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Historias Urbanas | De la cabeza a los pies: ¡Ovi-G y Los Froggies!

Invitado
08 de agosto, 2021

De la cabeza a los pies: ¡Ovi-G y Los Froggies! Esta es la historia urbana de José Vicente Solórzano Aguilar.

1) El pasajero se sube a la camioneta de la costa. Cuenta del primero al quinto asiento para irse en medio y se acomoda donde no le pega el sol. Sabe que el viaje será largo, ojalá el cielo se despeje para contemplar los volcanes desde la carretera. Si hay manifestaciones, toca esperar a que retiren sus mantas, levanten el bloqueo y se vayan.

La cara se le tuerce cuando el chofer enciende su equipo de sonido. Espera lo peor: el narcosombrerudo que lo ametrallará con su cuerno de chivo. El parce que se la pasará lloriqueando todo el camino, el sonido de Iztapalapa para el mundo que le rayará los tímpanos. No tiene escapatoria. Las bocinas se reparten por el techo del autobús como las regaderas que derraman gas venenoso en las películas. Respira hondo e improvisa un par de protectores para los oídos con trozos de servilleta.

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Deberías leer: Los daltónicos

El bus arranca. La música empieza a sonar tan pronto abandona la Central de Mayoreo. Primero tiene la impresión de que suena una marimba orquesta. Se quita los protectores para escuchar mejor.

Esa voz se le hace familiar, empieza a repasar sus archivos para identificarla. Poco le falta para chasquear los dedos cuando reconoce a Ovidio Girón, el cantante principal del grupo Rana.

Se acuerda cuando los traían al pueblo. Estaba muy chiquito, sus papás no lo dejaban desvelarse, pero el concierto se oía con toda claridad aunque el campo de la feria quedaba lejos. Por años pensó que la gente de Rana coreaba «cucaracha» en vez de «oye muchacha». Se ríe al evocarlo.

Todo baile escolar y celebración de 15 años volvía a recobrar bríos apenas sonaba «Mi secretaria», el éxito del verano de 1990. Ahora la escucha en su clave original, con los mismos arreglos, sólo prescinde de la sección de vientos y realza el sonido de la marimba. Lo mismo sucede con las demás canciones: «Colombia Rock», «Aventurero», «Luna de Xelajú», «Sin una ilusión»…

Está de suerte: el chofer olvidó la memoria donde tenía sus demás canciones (oyó cuando le preguntó al ayudante si la tenía guardada por ahí, buscaron y no encontraron, juntó sus manos en señal de gratitud). Le da vuelta al disco con los éxitos regrabados de Rana otro par de veces.

No hubo manifestación, tampoco se subieron jóvenes en busca de una oportunidad de trabajo, y pudo contemplar el paisaje que se despliega desde el volcán de Agua hasta el volcán Atitlán sin interferencias.

Antes de bajarse en Cocales, donde lo esperan sus familiares, le pregunta al conductor cuál disco estaba sonando. Copia en el primer papel que encuentra, no se fía de la memoria, después cómo lo localiza: «Ovi-G Froggies, con marimba Palo de Hormigo, de la cabeza a los pies».

2) El merengue importado de República Dominicana llegó a asentarse entre las montañas, el clima y la altura de la Ciudad de Guatemala. Pronto surgieron las propuestas locales: la Banda FM de Zacapa, Tormenta Band, La Gran Familia, Benny y sus Tropicales, La Organización. Fidel Funes, Checha y su India Maya Caballero, Walter y su Banda Dimensión.

Orquestas con varios años en su andar, también se adaptaron al sonido renovado por Johnny Ventura y Wilfrido Vargas. Siempre hay un grupo que se instala como la referencia a seguir, recibe la aprobación del público y sus discos se encarecen entre los coleccionistas. Estas distinciones le tocaron al grupo Rana.

Eso sí, la gente de Rana no se limitó a quedarse con la güira y la tambora. También se apropió de la soca creada por Alphonsus Cassell en la isla caribeña de Monserrat como líder del grupo Arrow.

Atrapó el último coletazo del movimiento salsero y tenía presente el legado marimbístico absorbido por los hermanos Ovidio y Marco Tulio Girón al lado de su padre, José Ader, en la casa natal de Tecpán. El potaje se completa con la máquina de ritmos programada al estilo de la época y las fusiones presentadas como salsarengue.

El legado de Ovidio Girón y compañía

Y ahí están los siete discos editados entre 1984 y 1990 con su cuota de versiones ajenas («Patacón Pisa’o», «Esa chica», «El mangú», «Luna de Xelajú» y «No puedo hacerlo», su recordada lectura del «I Can’t Make It» del grupo Sapo) y piezas originales que prevalecen en la memoria de los escuchas de entonces y ahora: «Socaribe», «Socarengue», «Aventurero» y «Mi secretaria».

Todo cambió en 1991, cuando el estrés se dejó venir encima de Ovidio. Dirigía las sesiones de grabación, apuntaba los arreglos, atendía a los medios.

«El trabajo del grupo se venía tan fuerte en ese entonces, que en algunas ocasiones en un día se hacían tres fiestas, o en un mes de 30 días (como noviembre y diciembre), se hacían 45 eventos por mes», recordó en entrevista con Neto Paiz.

Cierto día quiso agarrar una taza de café: se preocupó al ver que la mano temblaba. El médico le ordenó que se tomara un descanso y Ovidio hizo su reposo entre Los Ángeles y Washington.

A su regreso avisó que ya estaba listo para retomar labores. Lo hicieron esperar una semana. Volvió a llamar, se enteró que lo querían como arreglista en casa. Nada de acompañarlos en directo. La gente del Rana prescindía de su cara y su voz ante el público.

«Lo primero que hice fue cambiar de ciudad para alejarme lo más posible de todo lo que fueron mis sueños; además, nunca fui dueño legal del grupo. Ahí me di cuenta que no tenía nada más que hacer en Guatemala. Aunque tuve la oportunidad de hacer mi banda preferí irme, creo que esa ha sido una de las partes más tristes y dolorosas de mi vida», declaró a Heidy Sandoval Ruiz.

Fijó su hogar en Nueva Orleans, dedicó su música al servicio del Creador y grabó un disco de alabanzas junto a Jorge Gómez, el cantante hondureño que giró con Wilfrido Vargas.

«Un día también se acabó lo de la iglesia y tuve que salir a buscar cómo sobrevivir, y empecé a tocar con varios grupos y me vi en la necesidad de hacer mi propia banda. Buscando músicos mis hijos me dijeron: ¿por qué no nos enseñas a nosotros?», continuó con Neto Paiz.

Así presentó el reciente capítulo, en familia, con Michi-G a los teclados, Ovi-J a las percusiones y Susseth-G al bajo. Recorren la Unión Americana, incluso llegaron a Canadá, como Ovi-G y Los Froggies. Retomó su repertorio de antaño y ya circula entre nosotros bajo el título De la cabeza a los pies.

3) Reservo este espacio para los dos cortes que cierran el repertorio de Los Froggies. Todo migrante, así consiga la residencia permanente, incluso la ciudadanía, lleva su país adentro aunque lo ponga bravo y tiene ganas de decirle unas cuantas cosas.

Allá reposan sus mayores, ciertos lugares se conservan intactos, prevalece el recuerdo del primer ser amado. Eso se refleja en «Volveré a Guatemala», donde Ovidio Girón recuerda su marcha, la búsqueda de su destino en Estados Unidos y su promesa: «Caminaremos de la mano, tú y yo enamorados, por las calles de Tecpán».

Y el nuevo arreglo de «Esta navidad» nos recuerda que, a falta de la nieve, la leña ardiendo en la chimenea y Santa Claus con su saco repleto de regalos, tenemos el pino regado en el suelo. El aroma que despide el aserrín y las tiras de manzanilla colocadas encima de las ventanas. Además, la quema de cuetes a medianoche, la taza de chocolate y el trozo de magdalena, no digamos el tamal.

Aunque el grupo Rana tuvo a su nombre el primer disco compacto fabricado en Guatemala (Rana Hits, 1991), sus demás grabaciones carecen de reedición. Cuesta localizarlas a precio razonable.

El disco de Los Froggies viene a suplir esa falta. Ofrece las canciones que sonaron en las pistas de baile capitalinas, las tarimas alzadas en los gimnasios y los salones de los institutos públicos.

La marimba y los teclados suplen la ausencia de la sección de vientos, revelan matices que ganan relieve a cada repaso del disco. ¿Y se vale pedir complacencias? Si planean el volumen II, no se olviden de «Mi perrita». La redescubrí mientras me documentaba para teclear esta reseña y me regresó a mis días de sexto primaria.

Ya lo saben: «De la cabeza a los pies…»

Contacto: https://www.facebook.com/ovidio.giron

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Invitado
08 de agosto, 2021

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1) El pasajero se sube a la camioneta de la costa. Cuenta del primero al quinto asiento para irse en medio y se acomoda donde no le pega el sol. Sabe que el viaje será largo, ojalá el cielo se despeje para contemplar los volcanes desde la carretera. Si hay manifestaciones, toca esperar a que retiren sus mantas, levanten el bloqueo y se vayan.

La cara se le tuerce cuando el chofer enciende su equipo de sonido. Espera lo peor: el narcosombrerudo que lo ametrallará con su cuerno de chivo. El parce que se la pasará lloriqueando todo el camino, el sonido de Iztapalapa para el mundo que le rayará los tímpanos. No tiene escapatoria. Las bocinas se reparten por el techo del autobús como las regaderas que derraman gas venenoso en las películas. Respira hondo e improvisa un par de protectores para los oídos con trozos de servilleta.

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Deberías leer: Los daltónicos

El bus arranca. La música empieza a sonar tan pronto abandona la Central de Mayoreo. Primero tiene la impresión de que suena una marimba orquesta. Se quita los protectores para escuchar mejor.

Esa voz se le hace familiar, empieza a repasar sus archivos para identificarla. Poco le falta para chasquear los dedos cuando reconoce a Ovidio Girón, el cantante principal del grupo Rana.

Se acuerda cuando los traían al pueblo. Estaba muy chiquito, sus papás no lo dejaban desvelarse, pero el concierto se oía con toda claridad aunque el campo de la feria quedaba lejos. Por años pensó que la gente de Rana coreaba «cucaracha» en vez de «oye muchacha». Se ríe al evocarlo.

Todo baile escolar y celebración de 15 años volvía a recobrar bríos apenas sonaba «Mi secretaria», el éxito del verano de 1990. Ahora la escucha en su clave original, con los mismos arreglos, sólo prescinde de la sección de vientos y realza el sonido de la marimba. Lo mismo sucede con las demás canciones: «Colombia Rock», «Aventurero», «Luna de Xelajú», «Sin una ilusión»…

Está de suerte: el chofer olvidó la memoria donde tenía sus demás canciones (oyó cuando le preguntó al ayudante si la tenía guardada por ahí, buscaron y no encontraron, juntó sus manos en señal de gratitud). Le da vuelta al disco con los éxitos regrabados de Rana otro par de veces.

No hubo manifestación, tampoco se subieron jóvenes en busca de una oportunidad de trabajo, y pudo contemplar el paisaje que se despliega desde el volcán de Agua hasta el volcán Atitlán sin interferencias.

Antes de bajarse en Cocales, donde lo esperan sus familiares, le pregunta al conductor cuál disco estaba sonando. Copia en el primer papel que encuentra, no se fía de la memoria, después cómo lo localiza: «Ovi-G Froggies, con marimba Palo de Hormigo, de la cabeza a los pies».

2) El merengue importado de República Dominicana llegó a asentarse entre las montañas, el clima y la altura de la Ciudad de Guatemala. Pronto surgieron las propuestas locales: la Banda FM de Zacapa, Tormenta Band, La Gran Familia, Benny y sus Tropicales, La Organización. Fidel Funes, Checha y su India Maya Caballero, Walter y su Banda Dimensión.

Orquestas con varios años en su andar, también se adaptaron al sonido renovado por Johnny Ventura y Wilfrido Vargas. Siempre hay un grupo que se instala como la referencia a seguir, recibe la aprobación del público y sus discos se encarecen entre los coleccionistas. Estas distinciones le tocaron al grupo Rana.

Eso sí, la gente de Rana no se limitó a quedarse con la güira y la tambora. También se apropió de la soca creada por Alphonsus Cassell en la isla caribeña de Monserrat como líder del grupo Arrow.

Atrapó el último coletazo del movimiento salsero y tenía presente el legado marimbístico absorbido por los hermanos Ovidio y Marco Tulio Girón al lado de su padre, José Ader, en la casa natal de Tecpán. El potaje se completa con la máquina de ritmos programada al estilo de la época y las fusiones presentadas como salsarengue.

El legado de Ovidio Girón y compañía

Y ahí están los siete discos editados entre 1984 y 1990 con su cuota de versiones ajenas («Patacón Pisa’o», «Esa chica», «El mangú», «Luna de Xelajú» y «No puedo hacerlo», su recordada lectura del «I Can’t Make It» del grupo Sapo) y piezas originales que prevalecen en la memoria de los escuchas de entonces y ahora: «Socaribe», «Socarengue», «Aventurero» y «Mi secretaria».

Todo cambió en 1991, cuando el estrés se dejó venir encima de Ovidio. Dirigía las sesiones de grabación, apuntaba los arreglos, atendía a los medios.

«El trabajo del grupo se venía tan fuerte en ese entonces, que en algunas ocasiones en un día se hacían tres fiestas, o en un mes de 30 días (como noviembre y diciembre), se hacían 45 eventos por mes», recordó en entrevista con Neto Paiz.

Cierto día quiso agarrar una taza de café: se preocupó al ver que la mano temblaba. El médico le ordenó que se tomara un descanso y Ovidio hizo su reposo entre Los Ángeles y Washington.

A su regreso avisó que ya estaba listo para retomar labores. Lo hicieron esperar una semana. Volvió a llamar, se enteró que lo querían como arreglista en casa. Nada de acompañarlos en directo. La gente del Rana prescindía de su cara y su voz ante el público.

«Lo primero que hice fue cambiar de ciudad para alejarme lo más posible de todo lo que fueron mis sueños; además, nunca fui dueño legal del grupo. Ahí me di cuenta que no tenía nada más que hacer en Guatemala. Aunque tuve la oportunidad de hacer mi banda preferí irme, creo que esa ha sido una de las partes más tristes y dolorosas de mi vida», declaró a Heidy Sandoval Ruiz.

Fijó su hogar en Nueva Orleans, dedicó su música al servicio del Creador y grabó un disco de alabanzas junto a Jorge Gómez, el cantante hondureño que giró con Wilfrido Vargas.

«Un día también se acabó lo de la iglesia y tuve que salir a buscar cómo sobrevivir, y empecé a tocar con varios grupos y me vi en la necesidad de hacer mi propia banda. Buscando músicos mis hijos me dijeron: ¿por qué no nos enseñas a nosotros?», continuó con Neto Paiz.

Así presentó el reciente capítulo, en familia, con Michi-G a los teclados, Ovi-J a las percusiones y Susseth-G al bajo. Recorren la Unión Americana, incluso llegaron a Canadá, como Ovi-G y Los Froggies. Retomó su repertorio de antaño y ya circula entre nosotros bajo el título De la cabeza a los pies.

3) Reservo este espacio para los dos cortes que cierran el repertorio de Los Froggies. Todo migrante, así consiga la residencia permanente, incluso la ciudadanía, lleva su país adentro aunque lo ponga bravo y tiene ganas de decirle unas cuantas cosas.

Allá reposan sus mayores, ciertos lugares se conservan intactos, prevalece el recuerdo del primer ser amado. Eso se refleja en «Volveré a Guatemala», donde Ovidio Girón recuerda su marcha, la búsqueda de su destino en Estados Unidos y su promesa: «Caminaremos de la mano, tú y yo enamorados, por las calles de Tecpán».

Y el nuevo arreglo de «Esta navidad» nos recuerda que, a falta de la nieve, la leña ardiendo en la chimenea y Santa Claus con su saco repleto de regalos, tenemos el pino regado en el suelo. El aroma que despide el aserrín y las tiras de manzanilla colocadas encima de las ventanas. Además, la quema de cuetes a medianoche, la taza de chocolate y el trozo de magdalena, no digamos el tamal.

Aunque el grupo Rana tuvo a su nombre el primer disco compacto fabricado en Guatemala (Rana Hits, 1991), sus demás grabaciones carecen de reedición. Cuesta localizarlas a precio razonable.

El disco de Los Froggies viene a suplir esa falta. Ofrece las canciones que sonaron en las pistas de baile capitalinas, las tarimas alzadas en los gimnasios y los salones de los institutos públicos.

La marimba y los teclados suplen la ausencia de la sección de vientos, revelan matices que ganan relieve a cada repaso del disco. ¿Y se vale pedir complacencias? Si planean el volumen II, no se olviden de «Mi perrita». La redescubrí mientras me documentaba para teclear esta reseña y me regresó a mis días de sexto primaria.

Ya lo saben: «De la cabeza a los pies…»

Contacto: https://www.facebook.com/ovidio.giron

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