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Víctor Muñoz: “A lo mejor el ungido lleva buenas intenciones, pero rápido se corrompe”

Redacción República
09 de junio, 2019

“A lo mejor el ungido lleva buenas intenciones, pero rápido se corrompe“, ESTA ES LA HISTORIA URBANA DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR

Cuestionario a Víctor Muñoz a propósito de su novela Todos queremos de todo.

Hospitales que se caen a pedazos, funcionarios que cobran sueldos sin presentarse a trabajar, proyectos sobrevalorados en cientos de miles de quetzales, diputados elegidos por departamentos donde no nacieron y tampoco están domiciliados… Les suena conocido, ¿verdad? Esto y mucho más se retrata en Todos queremos de todo, primera novela del narrador Víctor Muñoz (Guatemala, 1950).

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Víctor centró su mirada en la clase política del país que se echó color, en cuanto a súbito enriquecimiento y voracidad, durante los gobiernos de Vinicio Cerezo (1986-1991) y Jorge Serrano Elías (1991-1993). De ahí salió Erasmo, personaje definido en la nota de contraportada de la primera edición del libro, publicado en 1995 por la Editorial Oscar de León Palacios, como un héroe al revés: «Metido a político por casualidad, le queda muy bien el oficio, ya que es un individuo inescrupuloso pero simpático, encantador pero perverso, inteligente pero sinvergüenza».

Antes que nos alcance la veda electoral, mientras los partidos en campaña insisten en proclamar la bondad de los candidatos a presidente, alcaldes y congresistas por el período 2020-2024, le hice llegar algunas preguntas a Víctor acerca de su libro y tuvo la gentileza de responderlas. Acá les van.

Llegaste a la mayoría de edad en 1968 y me imagino que tu primer proceso electoral fue en 1970. ¿Acierto?

Sí.

¿Alguna vez te creíste la historia de las «alegres elecciones»?

Claro que sí, hasta anduve metido en la DC haciendo propaganda por el Lic. Jorge Lucas Caballeros. Acordate que yo era un inocente ciudadano de apenas 20 años.

¿Hubo algún candidato en el que confiaste?

En el último que confié fue en Serrano Elías. De ahí para acá ya no confío en nadie.

¿Te convenció o te defraudó su desempeño en el cargo?

Todos me han defraudado pero ya no hago caso, total, el sistema se jodió desde hace tiempo. Todo el mundo tiene intereses ahí y a lo mejor el ungido lleva buenas intenciones, pero rápido se corrompe.

Pasemos a Todos queremos de todo. ¿Cuál fue el punto de partida de la novela?

Dar a luz en alguna forma la vida más o menos íntima de un individuo corrupto.

¿Cuánto tiempo te tomó escribirla?

Cuatro años. Es que solo le dedicaba una o dos horas los días sábados, pero eso sí, con disciplina. Más o menos entre 1989 hasta 1993

¿Quedaste satisfecho con la versión que mandaste a concursar al Premio Guatemalteco de Novela convocado en 1993?

Sí.

¿Cómo armaste al personaje de Erasmo, que pasó de robarse cinchos en un almacén a convertirse en diputado?

Es que necesitaba un personaje ladrón y sin principios, y como lo conocía lo utilicé.

«¿Por qué, habiendo llegado a la conclusión que se trataba de un individuo cuya relación no me traería cosas buenas, siempre busqué su amistad?», se pregunta el narrador de la novela en el primer tercio del libro. ¿A qué se deberá la atracción que ejercen los politiqueros como Erasmo?

Es que son simpáticos y divertidos y prometen cosas; además, vienen a llenar algún vacío que todo el mundo tiene.

En política, ¿«es cierto que no hay cosa que la publicidad no pueda lograr»?

Es cierto. Es que de tanto repetir la misma mentira, poco a poco se va volviendo verdad.

¿Cómo reaccionás ante todo aquel al que se le meta en la cabeza que es «el líder máximo de las juventudes, sostenedor perpetuo de los deportes, defensor absoluto de las clases desposeídas, amigo incondicional de la niñez y futuro presidente de la república»?

Me llama la atención. Es que el pobre hasta se lo cree.

¿Alguna vez te encontrase en lugares donde se recibieron cheques destinados a personas que nunca se presentaban a la oficina, ni siquiera a fin de mes?

No, pero sí tuve testimonios de que tal cosa ocurre. Y esa práctica no es nueva, ocurre en cualquier dependencia del gobierno.

«No lo podía creer y al principio me causó sorpresa, asombro e indignación, pero con el tiempo me fui acostumbrando». ¿Será que siempre terminamos por aceptar estas anomalías?

Cuando estás metido dentro de alguna dependencia del gobierno casi estoy seguro de que sí. Es que tenés que recordar que lo primero que uno piensa, en esos casos, es que debe conservar el chance a como dé lugar y ya los demás que se arreglen como puedan.

¿Recordás alguna vez en que sí importara el servicio al prójimo y no lo hicieran esperar por horas en la antesala para que no molestara al «licenciado»?

No a mí, pero tuve una amiga que trabajaba en el Congreso, y cuando en alguna ocasión la pasaba a visitar, podía ver la forma como trataba a la gente que llegaba a buscar al diputado, con exceso de abuso y prepotencia aun cuando el diputado estuviera mirando tele, por ejemplo.

«Necesitamos que ustedes nos apoyen. Necesitamos que ustedes crean en nosotros, y al pedirles su voto lo hago asumiendo el compromiso de que cuando hayamos terminado nuestro período de gobierno, que déjenme decirles será un gobierno por el pueblo y para el pueblo, podamos volver aquí a decirles: labor cumplida. Nuestro proyecto no consiste en que dentro de cuatro años ustedes se sientan defraudados. No señores, si así fuera no valdría la pena venir hasta aquí porque lo que estaríamos haciendo ahora sería solo venir a decirles mentiras». ¿Por qué se acepta que cada cuatro años se nos acerquen con el mismo cuento?

Porque siempre hay gente nueva, gente que ya llegó a la mayoría de edad y ya puede votar, aunque también siempre hay pendejos que nunca aprenden. Y son los más numerosos.

Parece que no tuviéramos remedio, porque si se busca enderezar la situación nos pasa igual que al director del Hospital Regional de Reu: «Yo estoy luchando porque las cosas cambien. He sido estricto y no estoy dispuesto a que siga viniendo gente a querer hacer sinvergüenzadas aquí». Más tarde comenta: «Fíjense que apenas ayer me enteré que se está gestando un movimiento aquí dentro del hospital para pedir mi destitución». ¿Tiene sentido trabajar con honradez y velar por la transparencia?

Absolutamente no. Conozco gente buena que ha tenido que retirarse, totalmente amargada y triste, porque no pueden plegarse a los actos corruptos y mejor se van para sus casas. Esto ya se jodió.

Por último, según vos, ¿a qué se debe que «todos queremos de todo»?

Porque no deja de ser cierto. ¿O no?

Posdata. ¿Te imaginás a Erasmo disfrazándose de superhéroe, paseando a caballo en desfiles hípicos y contratando a su cantante mexicano favorito para el cierre de campaña?

Claro que sí. Esa gente hace cualquier cosa.

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Redacción República
09 de junio, 2019

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Cuestionario a Víctor Muñoz a propósito de su novela Todos queremos de todo.

Hospitales que se caen a pedazos, funcionarios que cobran sueldos sin presentarse a trabajar, proyectos sobrevalorados en cientos de miles de quetzales, diputados elegidos por departamentos donde no nacieron y tampoco están domiciliados… Les suena conocido, ¿verdad? Esto y mucho más se retrata en Todos queremos de todo, primera novela del narrador Víctor Muñoz (Guatemala, 1950).

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Víctor centró su mirada en la clase política del país que se echó color, en cuanto a súbito enriquecimiento y voracidad, durante los gobiernos de Vinicio Cerezo (1986-1991) y Jorge Serrano Elías (1991-1993). De ahí salió Erasmo, personaje definido en la nota de contraportada de la primera edición del libro, publicado en 1995 por la Editorial Oscar de León Palacios, como un héroe al revés: «Metido a político por casualidad, le queda muy bien el oficio, ya que es un individuo inescrupuloso pero simpático, encantador pero perverso, inteligente pero sinvergüenza».

Antes que nos alcance la veda electoral, mientras los partidos en campaña insisten en proclamar la bondad de los candidatos a presidente, alcaldes y congresistas por el período 2020-2024, le hice llegar algunas preguntas a Víctor acerca de su libro y tuvo la gentileza de responderlas. Acá les van.

Llegaste a la mayoría de edad en 1968 y me imagino que tu primer proceso electoral fue en 1970. ¿Acierto?

Sí.

¿Alguna vez te creíste la historia de las «alegres elecciones»?

Claro que sí, hasta anduve metido en la DC haciendo propaganda por el Lic. Jorge Lucas Caballeros. Acordate que yo era un inocente ciudadano de apenas 20 años.

¿Hubo algún candidato en el que confiaste?

En el último que confié fue en Serrano Elías. De ahí para acá ya no confío en nadie.

¿Te convenció o te defraudó su desempeño en el cargo?

Todos me han defraudado pero ya no hago caso, total, el sistema se jodió desde hace tiempo. Todo el mundo tiene intereses ahí y a lo mejor el ungido lleva buenas intenciones, pero rápido se corrompe.

Pasemos a Todos queremos de todo. ¿Cuál fue el punto de partida de la novela?

Dar a luz en alguna forma la vida más o menos íntima de un individuo corrupto.

¿Cuánto tiempo te tomó escribirla?

Cuatro años. Es que solo le dedicaba una o dos horas los días sábados, pero eso sí, con disciplina. Más o menos entre 1989 hasta 1993

¿Quedaste satisfecho con la versión que mandaste a concursar al Premio Guatemalteco de Novela convocado en 1993?

Sí.

¿Cómo armaste al personaje de Erasmo, que pasó de robarse cinchos en un almacén a convertirse en diputado?

Es que necesitaba un personaje ladrón y sin principios, y como lo conocía lo utilicé.

«¿Por qué, habiendo llegado a la conclusión que se trataba de un individuo cuya relación no me traería cosas buenas, siempre busqué su amistad?», se pregunta el narrador de la novela en el primer tercio del libro. ¿A qué se deberá la atracción que ejercen los politiqueros como Erasmo?

Es que son simpáticos y divertidos y prometen cosas; además, vienen a llenar algún vacío que todo el mundo tiene.

En política, ¿«es cierto que no hay cosa que la publicidad no pueda lograr»?

Es cierto. Es que de tanto repetir la misma mentira, poco a poco se va volviendo verdad.

¿Cómo reaccionás ante todo aquel al que se le meta en la cabeza que es «el líder máximo de las juventudes, sostenedor perpetuo de los deportes, defensor absoluto de las clases desposeídas, amigo incondicional de la niñez y futuro presidente de la república»?

Me llama la atención. Es que el pobre hasta se lo cree.

¿Alguna vez te encontrase en lugares donde se recibieron cheques destinados a personas que nunca se presentaban a la oficina, ni siquiera a fin de mes?

No, pero sí tuve testimonios de que tal cosa ocurre. Y esa práctica no es nueva, ocurre en cualquier dependencia del gobierno.

«No lo podía creer y al principio me causó sorpresa, asombro e indignación, pero con el tiempo me fui acostumbrando». ¿Será que siempre terminamos por aceptar estas anomalías?

Cuando estás metido dentro de alguna dependencia del gobierno casi estoy seguro de que sí. Es que tenés que recordar que lo primero que uno piensa, en esos casos, es que debe conservar el chance a como dé lugar y ya los demás que se arreglen como puedan.

¿Recordás alguna vez en que sí importara el servicio al prójimo y no lo hicieran esperar por horas en la antesala para que no molestara al «licenciado»?

No a mí, pero tuve una amiga que trabajaba en el Congreso, y cuando en alguna ocasión la pasaba a visitar, podía ver la forma como trataba a la gente que llegaba a buscar al diputado, con exceso de abuso y prepotencia aun cuando el diputado estuviera mirando tele, por ejemplo.

«Necesitamos que ustedes nos apoyen. Necesitamos que ustedes crean en nosotros, y al pedirles su voto lo hago asumiendo el compromiso de que cuando hayamos terminado nuestro período de gobierno, que déjenme decirles será un gobierno por el pueblo y para el pueblo, podamos volver aquí a decirles: labor cumplida. Nuestro proyecto no consiste en que dentro de cuatro años ustedes se sientan defraudados. No señores, si así fuera no valdría la pena venir hasta aquí porque lo que estaríamos haciendo ahora sería solo venir a decirles mentiras». ¿Por qué se acepta que cada cuatro años se nos acerquen con el mismo cuento?

Porque siempre hay gente nueva, gente que ya llegó a la mayoría de edad y ya puede votar, aunque también siempre hay pendejos que nunca aprenden. Y son los más numerosos.

Parece que no tuviéramos remedio, porque si se busca enderezar la situación nos pasa igual que al director del Hospital Regional de Reu: «Yo estoy luchando porque las cosas cambien. He sido estricto y no estoy dispuesto a que siga viniendo gente a querer hacer sinvergüenzadas aquí». Más tarde comenta: «Fíjense que apenas ayer me enteré que se está gestando un movimiento aquí dentro del hospital para pedir mi destitución». ¿Tiene sentido trabajar con honradez y velar por la transparencia?

Absolutamente no. Conozco gente buena que ha tenido que retirarse, totalmente amargada y triste, porque no pueden plegarse a los actos corruptos y mejor se van para sus casas. Esto ya se jodió.

Por último, según vos, ¿a qué se debe que «todos queremos de todo»?

Porque no deja de ser cierto. ¿O no?

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Claro que sí. Esa gente hace cualquier cosa.

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