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Caminando por la Ciudad: Los carritos del atómico

Previo al momento de abrir el regalo hay que ir a comprar los juegos de cuatro vasos por cinco quetzales en la 18 calle o el clásico paquete de jabones Rosita en el mercado de La Presidenta

.
Invitado
25 de diciembre, 2022

A escasos 200 metros de la iglesia de la Parroquia se encuentra ese almacén famoso por vender buenos juguetes de moda como las muñecas repollitos, cocinitas de plástico y porcelana, las barbies de moda y los carritos de metal, a control remoto, de ésos que tienen un cable de un metro y medio de largo y los niños deben correr atrás del carrito algo agachados porque es lo más que da el bendito cable.

También están los jeeps que escalan y pasan encima de cualquier obstáculo y la ropa de moda, todo esto exhibido en sus vitrinas llenas de foquitos de colores, esos que son una verdadera tortura china al machucarlos por su forma de estrella puntiaguda de vidrio cortado.

Por ahí se asoman los inigualables chiles de colores que bailan encendiéndose y apagándose al unísono, acompañados de los gusanos de bricho, las cuentas de manzanilla verde, el rico olor del pino fresco regado en la entrada y el aroma a incienso quemándose para colocar el verdadero espíritu navideño.

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No faltan las dos bocinas gigantes con el disc-jockey poniendo canciones como el burrito sabanero, lo mejor del año viejo y campana sobre campana a todo pulmón. Todo esto se puede percibir desde las altas ventanas de los buses que paran enfrente, esas largas y altas ventanas de los Blue Bird o las Rosmo que circulan hacia las colonias Jocotales, Santa Luisa, Santa Isabel o los Proyectos.

Cada vez que la ocho negro, la ocho rojo y la ruta tres paran, todos los niños y niñas hacen berrinche para que sus papás se bajen a ver de cerca esas vitrinas tan perfectas y con joyas para ser estrenadas el día 24 de diciembre a las doce de la noche en medio de abrazos, sonrisas, tragos, leer el huevo en un vaso de agua y salir a dar siete vueltas a la cuadra con una maleta llena de ropa para que el próximo año abunden los viajes y la felicidad.

El Atómico se convirtió en el punto de compra de los juguetes y estrenos. Sabido es por todos los pequeños de la casa que aunque se compre en cualquier día de diciembre se estrenará hasta las doce de la noche del 25. Los días anteriores serán de sufrimiento al ver la caja envuelta en papel de regalo navideño encima del gabinete más alto de la casa, o la platera que tiene llave en la parte que se puede ver desde afuera del vidrio. Tocará pasar todos los días viendo y suspirando por la lejana Nochebuena.

Previo al momento de abrir el regalo hay que ir a comprar los juegos de cuatro vasos por cinco quetzales en la 18 calle o el clásico paquete de jabones Rosita en el mercado de La Presidenta.

La lista incluye el aserrín pintado de colores para el nacimiento, con mucho musgo, chichitas de vaca, pastores de barro y el famoso misterio de cerámica. Todo eso junto a la sillita del niño y los vestiditos de vuelitos, pasar comprando los tamales colorados y negros para los tíos que llegarán en la noche, adornar la casa con hojas de pacaya, gusanos de pino y de manzanilla verde, foquitos que se llevan más de dos horas desenredarlos.

Hay que cambiar los repuestos para que funcione toda la serie, cocinar el ponche de frutas con muchas pasas y poner al niño Jesús bajo custodia para evitar que un vecino chistoso se lo robe y promueva una mega fiesta a la hora de la devolución.

No se olvidan de comprar las tortas de queso dulce de Las Victorias para saborearlas con café caliente después del tamal que se comió con mucho limón, y sólo después de toda esta rutina ir a dar el abrazo a todas las vecinas enojonas y los señores medio ebrios. De ahí despenicar la ametralladora para cargarla en una bolsa colgada de la cintura, recibir sermones de que este año se debe ser un mejor hijo y un mejor estudiante.

Después de pasar bailando un par de cañonazos navideños y saborear la cena que pasará muy rápido cuando ya casi son las 12 de la noche, todos simularán que no vieron llegar a Santa, corren para destapar los regalos soñados y pidiéndole a Dios que la abuela este año dé juguetes y no los clásicos calcetines, pañuelos o pantalones con corte de adulto.

Todos fingen sorprenderse por los juguetes recibidos cuando ya se sabía de antemano lo que se vio en el Atómico desde la ventana de la camioneta urbana y con mucho deseo de tenerlos para jugar con ellos, pasadito un minuto de la medianoche del 24 o mejor dicho, los primeros minutos del 25 de diciembre.


 

Caminando por la Ciudad: Los carritos del atómico

Previo al momento de abrir el regalo hay que ir a comprar los juegos de cuatro vasos por cinco quetzales en la 18 calle o el clásico paquete de jabones Rosita en el mercado de La Presidenta

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Invitado
25 de diciembre, 2022

A escasos 200 metros de la iglesia de la Parroquia se encuentra ese almacén famoso por vender buenos juguetes de moda como las muñecas repollitos, cocinitas de plástico y porcelana, las barbies de moda y los carritos de metal, a control remoto, de ésos que tienen un cable de un metro y medio de largo y los niños deben correr atrás del carrito algo agachados porque es lo más que da el bendito cable.

También están los jeeps que escalan y pasan encima de cualquier obstáculo y la ropa de moda, todo esto exhibido en sus vitrinas llenas de foquitos de colores, esos que son una verdadera tortura china al machucarlos por su forma de estrella puntiaguda de vidrio cortado.

Por ahí se asoman los inigualables chiles de colores que bailan encendiéndose y apagándose al unísono, acompañados de los gusanos de bricho, las cuentas de manzanilla verde, el rico olor del pino fresco regado en la entrada y el aroma a incienso quemándose para colocar el verdadero espíritu navideño.

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Cada vez que la ocho negro, la ocho rojo y la ruta tres paran, todos los niños y niñas hacen berrinche para que sus papás se bajen a ver de cerca esas vitrinas tan perfectas y con joyas para ser estrenadas el día 24 de diciembre a las doce de la noche en medio de abrazos, sonrisas, tragos, leer el huevo en un vaso de agua y salir a dar siete vueltas a la cuadra con una maleta llena de ropa para que el próximo año abunden los viajes y la felicidad.

El Atómico se convirtió en el punto de compra de los juguetes y estrenos. Sabido es por todos los pequeños de la casa que aunque se compre en cualquier día de diciembre se estrenará hasta las doce de la noche del 25. Los días anteriores serán de sufrimiento al ver la caja envuelta en papel de regalo navideño encima del gabinete más alto de la casa, o la platera que tiene llave en la parte que se puede ver desde afuera del vidrio. Tocará pasar todos los días viendo y suspirando por la lejana Nochebuena.

Previo al momento de abrir el regalo hay que ir a comprar los juegos de cuatro vasos por cinco quetzales en la 18 calle o el clásico paquete de jabones Rosita en el mercado de La Presidenta.

La lista incluye el aserrín pintado de colores para el nacimiento, con mucho musgo, chichitas de vaca, pastores de barro y el famoso misterio de cerámica. Todo eso junto a la sillita del niño y los vestiditos de vuelitos, pasar comprando los tamales colorados y negros para los tíos que llegarán en la noche, adornar la casa con hojas de pacaya, gusanos de pino y de manzanilla verde, foquitos que se llevan más de dos horas desenredarlos.

Hay que cambiar los repuestos para que funcione toda la serie, cocinar el ponche de frutas con muchas pasas y poner al niño Jesús bajo custodia para evitar que un vecino chistoso se lo robe y promueva una mega fiesta a la hora de la devolución.

No se olvidan de comprar las tortas de queso dulce de Las Victorias para saborearlas con café caliente después del tamal que se comió con mucho limón, y sólo después de toda esta rutina ir a dar el abrazo a todas las vecinas enojonas y los señores medio ebrios. De ahí despenicar la ametralladora para cargarla en una bolsa colgada de la cintura, recibir sermones de que este año se debe ser un mejor hijo y un mejor estudiante.

Después de pasar bailando un par de cañonazos navideños y saborear la cena que pasará muy rápido cuando ya casi son las 12 de la noche, todos simularán que no vieron llegar a Santa, corren para destapar los regalos soñados y pidiéndole a Dios que la abuela este año dé juguetes y no los clásicos calcetines, pañuelos o pantalones con corte de adulto.

Todos fingen sorprenderse por los juguetes recibidos cuando ya se sabía de antemano lo que se vio en el Atómico desde la ventana de la camioneta urbana y con mucho deseo de tenerlos para jugar con ellos, pasadito un minuto de la medianoche del 24 o mejor dicho, los primeros minutos del 25 de diciembre.