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Tesis de Menta

Redacción República
13 de enero, 2019

Tesis de Menta, esta es la historia urbana de José Vicente Solórzano Aguilar. 

Teatro de Bellas Artes, La Habana, Cuba, 24 de noviembre de 2018

Se nos olvida que la música debe escucharse. No hay que utilizarla de compañía a la hora de hacer el oficio en casa, o al estudiar a penúltima hora para el examen del lunes. Menos aún al compartir la plática regada con cerveza y boquitas, para molestia de los vecinos que tratan de dormir a las tres de la madrugada.

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Hay momentos para sacudir la cabeza o para lanzarse al mosh cual jugador de futbol americano que intercepta al rival. Y llega la hora en que mejor me siento, observo a los músicos, capto sus movimientos y pongo atención a la letra, que por algo se escribió y se canta en español.

Solo así se puede apreciar el trabajo de grupos como la banda cubana Tesis de Menta, dirigida por el guitarrista y cantante Roberto Perdomo, que acaba de celebrar su quince aniversario de fundación con varios conciertos realizados a finales del año pasado en La Habana.

Mi estancia en Cuba, armada de prisa, sin la posibilidad de ver a gente que me es cercana –mejor no pienso en cuánto tiempo va a pasar hasta que los visite de nuevo–, coincidió con la presentación de Tesis de Menta en el Teatro de Bellas Artes, espacio cercano al antiguo palacio presidencial reconvertido en Museo de la Revolución.

La entrada me la resolvió el promotor cultural Manuel Santín Valdés, quien no duda en recorrer los 146 kilómetros que separan a su natal Pinar del Río de la capital cubana para no perderse las presentaciones de sus conjuntos favoritos.

Fui al concierto sin mayor conocimiento del repertorio de Tesis de Menta. Si bien tengo dos de sus discos –Mi generación (2005), su álbum debut, y Fragmentos (2008)–, la reescucha se demora cuando la colección está en constante crecimiento.

Entonces me cuadró que su sonido se basara en el blues y en el rock de cepa británica; me gustó el poderío vocal de Beatrix López; ahora vería al grupo en persona, guitarra en mano y micrófono a los labios.

El Teatro de Bellas Artes ofrece esa intimidad y cercanía características de los recintos pequeños. Fue el lugar apropiado para disfrutar sin empujones, sin pláticas que se entrometieran y sin el riesgo de que una botella plástica impactara al desprevenido. Salvo un par de fallas que se corrigieron sobre la marcha, el sonido permitió apreciar cada nota y las canciones se sucedieron sin interferencia.

Roberto Perdomo se presentó con la cantante Daima Falcón y el bajista José Rafael Quesada. Ausentes el guitarrista Hansel Arrocha y el baterista Eduardo Longa –Tesis de Menta los comparte con Zeus, la banda metálica de mayor edad de la Isla, invitada a cerrar por esas fechas el festival Ciudad Metal de Santa Clara–, sus puestos fueron cubiertos por Roberto Luis Gómez y David Suárez. Las cantantes Osdalgia y Camila Guevara Milanés, el bajista Jan Cruz y el guitarrista Dayron Ortega recibieron invitación para subir a escena.

El concierto incluyó temas inéditos («Déjame ir», «Lágrimas de amor») y el estreno a guitarra limpia de una canción de Pablo Milanés dedicada a La Habana («Vestida de mar»). Al tocarla, Perdomo recordó los días en que era un joven guitarrista que viajó desde su pueblo de San Antonio de los Baños para cumplir con su deseo de ser  músico.

En cierta pausa, con el público entregado y el agradecimiento a flote, Perdomo aludió a la dureza de oído que aqueja a parte del público cubano. Jurarle fidelidad perpetua a un solo estilo de música, a la manera de los matrimonios, llega a los ejemplos notables y notorios de los seguidores del rock progresivo (los más pedantes) y del metal pesado (los más recalcitrantes).

Esa postura inmóvil impide apreciar a las bandas y solistas que velan por los arreglos, se esmeran con la instrumentación y procuran que las canciones fijen la posición de sus compositores ante el mundo donde viven, como sucede en «Punto cero», tema con el que empezó el concierto:

Punto cero, soy fibra de tu cuerpo

échame a la tierra para renacer

Punto cero, soy como deseo

y no como los dueños prefieren vivir

Al entrevistarlo para el número 13, publicado en julio de 2007, el fanzine Scriptorium le cuestionó a Perdomo acerca de «un mensaje un poco más terrenal y de compromiso social con la Cuba de hoy». La respuesta se incluye en la canción titulada «Cuba», faltaba más, donde se declara que:

Nací al sur de un país

va con nubes, rocas, sin poder decidir

El norte invitaba a vivir

y aunque muchos fueron me quedé por aquí

El artista fija su posición –«este es mi sitio y esta es mi espina», dijo Enrique Bunbury– y ahí sigue, en su lugar, donde pertenece –«el sitio donde tan bien se está», escribió Eliseo Diego–, aunque se pregunte «¿cuánto más podremos seguir? / ¿a qué verdad le debemos mentir?».

Al salir del concierto me pregunté qué factores inciden en que Tesis de Menta no se inserte en el circuito de giras internacionales –México, España, Argentina, Chile; sería un lujo que llegaran a Guatemala–, como sí ocurrió con Síntesis, Carlos Varela, Tendencia, Anima Mundi y Haydée Milanés.

Posdata.- La tripulación que acompañó a Manuel la completó Tony Hernández, quien dirigió el espacio Rock & Ron en la Asociación Hermanos Saíz pinareña, y un personaje legendario, Lile Martínez, ex vocalista de los grupos Trauma y Terbio, capaz de encaramarse a lo alto del techo, colgarse de las vigas y cantar de cabeza, o lanzarse con una cuerda cual Tarzán de los monos llevado por esa transformación de la persona que el rock otorga a sus intérpretes.

Al buscar el carro, hallaron que la llanta trasera derecha tenía cinco cortes. La máquina estaba parqueada frente a la sede del poder provincial de La Habana.

La reparación, tras buen rato de buscar un taller, les costó siete pesos convertibles cubanos producto de hora y 45 minutos de trabajo. El trabajo no sirvió: tuvieron que cambiar de rueda a medio camino de regreso a Pinar del Río, y Manuel la llevó al otro día donde una ponchera (el equivalente cubano del pinchazo guatemalteco) para que se la volvieran a arreglar. La broma ascendió en total a diez pesos convertibles cubanos, 250 pesos en moneda nacional.

Canciones de Tesis de Menta:

Punto cero

Después


Tesis de Menta

Redacción República
13 de enero, 2019

Tesis de Menta, esta es la historia urbana de José Vicente Solórzano Aguilar. 

Teatro de Bellas Artes, La Habana, Cuba, 24 de noviembre de 2018

Se nos olvida que la música debe escucharse. No hay que utilizarla de compañía a la hora de hacer el oficio en casa, o al estudiar a penúltima hora para el examen del lunes. Menos aún al compartir la plática regada con cerveza y boquitas, para molestia de los vecinos que tratan de dormir a las tres de la madrugada.

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Hay momentos para sacudir la cabeza o para lanzarse al mosh cual jugador de futbol americano que intercepta al rival. Y llega la hora en que mejor me siento, observo a los músicos, capto sus movimientos y pongo atención a la letra, que por algo se escribió y se canta en español.

Solo así se puede apreciar el trabajo de grupos como la banda cubana Tesis de Menta, dirigida por el guitarrista y cantante Roberto Perdomo, que acaba de celebrar su quince aniversario de fundación con varios conciertos realizados a finales del año pasado en La Habana.

Mi estancia en Cuba, armada de prisa, sin la posibilidad de ver a gente que me es cercana –mejor no pienso en cuánto tiempo va a pasar hasta que los visite de nuevo–, coincidió con la presentación de Tesis de Menta en el Teatro de Bellas Artes, espacio cercano al antiguo palacio presidencial reconvertido en Museo de la Revolución.

La entrada me la resolvió el promotor cultural Manuel Santín Valdés, quien no duda en recorrer los 146 kilómetros que separan a su natal Pinar del Río de la capital cubana para no perderse las presentaciones de sus conjuntos favoritos.

Fui al concierto sin mayor conocimiento del repertorio de Tesis de Menta. Si bien tengo dos de sus discos –Mi generación (2005), su álbum debut, y Fragmentos (2008)–, la reescucha se demora cuando la colección está en constante crecimiento.

Entonces me cuadró que su sonido se basara en el blues y en el rock de cepa británica; me gustó el poderío vocal de Beatrix López; ahora vería al grupo en persona, guitarra en mano y micrófono a los labios.

El Teatro de Bellas Artes ofrece esa intimidad y cercanía características de los recintos pequeños. Fue el lugar apropiado para disfrutar sin empujones, sin pláticas que se entrometieran y sin el riesgo de que una botella plástica impactara al desprevenido. Salvo un par de fallas que se corrigieron sobre la marcha, el sonido permitió apreciar cada nota y las canciones se sucedieron sin interferencia.

Roberto Perdomo se presentó con la cantante Daima Falcón y el bajista José Rafael Quesada. Ausentes el guitarrista Hansel Arrocha y el baterista Eduardo Longa –Tesis de Menta los comparte con Zeus, la banda metálica de mayor edad de la Isla, invitada a cerrar por esas fechas el festival Ciudad Metal de Santa Clara–, sus puestos fueron cubiertos por Roberto Luis Gómez y David Suárez. Las cantantes Osdalgia y Camila Guevara Milanés, el bajista Jan Cruz y el guitarrista Dayron Ortega recibieron invitación para subir a escena.

El concierto incluyó temas inéditos («Déjame ir», «Lágrimas de amor») y el estreno a guitarra limpia de una canción de Pablo Milanés dedicada a La Habana («Vestida de mar»). Al tocarla, Perdomo recordó los días en que era un joven guitarrista que viajó desde su pueblo de San Antonio de los Baños para cumplir con su deseo de ser  músico.

En cierta pausa, con el público entregado y el agradecimiento a flote, Perdomo aludió a la dureza de oído que aqueja a parte del público cubano. Jurarle fidelidad perpetua a un solo estilo de música, a la manera de los matrimonios, llega a los ejemplos notables y notorios de los seguidores del rock progresivo (los más pedantes) y del metal pesado (los más recalcitrantes).

Esa postura inmóvil impide apreciar a las bandas y solistas que velan por los arreglos, se esmeran con la instrumentación y procuran que las canciones fijen la posición de sus compositores ante el mundo donde viven, como sucede en «Punto cero», tema con el que empezó el concierto:

Punto cero, soy fibra de tu cuerpo

échame a la tierra para renacer

Punto cero, soy como deseo

y no como los dueños prefieren vivir

Al entrevistarlo para el número 13, publicado en julio de 2007, el fanzine Scriptorium le cuestionó a Perdomo acerca de «un mensaje un poco más terrenal y de compromiso social con la Cuba de hoy». La respuesta se incluye en la canción titulada «Cuba», faltaba más, donde se declara que:

Nací al sur de un país

va con nubes, rocas, sin poder decidir

El norte invitaba a vivir

y aunque muchos fueron me quedé por aquí

El artista fija su posición –«este es mi sitio y esta es mi espina», dijo Enrique Bunbury– y ahí sigue, en su lugar, donde pertenece –«el sitio donde tan bien se está», escribió Eliseo Diego–, aunque se pregunte «¿cuánto más podremos seguir? / ¿a qué verdad le debemos mentir?».

Al salir del concierto me pregunté qué factores inciden en que Tesis de Menta no se inserte en el circuito de giras internacionales –México, España, Argentina, Chile; sería un lujo que llegaran a Guatemala–, como sí ocurrió con Síntesis, Carlos Varela, Tendencia, Anima Mundi y Haydée Milanés.

Posdata.- La tripulación que acompañó a Manuel la completó Tony Hernández, quien dirigió el espacio Rock & Ron en la Asociación Hermanos Saíz pinareña, y un personaje legendario, Lile Martínez, ex vocalista de los grupos Trauma y Terbio, capaz de encaramarse a lo alto del techo, colgarse de las vigas y cantar de cabeza, o lanzarse con una cuerda cual Tarzán de los monos llevado por esa transformación de la persona que el rock otorga a sus intérpretes.

Al buscar el carro, hallaron que la llanta trasera derecha tenía cinco cortes. La máquina estaba parqueada frente a la sede del poder provincial de La Habana.

La reparación, tras buen rato de buscar un taller, les costó siete pesos convertibles cubanos producto de hora y 45 minutos de trabajo. El trabajo no sirvió: tuvieron que cambiar de rueda a medio camino de regreso a Pinar del Río, y Manuel la llevó al otro día donde una ponchera (el equivalente cubano del pinchazo guatemalteco) para que se la volvieran a arreglar. La broma ascendió en total a diez pesos convertibles cubanos, 250 pesos en moneda nacional.

Canciones de Tesis de Menta:

Punto cero

Después