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Caminando por la Ciudad: Doña Juanita, la vecina supersticiosa

Ella vive sola en esa gran casona. No escucha música, no canta, no ríe, no tiene amigos en el barrio, ya que solo lamentaciones predica su boca y maldiciones a los que pasan cerca.

Las parejas lleguen a sentarse para declararse su amor.
Invitado
10 de julio, 2022
Doña Juanita, la vecina supersticiosa. Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.

 

«Pareja que se sienta en esta puerta, se gana una cubetada de agua fría en la espalda», dice el letrero que cuelga en la puerta de la habitación marcada con el 14-76 de la avenida Centro América. Nadie se salva. ¿Y entonces para qué diseñó la entrada a su casa con esa gran plataforma de cemento a un metro de altura, que más parece una banca para enamorados que entrada de una casa particular?, comentan los vecinos del sector.

Al casi estar en la esquina se presta para que las parejas lleguen a sentarse y darse un pequeño detalle sentados en esa banca muy cómoda y romántica, ideal para declarar su amor y su pasión el uno por el otro.

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Lo que la mayoría no sabe es que después de un cálido beso viene un baño helado en la espalda, ya que sale doña Juana, de nacionalidad nicaragüense y propietaria de una casa grande que tiene dos puertas, una para uso normal y otra a la que le levantó una grada de un metro de altura y como 50 centímetros de ancho.

Recién pintada, muy limpia, es el sitio ideal para llevar a la pareja y platicar, regalarle unas flores, tomarse un licuado de frutas de la esquina y declararle su amor a esa persona que le mueve la silla. Así mero dice doña Juanita, que a ella le mueve la silla el ver tanto amor en su puerta y que eso no lo va a permitir, ya que a su puerta nunca llegó.

Ella vive sola en esa gran casona. No escucha música, no canta, no ríe, no tiene amigos en el barrio, ya que solo lamentaciones predica su boca y maldiciones a los que pasan cerca.

Dice que todos la odian, que nadie la quiere y están fraguando un plan para hacerle daño. Nada más alejado de la realidad, ya que sus vecinos más cercanos como el respetable don Víctor el carpintero, don Tono el zapatero, don Juanito el impresor y hasta Chema el de la tienda dicen que le tienen mucho cariño, ya que la conocieron en el lejano año 1965 cuando llegó al barrio huyendo de un gobierno malo, según cuenta ella misma, dejando atrás a sus familiares queridos, amor de juventud, vecinos de la infancia y todo lo que amaba, para buscar el cambio de vida.

Estos señorones y las señoras vecinas buscan ese acercamiento con la Juanita, pero es muy desconfiada, considera que todas las personas le quieren hacer daño. La canche que vive en la casa de enfrente la saluda todas las mañanas mientras barre y lava el frente de su casa. Doña Hortensia le pasa dejando un dulcito de buenos días, doña Gloria dice que necesita mucho amor y comprensión.

Los más jóvenes no la quieren porque la Juanita sale a maltratarlos y a tirarles cubetadas de agua hirviendo, cada vez que se juntan a jugar pelota, para que se alejen del frente de su casa. Todos los días le pasan tocando el timbre a cualquier hora y al salir no hay nadie, por lo que sospecha que muchos de los que juegan futbol casi enfrente de su casa lo hacen a manera de venganza por los partidos que no pudieron terminar.

También hay algunos adultos que la molestan, como don Chava, que le pasa tirando huesos chupados de pollo y tierra de una maceta de su sala, sabiendo que la Juanita en cuestión de media hora gritará a los cuatro vientos maldiciendo y encomendándose a Dios, porque interpreta que un mal vecino la está «trabajando» con alguna brujería, ya que imagina que son huesos de humano y tierra del cementerio. Pero sólo es una mala broma de parte del vecino, para que ella tenga un mal día.

La parte sensible que nadie conoce la vive el «Gauchito», niño al que todos los días le regala un rico desayuno, le compra zapatos y ropa nueva de vez en cuando, y le da para llevar a la escuela algo de dinero.

Todo esto porque según dice ella, que no es tan mala como la creen los vecinos, sólo trata de darle un poquito a los que menos tienen, pero eso sí, que nunca se junte con esos vagos que juegan pelota o los enamorados lujuriosos que llegan a ocupar su puerta-banca del amor que es la segunda entrada a su amplia casa.

 

 

 

Caminando por la Ciudad: Doña Juanita, la vecina supersticiosa

Ella vive sola en esa gran casona. No escucha música, no canta, no ríe, no tiene amigos en el barrio, ya que solo lamentaciones predica su boca y maldiciones a los que pasan cerca.

Las parejas lleguen a sentarse para declararse su amor.
Invitado
10 de julio, 2022
Doña Juanita, la vecina supersticiosa. Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.

 

«Pareja que se sienta en esta puerta, se gana una cubetada de agua fría en la espalda», dice el letrero que cuelga en la puerta de la habitación marcada con el 14-76 de la avenida Centro América. Nadie se salva. ¿Y entonces para qué diseñó la entrada a su casa con esa gran plataforma de cemento a un metro de altura, que más parece una banca para enamorados que entrada de una casa particular?, comentan los vecinos del sector.

Al casi estar en la esquina se presta para que las parejas lleguen a sentarse y darse un pequeño detalle sentados en esa banca muy cómoda y romántica, ideal para declarar su amor y su pasión el uno por el otro.

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Lo que la mayoría no sabe es que después de un cálido beso viene un baño helado en la espalda, ya que sale doña Juana, de nacionalidad nicaragüense y propietaria de una casa grande que tiene dos puertas, una para uso normal y otra a la que le levantó una grada de un metro de altura y como 50 centímetros de ancho.

Recién pintada, muy limpia, es el sitio ideal para llevar a la pareja y platicar, regalarle unas flores, tomarse un licuado de frutas de la esquina y declararle su amor a esa persona que le mueve la silla. Así mero dice doña Juanita, que a ella le mueve la silla el ver tanto amor en su puerta y que eso no lo va a permitir, ya que a su puerta nunca llegó.

Ella vive sola en esa gran casona. No escucha música, no canta, no ríe, no tiene amigos en el barrio, ya que solo lamentaciones predica su boca y maldiciones a los que pasan cerca.

Dice que todos la odian, que nadie la quiere y están fraguando un plan para hacerle daño. Nada más alejado de la realidad, ya que sus vecinos más cercanos como el respetable don Víctor el carpintero, don Tono el zapatero, don Juanito el impresor y hasta Chema el de la tienda dicen que le tienen mucho cariño, ya que la conocieron en el lejano año 1965 cuando llegó al barrio huyendo de un gobierno malo, según cuenta ella misma, dejando atrás a sus familiares queridos, amor de juventud, vecinos de la infancia y todo lo que amaba, para buscar el cambio de vida.

Estos señorones y las señoras vecinas buscan ese acercamiento con la Juanita, pero es muy desconfiada, considera que todas las personas le quieren hacer daño. La canche que vive en la casa de enfrente la saluda todas las mañanas mientras barre y lava el frente de su casa. Doña Hortensia le pasa dejando un dulcito de buenos días, doña Gloria dice que necesita mucho amor y comprensión.

Los más jóvenes no la quieren porque la Juanita sale a maltratarlos y a tirarles cubetadas de agua hirviendo, cada vez que se juntan a jugar pelota, para que se alejen del frente de su casa. Todos los días le pasan tocando el timbre a cualquier hora y al salir no hay nadie, por lo que sospecha que muchos de los que juegan futbol casi enfrente de su casa lo hacen a manera de venganza por los partidos que no pudieron terminar.

También hay algunos adultos que la molestan, como don Chava, que le pasa tirando huesos chupados de pollo y tierra de una maceta de su sala, sabiendo que la Juanita en cuestión de media hora gritará a los cuatro vientos maldiciendo y encomendándose a Dios, porque interpreta que un mal vecino la está «trabajando» con alguna brujería, ya que imagina que son huesos de humano y tierra del cementerio. Pero sólo es una mala broma de parte del vecino, para que ella tenga un mal día.

La parte sensible que nadie conoce la vive el «Gauchito», niño al que todos los días le regala un rico desayuno, le compra zapatos y ropa nueva de vez en cuando, y le da para llevar a la escuela algo de dinero.

Todo esto porque según dice ella, que no es tan mala como la creen los vecinos, sólo trata de darle un poquito a los que menos tienen, pero eso sí, que nunca se junte con esos vagos que juegan pelota o los enamorados lujuriosos que llegan a ocupar su puerta-banca del amor que es la segunda entrada a su amplia casa.