Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

Historias Urbanas: Las últimas pericas

Así se estuvieron hasta que emigraron a otro lugar, lejos del humo proveniente de los camiones, tráileres, carros y motos que atraviesan la calzada Raúl Aguilar Batres a cualquier hora del día y de la noche.

Las pericas alegran el atardecer de las ciudades donde pueden anidar.
Invitado
02 de octubre, 2022
Las últimas pericas. Literatura, música, historia y asuntos cotidianos, hallará en el blog dominical de José Vicente Solórzano Aguilar.

Al atardecer, camino a tomar el transmetro, me encuentro con la bulla armada por las últimas pericas silvestres. Vuelan hacia sus nidos ubicados en algún lugar de la capital que todavía conserva algo de bosques y área verde. El grupo principal marcha en dirección oeste, seguido de tres o cuatro rezagadas

Sin ser muy abundantes, las bandadas que se apreciaban hace diez o quince años alcanzaban a extenderse por media cuadra. Esa impresión me daba mientras las veía atravesar el cielo entre su griterío. Ahora me recuerdo de la colonia de pericas que encontró su hogar en los eucaliptos sembrados en las afueras de la fábrica de gelatinas Imperial, justo en el límite territorial entre la Ciudad de Guatemala y Villa Nueva.

Las aves se las arreglaron para ubicarse entre las ramas de un árbol poco apto para la construcción de nidos. Antes de que oscureciera se habían reunido todas, cada quien en su eucalipto, para reactivarse a la madrugada siguiente. Daba la impresión de que las hojas cobraban vida y movimiento. Así se estuvieron hasta que emigraron a otro lugar, lejos del humo proveniente de los camiones, tráileres, carros y motos que atraviesan la calzada Raúl Aguilar Batres a cualquier hora del día y de la noche.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Ahora sólo queda un puñado de supervivientes que se refugian en los sitios más inaccesibles de los barrancos y en lo más alto de los árboles para evitar a sus depredadores y a los seres humanos que insisten en atraparlas para venderlas como mascotas. Han de fatigarse en largas jornadas de vuelo en busca de los frutos que les sirven de alimento y del agua estancada donde beben. Pertenecen al remanente de fauna que se mantiene en el área urbana junto a los pájaros carpinteros, los tacuacines, las ardillas, los zanates y los colibríes.

Mucho me temo que se reducirán a contadas parejas para asegurar la supervivencia de la especie y terminen con uno o dos ejemplares tan solitarios como ese objeto redondo, del tamaño de un balón de futbol con tentáculos, que divisa el Viajero del Tiempo imaginado por el novelista inglés Herbert George Wells entre las aguas de una Tierra moribunda situada a 30 millones de años de distancia en el futuro. Esos ejemplares seguirán la ruta de sus mayores hasta su último aleteo.

Historias Urbanas: Las últimas pericas

Así se estuvieron hasta que emigraron a otro lugar, lejos del humo proveniente de los camiones, tráileres, carros y motos que atraviesan la calzada Raúl Aguilar Batres a cualquier hora del día y de la noche.

Las pericas alegran el atardecer de las ciudades donde pueden anidar.
Invitado
02 de octubre, 2022
Las últimas pericas. Literatura, música, historia y asuntos cotidianos, hallará en el blog dominical de José Vicente Solórzano Aguilar.

Al atardecer, camino a tomar el transmetro, me encuentro con la bulla armada por las últimas pericas silvestres. Vuelan hacia sus nidos ubicados en algún lugar de la capital que todavía conserva algo de bosques y área verde. El grupo principal marcha en dirección oeste, seguido de tres o cuatro rezagadas

Sin ser muy abundantes, las bandadas que se apreciaban hace diez o quince años alcanzaban a extenderse por media cuadra. Esa impresión me daba mientras las veía atravesar el cielo entre su griterío. Ahora me recuerdo de la colonia de pericas que encontró su hogar en los eucaliptos sembrados en las afueras de la fábrica de gelatinas Imperial, justo en el límite territorial entre la Ciudad de Guatemala y Villa Nueva.

Las aves se las arreglaron para ubicarse entre las ramas de un árbol poco apto para la construcción de nidos. Antes de que oscureciera se habían reunido todas, cada quien en su eucalipto, para reactivarse a la madrugada siguiente. Daba la impresión de que las hojas cobraban vida y movimiento. Así se estuvieron hasta que emigraron a otro lugar, lejos del humo proveniente de los camiones, tráileres, carros y motos que atraviesan la calzada Raúl Aguilar Batres a cualquier hora del día y de la noche.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Ahora sólo queda un puñado de supervivientes que se refugian en los sitios más inaccesibles de los barrancos y en lo más alto de los árboles para evitar a sus depredadores y a los seres humanos que insisten en atraparlas para venderlas como mascotas. Han de fatigarse en largas jornadas de vuelo en busca de los frutos que les sirven de alimento y del agua estancada donde beben. Pertenecen al remanente de fauna que se mantiene en el área urbana junto a los pájaros carpinteros, los tacuacines, las ardillas, los zanates y los colibríes.

Mucho me temo que se reducirán a contadas parejas para asegurar la supervivencia de la especie y terminen con uno o dos ejemplares tan solitarios como ese objeto redondo, del tamaño de un balón de futbol con tentáculos, que divisa el Viajero del Tiempo imaginado por el novelista inglés Herbert George Wells entre las aguas de una Tierra moribunda situada a 30 millones de años de distancia en el futuro. Esos ejemplares seguirán la ruta de sus mayores hasta su último aleteo.