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Caminando por la Ciudad: Los cachillas

Todos traen un radio comunicador conectado a un audífono blanco, su peine de carey estilo tigre en la bolsa de atrás del pantalón y su Medalla Milagrosa...

.
Luis Gonzalez
09 de octubre, 2022
Los cachillas.  Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.

Siempre impecables con sus pantalones de casimir inglés comprados en la avenida Bolívar; zapatos estilo botín alto, tan bien lustrados como un espejo; camisas de botones formales y manga larga; hebilla de vaquero; patillas largas que llenan medio cachete, similares a las de Elvis; peinado hacia un lado con un rulo en la frente, para ocultar la cicatriz producto de un botellazo en el bar; ojos vidriosos, atentos a cualquiera que pasa cerca; su cajetilla de cigarros del vaquero rojo.

Todos traen un radio comunicador conectado a un audífono blanco de esos que vendían en Radio City de la sexta avenida entre la bolsa de la camisa; su peine de carey estilo tigre en la bolsa de atrás del pantalón; su Medalla Milagrosa para que los ayude a la hora de los balazos y su infaltable chaleco de color caqui, con demasiadas bolsas donde llevan navaja suiza, linterna de alta luz, dos tolvas de balas sin usar, estuche de lentes, hilo de pescar, cepillo de dientes extra, algunas monedas, manojos de llaves, un zapatito de bebé sin estrenar, fotos de algunas enamoradas y un cuchillo de doble hoja por si se les acaban las municiones.

Su trabajo empieza muy de mañana con la acción de aceitar su arma de fuego, lustrarse los zapatos hasta que brillen, pulir la hebilla del cincho, planchar sus pantalones procurando quitarle el brillo con una manta sobre la tela y debajo de la plancha. Todo esto antes de empezar a lavar la camioneta agrícola del patrón, pulirla y aspirarla por dentro para que esté impecable. Aunque trabajan como la seguridad personal del presidente del banco, la camioneta debe estar impecable el día que salga don Sergio.

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El Natareno, el Chino Samurái, el Cabra Loca y la Chepona son los cuatro escoltas que nunca fallan en atenciones, tenerle listo el periódico del día, su termo lleno de café caliente, acompañado de un panito dulce que alguno de ellos pasa comprando en la bolsa de una libra de la famosa panadería El Trigal.

Le tienen vigilada la cuadra y los vecinos problemáticos amenazados para cuando salga el patrón no tenga que escuchar las opiniones que todos los días le recuerdan su mala administración al frente de ese banco que le quita las casas a los deudores y cobra altísimos intereses por préstamos.

Otros lo abordan todas las mañanas para que les ayude con una situación económica difícil y saben que él puede apoyarlos por medio del banco. Los cachillas desalientan a los vecinos deudores con mala cara y forcejean con los criticones para que desalojen el frente de esa casa antigua situada a solo una cuadra del Instituto Normal para Señoritas Centro América, casa que le heredó su bisabuela a don Sergio y desde donde ha hecho crecer el banco que lidera.

Según dicen los vecinos, esos cachillas sólo se la pasan lavando el carro todo el día haciendo charcos en el sector, enamorando a las muchachas del instituto y a las señoras cuando salen por las tortillas, contaminando el ambiente con el humo de sus cigarrillos y sus palabrotas, mirando de manera intimidante a los muchachos y señores del sector como si fueran sospechosos de algo. Por eso ya todos quieren que don Sergio se vaya a vivir a una de esas colonias cerradas donde viven los ricos, gremio al que pertenece, y no en el barrio del Zapote.

Caminando por la Ciudad: Los cachillas

Todos traen un radio comunicador conectado a un audífono blanco, su peine de carey estilo tigre en la bolsa de atrás del pantalón y su Medalla Milagrosa...

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Luis Gonzalez
09 de octubre, 2022
Los cachillas.  Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.

Siempre impecables con sus pantalones de casimir inglés comprados en la avenida Bolívar; zapatos estilo botín alto, tan bien lustrados como un espejo; camisas de botones formales y manga larga; hebilla de vaquero; patillas largas que llenan medio cachete, similares a las de Elvis; peinado hacia un lado con un rulo en la frente, para ocultar la cicatriz producto de un botellazo en el bar; ojos vidriosos, atentos a cualquiera que pasa cerca; su cajetilla de cigarros del vaquero rojo.

Todos traen un radio comunicador conectado a un audífono blanco de esos que vendían en Radio City de la sexta avenida entre la bolsa de la camisa; su peine de carey estilo tigre en la bolsa de atrás del pantalón; su Medalla Milagrosa para que los ayude a la hora de los balazos y su infaltable chaleco de color caqui, con demasiadas bolsas donde llevan navaja suiza, linterna de alta luz, dos tolvas de balas sin usar, estuche de lentes, hilo de pescar, cepillo de dientes extra, algunas monedas, manojos de llaves, un zapatito de bebé sin estrenar, fotos de algunas enamoradas y un cuchillo de doble hoja por si se les acaban las municiones.

Su trabajo empieza muy de mañana con la acción de aceitar su arma de fuego, lustrarse los zapatos hasta que brillen, pulir la hebilla del cincho, planchar sus pantalones procurando quitarle el brillo con una manta sobre la tela y debajo de la plancha. Todo esto antes de empezar a lavar la camioneta agrícola del patrón, pulirla y aspirarla por dentro para que esté impecable. Aunque trabajan como la seguridad personal del presidente del banco, la camioneta debe estar impecable el día que salga don Sergio.

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Le tienen vigilada la cuadra y los vecinos problemáticos amenazados para cuando salga el patrón no tenga que escuchar las opiniones que todos los días le recuerdan su mala administración al frente de ese banco que le quita las casas a los deudores y cobra altísimos intereses por préstamos.

Otros lo abordan todas las mañanas para que les ayude con una situación económica difícil y saben que él puede apoyarlos por medio del banco. Los cachillas desalientan a los vecinos deudores con mala cara y forcejean con los criticones para que desalojen el frente de esa casa antigua situada a solo una cuadra del Instituto Normal para Señoritas Centro América, casa que le heredó su bisabuela a don Sergio y desde donde ha hecho crecer el banco que lidera.

Según dicen los vecinos, esos cachillas sólo se la pasan lavando el carro todo el día haciendo charcos en el sector, enamorando a las muchachas del instituto y a las señoras cuando salen por las tortillas, contaminando el ambiente con el humo de sus cigarrillos y sus palabrotas, mirando de manera intimidante a los muchachos y señores del sector como si fueran sospechosos de algo. Por eso ya todos quieren que don Sergio se vaya a vivir a una de esas colonias cerradas donde viven los ricos, gremio al que pertenece, y no en el barrio del Zapote.