Historias Urbanas: Adioses, despedidas
La empatía se las arregla para juntar a los opuestos. Establece esos vínculos escolares que se suspenden durante las vacaciones y se retoman el primer día de clases.
¿Coincidimos con varios hombres y mujeres en la escuela, el colegio, la universidad y los empleos donde nos contratan antes de que nos declaren material prescindible a partir de los 35 años. Algunos nos acompañarán desde la infancia, a otros esperamos no volverlos a ver ni de lejos y siempre nos preguntamos qué fue de los más cercanos.
La empatía se las arregla para juntar a los opuestos. Establece esos vínculos escolares que se suspenden durante las vacaciones y se retoman el primer día de clases. Así se mantiene hasta que la graduación dispersa a cada quien por su lado, al igual que en la universidad. En mis tiempos se intercambiaban las direcciones y los teléfonos de casa; muy raras veces volvíamos a encontrarnos; si sucedía, cada quien estaba de prisa, medio se saludaba y seguía su camino.
En los trabajos se está a la defensiva hasta identificar a los colegas con los que se puede compartir el almuerzo, los cumpleaños y las confidencias. Se llega a tener aprecio por la gente que saca la tarea, se detesta con encono a todo finquero que demuestra su autoridad a gritos y humillaciones, pueden entablarse noviazgos en desafío al reglamento interno que prohíbe toda clase de intimidades entre compañeros de labores. Y así transcurre la existencia hasta que se emigra, previo amarre de una nueva colocación, o cae la orden fulminante de despido.
Creo que ya escribí acerca de la engañosa cercanía que ofrecen las redes sociales. Podemos enterarnos de qué comen, dónde andan, qué están haciendo e incluso a dónde salen de viaje los contactos que se agregan a destajo.
De vez en cuando tenemos atisbos de la gente que de veras nos importa y nos gustaría ver con frecuencia, a sabiendas de que les invadiríamos su tiempo y alteraríamos sus planes del fin de semana.
Todo se reduce a los saludos de cumpleaños y a los mensajes grabados enviados por el WhatsApp. Nada de pensar en juntarse en algún lugar para almorzar o tomar un café. El crecimiento de la zona metropolitana, junto a la carencia de un servicio eficiente y aceptable de transporte público, imponen sus distancias. Sólo queda desearles lo mejor cuando nos graduamos, se marchan o los despiden.
Historias Urbanas: Adioses, despedidas
La empatía se las arregla para juntar a los opuestos. Establece esos vínculos escolares que se suspenden durante las vacaciones y se retoman el primer día de clases.
¿Coincidimos con varios hombres y mujeres en la escuela, el colegio, la universidad y los empleos donde nos contratan antes de que nos declaren material prescindible a partir de los 35 años. Algunos nos acompañarán desde la infancia, a otros esperamos no volverlos a ver ni de lejos y siempre nos preguntamos qué fue de los más cercanos.
La empatía se las arregla para juntar a los opuestos. Establece esos vínculos escolares que se suspenden durante las vacaciones y se retoman el primer día de clases. Así se mantiene hasta que la graduación dispersa a cada quien por su lado, al igual que en la universidad. En mis tiempos se intercambiaban las direcciones y los teléfonos de casa; muy raras veces volvíamos a encontrarnos; si sucedía, cada quien estaba de prisa, medio se saludaba y seguía su camino.
En los trabajos se está a la defensiva hasta identificar a los colegas con los que se puede compartir el almuerzo, los cumpleaños y las confidencias. Se llega a tener aprecio por la gente que saca la tarea, se detesta con encono a todo finquero que demuestra su autoridad a gritos y humillaciones, pueden entablarse noviazgos en desafío al reglamento interno que prohíbe toda clase de intimidades entre compañeros de labores. Y así transcurre la existencia hasta que se emigra, previo amarre de una nueva colocación, o cae la orden fulminante de despido.
Creo que ya escribí acerca de la engañosa cercanía que ofrecen las redes sociales. Podemos enterarnos de qué comen, dónde andan, qué están haciendo e incluso a dónde salen de viaje los contactos que se agregan a destajo.
De vez en cuando tenemos atisbos de la gente que de veras nos importa y nos gustaría ver con frecuencia, a sabiendas de que les invadiríamos su tiempo y alteraríamos sus planes del fin de semana.
Todo se reduce a los saludos de cumpleaños y a los mensajes grabados enviados por el WhatsApp. Nada de pensar en juntarse en algún lugar para almorzar o tomar un café. El crecimiento de la zona metropolitana, junto a la carencia de un servicio eficiente y aceptable de transporte público, imponen sus distancias. Sólo queda desearles lo mejor cuando nos graduamos, se marchan o los despiden.