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Historias Urbanas | Antídotos sonoros

Invitado
03 de octubre, 2021

Antídotos sonoros. Esta es la historia urbana de José Vicente Solórzano Aguilar.

Usted se dispone a dormir la siesta, piensa sentarse a ver su película favorita o planea dedicarse a esas tareas domésticas que requieren concentración y silencio. Esos momentos coinciden, pérfida sincronización, justo a la hora en que al vecino se le ocurre probar la potencia de su equipo de sonido.

Las paredes crujen, las ventanas vibran y el suelo trepida como si estuviera temblando fuerte. No es la primera vez que sucede. Ya trató de razonar con él, cierta noche se animó a llamar a la Policía a ver si ponían orden, y probó a colocarse un par de algodones en los oídos. El vecino se portó altanero, esperó la llegada de la autopatrulla en vano y los algodones resultaron insuficientes para contener la estampida sónica.

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Ahora se recuerda cuando los personajes de las caricaturas decían «si no puedes contra el enemigo, úneteles». El reproductor de discos compactos está en las últimas, pero aún puede dar pelea al estilo de Rocky Balboa. Las memorias externas pueden contener varias horas continuas de música. Así que pasa buen rato sentado frente a la computadora para hacer acopio de canciones.

Los días pasan, se siente orgulloso de su reproductor, a veces no alcanza a oponer el muro deseado, pero el vecino no puede insolentarse sin correr el riesgo de atontarse. Y a partir de su diario batallar ideó el manual de defensa que comparte con todo aquel expuesto a problemas similares.

Por supuesto, sabe que cada época tiene ritmos que no son del agrado de las autoridades civiles, militares y eclesiásticas. Ciertos obispos decretaron excomunión contra todo bailarín de mambo. Nuestros abuelos se horrorizaron al encontrarse con varones que se dejaban el pelo largo y mujeres en minifalda.

Nuestras madres quemaron cuanto disco con pentagramas y cruces invertidas encontraran a su alcance. Lejos de revelar el alma del pueblo, la música popular de los tiempos que corren parece diseñada a propósito para aturdir al oyente.

Hecha esta salvedad, presenta a consideración de la audiencia los medios para defenderse del ruido que se escucha hasta la otra cuadra desde que amanece hasta más allá de la medianoche:

a) Si el vecino gusta de las voces azucaradas y las guitarras melosas, recuérdele que la República Dominicana posee tradición. Eche mano del repertorio de Johnny Ventura, Wilfrido Vargas y Juan Luis Guerra para demostrarlo.

Si encuentra más resistencia, acuda a los Hermanos Rosario, Jossie Esteban y La Patrulla 15, Sergio Vargas y Las Chicas del Can. Además, con Víctor Roque y La Gran Manzana, Eddie Herrera, Chichi Peralta y Rubby Pérez. Reserve a Los Ilegales y Proyecto Uno para casos extremos.

b) En caso tenga preferencia por los acordeones tocados en la costa caribeña de Colombia y la frontera norte de México, devuélvale el cumplido con el remoto ancestro del merengue: el perico ripiao. Puede hacerlo con las canciones de Tatico Henríquez y Fefita La Grande. Campo quiere campo.

c) Ahora bien, si le da por soltar aquellos trompetazos que superan a los responsables de tirar abajo las murallas de Jericó, llame en su auxilio a la caballería balcánica formada por Goran Bregović (Bosnia-Herzegovina), Boban y Marko Marković (Serbia), Esma Redžepova (Macedonia del Norte) y Fanfare Ciocărlia (Rumania). Puede reforzar a las tropas con las canciones que Dámaso Pérez Prado arregló para el lucimiento de los trompetistas y los saxofonistas que contrató para su orquesta.

d) De toparse con cantantes de pelo en pecho, galillo abierto y pistola al cinto, pruebe a armar duetos con Eric Burdon, Tom Jones, Joe Cocker, Roger Daltrey, Freddie Mercury y Bruce Dickinson. Mientras más recio canten, mejor. Si la voz procedente de la pared de por medio lo entristece y amenaza con hundirlo en la depresión más absoluta, con grave peligro de arruinarle las fiestas de fin de año, opóngale a Roberto Carlos en portugués.

e) A veces toca recibir ese tiquitriquitriqui que le trepana el cráneo o el punchis punchis que cae con la insistencia de los obuses disparados sobre la ciudad sitiada. La contraparte puede venir en manos de Los Fabulosos Cadillacs y el primer Control Machete. Hasta 2 Unlimited puede sacar la tarea.

Por supuesto, los antídotos sonoros sólo deben administrarse cuando el vecino quiera probar la potencia de su equipo de sonido. Siempre recuerde que hay otros seres humanos a su alrededor. Y tenga la certeza de que lo obligará a bajar el volumen de su aparato cualquier día de éstos. Toda persistencia consigue sus metas.

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Antídotos sonoros. Esta es la historia urbana de José Vicente Solórzano Aguilar.

Usted se dispone a dormir la siesta, piensa sentarse a ver su película favorita o planea dedicarse a esas tareas domésticas que requieren concentración y silencio. Esos momentos coinciden, pérfida sincronización, justo a la hora en que al vecino se le ocurre probar la potencia de su equipo de sonido.

Las paredes crujen, las ventanas vibran y el suelo trepida como si estuviera temblando fuerte. No es la primera vez que sucede. Ya trató de razonar con él, cierta noche se animó a llamar a la Policía a ver si ponían orden, y probó a colocarse un par de algodones en los oídos. El vecino se portó altanero, esperó la llegada de la autopatrulla en vano y los algodones resultaron insuficientes para contener la estampida sónica.

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Ahora se recuerda cuando los personajes de las caricaturas decían «si no puedes contra el enemigo, úneteles». El reproductor de discos compactos está en las últimas, pero aún puede dar pelea al estilo de Rocky Balboa. Las memorias externas pueden contener varias horas continuas de música. Así que pasa buen rato sentado frente a la computadora para hacer acopio de canciones.

Los días pasan, se siente orgulloso de su reproductor, a veces no alcanza a oponer el muro deseado, pero el vecino no puede insolentarse sin correr el riesgo de atontarse. Y a partir de su diario batallar ideó el manual de defensa que comparte con todo aquel expuesto a problemas similares.

Por supuesto, sabe que cada época tiene ritmos que no son del agrado de las autoridades civiles, militares y eclesiásticas. Ciertos obispos decretaron excomunión contra todo bailarín de mambo. Nuestros abuelos se horrorizaron al encontrarse con varones que se dejaban el pelo largo y mujeres en minifalda.

Nuestras madres quemaron cuanto disco con pentagramas y cruces invertidas encontraran a su alcance. Lejos de revelar el alma del pueblo, la música popular de los tiempos que corren parece diseñada a propósito para aturdir al oyente.

Hecha esta salvedad, presenta a consideración de la audiencia los medios para defenderse del ruido que se escucha hasta la otra cuadra desde que amanece hasta más allá de la medianoche:

a) Si el vecino gusta de las voces azucaradas y las guitarras melosas, recuérdele que la República Dominicana posee tradición. Eche mano del repertorio de Johnny Ventura, Wilfrido Vargas y Juan Luis Guerra para demostrarlo.

Si encuentra más resistencia, acuda a los Hermanos Rosario, Jossie Esteban y La Patrulla 15, Sergio Vargas y Las Chicas del Can. Además, con Víctor Roque y La Gran Manzana, Eddie Herrera, Chichi Peralta y Rubby Pérez. Reserve a Los Ilegales y Proyecto Uno para casos extremos.

b) En caso tenga preferencia por los acordeones tocados en la costa caribeña de Colombia y la frontera norte de México, devuélvale el cumplido con el remoto ancestro del merengue: el perico ripiao. Puede hacerlo con las canciones de Tatico Henríquez y Fefita La Grande. Campo quiere campo.

c) Ahora bien, si le da por soltar aquellos trompetazos que superan a los responsables de tirar abajo las murallas de Jericó, llame en su auxilio a la caballería balcánica formada por Goran Bregović (Bosnia-Herzegovina), Boban y Marko Marković (Serbia), Esma Redžepova (Macedonia del Norte) y Fanfare Ciocărlia (Rumania). Puede reforzar a las tropas con las canciones que Dámaso Pérez Prado arregló para el lucimiento de los trompetistas y los saxofonistas que contrató para su orquesta.

d) De toparse con cantantes de pelo en pecho, galillo abierto y pistola al cinto, pruebe a armar duetos con Eric Burdon, Tom Jones, Joe Cocker, Roger Daltrey, Freddie Mercury y Bruce Dickinson. Mientras más recio canten, mejor. Si la voz procedente de la pared de por medio lo entristece y amenaza con hundirlo en la depresión más absoluta, con grave peligro de arruinarle las fiestas de fin de año, opóngale a Roberto Carlos en portugués.

e) A veces toca recibir ese tiquitriquitriqui que le trepana el cráneo o el punchis punchis que cae con la insistencia de los obuses disparados sobre la ciudad sitiada. La contraparte puede venir en manos de Los Fabulosos Cadillacs y el primer Control Machete. Hasta 2 Unlimited puede sacar la tarea.

Por supuesto, los antídotos sonoros sólo deben administrarse cuando el vecino quiera probar la potencia de su equipo de sonido. Siempre recuerde que hay otros seres humanos a su alrededor. Y tenga la certeza de que lo obligará a bajar el volumen de su aparato cualquier día de éstos. Toda persistencia consigue sus metas.

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