"Mientras me contemplo frente al espejo recuerdo que en una fecha como esta, aunque marcada por haber sido Viernes Santo, mi corazón, como si de un cristal se tratara, se rompió en una incontable sucesión de fragmentos que aún hoy, cuatro años más tarde, sigo sin poder pegar en su respectivo lugar.

La transición de mi hermano Estuardo Valdés Palz hacia el plano espiritual, fue el punto final de un largo y doloroso proceso que había iniciado una década atrás con la confusa muerte de Rodrigo Rosenberg, en la cual nosotros de una manera accidentada terminamos siendo implicados.

Nunca hubo de nuestra parte un Interés por perjudicar a nadie, sino mas bien un natural instinto de servicio hacia quien considerábamos más que un amigo alguien de la familia, sin embargo, lo enmarañado de aquel extraño caso dio pie para que, de manera malintencionada, nosotros también termináramos atrapados en esas mismas redes.

Hoy, cuando nuestra inocencia ha sido probada de manera fehaciente ante un tribunal, sigo siendo, gracias a una alerta Internacional que de manera arbitraria no fue desactivada, en cierta forma prisionero. Sin embargo, la mas ingrata de las condenas es el peso de la ausencia de ese que, más que un hermano, fue un hijo para mí, a quien por las diversas sendas de la vida y en quien siempre tuve un cómplice de vida.

Saber que las dolorosas condiciones en que de manera paulatina fue desmoronándose su organismo pudieron haber sido evitadas y sencillamente no lo fueron porque esa misma alerta nos Impidió llegar a la ayuda médica adecuada a tiempo; es algo que diariamente permanece en mi interior, pero que en fechas como esta se revuelve de una manera que me eriza no sólo el cuerpo sino el alma. Continuo viéndome en el espejo y noto que, aunque sigo siento algo en mi, me convence de que ya no soy del todo el mismo".

Francisco Valdés Palz.