Paul McCartney cumple 80 años. Toma posesión del asiento que le corresponde dentro del club de músicos octogenarios inaugurado por Jerry Lee Lewis en 2015. Dos espacios están clausurados con sendos moños negros: pertenecieron a Ginger Baker y Charlie Watts, fallecidos a las pocas semanas de su ingreso.
El 5 de febrero le precedió Graham Nash, el 5 de abril ingresó Allan Clarke (los dos representaron a The Hollies) y el 19 de abril se asomó el tecladista Alan Price. Dentro de dos días se admitirá a Brian Wilson.
Arthur Brown prenderá el salón en llamas el 24 de junio y el 3 de septiembre se recibirá a Al Jardine. Andy Summers completa la lista el 31 de diciembre. El tiempo dirá si llegan a vivir hasta los 111 años del inglés Henry John Patch, el último soldado en pie de la Primera Guerra Mundial, o los 108 años del cubano Juan Fajardo Vega, el último mambí de la guerra de independencia librada de 1895 a 1898 contra España.
La mayoría de los supervivientes de la promoción nacida en 1942 aún se mantiene activa. A veces graban nuevos discos y defienden sus nuevas propuestas ante el público que espera con impaciencia las mismas canciones de siempre. Es inevitable: los recién incorporados al club de músicos octogenarios crearon los sonidos que atraparon a buena parte de la juventud dispersa en Europa, América, el Caribe, Suráfrica, Australia, Nueva Zelanda y Japón junto a Brian Jones, Jimi Hendrix y Lou Reed, los primeros en partir.
Ellos se ganan nuestro afecto, los sentimos cercanos. Son los amigos que apartan su tiempo para escucharnos, los parientes que no tenemos en nuestras familias; deploramos que no los contraten para presentarse en concierto por estos rumbos; lloraremos sus muertes a moco tendido, a lágrima viva o como una Magdalena cuando les llegue su hora, por mucho que nos hagamos los fuertes. Tal es la importancia que les concedemos; no hace falta compartir los apellidos.
Y por esa razón nos apuntamos a celebrar el cumpleaños de Paul McCartney con la escucha de sus canciones, agradecidos porque parte de nuestras existencias coincidió con su andar por este mundo material. A una semana de recibir los parabienes de parte de su círculo más inmediato, cerrará el cartel preparado para el segundo día del festival de Glastonbury 2022.
Sólo el cese de las funciones vitales pondrá fin a la carrera que empezó en 1957, cuando impresionó a ese patojo arrogante que evitaba ponerse sus lentes con tal de que que no le hicieran burla por cegatón y perdiera el ascendiente que ejercía entre los alumnos de la Quarry Bank Grammar School. Primero se observan con recelo, luego descubren sus afinidades, se hacen amigos: se les juntan más cuates, salen en tropa a la calle. Forman un equipo de futbol y llegan hasta la final del campeonato; arman una banda con los primeros instrumentos que encuentran y de repente les sale contrato para tocar fuera del país. Nunca se imaginaron lo que vendría después. John Lennon y George Harrison hacen falta, Ringo Starr y Paul McCartney siguen aquí. Y eso se agradece.
Paul McCartney cumple 80 años. Toma posesión del asiento que le corresponde dentro del club de músicos octogenarios inaugurado por Jerry Lee Lewis en 2015. Dos espacios están clausurados con sendos moños negros: pertenecieron a Ginger Baker y Charlie Watts, fallecidos a las pocas semanas de su ingreso.
El 5 de febrero le precedió Graham Nash, el 5 de abril ingresó Allan Clarke (los dos representaron a The Hollies) y el 19 de abril se asomó el tecladista Alan Price. Dentro de dos días se admitirá a Brian Wilson.
Arthur Brown prenderá el salón en llamas el 24 de junio y el 3 de septiembre se recibirá a Al Jardine. Andy Summers completa la lista el 31 de diciembre. El tiempo dirá si llegan a vivir hasta los 111 años del inglés Henry John Patch, el último soldado en pie de la Primera Guerra Mundial, o los 108 años del cubano Juan Fajardo Vega, el último mambí de la guerra de independencia librada de 1895 a 1898 contra España.
La mayoría de los supervivientes de la promoción nacida en 1942 aún se mantiene activa. A veces graban nuevos discos y defienden sus nuevas propuestas ante el público que espera con impaciencia las mismas canciones de siempre. Es inevitable: los recién incorporados al club de músicos octogenarios crearon los sonidos que atraparon a buena parte de la juventud dispersa en Europa, América, el Caribe, Suráfrica, Australia, Nueva Zelanda y Japón junto a Brian Jones, Jimi Hendrix y Lou Reed, los primeros en partir.
Ellos se ganan nuestro afecto, los sentimos cercanos. Son los amigos que apartan su tiempo para escucharnos, los parientes que no tenemos en nuestras familias; deploramos que no los contraten para presentarse en concierto por estos rumbos; lloraremos sus muertes a moco tendido, a lágrima viva o como una Magdalena cuando les llegue su hora, por mucho que nos hagamos los fuertes. Tal es la importancia que les concedemos; no hace falta compartir los apellidos.
Y por esa razón nos apuntamos a celebrar el cumpleaños de Paul McCartney con la escucha de sus canciones, agradecidos porque parte de nuestras existencias coincidió con su andar por este mundo material. A una semana de recibir los parabienes de parte de su círculo más inmediato, cerrará el cartel preparado para el segundo día del festival de Glastonbury 2022.
Sólo el cese de las funciones vitales pondrá fin a la carrera que empezó en 1957, cuando impresionó a ese patojo arrogante que evitaba ponerse sus lentes con tal de que que no le hicieran burla por cegatón y perdiera el ascendiente que ejercía entre los alumnos de la Quarry Bank Grammar School. Primero se observan con recelo, luego descubren sus afinidades, se hacen amigos: se les juntan más cuates, salen en tropa a la calle. Forman un equipo de futbol y llegan hasta la final del campeonato; arman una banda con los primeros instrumentos que encuentran y de repente les sale contrato para tocar fuera del país. Nunca se imaginaron lo que vendría después. John Lennon y George Harrison hacen falta, Ringo Starr y Paul McCartney siguen aquí. Y eso se agradece.