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Historias Urbanas: Cuenta invadida

Ya pasaron varios días sin notificaciones de que firmé algún pacto con hombres de negocios establecidos en Lagos, Nigeria, o me piden confirmación del cargamento de ropa que mandé a pedir a Colombo, Sri Lanka.

Invitado
06 de febrero, 2022
Cuenta invadida.Esta es la historia urbana de José Vicente Solórzano Aguilar.

Sé que no tenés redes sociales y tampoco usás celular. Aún así te escribo para compartirte mi experiencia cuando estuve a punto de quedarme sin mi perfil de Facebook y mi cuenta de WhatsApp.

Todo empezó cuando recibí aviso desde el perfil de uno de mis amigos de Cuba, pidiendo que le recibiera un par de mensajes que por alguna razón no entraban en su teléfono. Le dije que sí, las tarjetas para conectarse a internet les cuestan un dineral y no reciben algunos servicios. Te confieso que me llamó la atención que no me saludara con una de nuestras claves personales; lo atribuí a la prisa que tenía.

Recibo los dos mensajes, le mandé captura de pantalla según lo acordado, me preguntó si tenía cierta aplicación cuyo nombre olvidé, le dije que no. A los pocos minutos se interrumpió mi sesión de Facebook y cuando quise entrar de nuevo, me pidieron una nueva clave. Más tarde, me entró aviso a mi correo electrónico de que habían detectado actividad anómala en mi cuenta y la bloquearon.

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En ese momento fue que entré en alarma y corrí a revisar mi WhatsApp. Ninguno de mis contactos reporta peticiones anormales de dinero, fotos íntimas o insultos. Averigüé hasta dar con el método de los dos pasos para resguardar mi número. No fuera la de malas y al rato llegaran a buscarme por estar involucrado en estafas, saqueo de cuentas bancarias o cualquier otro negocio turbio.

Con el Facebook fue más complicado. Tenía que mandarles copia de mi identificación en tamaño mínimo de 1500 por mil pixeles, o algo así, para demostrarles que yo era el dueño del perfil. Me costó ajustar la foto escaneada hasta que mi hermana, que se recibió de diseñadora gráfica, me ayudó a hacerlo. La mandé, la aceptaron y recibí mensaje de que debía esperar 24 horas para que la verificaran.

Así que me quedé fuera del ciberespacio, o más bien de esa realidad virtual que se está inventando Mark Zuckerberg. No le puse mucho sentimiento a las imágenes que se podrían perder, apenas comparto mis andanzas y tuve que hablar muy seriamente con mi mujer para que dejara de subir fotos de los patojos.

Costaría mucho rehacer los contactos, pero a la vez me serviría para limpiar la cuenta de gente con la que perdí el contacto y ahí permanecen por pura inercia, en vez de armarme de valor para borrarlas. Desde luego, tendría que explicarles a los demás contactos que me hackearon la cuenta. Eso sí, se me complicaría el trabajo porque me gano la vida con el monitoreo de redes.

Mi hermana me comentó que a una amiga suya le pasó algo similar y esperó cuatro días para entrar de nuevo a su perfil. Conmigo fueron más benévolos: a la mañana siguiente estaba recibiendo las instrucciones para ingresar en mi cuenta. Costó un poco, dio error varias veces, hasta que al fin entré y comprobé que todo estaba como si nada. A los pocos minutos leí el mensaje colocado horas antes por mi amigo cubano, avisando que le habían invadido la cuenta y rechazaran todo mensaje que escribieran en su nombre. Para haberlo visto antes, me dije.

Ya pasaron varios días sin notificaciones de que firmé algún pacto con hombres de negocios establecidos en Lagos, Nigeria, o me piden confirmación del cargamento de ropa que mandé a pedir a Colombo, Sri Lanka. Al menos no me tocó rehacer todo de nuevo y me quedó de experiencia para detectar a los hackers. Palabra que no tienen nada que hacer.

Historias Urbanas: Cuenta invadida

Ya pasaron varios días sin notificaciones de que firmé algún pacto con hombres de negocios establecidos en Lagos, Nigeria, o me piden confirmación del cargamento de ropa que mandé a pedir a Colombo, Sri Lanka.

Invitado
06 de febrero, 2022
Cuenta invadida.Esta es la historia urbana de José Vicente Solórzano Aguilar.

Sé que no tenés redes sociales y tampoco usás celular. Aún así te escribo para compartirte mi experiencia cuando estuve a punto de quedarme sin mi perfil de Facebook y mi cuenta de WhatsApp.

Todo empezó cuando recibí aviso desde el perfil de uno de mis amigos de Cuba, pidiendo que le recibiera un par de mensajes que por alguna razón no entraban en su teléfono. Le dije que sí, las tarjetas para conectarse a internet les cuestan un dineral y no reciben algunos servicios. Te confieso que me llamó la atención que no me saludara con una de nuestras claves personales; lo atribuí a la prisa que tenía.

Recibo los dos mensajes, le mandé captura de pantalla según lo acordado, me preguntó si tenía cierta aplicación cuyo nombre olvidé, le dije que no. A los pocos minutos se interrumpió mi sesión de Facebook y cuando quise entrar de nuevo, me pidieron una nueva clave. Más tarde, me entró aviso a mi correo electrónico de que habían detectado actividad anómala en mi cuenta y la bloquearon.

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En ese momento fue que entré en alarma y corrí a revisar mi WhatsApp. Ninguno de mis contactos reporta peticiones anormales de dinero, fotos íntimas o insultos. Averigüé hasta dar con el método de los dos pasos para resguardar mi número. No fuera la de malas y al rato llegaran a buscarme por estar involucrado en estafas, saqueo de cuentas bancarias o cualquier otro negocio turbio.

Con el Facebook fue más complicado. Tenía que mandarles copia de mi identificación en tamaño mínimo de 1500 por mil pixeles, o algo así, para demostrarles que yo era el dueño del perfil. Me costó ajustar la foto escaneada hasta que mi hermana, que se recibió de diseñadora gráfica, me ayudó a hacerlo. La mandé, la aceptaron y recibí mensaje de que debía esperar 24 horas para que la verificaran.

Así que me quedé fuera del ciberespacio, o más bien de esa realidad virtual que se está inventando Mark Zuckerberg. No le puse mucho sentimiento a las imágenes que se podrían perder, apenas comparto mis andanzas y tuve que hablar muy seriamente con mi mujer para que dejara de subir fotos de los patojos.

Costaría mucho rehacer los contactos, pero a la vez me serviría para limpiar la cuenta de gente con la que perdí el contacto y ahí permanecen por pura inercia, en vez de armarme de valor para borrarlas. Desde luego, tendría que explicarles a los demás contactos que me hackearon la cuenta. Eso sí, se me complicaría el trabajo porque me gano la vida con el monitoreo de redes.

Mi hermana me comentó que a una amiga suya le pasó algo similar y esperó cuatro días para entrar de nuevo a su perfil. Conmigo fueron más benévolos: a la mañana siguiente estaba recibiendo las instrucciones para ingresar en mi cuenta. Costó un poco, dio error varias veces, hasta que al fin entré y comprobé que todo estaba como si nada. A los pocos minutos leí el mensaje colocado horas antes por mi amigo cubano, avisando que le habían invadido la cuenta y rechazaran todo mensaje que escribieran en su nombre. Para haberlo visto antes, me dije.

Ya pasaron varios días sin notificaciones de que firmé algún pacto con hombres de negocios establecidos en Lagos, Nigeria, o me piden confirmación del cargamento de ropa que mandé a pedir a Colombo, Sri Lanka. Al menos no me tocó rehacer todo de nuevo y me quedó de experiencia para detectar a los hackers. Palabra que no tienen nada que hacer.