El miércoles de la semana pasada me llamó mi papá, todo triste, porque que el día antes fue el entierro de Clint Eastwood según se enteró en Internet. Conviene aclararlo: mi papá se enganchó a la red desde que compró su primer teléfono con suficiente memoria para acumular fotografías, videos, aplicaciones y datos.

No hombre, le dije, Clint Eastwood sigue vivo, acaba de cumplir 93 años. Le mandé un par de noticias donde se homenajeaba la trayectoria del actor y director de tanta buena cinta como The Unforgiven, Million Dollar Baby, Invictus y Gran Torino.

Hablamos de qué pasó con ese dolor de espalda que le va y viene sin que los médicos le atinen con el diagnóstico, pregunté cómo está mi mamá, y quedé en visitarlos el domingo.

Para el viernes volvió a llamarme para preguntarme, todo preocupado, si era cierto que Lupe Esparza (el cantante de Bronco, después solista, después cantante de El Gigante de América y de nuevo el cantante de Bronco tras recuperar los derechos del nombre) se había muerto.

Mis vecinos ya se habrían encargado de hacérmelo saber, le dije. Estarían repasando el cancionero de Bronco a todo volumen, hasta bien entrada la madrugada, mientras se beben sus litros de cerveza y cantan a grito destemplado. De plano sigue vivo y en plena producción. Siempre confirmé que los paso a visitar este domingo, ¿cómo seguiste de la espalda? Pues ya mejor, le recomendaron que hiciera menos esfuerzo en la casa y evite acarrear objetos pesados.

Ahí siguen las noticias falsas haciendo de las suyas, me dije. Si uno de esos personajes con miles de seguidores a sus pies echa a rodar rumores a través de sus cuentas de Facebook, Youtube y Twitter, a los pocos segundos se arma tremenda avalancha.

Los incautos guardan luto anticipado por sus artistas favoritos; los incrédulos lamentan que la gente se deje traer de corbata. Así nos mantienen hasta que echen a rodar la próxima bola y nos toque desviarnos de nuestros quehaceres diarios para comprobar o desmentir la historia.