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Historias Urbanas: ¿Será un ánima en pena?

Desde hace días estoy convencido de que el hombre de gorra, mascarilla, sudadero, pantalón y zapatos que alguna vez fueron negros, hoy reducidos a un gris desteñido por tantos restregados sobre la piedra del lavadero, es un ánima en pena.

Fotos con fines ilustrativos.
Invitado
26 de marzo, 2023
¿Será un ánima en pena? Literatura, música, historia y asuntos cotidianos, hallará en el blog dominical de José Vicente Solórzano Aguilar.

A menos que me convenza su superioridad numérica, respaldada con cuchillo o pistola en mano, no le doy dinero a quien lo pida en la calle o suba a exigirlo en los buses. Aparte es la caridad para el agobiado por las necesidades y aparte es ceder al chantaje de los pedigüeños. Sigo esta distinción desde que me encontré de lo más campante, dándose su buen almuerzo, a la señora desesperada porque no juntaba para su pasaje de vuelta a Puerto Barrios y yo me sentí mal al no poderla ayudar.

Pero desde hace días estoy convencido de que el hombre de gorra, mascarilla, sudadero, pantalón y zapatos que alguna vez fueron negros, hoy reducidos a un gris desteñido por tantos restregados sobre la piedra del lavadero, es un ánima en pena. Quizá mis lectores lo habrán visto mientras pide limosna en el Paseo de la Sexta, entre la décima y la doce calle de la zona 1; en la Central de Mayoreo, cerca del estacionamiento de los buses que van para Villa Nueva y Amatitlán, o en la 29 calle de la zona 12, bordeando la colonia El Carmen, rumbo a la Universidad de San Carlos.

Apenas distingo al Hombre de Negro, me desplazo a la orilla opuesta de la calle o le digo en términos ásperos que no puedo ayudarlo. Pero su persistencia a pesar de los rechazos —la gente se aparta, nunca he visto que alguien le entregue una moneda— me llamó la atención y paso buen rato observándolo. Me recuerda a los enamorados a prueba de humillaciones y desaires, seguros de que al final obtendrán el tan anhelado «sí, te acepto».

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En la tradición oral compartida por varios países, Guatemala entre ellos, se habla de las ánimas obligadas a penar por el mundo material hasta que son liberadas gracias a las misas oficiadas en su intercesión. En ocasiones se debe al tesoro hallado dentro de una casa colonial en ruinas. o al pie de un árbol frondoso; se garantiza la plena posesión de las monedas de oro y plata si se mandan a hacer las misas. En otras, el ánima supera su largo período penitencial cuando uno de tantos caminantes se detiene, le presta atención y sigue las instrucciones para ayudarle a encontrar la paz.

Por supuesto, sería exagerado suponer que el Hombre de Negro es un ánima de verdad. Me permití ese juego para captar la atención de mis lectores. Pero de que tiene una o varias penas, las tiene; quizás se vean aliviadas de una vez si alguien se compadece y le tiende la mano. Recuerdo que ya lo comenté en este espacio: hoy estamos en la zona media o alta de la rueda de la fortuna, mañana caemos a la zona de descenso y no hay repechaje que nos salve, a menos que alguien nos salve del naufragio.

Historias Urbanas: ¿Será un ánima en pena?

Desde hace días estoy convencido de que el hombre de gorra, mascarilla, sudadero, pantalón y zapatos que alguna vez fueron negros, hoy reducidos a un gris desteñido por tantos restregados sobre la piedra del lavadero, es un ánima en pena.

Fotos con fines ilustrativos.
Invitado
26 de marzo, 2023
¿Será un ánima en pena? Literatura, música, historia y asuntos cotidianos, hallará en el blog dominical de José Vicente Solórzano Aguilar.

A menos que me convenza su superioridad numérica, respaldada con cuchillo o pistola en mano, no le doy dinero a quien lo pida en la calle o suba a exigirlo en los buses. Aparte es la caridad para el agobiado por las necesidades y aparte es ceder al chantaje de los pedigüeños. Sigo esta distinción desde que me encontré de lo más campante, dándose su buen almuerzo, a la señora desesperada porque no juntaba para su pasaje de vuelta a Puerto Barrios y yo me sentí mal al no poderla ayudar.

Pero desde hace días estoy convencido de que el hombre de gorra, mascarilla, sudadero, pantalón y zapatos que alguna vez fueron negros, hoy reducidos a un gris desteñido por tantos restregados sobre la piedra del lavadero, es un ánima en pena. Quizá mis lectores lo habrán visto mientras pide limosna en el Paseo de la Sexta, entre la décima y la doce calle de la zona 1; en la Central de Mayoreo, cerca del estacionamiento de los buses que van para Villa Nueva y Amatitlán, o en la 29 calle de la zona 12, bordeando la colonia El Carmen, rumbo a la Universidad de San Carlos.

Apenas distingo al Hombre de Negro, me desplazo a la orilla opuesta de la calle o le digo en términos ásperos que no puedo ayudarlo. Pero su persistencia a pesar de los rechazos —la gente se aparta, nunca he visto que alguien le entregue una moneda— me llamó la atención y paso buen rato observándolo. Me recuerda a los enamorados a prueba de humillaciones y desaires, seguros de que al final obtendrán el tan anhelado «sí, te acepto».

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En la tradición oral compartida por varios países, Guatemala entre ellos, se habla de las ánimas obligadas a penar por el mundo material hasta que son liberadas gracias a las misas oficiadas en su intercesión. En ocasiones se debe al tesoro hallado dentro de una casa colonial en ruinas. o al pie de un árbol frondoso; se garantiza la plena posesión de las monedas de oro y plata si se mandan a hacer las misas. En otras, el ánima supera su largo período penitencial cuando uno de tantos caminantes se detiene, le presta atención y sigue las instrucciones para ayudarle a encontrar la paz.

Por supuesto, sería exagerado suponer que el Hombre de Negro es un ánima de verdad. Me permití ese juego para captar la atención de mis lectores. Pero de que tiene una o varias penas, las tiene; quizás se vean aliviadas de una vez si alguien se compadece y le tiende la mano. Recuerdo que ya lo comenté en este espacio: hoy estamos en la zona media o alta de la rueda de la fortuna, mañana caemos a la zona de descenso y no hay repechaje que nos salve, a menos que alguien nos salve del naufragio.