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Cabecilla Salvatrucha envía mensaje a Giammattei

Glenda Sanchez
23 de diciembre, 2019

En una entrevista al medio de comunicación español, EL PAÍS, uno de los cabecillas de la Mara Salvatrucha envió un  mensaje al presidente electo Alejandro Giammattei. 

Según la entrevista, el cabecilla ofreció a Giammattei trabajar en la “pacificación” de las calles a cambio de planes de rehabilitación. 

Jorge Yahir de León Hernández, alias el “Diabólico”, fue condenado a 169 años de cárcel inconmutable. Cumple la condena en la cárcel de máxima seguridad Fraijanes II, según el reporte del medio.

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El objetivo de la entrevista, es trasladar un mensaje al nuevo presidente Alejandro Giammattei, y aclara que no quiere hablar de temas que, según él, le hagan “quedar mal”. 

“Mirá vos, deben diferenciar entre quienes están chingando y quienes no chingan. Entre quienes quieren salir adelante (…). La sociedad ya ha sufrido bastante”, dice el pandillero.

Alías el Diabólico le pide al próximo presidente continuar los proyectos de rehabilitación como el taller de serigrafía y que les permita contar con panadería o carpintería. 

Los 194 presos más peligrosos del país no exigen revisar sus condenas o beber alcohol en el penal, según la declaración del cabecilla.

Agrega que los privados quieren estudiar y piden libros y profesores. La propuesta de Giammattei es considerarlos “terroristas”.

Desde las prisiones, insiste Yahir, sale un poderoso mensaje que llega a las calles. “Nuestro compromiso es bajar la delincuencia de parte de nuestra pandilla. 

“El mensaje es que ya no queremos chingar más a la sociedad y así lo estamos haciendo”, dice el Diabólico.

Asegura que en los últimos siete años en esta cárcel no ha habido ningún asesinado y desde aquí no sale ninguna extorsión telefónica”.

El Diabólico enarbola un discurso en Fraijanes II que no tiene que ver con hacerse evangélico, como en otros tantos penales de Centroamérica, sino de la veteranía de quien llegó vivo a los 36 años, agrega la publicación. 

“Cuando salen de aquí los homis (compañeros de pandilla) llevan el mensaje a las calles y la gente aprende”, dice. No duda en afirmar que “la paz en la calle comienza en las cárceles”.

En los últimos años, los pandilleros de Fraijanes II han visto cómo es posible vender 100 playeras semanales en distintos mercados de Guatemala.

La ventas de esos productos que genera un ingreso que alivia a sus familiares, que deben hacerse cargo de su alimentación dentro de la cárcel. 

Son trabajadores, constantes y cumplidores y el dinero que logran, para muchos, es el primero que han conseguido de forma legal y con su esfuerzo, agrega el pandillero. 

“Eso produce un cambio en ellos”, señala un antiguo jefe de prisiones durante el Gobierno de Pérez Molina.

Durante los dos años en los que fue jefe del sistema penitenciario, Giammattei visitó cárceles, negoció motines y diseñó políticas de reinserción hablando con presos como El Diabólico, que lo recuerda como un buen tipo que se propuso mejorar la cárcel del Boquerón en la que él cumplía condena.

“Fue buena persona. El vato [colega] dijo en 2006 que nos ayudaría y dos meses después nos trajo materiales para que pudiéramos trabajar dentro del penal. Él sabe de cárceles y lo tiene claro, si alguien quiere rehabilitarse, él apoya la rehabilitación. Pero a quien no se pliega, lo aprieta y aísla”.

Sin embargo, las cosas han cambiado mucho y ahora parece que Giammattei va con todo contra los pandilleros.

El presidente electo ya no es el entregado funcionario de antaño, sino el político que ganó las elecciones prometiendo, entre otras cosas, pena de muerte para los pandilleros como medida para frenar la violencia, el problema que más preocupa a los guatemaltecos, según las encuestas.

En las elecciones de agosto dijo que iba a terminar con las visitas familiares en las cárceles y reducirlas a una hora semanal con un vidrio de por medio.

“Declararé terrorista a toda aquella persona que atente contra un servicio público con el ánimo de extorsionar”, dijo durante su campaña.

“A partir de ahora tendrán los derechos mínimos, no los derechos máximos. (…) Vamos a darles los derechos básicos reconocidos en los tratados internacionales pero no los derechos absolutos que hoy tienen en las cárceles”, dijo en su momento el presidente electo.

¿Quién es Jorge Yahir de León Hernández?

Jorge Yahir de León Hernández nació en la capital de Guatemala, hace 36 años. Lleva la mitad de su vida en prisión y está seguro de que ahí morirá.

Con 11 años se enroló en la Mara Salvatrucha y en 2001, cuando tenía 18, fue condenado a 25 años.

Desde entonces ha pasado por todas las cárceles y todos los grados de reclusión imaginables, con los que han tratado de doblegar su liderazgo. 

Un título que comenzó a fraguarse a finales de 2005 durante un motín en el penal de Pavoncito, a las afueras de Guatemala.

El levantamiento de los presos duró dos semanas y dejó 14 muertos y 50 heridos. Un trofeo para quien asienta su respeto en batallas como esa. 

Poco después intentó matar a puñaladas a tres miembros de la pandilla Barrio 18 durante una audiencia en la sala de un juzgado. Tenía 22 años.

En febrero de 2007 se le culpó de liderar el asesinato, en la cárcel del Boquerón, de cuatro policías que habían asesinado a su vez a tres diputados salvadoreños del Parlacen, aunque fue absuelto. 

La última condena la recibió en prisión: lo culparon de haber ordenado decapitar a cuatro personas en protesta por el régimen carcelario que había impuesto el expresidente Álvaro Colom.

 ¿Y a quién ordenó matar? A cualquiera. A cuatro hombres que volvían de trabajar y a los que les quitaron la cabeza. Una de ellas quedó frente al Congreso de la República.

Lea acá la nota completa de El País:

“La paz en la calle comienza en las cárceles”

Cabecilla Salvatrucha envía mensaje a Giammattei

Glenda Sanchez
23 de diciembre, 2019

En una entrevista al medio de comunicación español, EL PAÍS, uno de los cabecillas de la Mara Salvatrucha envió un  mensaje al presidente electo Alejandro Giammattei. 

Según la entrevista, el cabecilla ofreció a Giammattei trabajar en la “pacificación” de las calles a cambio de planes de rehabilitación. 

Jorge Yahir de León Hernández, alias el “Diabólico”, fue condenado a 169 años de cárcel inconmutable. Cumple la condena en la cárcel de máxima seguridad Fraijanes II, según el reporte del medio.

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El objetivo de la entrevista, es trasladar un mensaje al nuevo presidente Alejandro Giammattei, y aclara que no quiere hablar de temas que, según él, le hagan “quedar mal”. 

“Mirá vos, deben diferenciar entre quienes están chingando y quienes no chingan. Entre quienes quieren salir adelante (…). La sociedad ya ha sufrido bastante”, dice el pandillero.

Alías el Diabólico le pide al próximo presidente continuar los proyectos de rehabilitación como el taller de serigrafía y que les permita contar con panadería o carpintería. 

Los 194 presos más peligrosos del país no exigen revisar sus condenas o beber alcohol en el penal, según la declaración del cabecilla.

Agrega que los privados quieren estudiar y piden libros y profesores. La propuesta de Giammattei es considerarlos “terroristas”.

Desde las prisiones, insiste Yahir, sale un poderoso mensaje que llega a las calles. “Nuestro compromiso es bajar la delincuencia de parte de nuestra pandilla. 

“El mensaje es que ya no queremos chingar más a la sociedad y así lo estamos haciendo”, dice el Diabólico.

Asegura que en los últimos siete años en esta cárcel no ha habido ningún asesinado y desde aquí no sale ninguna extorsión telefónica”.

El Diabólico enarbola un discurso en Fraijanes II que no tiene que ver con hacerse evangélico, como en otros tantos penales de Centroamérica, sino de la veteranía de quien llegó vivo a los 36 años, agrega la publicación. 

“Cuando salen de aquí los homis (compañeros de pandilla) llevan el mensaje a las calles y la gente aprende”, dice. No duda en afirmar que “la paz en la calle comienza en las cárceles”.

En los últimos años, los pandilleros de Fraijanes II han visto cómo es posible vender 100 playeras semanales en distintos mercados de Guatemala.

La ventas de esos productos que genera un ingreso que alivia a sus familiares, que deben hacerse cargo de su alimentación dentro de la cárcel. 

Son trabajadores, constantes y cumplidores y el dinero que logran, para muchos, es el primero que han conseguido de forma legal y con su esfuerzo, agrega el pandillero. 

“Eso produce un cambio en ellos”, señala un antiguo jefe de prisiones durante el Gobierno de Pérez Molina.

Durante los dos años en los que fue jefe del sistema penitenciario, Giammattei visitó cárceles, negoció motines y diseñó políticas de reinserción hablando con presos como El Diabólico, que lo recuerda como un buen tipo que se propuso mejorar la cárcel del Boquerón en la que él cumplía condena.

“Fue buena persona. El vato [colega] dijo en 2006 que nos ayudaría y dos meses después nos trajo materiales para que pudiéramos trabajar dentro del penal. Él sabe de cárceles y lo tiene claro, si alguien quiere rehabilitarse, él apoya la rehabilitación. Pero a quien no se pliega, lo aprieta y aísla”.

Sin embargo, las cosas han cambiado mucho y ahora parece que Giammattei va con todo contra los pandilleros.

El presidente electo ya no es el entregado funcionario de antaño, sino el político que ganó las elecciones prometiendo, entre otras cosas, pena de muerte para los pandilleros como medida para frenar la violencia, el problema que más preocupa a los guatemaltecos, según las encuestas.

En las elecciones de agosto dijo que iba a terminar con las visitas familiares en las cárceles y reducirlas a una hora semanal con un vidrio de por medio.

“Declararé terrorista a toda aquella persona que atente contra un servicio público con el ánimo de extorsionar”, dijo durante su campaña.

“A partir de ahora tendrán los derechos mínimos, no los derechos máximos. (…) Vamos a darles los derechos básicos reconocidos en los tratados internacionales pero no los derechos absolutos que hoy tienen en las cárceles”, dijo en su momento el presidente electo.

¿Quién es Jorge Yahir de León Hernández?

Jorge Yahir de León Hernández nació en la capital de Guatemala, hace 36 años. Lleva la mitad de su vida en prisión y está seguro de que ahí morirá.

Con 11 años se enroló en la Mara Salvatrucha y en 2001, cuando tenía 18, fue condenado a 25 años.

Desde entonces ha pasado por todas las cárceles y todos los grados de reclusión imaginables, con los que han tratado de doblegar su liderazgo. 

Un título que comenzó a fraguarse a finales de 2005 durante un motín en el penal de Pavoncito, a las afueras de Guatemala.

El levantamiento de los presos duró dos semanas y dejó 14 muertos y 50 heridos. Un trofeo para quien asienta su respeto en batallas como esa. 

Poco después intentó matar a puñaladas a tres miembros de la pandilla Barrio 18 durante una audiencia en la sala de un juzgado. Tenía 22 años.

En febrero de 2007 se le culpó de liderar el asesinato, en la cárcel del Boquerón, de cuatro policías que habían asesinado a su vez a tres diputados salvadoreños del Parlacen, aunque fue absuelto. 

La última condena la recibió en prisión: lo culparon de haber ordenado decapitar a cuatro personas en protesta por el régimen carcelario que había impuesto el expresidente Álvaro Colom.

 ¿Y a quién ordenó matar? A cualquiera. A cuatro hombres que volvían de trabajar y a los que les quitaron la cabeza. Una de ellas quedó frente al Congreso de la República.

Lea acá la nota completa de El País:

“La paz en la calle comienza en las cárceles”