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“Yo no quiero morir en el hospital”, suplicó Adela López durante más de 40 días de lucha contra el covid-19

Glenda Sanchez
28 de noviembre, 2021

“Me cubría la cara con la sábana, ya no quería ver gente morir de covid-19, rezaba hasta quedarme dormida”, narra Adela López sobreviviente de coronavirus.

“Me gustan las películas románticas, una de mis preferidas es ‘Quédate a mi Lado’, pero hay más, ahora no recuerdo los nombres”, dice Adela, mientras termina de desayunar. Al otro lado de la mesa se encuentra Carlitos, quien interrumpe por un momento y dice: “Me gustan las películas de acción, bueno también algunas románticas”, en tanto sonríe entre el bullicio de los carros y la maquinaria de una fábrica cercana a la residencia de la familia López.

Por un momento el silencio vuelve a la residencia y levemente se escucha el viento frío de noviembre. Mientras Adela López, una mujer de 60 años, toma por sorbos un café y narra que sobrevivió al covid-19 luego que se contagiara por accidente en julio de este año junto con sus dos hijos y su nieto, Carlitos, de 10 años.

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Antes de continuar la entrevista con República., pide una pausa para ir por una champurrada para terminar el café. Se aleja y el silencio que abraza la mañana deja escuchar las agujas del reloj que se encuentra colgado en la pared frente a la cocina. También aprovecha para poner la radio, pues le gusta la música. La enciende con poco volumen.

“Disculpe, ahora si podemos seguir, es que no puedo vivir sin café”, dice Adela mientras vuelve a sentarse frente a la mesa del comedor.

Una lucha constante contra el covid-19

Adela cuenta que aún desconoce cómo se contagió, pero considera que fue un accidente. Agrega que a partir de que empezó la pandemia fue y sigue siendo cuidadosa porque recién está pasando por un proceso de recuperación debido a una cirugía de cáncer y porque también tiene diabetes.

No salía, solo salía por emergencia, pero me contagié del virus. A los cinco días empeoró y me llevaron a la emergencia del IGSS de la zona 9″, narra.

Asegura que ingresó consciente y con niveles de oxígeno bajos, sin mayores complicaciones. Pero conforme pasaban los días su oxígeno se estabilizó, pero por tener sus defensas muy bajas una bacteria invadió su organismo y cada vez empeoraba. Además, dice que trataba de obedecer a los médicos y comer, a pesar de no tener apetito; sin embargo lo que le aterraba y deprimía era ver morir a los pacientes de covid-19.

Me deprimía ver morir a las pacientes, pero me angustiaba aún más cuando eran mujeres jóvenes porque me recordaban a mis hijos, y como le repito los dos estaban contagiados. Eran tantas las personas que miraba morir, los últimos días que estuve hospitalizada cuándo miraba que la enfermera entraba con las bolsas era la señal que alguien había muerto. Optaba por taparme la cara con la sábana, me acurrucaba y rezaba hasta quedarme dormida. Fueron muchas personas las que vi morir, ya no soportaba eso”, recuerda Adela.

“Quiero ir a casa”

Añade que conforme pasaban los días, su situación empeoraba y después de más de 20 días los médicos decidieron trasladarla al intensivo del hospital del IGSS de Villa Nueva. La noche del traslado para Adela no fue nada fácil, sabía que el cambio no era nada bueno. Esa noche los paramédicos la subieron a la ambulancia para trasladarla.

Cuando llegaron al hospital, Adela narra que entró en crisis nerviosa y pánico. “Recuerdo que esa noche me recibió un grupo de médicos. Les dije que por favor me dejaran ir a mi casa. ¡Yo no quiero morir en el hospital!, ¡Déjenme morir en mi casa, sé que estoy mal!, ¡Déjenme ir a mi casa! Una doctora muy amable se me acercó y me dijo que ellos me iban a cuidar y me abrazó. Pero yo no quería”, recuerda con gran emoción y tristeza.

Hace una pausa y luego agrega: “Ya no quería estar hospitalizada, yo le decía a los doctores esa noche ‘entréguenme la hoja de responsabilidad y se las firmó. Doctores de verdad yo no quiero estar aquí, ya no quiero ver gente morir, ya no puedo más! Supliqué y supliqué, pero los médicos del IGSS no me dejaron. Incluso en mi desesperación les dije que sino accedían iba a llamar a los medios de comunicación, porque tenía contactos. Pasados los minutos una doctora se acercó y me dijo: ‘quédese hoy y mañana llama a sus familiares para que la vengan a traer’, y fue así como ingresé en Villa Nueva”.

Ingreso en el intensivo por complicaciones del covid-19

Mientras se amarraba la trenza de su pelo, añade que ingresó sabiendo que su diagnóstico no era nada alentador. Estaba tan delicada de salud que recuerda que los médicos le realizaron un “montón” de exámenes y le cambiaban los medicamentos por unos más fuertes. Incluso asegura que la sedaron por seis días y que fue en ese momento que perdió la noción del tiempo.

“Desperté después de seis días y no sabía en qué día estaba. Fue muy duro porque me di cuenta que estaba aislada de todos, miraba solo una puerta de vidrio y afuera estaba el resto de pacientes, estaba sola en esa área. Días después me pasaron con los demás, y ya tenía contacto con más médicos y pacientes”.

Agrega: “Había un médico que era muy bueno conmigo, se me acercaba, me abrazaba y me decía que era una paciente muy obediente y luchadora, y ‘ojalá que así fueran todos’, se reía mucho. No olvido un gesto que tuvo por el día de mi cumpleaños. Mi hija me llevó una tarjetita y un globo, y él me dijo: “Usted está de cumpleaños verdad’. “Quiere ver a su hija”, me preguntó y respondí que sí. De su teléfono marcó para que hablara con mi familia, a quienes no miraba desde más de un mes”.

Después de más de 20 días en el hospital de Villa Nueva, el médico me contó que estaba mejorando y que pronto saldría. Cuenta que fue tan emocionante que a pesar de todo el dolor que aún sentía por los daños que le había causado el covid-19, se sentía lista para recuperarse en su casa con su familia.

“La voluntad de Dios”

“Estoy aquí por la voluntad de Dios y la atención de los buenos médicos del IGSS”, sonríe ahora viendo a las nubes en una de las ventanas de su residencia, ubicada en la zona 2 capitalina.

Al terminar de conar su experiencia, su nieto la abraza y su hija manifiesta que para ellos fue “muy duro” no ver a su mamá durante más de un mes y medio. Estar incomunicados era una de las mayores torturas para ellos.

Adela López es una de las 546 mil 190 personas que se han recuperado del covid-19 de los 613 mil 950 personas contagiados en Guatemala, del 13 de marzo de 2020 al 22 de noviembre de 2021, según el último informe del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS). En igual periodo, 15 mil 849 personas murieron por el virus y en la actualidad hay 1 mil 901 casos positivos en el país .

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“Yo no quiero morir en el hospital”, suplicó Adela López durante más de 40 días de lucha contra el covid-19

Glenda Sanchez
28 de noviembre, 2021

“Me cubría la cara con la sábana, ya no quería ver gente morir de covid-19, rezaba hasta quedarme dormida”, narra Adela López sobreviviente de coronavirus.

“Me gustan las películas románticas, una de mis preferidas es ‘Quédate a mi Lado’, pero hay más, ahora no recuerdo los nombres”, dice Adela, mientras termina de desayunar. Al otro lado de la mesa se encuentra Carlitos, quien interrumpe por un momento y dice: “Me gustan las películas de acción, bueno también algunas románticas”, en tanto sonríe entre el bullicio de los carros y la maquinaria de una fábrica cercana a la residencia de la familia López.

Por un momento el silencio vuelve a la residencia y levemente se escucha el viento frío de noviembre. Mientras Adela López, una mujer de 60 años, toma por sorbos un café y narra que sobrevivió al covid-19 luego que se contagiara por accidente en julio de este año junto con sus dos hijos y su nieto, Carlitos, de 10 años.

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Antes de continuar la entrevista con República., pide una pausa para ir por una champurrada para terminar el café. Se aleja y el silencio que abraza la mañana deja escuchar las agujas del reloj que se encuentra colgado en la pared frente a la cocina. También aprovecha para poner la radio, pues le gusta la música. La enciende con poco volumen.

“Disculpe, ahora si podemos seguir, es que no puedo vivir sin café”, dice Adela mientras vuelve a sentarse frente a la mesa del comedor.

Una lucha constante contra el covid-19

Adela cuenta que aún desconoce cómo se contagió, pero considera que fue un accidente. Agrega que a partir de que empezó la pandemia fue y sigue siendo cuidadosa porque recién está pasando por un proceso de recuperación debido a una cirugía de cáncer y porque también tiene diabetes.

No salía, solo salía por emergencia, pero me contagié del virus. A los cinco días empeoró y me llevaron a la emergencia del IGSS de la zona 9″, narra.

Asegura que ingresó consciente y con niveles de oxígeno bajos, sin mayores complicaciones. Pero conforme pasaban los días su oxígeno se estabilizó, pero por tener sus defensas muy bajas una bacteria invadió su organismo y cada vez empeoraba. Además, dice que trataba de obedecer a los médicos y comer, a pesar de no tener apetito; sin embargo lo que le aterraba y deprimía era ver morir a los pacientes de covid-19.

Me deprimía ver morir a las pacientes, pero me angustiaba aún más cuando eran mujeres jóvenes porque me recordaban a mis hijos, y como le repito los dos estaban contagiados. Eran tantas las personas que miraba morir, los últimos días que estuve hospitalizada cuándo miraba que la enfermera entraba con las bolsas era la señal que alguien había muerto. Optaba por taparme la cara con la sábana, me acurrucaba y rezaba hasta quedarme dormida. Fueron muchas personas las que vi morir, ya no soportaba eso”, recuerda Adela.

“Quiero ir a casa”

Añade que conforme pasaban los días, su situación empeoraba y después de más de 20 días los médicos decidieron trasladarla al intensivo del hospital del IGSS de Villa Nueva. La noche del traslado para Adela no fue nada fácil, sabía que el cambio no era nada bueno. Esa noche los paramédicos la subieron a la ambulancia para trasladarla.

Cuando llegaron al hospital, Adela narra que entró en crisis nerviosa y pánico. “Recuerdo que esa noche me recibió un grupo de médicos. Les dije que por favor me dejaran ir a mi casa. ¡Yo no quiero morir en el hospital!, ¡Déjenme morir en mi casa, sé que estoy mal!, ¡Déjenme ir a mi casa! Una doctora muy amable se me acercó y me dijo que ellos me iban a cuidar y me abrazó. Pero yo no quería”, recuerda con gran emoción y tristeza.

Hace una pausa y luego agrega: “Ya no quería estar hospitalizada, yo le decía a los doctores esa noche ‘entréguenme la hoja de responsabilidad y se las firmó. Doctores de verdad yo no quiero estar aquí, ya no quiero ver gente morir, ya no puedo más! Supliqué y supliqué, pero los médicos del IGSS no me dejaron. Incluso en mi desesperación les dije que sino accedían iba a llamar a los medios de comunicación, porque tenía contactos. Pasados los minutos una doctora se acercó y me dijo: ‘quédese hoy y mañana llama a sus familiares para que la vengan a traer’, y fue así como ingresé en Villa Nueva”.

Ingreso en el intensivo por complicaciones del covid-19

Mientras se amarraba la trenza de su pelo, añade que ingresó sabiendo que su diagnóstico no era nada alentador. Estaba tan delicada de salud que recuerda que los médicos le realizaron un “montón” de exámenes y le cambiaban los medicamentos por unos más fuertes. Incluso asegura que la sedaron por seis días y que fue en ese momento que perdió la noción del tiempo.

“Desperté después de seis días y no sabía en qué día estaba. Fue muy duro porque me di cuenta que estaba aislada de todos, miraba solo una puerta de vidrio y afuera estaba el resto de pacientes, estaba sola en esa área. Días después me pasaron con los demás, y ya tenía contacto con más médicos y pacientes”.

Agrega: “Había un médico que era muy bueno conmigo, se me acercaba, me abrazaba y me decía que era una paciente muy obediente y luchadora, y ‘ojalá que así fueran todos’, se reía mucho. No olvido un gesto que tuvo por el día de mi cumpleaños. Mi hija me llevó una tarjetita y un globo, y él me dijo: “Usted está de cumpleaños verdad’. “Quiere ver a su hija”, me preguntó y respondí que sí. De su teléfono marcó para que hablara con mi familia, a quienes no miraba desde más de un mes”.

Después de más de 20 días en el hospital de Villa Nueva, el médico me contó que estaba mejorando y que pronto saldría. Cuenta que fue tan emocionante que a pesar de todo el dolor que aún sentía por los daños que le había causado el covid-19, se sentía lista para recuperarse en su casa con su familia.

“La voluntad de Dios”

“Estoy aquí por la voluntad de Dios y la atención de los buenos médicos del IGSS”, sonríe ahora viendo a las nubes en una de las ventanas de su residencia, ubicada en la zona 2 capitalina.

Al terminar de conar su experiencia, su nieto la abraza y su hija manifiesta que para ellos fue “muy duro” no ver a su mamá durante más de un mes y medio. Estar incomunicados era una de las mayores torturas para ellos.

Adela López es una de las 546 mil 190 personas que se han recuperado del covid-19 de los 613 mil 950 personas contagiados en Guatemala, del 13 de marzo de 2020 al 22 de noviembre de 2021, según el último informe del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS). En igual periodo, 15 mil 849 personas murieron por el virus y en la actualidad hay 1 mil 901 casos positivos en el país .

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