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Caminando por la ciudad | Monsieur Landrú, el prófugo

Invitado
20 de junio, 2021

Monsieur Landrú, el prófugo. Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.

«Péguenle un sillazo en la cabeza y que no se acerque la Madame». Se les escucha gritar a los enardecidos fanáticos que domingo a domingo asisten al gimnasio Teodoro Palacios Flores para presenciar los combates más sangrientos, violentos y salvajes nunca antes vistos en Centroamérica.

Ahí se dan cita los luchadores más técnicos, atléticos, rudos y mañosos. Sin miedo a dejar la vida en cada pelea donde se rifan máscaras, cabelleras, salarios mensuales, cabezas rotas, costillas fracturadas y rodillas destrozadas.

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Monsieur Landrú en escena

Todo combate es de dos a tres caídas. Sin límite de tiempo, con un árbitro que no se fija en las trampas de los rudos que terminan lesionando a los técnicos. Ya sea con llaves muy bien elaboradas, golpes en partes prohibidas cuando los tienen amarrados contra las cuerdas, o darle un sillazo en la cabeza.

Entre todo este escenario de atletas corpulentos, con abdomen de lavadero. De músculos exagerados y venas prominentes, cubiertos de trajes y máscaras coloridas, aparece un personaje que no parece infundir ningún temor.

A duras penas sobrepasa el metro con sesenta centímetros de estatura. Viste un traje sastre color gris, bastón de madera para apoyarse por la deformidad de su pierna derecha, manos pequeñas, complexión delgada.

Lleva una máscara que describe a un señor caucásico de mediana edad, pelo recortado a la moda, ropa elegante, botas en forma de zapatos formales: todo un personaje.

Poco se sabe de este controversial luchador. Pero no hay que dejarse engañar por su personalidad callada y complexión muscular menuda: es todo un estuche de maldad.

Cada llave que aplicará a su contrincante resulta inventada en el vientre del infierno por la efectividad. Y de maldad que lo obliga a rendirse si no quiere acabar todo descoyuntado.

Gana y se retira

Gana, se retira, no espera las premiaciones aunque se lleva máscaras, cabelleras y salarios que los otros apuestan con tal de arrebatarle la identidad. No se le ve en los camerinos ni en los corredores de la arena, como otros luchadores que salen a saludar al público.

Dicen los curiosos que llega diez minutos antes de su pelea en un carro antiguo de marca francesa. Con los rines de color blanco, vidrios polarizados y luces tenues para no llamar la atención cuando se va por la 12 avenida de la zona 5.

Mucho se especula acerca de quién es en la vida real sin máscara, pero nadie conoce la historia de su vida.

Se cree que es un emigrante francés que se vino de su país huyendo de la justicia. Se le acusa de asesinar a 200 viudas luego de robarles su fortuna y vivir como un millonario seductor. Lo persiguieron y juzgaron en París y Gambais, hasta que logró escaparse al Nuevo Mundo.

Eran los comienzos de los 70, todo era paz y amor. Así que viajando en un crucero rumbo al norte desembarcó por equivocación en el puerto de San José y de ahí todo es historia.

Domingo a domingo se le ve hacer lances suicidas desde la tercera cuerda. Aplica martinetes, súplex, desnucadoras, caballitos y su llave especial secreta, de la que ningún técnico puede zafarse.

Dice ser el esposo de la Madame de los cuadriláteros. Dato que nadie puede afirmar porque después de cada lucha se refugia en su mansión ubicada en el mismo puerto que lo vio llegar a tierra firme. Se dedica a inventar nuevas llaves que desatan dolores impresionantes en sus adversarios, sin posibilidad alguna de soltarse.

La pelea a la que no llegó Monsieur Landrú

Es un misterio andando, nunca perdió una pelea y ni sus compañeros del bando rudo saben dónde vive.

No da ningún número de teléfono, llega entre semana a cobrar sus regalías por la lucha ganada y se retira sin hablar con nadie. Por eso nunca se supo qué sucedió el día en que no se presentó a su pelea estelar de corte internacional. Iba a desenmascarar al luchador más famoso de la época, y perdió por default.

Tampoco llegó a las siguientes funciones que tenía programadas, nunca se volvió a asomar al gimnasio y nadie lo pudo localizar. Algunos dicen que encontraron su automóvil encallado en la arena del puerto.

Que dejó una nota suicida sobre el sillón del chofer y caminó mar adentro para nunca más salir y dar fin a sus recuerdos más sanguinarios.

Otros cuentan que la Interpol le seguía los pasos muy de cerca. Y antes que lo arrestaran y extraditaran a su natal Francia, decidió embarcarse de nuevo, con una identificación falsa, y salió con rumbo desconocido al extranjero.

Nadie supo más de él, sólo quedan las fotos, videos y recuerdos de ese luchador de baja estatura, bastón para caminar, capaz de aplicar llaves exageradamente eficaces y malévolas que no dejaban ni respirar a sus oponentes. El gran y único caballero elegante del cuadrilátero, Monsieur Landrú.

  • Deberías leer:

 Los dancers del Gallito

Pablo Músculos

La trampita del barrio

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Caminando por la ciudad | Monsieur Landrú, el prófugo

Invitado
20 de junio, 2021

Monsieur Landrú, el prófugo. Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.

«Péguenle un sillazo en la cabeza y que no se acerque la Madame». Se les escucha gritar a los enardecidos fanáticos que domingo a domingo asisten al gimnasio Teodoro Palacios Flores para presenciar los combates más sangrientos, violentos y salvajes nunca antes vistos en Centroamérica.

Ahí se dan cita los luchadores más técnicos, atléticos, rudos y mañosos. Sin miedo a dejar la vida en cada pelea donde se rifan máscaras, cabelleras, salarios mensuales, cabezas rotas, costillas fracturadas y rodillas destrozadas.

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Monsieur Landrú en escena

Todo combate es de dos a tres caídas. Sin límite de tiempo, con un árbitro que no se fija en las trampas de los rudos que terminan lesionando a los técnicos. Ya sea con llaves muy bien elaboradas, golpes en partes prohibidas cuando los tienen amarrados contra las cuerdas, o darle un sillazo en la cabeza.

Entre todo este escenario de atletas corpulentos, con abdomen de lavadero. De músculos exagerados y venas prominentes, cubiertos de trajes y máscaras coloridas, aparece un personaje que no parece infundir ningún temor.

A duras penas sobrepasa el metro con sesenta centímetros de estatura. Viste un traje sastre color gris, bastón de madera para apoyarse por la deformidad de su pierna derecha, manos pequeñas, complexión delgada.

Lleva una máscara que describe a un señor caucásico de mediana edad, pelo recortado a la moda, ropa elegante, botas en forma de zapatos formales: todo un personaje.

Poco se sabe de este controversial luchador. Pero no hay que dejarse engañar por su personalidad callada y complexión muscular menuda: es todo un estuche de maldad.

Cada llave que aplicará a su contrincante resulta inventada en el vientre del infierno por la efectividad. Y de maldad que lo obliga a rendirse si no quiere acabar todo descoyuntado.

Gana y se retira

Gana, se retira, no espera las premiaciones aunque se lleva máscaras, cabelleras y salarios que los otros apuestan con tal de arrebatarle la identidad. No se le ve en los camerinos ni en los corredores de la arena, como otros luchadores que salen a saludar al público.

Dicen los curiosos que llega diez minutos antes de su pelea en un carro antiguo de marca francesa. Con los rines de color blanco, vidrios polarizados y luces tenues para no llamar la atención cuando se va por la 12 avenida de la zona 5.

Mucho se especula acerca de quién es en la vida real sin máscara, pero nadie conoce la historia de su vida.

Se cree que es un emigrante francés que se vino de su país huyendo de la justicia. Se le acusa de asesinar a 200 viudas luego de robarles su fortuna y vivir como un millonario seductor. Lo persiguieron y juzgaron en París y Gambais, hasta que logró escaparse al Nuevo Mundo.

Eran los comienzos de los 70, todo era paz y amor. Así que viajando en un crucero rumbo al norte desembarcó por equivocación en el puerto de San José y de ahí todo es historia.

Domingo a domingo se le ve hacer lances suicidas desde la tercera cuerda. Aplica martinetes, súplex, desnucadoras, caballitos y su llave especial secreta, de la que ningún técnico puede zafarse.

Dice ser el esposo de la Madame de los cuadriláteros. Dato que nadie puede afirmar porque después de cada lucha se refugia en su mansión ubicada en el mismo puerto que lo vio llegar a tierra firme. Se dedica a inventar nuevas llaves que desatan dolores impresionantes en sus adversarios, sin posibilidad alguna de soltarse.

La pelea a la que no llegó Monsieur Landrú

Es un misterio andando, nunca perdió una pelea y ni sus compañeros del bando rudo saben dónde vive.

No da ningún número de teléfono, llega entre semana a cobrar sus regalías por la lucha ganada y se retira sin hablar con nadie. Por eso nunca se supo qué sucedió el día en que no se presentó a su pelea estelar de corte internacional. Iba a desenmascarar al luchador más famoso de la época, y perdió por default.

Tampoco llegó a las siguientes funciones que tenía programadas, nunca se volvió a asomar al gimnasio y nadie lo pudo localizar. Algunos dicen que encontraron su automóvil encallado en la arena del puerto.

Que dejó una nota suicida sobre el sillón del chofer y caminó mar adentro para nunca más salir y dar fin a sus recuerdos más sanguinarios.

Otros cuentan que la Interpol le seguía los pasos muy de cerca. Y antes que lo arrestaran y extraditaran a su natal Francia, decidió embarcarse de nuevo, con una identificación falsa, y salió con rumbo desconocido al extranjero.

Nadie supo más de él, sólo quedan las fotos, videos y recuerdos de ese luchador de baja estatura, bastón para caminar, capaz de aplicar llaves exageradamente eficaces y malévolas que no dejaban ni respirar a sus oponentes. El gran y único caballero elegante del cuadrilátero, Monsieur Landrú.

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