Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

Historias Urbanas: Familia peluda o emplumada

Los gatos se convertían en juguetes para comprobar si era cierto que siempre caían en sus cuatro patas al lanzarlos al aire como pelotas. Loros y pericos eran condenados a prisión perpetua en jaulas.

Invitado
13 de febrero, 2022
Familia peluda o emplumada. Esta es la historia urbana de José Vicente Solórzano Aguilar.

Treinta años atrás, la mayoría de perros domésticos pasaban sus vidas adultas con la cadena al cuello. No podían entrar en la casa: quedaban expuestos al sol, la lluvia, el polvo, el lodo y el frío. Muchos morían sin conocer a otro de su especie. Aunque perdieran sus facultades físicas, el collar no se aflojaba.

Los gatos se convertían en juguetes para comprobar si era cierto que siempre caían en sus cuatro patas al lanzarlos al aire como pelotas. Loros y pericos eran condenados a prisión perpetua en jaulas que apenas se limpiaban; los mantenían a dieta de bolitas de masa de maíz y pan francés remojado en café. Se cuenta que llegan a vivir hasta los 80 años, bien podrían pertenecer a tres generaciones de la misma familia, pero al poco tiempo languidecían y se morían.

Con el tiempo se entendió que el perro, el gato y todo animal llegado al hogar es uno más de la familia. Las mejoras en el trato incluyeron mejor alimentación, servicios veterinarios y libertad de movimientos por los cuartos. Loros y pericos pudieron quedarse al aire libre, entre el jardín y los árboles, aunque debían cortarles las alas hasta que se acostumbraran a su permanencia entre los humanos.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

El único inconveniente es que se debe guardar duelo cada quince o dieciocho años, según la longevidad del perro o del gato de la casa. Resulta ingrato que las especies elegidas como animales de compañía tengan un ciclo de vida tan corto. Mayor razón para darles todo el bienestar posible hasta que llegue la hora de buscarles espacio en el cementerio de mascotas (si se cuenta con membresía) o el patio de la casa (si lo tiene). Nada de enterrarlos en macetas (si caben) o meterlos dentro de una bolsa para que vayan a dar al basurero.

Por eso no hay que hacer caso de los comentarios acerca de que reemplazan a los hijos. Esa costumbre viene desde hace tiempo. No olvidemos las historias de los millonarios sin descendencia que declaran a sus mascotas como herederas de la fortuna ansiada por sobrinos, nietos y demás parientes remotos que se acercaron a visitarlos para ver si pescaban algo.

 

Historias Urbanas: Familia peluda o emplumada

Los gatos se convertían en juguetes para comprobar si era cierto que siempre caían en sus cuatro patas al lanzarlos al aire como pelotas. Loros y pericos eran condenados a prisión perpetua en jaulas.

Invitado
13 de febrero, 2022
Familia peluda o emplumada. Esta es la historia urbana de José Vicente Solórzano Aguilar.

Treinta años atrás, la mayoría de perros domésticos pasaban sus vidas adultas con la cadena al cuello. No podían entrar en la casa: quedaban expuestos al sol, la lluvia, el polvo, el lodo y el frío. Muchos morían sin conocer a otro de su especie. Aunque perdieran sus facultades físicas, el collar no se aflojaba.

Los gatos se convertían en juguetes para comprobar si era cierto que siempre caían en sus cuatro patas al lanzarlos al aire como pelotas. Loros y pericos eran condenados a prisión perpetua en jaulas que apenas se limpiaban; los mantenían a dieta de bolitas de masa de maíz y pan francés remojado en café. Se cuenta que llegan a vivir hasta los 80 años, bien podrían pertenecer a tres generaciones de la misma familia, pero al poco tiempo languidecían y se morían.

Con el tiempo se entendió que el perro, el gato y todo animal llegado al hogar es uno más de la familia. Las mejoras en el trato incluyeron mejor alimentación, servicios veterinarios y libertad de movimientos por los cuartos. Loros y pericos pudieron quedarse al aire libre, entre el jardín y los árboles, aunque debían cortarles las alas hasta que se acostumbraran a su permanencia entre los humanos.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

El único inconveniente es que se debe guardar duelo cada quince o dieciocho años, según la longevidad del perro o del gato de la casa. Resulta ingrato que las especies elegidas como animales de compañía tengan un ciclo de vida tan corto. Mayor razón para darles todo el bienestar posible hasta que llegue la hora de buscarles espacio en el cementerio de mascotas (si se cuenta con membresía) o el patio de la casa (si lo tiene). Nada de enterrarlos en macetas (si caben) o meterlos dentro de una bolsa para que vayan a dar al basurero.

Por eso no hay que hacer caso de los comentarios acerca de que reemplazan a los hijos. Esa costumbre viene desde hace tiempo. No olvidemos las historias de los millonarios sin descendencia que declaran a sus mascotas como herederas de la fortuna ansiada por sobrinos, nietos y demás parientes remotos que se acercaron a visitarlos para ver si pescaban algo.