimonios de algunos implicados en el caso llamado La Línea,  el exmandatario estaba avisado que venía “un golpe”. ¿Cuándo?, no lo podía precisar, por ello, había urgencia de contar con el aval de la referida Instancia para “golpear primero”, pero ignoraba que la CICIG también corría para dar su “golpe maestro”.

La entidad de la ONU y el Ministerio Público llevaban ocho meses investigando y cuando decidieron actuar, algo pasó que estuvo a punto de cambiar la fecha del operativo. Juan Carlos Monzón, en ese momento identificado como el cabecilla de la estructura criminal y secretario privado de la Vicepresidenta Roxana Baldetti, junto con ella, había salido del país y por momentos se vaciló en actuar, pero la decisión fue seguir con el plan que permitió capturar a 21 personas.

Las primeras noticias

El operativo de la CICIG inició en las primeras horas del jueves 16 de abril. A las ocho horas los nombres de los detenidos empezaron a sonar. Omar Franco y Carlos Muñoz fueron identificados de inmediato por los periodistas porque eran el jefe y exjefe de la Superintendencia de Administración Tributaria (SAT).

Un día antes de las capturas, Pérez Molina visitó a Franco en la SAT, supuestamente para indagar cómo evolucionaba la recaudación tributaria y conocer cómo avanzaba el proceso para cubrir unas vacantes en el Directorio del ente recaudador.

De pronto, los medios de comunicación dieron un nombre poco conocido, pero cuando agregaron a qué empresa representaba, la información causó revuelo: Estuardo González, presidente de Corporación de Noticias, editora de los diarios Siglo.21 y al día, medios de comunicación que estaban bajo la lupa de la opinión pública porque había indicios de que fueron adquiridos por la entonces Vicepresidenta.

Pero faltaba más. Empezó a trascender que entre las órdenes de captura estaba la girada contra Juan Carlos Monzón, secretario privado de Baldetti y reconocido por algunos lectores de la prensa escrita como “robacarros Monzón”, como lo bautizó elPeriódico, en su sección dominical elpeladero.

“Allá era de noche…”

Mientras el país, en especial la capital empezaba a enterarse de un nuevo capítulo de corrupción al más alto nivel, Baldetti y su secretario se encontraban en Corea del Sur. Los periodistas, tras la euforia por la cantidad y relevancia de la información, de inmediato dirigieron su vista hacia la Vicepresidencia para obtener alguna respuesta de su jefa, porque era evidente que él no se encontraba en su oficina de trabajo.

Las horas pasaron y de pronto se supo que estaban fuera del país desde inicios de la semana. Hasta se dijo que ni el Presidente sabía del viaje de ambos. Luego, vino la conferencia de Prensa del MP y de la CICIG y la pregunta obligada fue: ¿está implicada la Vicepresidenta en este caso? Las autoridades tenían indicios fuertes de que sí, pero, como pudieron, esquivaron el cuestionamiento y dejaron este asunto para los siguientes días

Baldetti retornó un día después al país, el viernes 17 de abril, pero se presentó a los medios de comunicación hasta el domingo 19, día en que acuñó la famosa frase: “cuando allá era de día, aquí era de noche….”, en un intento por justificar el retraso de su aparición pública. Fue la última vez que habló como funcionaria a los periodistas. El 8 de mayo, 23 días después del escándalo, pasada las cinco de la tarde, Pérez Molina anunció que había presentado su renuncia.

¿Fingió?, el tiempo y las pruebas lo dirán

De vuelta al 16 de abril, a las cinco de la tarde, Iván Velásquez, jefe de la CICIG, recibió una llamada. Era Otto Pérez Molina quien lo felicitó por los resultados del operativo, pero también se mostró sorprendido por la vinculación de Monzón.

El 23 de abril, acorralado por la presión nacional e internacional, sobre todo de Estados Unidos, y habiendo recibido el “golpe maestro”, Pérez Molina no tuvo otra opción y anunció que pediría la extensión del mandato de la CICIG.

Las autoridades del MP y la CICIG estaban preocupadas por la situación y las consecuencias para el país, no para Thelma Aldana ni Iván Velásquez, porque no recibieron ninguna amenaza, según sus palabras. Sabían que estaban frente al caso más importante. Los días subsiguientes se reunieron con Pérez Molina para advertirle que Baldetti estaba implicada, pero el mandatario, lejos de promover una rápida separación del cargo de su compañera de fórmula, les pidió que dijeran públicamente que la hoy exVicepresidenta no estaba relacionada con La Línea.

“Estaba preocupado por Roxana Baldetti y de manera educada y correcta nos pedía que saliéramos diciendo que ella no estaba involucrada, pero no podíamos porque había indicios de su participación, lo que se confirmó con los días y meses”, contó Aldana en una entrevista con Emisoras Unidas.

Este sábado, a un año del suceso, la Fiscal General recuerda el momento más crítico de esta investigación. Fue cuando las averiguaciones apuntaron a que también el Presidente de entonces, estaba implicado en La Línea. “Sentí pena, tristeza y preocupación”, expresó.

La estructura

Mandos altos y medios de la SAT

  • Álvaro Omar Franco Chacón, jefe de la SAT
  • Carlos Enrique Muñoz Roldán, ex jefe de la SAT
  • Sebastián Herrera Carrera (jefe de Recursos Humanos de la SAT)
  • Anthony Segura Franco, Secretario General del Sindicato de la SAT.
  • Carla Mireya Herrera España, Administradora de Aduana Central.
  • Gustavo Adolfo Morales Pinzón, Jefe de División, Región Sur. y
  • Melvin Gudiel Alvarado, administrador.
  • Julio Rogelio Robles Palma, Administrador de Puerto Quetzal.

Estructura externa media

  • Osama Ezzat Azziz Aranki
  • Byron Antonio Izquierdo
  • Francisco Javier Ortíz Arriaga
  • Miguel Angel Lemus Aldana
  • Julio César Aldana Sosa
  • Julio Stuardo González De León
  • Herbeth Francisco Cabrera Castellanos
  • Mónica Patricia Jauregui
  • Geovani Marroquín Navas (enlace entre las dos estructuras)

Estructura externa superior

  • Juan Carlos Monzón Rojas, secretario privado de la Vicepresidencia, pendiente de captura.
  • Salvador Estuardo González.

VISTAS ADUANEROS

  • Carlos Ixtuc Cuc
  • Adolfo Sebastián Batz
  • José Rolando Gil Monterroso