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Caminando por la Ciudad | Triángulo amoroso

Invitado
04 de julio, 2021

Triángulo amoroso. Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.

«De la Sierra Morena, cielito lindo, vienen bajando un par de ojitos negros», se le escucha cantar a Walter, ese joven enamorado, siempre que pasa por el puente de La Gloria, ese puente de la época colonial construido de piedra, argamasa y el pegamás que sólo los albañiles de la época podían cocinar.

Walter sueña con formar una familia. Está muy feliz por la relación que tiene con la joven y tímida Betty. Después del enamoramiento en la escuela, y tras dos años de salir como amigos, decidió pedirle que sea su novia. Esperan casarse y formar una familia integrada. En su mente no concibe que existan otros factores fuera de lo establecido por la religión y la sociedad.

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Los enamorados disfrutan cada día juntos, viajan a diferentes lugares, comen en la calle, en casa y donde se les antoje. Pasan los años, todo marcha bien, pero los amigos y familiares se preguntan ¿dónde están los niños? Ellos sólo siguen su vida e informan que algún día llegarán, es una meta a largo plazo, no es una carrera, pero la presión se intensifica cada día.

Walter le juró amor incondicional a Betty el día que firmaron el acta matrimonial. Prometió estar con ella en las buenas y en las malas, en la salud o en la pandemia, en los grandes banquetes o en las comidas menudas de frijoles y tortillas, pero no se imaginaba que una segunda mujer iba a complementar su vida.

Ella tiene los ojos negros, mirada profunda y pelo largo. No tiene antecedentes familiares, sólo se sabe que un día llegó a la vida de Walter y lo sedujo con esa mirada que enamora. Se cree que cruzó cielos, montañas, lagos y culturas desde la región occidental del país para llegar en el minuto exacto. Vivió buscando el amor y el amor no llegaba, vivió buscando un camino y el camino desapareció, caminó y caminó y la meta seguía lejana, escaló constelaciones de estrellas y todas se esfumaron, no existía un final feliz.

Desde el cielo miraba a las familias felices y ella anhelaba conocer una para amarla, corresponderle y complementarse, pero apareció hasta muchas lunas después. Se preguntaba cómo sería tener una mamá y un papá para amarlos, qué se sentiría dormir en una cama caliente, querer a su mascota, abrazar a los abuelos, caminar de la mano y sentirse segura cuando navegaba en las nubes, recorriendo los cielos, mirando a la tierra en busca de su complemento, sabiendo que alguna grieta en el tiempo y en el corazón le mostrarían ese camino.

El 14 de febrero se vistió de gala, la niña de los ojitos negros encontró a sus amores de toda la vida. El corazón amó, el cielo se complementó, el tiempo y el espacio se sincronizaron para llenar todo vacío estelar. Walter dice estar enamorado de otra mujer y Betty no se molesta porque ella se siente motivada aunque dejó su comodidad por el cambio de pañales, preparación de pachas, desvelos y llantos de amor que llenan su casa. Ella aprueba que Walter pueda amar a dos mujeres al mismo tiempo y se desviva por ver esos ojitos negros que bajaron de la sierra morena. Ambos sueñan con verla crecer y triunfar para que todas las grietas se terminen de cerrar.

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