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Historias Urbanas: Marcha nocturna

Lo primero que se me vino a la mente es que formaban parte de la porra de Municipal o Comunicaciones. Pero nada que ver, la final del torneo Clausura fue el domingo.

Invitado
05 de junio, 2022
Marcha nocturna. Esta es la historia urbana de José Vicente Solórzano Aguilar. 

Fue a eso de las diez de la noche. Trataba de conciliar el sueño. Ya saben, al otro día hay que madrugar si se quieren evitar los reportes o llamados de atención en el chance.

Estaba en la etapa de cambiarme de un lado a otro de la cama para agarrar el lado frío de las sábanas cuando escuché tremendo alboroto en la calle.

Se venía acercando poco a poco. En breve pasó de barullo indescriptible al ruido armado por varios patojos con sus redoblantes y sus bombos.

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Lo primero que se me vino a la mente es que formaban parte de la porra de Municipal o Comunicaciones. Pero nada que ver, la final del torneo Clausura fue el domingo.

Después me dije: «¿será que ya empezaron los ensayos para el desfile del 15 de septiembre, que seguro será autorizado porque todos fuimos responsables y completamos nuestro esquema de vacunación?».

No había escuchado que anunciaran algún torneo de básquetbol en la cancha que está como a siete cuadras de donde vivo, que yo recordara.

Lo cierto que los patojos se acercaban dando batería como si hicieran su examen de admisión para unirse a Les Tambours du Bronx, el grupo de percusionistas franceses que acompañó a la formación actual de Sepultura en varios de sus conciertos.

No se limitaban a aporrear los cueros. También se reían e intercambiaban bromas. Señal de que están bien alimentados y por eso les dan permiso para que se estén hasta tarde en la calle.

Los tamborileros siguieron su marcha, como si acompañaran a una procesión o continuaran su camino al estadio para apoyar al equipo de sus amores, dando batería como si fueran las doce de la tarde y estuvieran a campo abierto, sin alterar el sueño de los vecinos.

Historias Urbanas: Marcha nocturna

Lo primero que se me vino a la mente es que formaban parte de la porra de Municipal o Comunicaciones. Pero nada que ver, la final del torneo Clausura fue el domingo.

Invitado
05 de junio, 2022
Marcha nocturna. Esta es la historia urbana de José Vicente Solórzano Aguilar. 

Fue a eso de las diez de la noche. Trataba de conciliar el sueño. Ya saben, al otro día hay que madrugar si se quieren evitar los reportes o llamados de atención en el chance.

Estaba en la etapa de cambiarme de un lado a otro de la cama para agarrar el lado frío de las sábanas cuando escuché tremendo alboroto en la calle.

Se venía acercando poco a poco. En breve pasó de barullo indescriptible al ruido armado por varios patojos con sus redoblantes y sus bombos.

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Lo primero que se me vino a la mente es que formaban parte de la porra de Municipal o Comunicaciones. Pero nada que ver, la final del torneo Clausura fue el domingo.

Después me dije: «¿será que ya empezaron los ensayos para el desfile del 15 de septiembre, que seguro será autorizado porque todos fuimos responsables y completamos nuestro esquema de vacunación?».

No había escuchado que anunciaran algún torneo de básquetbol en la cancha que está como a siete cuadras de donde vivo, que yo recordara.

Lo cierto que los patojos se acercaban dando batería como si hicieran su examen de admisión para unirse a Les Tambours du Bronx, el grupo de percusionistas franceses que acompañó a la formación actual de Sepultura en varios de sus conciertos.

No se limitaban a aporrear los cueros. También se reían e intercambiaban bromas. Señal de que están bien alimentados y por eso les dan permiso para que se estén hasta tarde en la calle.

Los tamborileros siguieron su marcha, como si acompañaran a una procesión o continuaran su camino al estadio para apoyar al equipo de sus amores, dando batería como si fueran las doce de la tarde y estuvieran a campo abierto, sin alterar el sueño de los vecinos.