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Caminando por la Ciudad | Los shucos de la universidad

Invitado
17 de octubre, 2021

Los shucos de la universidad. Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.

«Dame dos con todo Chino, porfa, y una gaseosa», se les oye decir a los futuros ingenieros, licenciados y doctores. Estos estudiantes que van todos los días a su trabajo. Que corren a buscar un bus urbano que los lleve directo a la universidad antes que empiecen las clases por aquello de que los catedráticos se enojen cuando entran tarde. Mueven los escritorios haciendo bulla, pasan saludando a los demás, o peor aún les va sonando el celular mientras se ubican en sus lugares.

A todos los futuros profesionales les toca conseguir un trabajo para estudiar en la jornada nocturna o plan fin de semana. Ahí van, después de una larga jornada laboral, a recibir clases sentados o medio parados. Desde atrás no se logra ver bien, y le preguntan al compañero de al lado «¿qué dijo el Lic?». No importa si tienes otros estudidos superiores, siempre es e Lic.

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Para todos es sólo el Lic sino ha sido acreedor de un buen apodo, ya sea por su forma de hablar, de caminar o comportarse ya en confianza. De ahí que se conocen a los Lics como el Solopas, el Inge, Un Minuto Más y Nos Vamos, Soy Doctor y No Lic, Les Contaré Algo de Mi Vida y Esto Viene En El Examen. Estos son algunos de los apodos más conocidos.

En los corredores también se dejan ver compañeros famosos por sobrenombres, como La Risitas, El Chivero, Los Bolos, Los Nerditos y La Cuaresma. Todos andan de un lado a otro viendo cómo logran llegar a la zona mínima para derecho a examen antes de llegar a los cursos de vacaciones. Como dice alguno que otro: «61 es nota, lo demás es vanidad».

Todos son amigos, compañeros y colaboradores en la larga carrera que de cinco años se les alarga a quince o más años. Eso sin contar los exámenes finales o privados, la tesis o proyecto final de graduación, y las angustiosas y eternas prácticas profesionales.

Parece que nunca van a terminar. «Cuando sea profesional nada de Lic o Inge, yo sigo siendo simplemente yo a secas». Eso repiten los compañeros cuando andan con unos cuantos litros encima, ya sea donde Mike, donde el chino o en la carretilla.

La tropa jura fidelidad a la universidad, al título y a la eterna amistad del salón de clases, aunque a alguno se les olvida. Ya graduados hasta vergüenza les da decir en qué universidad estudiaron.

Tampoco admiten que comían en las carretas donde preparaban esos panes con salchicha, aguacate y repollo medio sancochado aderezados con mostaza, salsa dulce y mayonesa.

El reparto incluía la ollita de peltre azul que guardaba el elixir mágico. Es una mezcla de chile machacado con tomate asado, culantro, perejil, cebolla picada, una pizca de sal, limón y consomé en polvo para dejar un sabor picoso. Eso sí, que el pan esté bien tostado.

Dicen algunos compañeros que los shucos de la cafetería o del local nunca saben igual a los que se venden en las afueras de la universidad.

Se condimentan con el sabor a moneda de las manos del Chino o del Mike; a billetes recién contados; a metal del cuchillo afilado en el poste cercano. También a gotitas de sudor que cayeron a la hora de batir el guacamole, con sus dos pepitas de aguacate para que no se ponga negro; a humo de camionetas que pasan cerca, o al polvillo de los campos recreativos que quedan cerca de la Universidad.

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La barbería del parquecito

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Caminando por la Ciudad | Los shucos de la universidad

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17 de octubre, 2021

Los shucos de la universidad. Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.

«Dame dos con todo Chino, porfa, y una gaseosa», se les oye decir a los futuros ingenieros, licenciados y doctores. Estos estudiantes que van todos los días a su trabajo. Que corren a buscar un bus urbano que los lleve directo a la universidad antes que empiecen las clases por aquello de que los catedráticos se enojen cuando entran tarde. Mueven los escritorios haciendo bulla, pasan saludando a los demás, o peor aún les va sonando el celular mientras se ubican en sus lugares.

A todos los futuros profesionales les toca conseguir un trabajo para estudiar en la jornada nocturna o plan fin de semana. Ahí van, después de una larga jornada laboral, a recibir clases sentados o medio parados. Desde atrás no se logra ver bien, y le preguntan al compañero de al lado «¿qué dijo el Lic?». No importa si tienes otros estudidos superiores, siempre es e Lic.

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Para todos es sólo el Lic sino ha sido acreedor de un buen apodo, ya sea por su forma de hablar, de caminar o comportarse ya en confianza. De ahí que se conocen a los Lics como el Solopas, el Inge, Un Minuto Más y Nos Vamos, Soy Doctor y No Lic, Les Contaré Algo de Mi Vida y Esto Viene En El Examen. Estos son algunos de los apodos más conocidos.

En los corredores también se dejan ver compañeros famosos por sobrenombres, como La Risitas, El Chivero, Los Bolos, Los Nerditos y La Cuaresma. Todos andan de un lado a otro viendo cómo logran llegar a la zona mínima para derecho a examen antes de llegar a los cursos de vacaciones. Como dice alguno que otro: «61 es nota, lo demás es vanidad».

Todos son amigos, compañeros y colaboradores en la larga carrera que de cinco años se les alarga a quince o más años. Eso sin contar los exámenes finales o privados, la tesis o proyecto final de graduación, y las angustiosas y eternas prácticas profesionales.

Parece que nunca van a terminar. «Cuando sea profesional nada de Lic o Inge, yo sigo siendo simplemente yo a secas». Eso repiten los compañeros cuando andan con unos cuantos litros encima, ya sea donde Mike, donde el chino o en la carretilla.

La tropa jura fidelidad a la universidad, al título y a la eterna amistad del salón de clases, aunque a alguno se les olvida. Ya graduados hasta vergüenza les da decir en qué universidad estudiaron.

Tampoco admiten que comían en las carretas donde preparaban esos panes con salchicha, aguacate y repollo medio sancochado aderezados con mostaza, salsa dulce y mayonesa.

El reparto incluía la ollita de peltre azul que guardaba el elixir mágico. Es una mezcla de chile machacado con tomate asado, culantro, perejil, cebolla picada, una pizca de sal, limón y consomé en polvo para dejar un sabor picoso. Eso sí, que el pan esté bien tostado.

Dicen algunos compañeros que los shucos de la cafetería o del local nunca saben igual a los que se venden en las afueras de la universidad.

Se condimentan con el sabor a moneda de las manos del Chino o del Mike; a billetes recién contados; a metal del cuchillo afilado en el poste cercano. También a gotitas de sudor que cayeron a la hora de batir el guacamole, con sus dos pepitas de aguacate para que no se ponga negro; a humo de camionetas que pasan cerca, o al polvillo de los campos recreativos que quedan cerca de la Universidad.

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