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Historias Urbanas: Fuera máscaras

Todo riesgo de verse multado al no portar la mascarilla se convirtió en un recuerdo y una anécdota más.

El uso de mascarilla fue obligatorio durante lo más complicado de la pandemia.
Invitado
06 de noviembre, 2022
Fuera máscaras. Literatura, música, historia y asuntos cotidianos, hallará en el blog dominical de José Vicente Solórzano Aguilar.

Pues bien, las mascarillas para protegerse de posibles contagios de covid-19 y demás enfermedades virales dejaron de cubrir los rostros de la mayoría de personas que salen a hacer sus mandados a la calle.

En ocasiones calculo que la mitad de la gente que me encuentro camino a hacer mis compras anda con su mascarilla puesta. Otras veces se reduce a un tercio y hay lugares, sobre todo en los pueblos de la costa sur, donde todos los peatones ya andaban a cara descubierta desde hace meses. Todavía quedamos varios cautelosos, entre los que sobrevivimos al contagio y los que prefieren guardarse por aquellos de las dudas.

Todo riesgo de verse multado al no portar la mascarilla se convirtió en un recuerdo y una anécdota más. Ya no digamos el peligro de ir a prisión si el toque de queda lo sorprendía a uno aunque estuviera a dos segundos de abrir la puerta de su casa. La hoja de vida se manchaba sin querer.

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Las actividades populares como el desfile de fieros de Villa Nueva, las fiestas de disfraces y la exhibición de barriletes gigantes en Sumpango, Santiago Sacatepéquez y Santa María Cauqué volvieron a atraer a centenares de personas. Prevaleció la alegría por retomar las tradiciones, divertirse en las calles y demostrar su creatividad. También se volvió a compartir los alimentos favoritos de los difuntos en los cementerios, aparte de llevarles su serenata y adornarles sus nichos.

Es de esperar que la mayoría de trabajadores que atienden a los clientes en gasolineras, almacenes y supermercados se liberen del suplicio de portar la mascarilla durante todo su turno laboral. Y mucho me gustaría que la gente que tiene el hábito de masticar su chicle a boca abierta tuviera el decoro de ponérsela. Nos ahorrarían el feo espectáculo que ofrecen sin consideración alguna para sus semejantes.

 

Historias Urbanas: Fuera máscaras

Todo riesgo de verse multado al no portar la mascarilla se convirtió en un recuerdo y una anécdota más.

El uso de mascarilla fue obligatorio durante lo más complicado de la pandemia.
Invitado
06 de noviembre, 2022
Fuera máscaras. Literatura, música, historia y asuntos cotidianos, hallará en el blog dominical de José Vicente Solórzano Aguilar.

Pues bien, las mascarillas para protegerse de posibles contagios de covid-19 y demás enfermedades virales dejaron de cubrir los rostros de la mayoría de personas que salen a hacer sus mandados a la calle.

En ocasiones calculo que la mitad de la gente que me encuentro camino a hacer mis compras anda con su mascarilla puesta. Otras veces se reduce a un tercio y hay lugares, sobre todo en los pueblos de la costa sur, donde todos los peatones ya andaban a cara descubierta desde hace meses. Todavía quedamos varios cautelosos, entre los que sobrevivimos al contagio y los que prefieren guardarse por aquellos de las dudas.

Todo riesgo de verse multado al no portar la mascarilla se convirtió en un recuerdo y una anécdota más. Ya no digamos el peligro de ir a prisión si el toque de queda lo sorprendía a uno aunque estuviera a dos segundos de abrir la puerta de su casa. La hoja de vida se manchaba sin querer.

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Es de esperar que la mayoría de trabajadores que atienden a los clientes en gasolineras, almacenes y supermercados se liberen del suplicio de portar la mascarilla durante todo su turno laboral. Y mucho me gustaría que la gente que tiene el hábito de masticar su chicle a boca abierta tuviera el decoro de ponérsela. Nos ahorrarían el feo espectáculo que ofrecen sin consideración alguna para sus semejantes.