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Tres en una

Redacción República
11 de diciembre, 2018

Tres en una, ESTA ES LA HISTORIA URBANA DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR

A falta del carro de agencia, del auto comprado de segunda mano, o del humilde pichirilo que saca la tarea, está la moto.

La moto que puede abrirse paso entre el tráfico que rueda lento, a cualquier hora del día. Al mantener el equilibrio, sin que nadie se ponga nervioso, podrá llevar a la familia entera.

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La nena puede irse adelante y que juegue con el timón, si quiere. Así se va acostumbrando y no le costará enseñarle a manejar cuando esté más grandecita. El patojo se va enmedio y el bebé de tres meses ya puede exponerse al aire sin temor a que se enferme, pues siguen puntuales el calendario de vacunas.

A veces me encuentro dos, tres, cuatro familias, todas a flote en su moto. Es una escena frecuente ahora que los niños están de vacaciones y se aburren si se están el día entero en casa, con ese patio tan pequeño donde no se puede jugar sin temor a romper la ventana del baño de un pelotazo o ensuciarse los zapatos con popó de perro.

Ahí van porque el dinero que queda tras separar el pago del alquiler, la colegiatura, las compras del mercado, aparte de reponer los celulares en caso de robo, no alcanza para ahorrarlo y comprar aunque sea un pichirilo.

Ahí van a pesar del miedo que puedan tener al sentir la cercanía de un camión, un autobús o un conductor demasiado histérico e impaciente.

De tiempo en tiempo, las noticias del televisor, la prensa o ese video captado por teléfono nos informa que una familia entera terminó atropellada.

Si mueren todos, pienso en el final de la estirpe. Son el último eslabón de la serie de encuentros que comenzaron con un simple apareamiento en algún lugar de África, en los albores de la evolución, se prolongaron a través de sucesivos cruces de sangres y terminaron con la firma ante el licenciado, los votos pronunciados bajo la guía del cura o el pastor, y los aplausos de decenas de testigos.

Pienso en la cara, el color de ojos, el tipo de pelo, la estatura que se alternaba de generación en generación, de atavismo en atavismo. En todo lo que se pierde cuando una familia entera es atropellada por viajar en moto.

Tres en una

Redacción República
11 de diciembre, 2018

Tres en una, ESTA ES LA HISTORIA URBANA DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR

A falta del carro de agencia, del auto comprado de segunda mano, o del humilde pichirilo que saca la tarea, está la moto.

La moto que puede abrirse paso entre el tráfico que rueda lento, a cualquier hora del día. Al mantener el equilibrio, sin que nadie se ponga nervioso, podrá llevar a la familia entera.

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La nena puede irse adelante y que juegue con el timón, si quiere. Así se va acostumbrando y no le costará enseñarle a manejar cuando esté más grandecita. El patojo se va enmedio y el bebé de tres meses ya puede exponerse al aire sin temor a que se enferme, pues siguen puntuales el calendario de vacunas.

A veces me encuentro dos, tres, cuatro familias, todas a flote en su moto. Es una escena frecuente ahora que los niños están de vacaciones y se aburren si se están el día entero en casa, con ese patio tan pequeño donde no se puede jugar sin temor a romper la ventana del baño de un pelotazo o ensuciarse los zapatos con popó de perro.

Ahí van porque el dinero que queda tras separar el pago del alquiler, la colegiatura, las compras del mercado, aparte de reponer los celulares en caso de robo, no alcanza para ahorrarlo y comprar aunque sea un pichirilo.

Ahí van a pesar del miedo que puedan tener al sentir la cercanía de un camión, un autobús o un conductor demasiado histérico e impaciente.

De tiempo en tiempo, las noticias del televisor, la prensa o ese video captado por teléfono nos informa que una familia entera terminó atropellada.

Si mueren todos, pienso en el final de la estirpe. Son el último eslabón de la serie de encuentros que comenzaron con un simple apareamiento en algún lugar de África, en los albores de la evolución, se prolongaron a través de sucesivos cruces de sangres y terminaron con la firma ante el licenciado, los votos pronunciados bajo la guía del cura o el pastor, y los aplausos de decenas de testigos.

Pienso en la cara, el color de ojos, el tipo de pelo, la estatura que se alternaba de generación en generación, de atavismo en atavismo. En todo lo que se pierde cuando una familia entera es atropellada por viajar en moto.