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La época de “apagones” y velas que nadie extraña en Guatemala

Content Marketing
22 de mayo, 2020

En los años 90’ las viviendas que tenían energía eléctrica sufrían de interrupciones en su servicio. En aquella época imaginar un día sin “apagones” era inconcebible. Lo mejor era ser precavido: tener velas y cerillos para iluminar durante la noche.

“Encendíamos velas para iluminar el ambiente y nos entreteníamos con juegos de mesa o compartiendo historias. Convivíamos en familia durante el tiempo sin luz”, cuenta Carlos Colom Bickford, exgerente general del Instituto Nacional de Electrificación -INDE- y expresidente de la Comisión Nacional de Energía Eléctrica -CNEE-.

Si bien el origen del subsector eléctrico se remonta a los periodos entre 1883 y 1959, cuando se encontraron las primeras dificultades para la consolidación de las primeras empresas eléctricas en el país, hubo una década marcada por el racionamiento de luz eléctrica. Fue conocida como la época de los “apagones”.

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A diferencia de Carlos, quien era un niño en los 90’, Jorge Alonso estaba por cumplir su primera década inmerso en el mundo del sector eléctrico. Entró a trabajar en la Empresa Eléctrica de Guatemala S.A. -EEGSA- en 1983 y vivió varias etapas de la industria, como la época de los “apagones”, la entrada en vigencia de la Ley General de Electricidad -LGE-, su reglamento y la época actual, hasta que se retiró de la gerencia de la empresa a finales de 2019.

En los 90’ ocurrieron los famosos ‘apagones’. No eran más que un programa de racionamiento de energía eléctrica porque la cantidad de demanda había superado a la cantidad de oferta que el país tenía entonces”, cuenta Alonso.

En la época del racionamiento no había una LGE -entró en vigencia en 1996 y su Reglamento un año después-, tampoco había instituciones vitales para el sector eléctrico, como la Comisión Nacional de Energía Eléctrica -CNEE- o el Administrador del Mercado Mayorista -AMM-.

Sin embargo, ya existían instituciones estatales como el INDE -creado con la aprobación de la ley 1287, en 1959- y la EEGSA, quien tenía como principal accionista al Estado de Guatemala.

“El Estado era quien controlaba todo el tema de electricidad en el país”, cuenta Alonso al indicar que no había conciencia de la importancia de la energía eléctrica en los procesos productivos, el desarrollo y crecimiento de la economía nacional.

La población guatemalteca creció y demandó más energía, pero no había nuevas plantas de generación de energía eléctrica. La última planta en construirse con capital estatal fue la Hidroeléctrica Chixoy, en 1983.

Sin energía, no hay desarrollo

Con el paso de las décadas, y ante la poca inversión para su mantenimiento, la infraestructura del sector eléctrico alcanzó un estado casi obsoleto. “La inversión en capacidad de energía eléctrica era casi nula, era insuficiente para abastecer toda la demanda”, comenta Alonso al explicar que la solución fue racionar la electricidad.

“La energía barata permite ser competitivo a las industrias. La energía tiene un impacto directo en la generación de empleo y divisas”

Jorge Alonso, exgerente general de EEGSA.

“Si bien se realizaban apagones, había circuitos que se privilegiaban porque llevaban energía a los hospitales, el Aeropuerto, el Palacio Nacional y centros militares. Sin embargo, la situación no era sostenible a largo plazo, por lo que se firmaron contratos privados con generadoras extranjeras”, cuenta Alonso.

El contrato con la generadora Enron -de capital estadounidense- se firmó de “emergencia” porque el país estaba en una crisis. El racionamiento de luz eléctrica golpeó la productividad de la actividad económica del país.

Según Alonso, “era un desastre” e importar plantas pequeñas de generación eléctrica en aquel entonces era como ahora con las mascarillas para evitar el contagio del Covid-19. “Casi todos debían tener su planta de generación, como ahora tienen que tener mascarilla”, explica.

El contrato con Enron agregó unos 110 megavatios a la oferta de energía eléctrica del país, aunque su precio fue muy alto. Sin embargo, ante la situación de crisis en el país, no se tuvo la opción de cotizar opciones y se compró la energía. Esa fue la forma en la cual se intentó paliar un poco la crisis de energía eléctrica.

Ya para ese entonces, estaba claro que el desarrollo del país nunca llegaría sin tener electricidad, ya que casi todas las actividades económicas la tienen como una materia prima. La electricidad se ha convertido en un servicio tan esencial que de eso depende el funcionamiento de toda la economía nacional y mucha de la actividad social.

“Nos hemos acostumbrado a tener electricidad las 24 horas pero se nos ha olvidado que ha pasado por una reforma desde mediados de los 90’”, comenta Carmen Urízar, exministra de Energía y Minas (2004-2008) y presidenta de la CNEE (2012-2017), al indicar que antes la mitad de la población guatemalteca no tenía electricidad y quienes tenían, vivían con incertidumbre sobre el buen servicio diario por los “apagones” de hasta cuatro horas.

En ese momento, se hizo una estimación de cuánto perdía la economía nacional por el desabastecimiento de energía eléctrica. “Era una pérdida de 1% del PIB. Las empresas debían invertir en plantas de diésel. Si se iba la electricidad, ponían a funcionar esas plantas”, recuerda Urizar.

Los apagones fueron una realidad, pero por fortuna para Guatemala y el subsector eléctrico llegó la Ley General de Electricidad en 1996, y luego en 2007, se echó a andar la Política Energética para cambiar la matriz energética del país y ya no depender de las fuentes térmicas, sino de las fuentes renovables.

Según Urizar, Guatemala tiene excedentes de energía y un sector cuya cadena de suministro (generación, transporte y distribución) permite que la electricidad se tenga las 24 horas en los 365 días del año.

Los apagones son cosas del pasado. De hecho, la regulación es tan estricta que cualquier apagón no pasa de minutos porque las sanciones son muy fuertes sobre los agentes si son por ineficiencia”, señala.

Ley General de Electricidad

Enrique Moller Hernández fue el primer presidente de la Comisión Nacional de Energía Eléctrica (1997-2001) y cuando era director general de Energía del MEM (1996) fue llamado para formar parte del equipo de técnicos que participaron en la redacción de la actual ley general para el subsector eléctrico del país.

Las pérdidas que tenía el Estado en ese entonces dieron paso a una serie de cambios, entre ellos, el proceso que terminó con la publicación de la LGE, que permitió la inversión privada en el sector eléctrico.

Según Moller, el dinero que ingresó de las ventas de acciones de EEGSA y la distribución del INDE se usó para electrificación rural. Guatemala saltó del 50% de cobertura eléctrica al 85% en un plazo de 10 años.

“Eso fue un caso que llamó la atención a nivel mundial. No había ocurrido. Aquí a Guatemala vinieron de muchos países a ver qué se estaba haciendo para lograr un salto de ese porcentaje”, cuenta.

El último apagón que registró el sistema de transmisión fue hace unos siete años, cuando falló la línea de Chixoy. Ahora, ya se tienen sistemas anillados, por lo que si una línea falla, hay otros sistemas que ayudan a distribuir la electricidad.

“El precio de la electricidad en Guatemala es el más competitivo desde México hasta Colombia”

Carmen Urízar, exministra de Energía y Minas y expresidenta de la CNEE.

Covid-19 en la época de los “apagones”

Colom, Bickford, Alonso, Urízar y Moller Hernández coinciden en que no se “extrañan” los apagones y si la pandemia del Covid-19 hubiera llegado en los años 90’, la situación en Guatemala sería un “caos” total.

Jorge Alonso comenta que si el coronavirus hubiera brotado en aquella época se tendría que haber respetado el aislamiento social sin energía eléctrica y no se podría hacer casi nada, a menos de que se tuviera una planta eléctrica.

“Imagine las fábricas que necesitan energía de manera constante. Les saldrían unos costos altos, tendrían pérdidas y sería inviable. La dependencia que se tiene hoy de la energía eléctrica, a pesar del aislamiento, es alta. Estamos recluidos, y el entretenimiento, ocupación y actividad está ligado a la energía eléctrica”, explica.

Cuando se habla de energía se da un énfasis a la actividad productiva, pero en estas circunstancias el tema médico y de salud es prioritario. La pandemia tiene un vínculo muy directo con los hospitales, que estarían entre los principales afectados si fallara el servicio de energía eléctrica.

El teletrabajo es posible porque el servicio de electricidad es permanente y se pueden cargar computadoras, celulares y tener acceso a la Internet. Por otro lado, la continuidad y flujo del servicio, y pagos a las distribuidoras, garantiza la continuidad de las generadoras y demás actores.

Horacio Fernández, director ejecutivo de la Asociación Nacional de Generadores (ANG), ha dicho en declaraciones a la prensa que, si las generadoras de energía no reciben el pago de las distribuidoras, tendrían problemas financieros y podría provocar falta de capacidad para generar electricidad.

“El impacto en el sector se percibirá un mes después de que los usuarios dejen de pagar a las distribuidoras. Uno de los riesgos sería baja en la generación y hasta riesgo de racionamiento“, indicó.

En general, de la solidez de cada uno de los actores del sector eléctrico (generación, transporte, distribución, comercialización), también se fortalece el sistema bancario, beneficiando a las pequeñas y medianas empresas (pymes). Esto es un proceso en cadena que inicia con la estabilidad y solvencia del sistema eléctrico nacional.

“La energía eléctrica es un insumo básico y si estuviéramos en los años de los ‘apagones’ hubiera sido más difícil sobrellevar la situación del Covid-19”

Carlos Colom Bickford, expresidente de la CNEE y el INDE.

“Si esta pandemia hubiera llegado en los años 90′ creo que estaríamos lamentando muchos fallecidos porque los hospitales no funcionarían adecuadamente. Hablar de teletrabajo sería imposible. Ese es un tema que muchos países, incluso Guatemala, se logró adoptar porque hay un acceso privilegiado para aquellos que tienen servicio de Internet y electricidad“, señala Urízar.

En su caso, Moller Hernández destaca que los hospitales temporales que se han construido para atender a los pacientes positivos de Covid-19, sin energía, no “valdrían nada”.

El sector eléctrico es fundamental en tiempos de crisis sanitaria por el Covid-19, como el que se vive en Guatemala y todo el mundo. Los sectores de salud, industria, servicios y residencial, todos, tienen algo en común: necesitan de la electricidad.

Carlos B. Echeverría, de la División de Energía del Banco Interamericano de Desarrollo -BID- señala que la prestación del servicio eléctrico es clave en el éxito de la batalla contra la pandemia.

“La continuidad de la operación del sistema eléctrico se fundamenta en garantizar la disponibilidad de los trabajadores clave, su infraestructura y plataformas tecnológicas, así como contar con insumos vitales como combustibles, repuestos y equipamientos de control de suministro”.

“Las hidroeléctricas juegan un papel importante en la generación de energía eléctrica”

Jorge Alonso, exgerente general de EEGSA.

Energía económica y amigable con el medio ambiente

Los costos de energía eléctrica han disminuido casi un 50% en los últimos seis o siete años. La razón, se ha adicionado energía barata. Ahora, con hidroeléctricas, su generación es más económica y amigable con el medio ambiente. En la época de los “apagones” los costos de producción asociados a los combustibles eran elevados y dañinos para el ambiente.

En el libro “Energía y Potencial para Guatemala: Los estadíos del subsector eléctrico”, el historiador y politólogo Javier Calderón Abullarade, señala que los precios de la electricidad en el mercado spot -transacciones en tiempo real y el precio se fija cada hora en función de los costos de cada generador- han sido un reflejo de la evolución del mercado eléctrico nacional desmonopolizado. 

“El 65% de la matriz energética dependía del petróleo. Al tener una dependencia tan fuerte de esa fuente para producir electricidad se golpeaba la factura eléctrica y la balanza comercial”, cuenta Urízar. 

Con la Política Energética y Minera (2008-2015) se sentaron las bases para cambiar esa composición y depender más fuentes energéticas renovables. El primer objetivo se hizo para el 2015 y la idea era llegar a que el 65% fueran renovables. 

“Cuando llegó ese año, yo estaba en la CNEE, y con los cambios se logró que el precio de la energía disminuyera 30%. La factura nos bajó a todos como consecuencia de que la electricidad se genera por hidroeléctricas y plantas eólicas y solares, entre otras renovables“, agrega Urizar.

De acuerdo con la CNEE, hasta 2017, el 5% de la demanda de energía era abastecida por medio de la compra de energía en los mercados spot. La mayoría de generación de Guatemala es de fuentes renovables, sobre todo por hidroeléctricas, y otro tipo de combustibles distintos al petróleo. 

“Se ha bajado el costo de energía. Durante muchos años, Guatemala era el país que tenía la electricidad más cara de Centroamérica, ahora es la más barata y el principal exportador de energía de la región“, concluye Moller Hernández.

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“Encendíamos velas para iluminar el ambiente y nos entreteníamos con juegos de mesa o compartiendo historias. Convivíamos en familia durante el tiempo sin luz”, cuenta Carlos Colom Bickford, exgerente general del Instituto Nacional de Electrificación -INDE- y expresidente de la Comisión Nacional de Energía Eléctrica -CNEE-.

Si bien el origen del subsector eléctrico se remonta a los periodos entre 1883 y 1959, cuando se encontraron las primeras dificultades para la consolidación de las primeras empresas eléctricas en el país, hubo una década marcada por el racionamiento de luz eléctrica. Fue conocida como la época de los “apagones”.

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A diferencia de Carlos, quien era un niño en los 90’, Jorge Alonso estaba por cumplir su primera década inmerso en el mundo del sector eléctrico. Entró a trabajar en la Empresa Eléctrica de Guatemala S.A. -EEGSA- en 1983 y vivió varias etapas de la industria, como la época de los “apagones”, la entrada en vigencia de la Ley General de Electricidad -LGE-, su reglamento y la época actual, hasta que se retiró de la gerencia de la empresa a finales de 2019.

En los 90’ ocurrieron los famosos ‘apagones’. No eran más que un programa de racionamiento de energía eléctrica porque la cantidad de demanda había superado a la cantidad de oferta que el país tenía entonces”, cuenta Alonso.

En la época del racionamiento no había una LGE -entró en vigencia en 1996 y su Reglamento un año después-, tampoco había instituciones vitales para el sector eléctrico, como la Comisión Nacional de Energía Eléctrica -CNEE- o el Administrador del Mercado Mayorista -AMM-.

Sin embargo, ya existían instituciones estatales como el INDE -creado con la aprobación de la ley 1287, en 1959- y la EEGSA, quien tenía como principal accionista al Estado de Guatemala.

“El Estado era quien controlaba todo el tema de electricidad en el país”, cuenta Alonso al indicar que no había conciencia de la importancia de la energía eléctrica en los procesos productivos, el desarrollo y crecimiento de la economía nacional.

La población guatemalteca creció y demandó más energía, pero no había nuevas plantas de generación de energía eléctrica. La última planta en construirse con capital estatal fue la Hidroeléctrica Chixoy, en 1983.

Sin energía, no hay desarrollo

Con el paso de las décadas, y ante la poca inversión para su mantenimiento, la infraestructura del sector eléctrico alcanzó un estado casi obsoleto. “La inversión en capacidad de energía eléctrica era casi nula, era insuficiente para abastecer toda la demanda”, comenta Alonso al explicar que la solución fue racionar la electricidad.

“La energía barata permite ser competitivo a las industrias. La energía tiene un impacto directo en la generación de empleo y divisas”

Jorge Alonso, exgerente general de EEGSA.

“Si bien se realizaban apagones, había circuitos que se privilegiaban porque llevaban energía a los hospitales, el Aeropuerto, el Palacio Nacional y centros militares. Sin embargo, la situación no era sostenible a largo plazo, por lo que se firmaron contratos privados con generadoras extranjeras”, cuenta Alonso.

El contrato con la generadora Enron -de capital estadounidense- se firmó de “emergencia” porque el país estaba en una crisis. El racionamiento de luz eléctrica golpeó la productividad de la actividad económica del país.

Según Alonso, “era un desastre” e importar plantas pequeñas de generación eléctrica en aquel entonces era como ahora con las mascarillas para evitar el contagio del Covid-19. “Casi todos debían tener su planta de generación, como ahora tienen que tener mascarilla”, explica.

El contrato con Enron agregó unos 110 megavatios a la oferta de energía eléctrica del país, aunque su precio fue muy alto. Sin embargo, ante la situación de crisis en el país, no se tuvo la opción de cotizar opciones y se compró la energía. Esa fue la forma en la cual se intentó paliar un poco la crisis de energía eléctrica.

Ya para ese entonces, estaba claro que el desarrollo del país nunca llegaría sin tener electricidad, ya que casi todas las actividades económicas la tienen como una materia prima. La electricidad se ha convertido en un servicio tan esencial que de eso depende el funcionamiento de toda la economía nacional y mucha de la actividad social.

“Nos hemos acostumbrado a tener electricidad las 24 horas pero se nos ha olvidado que ha pasado por una reforma desde mediados de los 90’”, comenta Carmen Urízar, exministra de Energía y Minas (2004-2008) y presidenta de la CNEE (2012-2017), al indicar que antes la mitad de la población guatemalteca no tenía electricidad y quienes tenían, vivían con incertidumbre sobre el buen servicio diario por los “apagones” de hasta cuatro horas.

En ese momento, se hizo una estimación de cuánto perdía la economía nacional por el desabastecimiento de energía eléctrica. “Era una pérdida de 1% del PIB. Las empresas debían invertir en plantas de diésel. Si se iba la electricidad, ponían a funcionar esas plantas”, recuerda Urizar.

Los apagones fueron una realidad, pero por fortuna para Guatemala y el subsector eléctrico llegó la Ley General de Electricidad en 1996, y luego en 2007, se echó a andar la Política Energética para cambiar la matriz energética del país y ya no depender de las fuentes térmicas, sino de las fuentes renovables.

Según Urizar, Guatemala tiene excedentes de energía y un sector cuya cadena de suministro (generación, transporte y distribución) permite que la electricidad se tenga las 24 horas en los 365 días del año.

Los apagones son cosas del pasado. De hecho, la regulación es tan estricta que cualquier apagón no pasa de minutos porque las sanciones son muy fuertes sobre los agentes si son por ineficiencia”, señala.

Ley General de Electricidad

Enrique Moller Hernández fue el primer presidente de la Comisión Nacional de Energía Eléctrica (1997-2001) y cuando era director general de Energía del MEM (1996) fue llamado para formar parte del equipo de técnicos que participaron en la redacción de la actual ley general para el subsector eléctrico del país.

Las pérdidas que tenía el Estado en ese entonces dieron paso a una serie de cambios, entre ellos, el proceso que terminó con la publicación de la LGE, que permitió la inversión privada en el sector eléctrico.

Según Moller, el dinero que ingresó de las ventas de acciones de EEGSA y la distribución del INDE se usó para electrificación rural. Guatemala saltó del 50% de cobertura eléctrica al 85% en un plazo de 10 años.

“Eso fue un caso que llamó la atención a nivel mundial. No había ocurrido. Aquí a Guatemala vinieron de muchos países a ver qué se estaba haciendo para lograr un salto de ese porcentaje”, cuenta.

El último apagón que registró el sistema de transmisión fue hace unos siete años, cuando falló la línea de Chixoy. Ahora, ya se tienen sistemas anillados, por lo que si una línea falla, hay otros sistemas que ayudan a distribuir la electricidad.

“El precio de la electricidad en Guatemala es el más competitivo desde México hasta Colombia”

Carmen Urízar, exministra de Energía y Minas y expresidenta de la CNEE.

Covid-19 en la época de los “apagones”

Colom, Bickford, Alonso, Urízar y Moller Hernández coinciden en que no se “extrañan” los apagones y si la pandemia del Covid-19 hubiera llegado en los años 90’, la situación en Guatemala sería un “caos” total.

Jorge Alonso comenta que si el coronavirus hubiera brotado en aquella época se tendría que haber respetado el aislamiento social sin energía eléctrica y no se podría hacer casi nada, a menos de que se tuviera una planta eléctrica.

“Imagine las fábricas que necesitan energía de manera constante. Les saldrían unos costos altos, tendrían pérdidas y sería inviable. La dependencia que se tiene hoy de la energía eléctrica, a pesar del aislamiento, es alta. Estamos recluidos, y el entretenimiento, ocupación y actividad está ligado a la energía eléctrica”, explica.

Cuando se habla de energía se da un énfasis a la actividad productiva, pero en estas circunstancias el tema médico y de salud es prioritario. La pandemia tiene un vínculo muy directo con los hospitales, que estarían entre los principales afectados si fallara el servicio de energía eléctrica.

El teletrabajo es posible porque el servicio de electricidad es permanente y se pueden cargar computadoras, celulares y tener acceso a la Internet. Por otro lado, la continuidad y flujo del servicio, y pagos a las distribuidoras, garantiza la continuidad de las generadoras y demás actores.

Horacio Fernández, director ejecutivo de la Asociación Nacional de Generadores (ANG), ha dicho en declaraciones a la prensa que, si las generadoras de energía no reciben el pago de las distribuidoras, tendrían problemas financieros y podría provocar falta de capacidad para generar electricidad.

“El impacto en el sector se percibirá un mes después de que los usuarios dejen de pagar a las distribuidoras. Uno de los riesgos sería baja en la generación y hasta riesgo de racionamiento“, indicó.

En general, de la solidez de cada uno de los actores del sector eléctrico (generación, transporte, distribución, comercialización), también se fortalece el sistema bancario, beneficiando a las pequeñas y medianas empresas (pymes). Esto es un proceso en cadena que inicia con la estabilidad y solvencia del sistema eléctrico nacional.

“La energía eléctrica es un insumo básico y si estuviéramos en los años de los ‘apagones’ hubiera sido más difícil sobrellevar la situación del Covid-19”

Carlos Colom Bickford, expresidente de la CNEE y el INDE.

“Si esta pandemia hubiera llegado en los años 90′ creo que estaríamos lamentando muchos fallecidos porque los hospitales no funcionarían adecuadamente. Hablar de teletrabajo sería imposible. Ese es un tema que muchos países, incluso Guatemala, se logró adoptar porque hay un acceso privilegiado para aquellos que tienen servicio de Internet y electricidad“, señala Urízar.

En su caso, Moller Hernández destaca que los hospitales temporales que se han construido para atender a los pacientes positivos de Covid-19, sin energía, no “valdrían nada”.

El sector eléctrico es fundamental en tiempos de crisis sanitaria por el Covid-19, como el que se vive en Guatemala y todo el mundo. Los sectores de salud, industria, servicios y residencial, todos, tienen algo en común: necesitan de la electricidad.

Carlos B. Echeverría, de la División de Energía del Banco Interamericano de Desarrollo -BID- señala que la prestación del servicio eléctrico es clave en el éxito de la batalla contra la pandemia.

“La continuidad de la operación del sistema eléctrico se fundamenta en garantizar la disponibilidad de los trabajadores clave, su infraestructura y plataformas tecnológicas, así como contar con insumos vitales como combustibles, repuestos y equipamientos de control de suministro”.

“Las hidroeléctricas juegan un papel importante en la generación de energía eléctrica”

Jorge Alonso, exgerente general de EEGSA.

Energía económica y amigable con el medio ambiente

Los costos de energía eléctrica han disminuido casi un 50% en los últimos seis o siete años. La razón, se ha adicionado energía barata. Ahora, con hidroeléctricas, su generación es más económica y amigable con el medio ambiente. En la época de los “apagones” los costos de producción asociados a los combustibles eran elevados y dañinos para el ambiente.

En el libro “Energía y Potencial para Guatemala: Los estadíos del subsector eléctrico”, el historiador y politólogo Javier Calderón Abullarade, señala que los precios de la electricidad en el mercado spot -transacciones en tiempo real y el precio se fija cada hora en función de los costos de cada generador- han sido un reflejo de la evolución del mercado eléctrico nacional desmonopolizado. 

“El 65% de la matriz energética dependía del petróleo. Al tener una dependencia tan fuerte de esa fuente para producir electricidad se golpeaba la factura eléctrica y la balanza comercial”, cuenta Urízar. 

Con la Política Energética y Minera (2008-2015) se sentaron las bases para cambiar esa composición y depender más fuentes energéticas renovables. El primer objetivo se hizo para el 2015 y la idea era llegar a que el 65% fueran renovables. 

“Cuando llegó ese año, yo estaba en la CNEE, y con los cambios se logró que el precio de la energía disminuyera 30%. La factura nos bajó a todos como consecuencia de que la electricidad se genera por hidroeléctricas y plantas eólicas y solares, entre otras renovables“, agrega Urizar.

De acuerdo con la CNEE, hasta 2017, el 5% de la demanda de energía era abastecida por medio de la compra de energía en los mercados spot. La mayoría de generación de Guatemala es de fuentes renovables, sobre todo por hidroeléctricas, y otro tipo de combustibles distintos al petróleo. 

“Se ha bajado el costo de energía. Durante muchos años, Guatemala era el país que tenía la electricidad más cara de Centroamérica, ahora es la más barata y el principal exportador de energía de la región“, concluye Moller Hernández.

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