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Historias Urbanas: «Siempre me asomo a ver qué sale y más de algo sale»

A veces me paso sentado buen rato frente a la pantalla, medio tecleo algo, lo borro, y así se me van los sábados. Pero de repente aparece un hilito, comienzo a tirar de ese hilito y cuando siento ya llené tres cuartos de página.

.
Invitado
05 de febrero, 2023
«Siempre me asomo a ver qué sale y más de algo sale» Entrevista conmigo mismo. Literatura, música, historia y asuntos cotidianos, hallará en el blog dominical de José Vicente Solórzano Aguilar.

¿Por qué no se toca la política en el espacio nombrado «Historias urbanas»?

Porque hay gente con mejor capacidad de análisis para detectar esas maniobras y movimientos que ocurren detrás del telón. Es un terreno espinoso: si me arrebato y salgo corriendo descalzo, resulto pinchado por todas partes. No quiero hacer señalamientos sin tener pruebas que lo sustenten y pasar por la vergüenza del derecho de aclaración, aparte de exponerme a las citaciones judiciales por manchar el buen nombre y la reputación (y salió en rima) del funcionario aludido.

¿No será que estás esquivando el bulto, vos?

Para nada. Conozco mis limitaciones. Escribiría análisis políticos si hubiera estudiado una carrera afín en la universidad o mis lecturas me condujeran por ese rumbo. Aparte, la mala administración pública hace rabiar por gusto a la gente y conviene hablarle de asuntos que les sean más cercanos. Si consigo hacerla pensar acerca de esos asuntos, mejor todavía.

¿A qué asuntos te referís?

Bueno, tener que estar de pie a las dos de la madrugada para llegar con un poco de suerte a las seis al lugar donde trabajamos (si es que aún estamos a sueldo en alguna institución o empresa) para medio dormitar un poco y sacar la tarea diaria. Los personajes que uno se encuentra en lo que queda del servicio de transporte urbano en la capital y las camionetas que van a los municipios cercanos. La gente que anda viendo como le tira el sablazo a los demás para sacarles unas cuantas monedas de a quetzal o la billetera entera, si no se fijan. Lo que me contaba mi tío Juvenal y lo que me cuenta mi primo Reinaldo acerca de lo que pasa en mi pueblo natal. Los ciclistas que invaden las banquetas y los motoristas…

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Justo de eso quería hablarte (disculpá que te interrumpa). En varias de tus colaboraciones noto cierta reiteración a criticar la conducta de ciclistas y motoristas. ¿Tenés algo en su contra?

¿Y vos me lo preguntás cuando me contaste el otro día que por un poco y un ciclista te pasa aventando frente al Palacio Nacional? Mirá, a riesgo de ser monotemático no dejo de darle vueltas y vueltas al problema que representan los motoristas. Trato de entender por qué una persona como vos y yo se convierte en un energúmeno y aspirante a la corona del Rey de los Caminos apenas se encarama a su moto, le da el primer estartazo y sale disparado a su destino. ¿Será que tiene prisa por llegar a tiempo al reparto de la herencia, cobrar venganza contra su pareja por quemarle el rancho o quiere salir despedazado en la primera plana de los periódicos que aún circulan en el país? ¿Será que los aceites y los carburantes que penetran en la piel de motoristas y mecánicos cuando manipulan ruedas y cadenas a la hora de arreglar las motos contienen sustancias que les anulan el sentido común, la empatía con el prójimo y la prudencia? Considero que son síntomas de la descomposición social que nos aflige y nos recuerdan la carencia de un sistema de transporte urbano digno de ese nombre. La moto es el carro del pobre: ves amontonados al papá, la mamá y los tres hijos (cuatro si se cuenta al que se gesta en el vientre de la madre), los tíos y los sobrinos, jóvenes y jovencitas (acá si aplica la distinción de género) como si se propusieran igualar o rebasar el récord Guinness.

También noto que hace tiempo no publicás tus cuestionarios a escritores guatemaltecos o reseñas de sus libros.

Un poco por pereza, un poco por las dudas en que caí después de que mi penúltimo entrevistado objetara mi método basado en el cuestionario ideado por JL Perdomo Orellana (busquen su libro La última y nos vamos, recomiendo la primera edición). Pero ya estoy recobrando energías para proseguirlo. Creo necesario encontrar al lector con los buenos libros que se publican al margen de las modas, las tendencias y las escuelas. Mi corrector Eddy Roma demoró tres correos en comentarme (se pasa de cauteloso) que algunos lectores le objetaron la no presencia de mujeres entre los entrevistados y reseñados. ¿Acaso las estoy invisibilizando, trabajo al servicio de la sociedad patriarcal, o qué? Pues no, sucede que no tengo los contactos y ya se me adelantaron en entrevistar a Ruth Vaides; sólo me queda comentar su más reciente libro de poemas. Aparte, siempre les recuerdo que la inequidad no se resuelve con repartir cuotas de mita-mita cada uno, ni con hacer pedazos el idioma español.

Me comentaste que a veces no tenés idea de qué vas a escribir. ¿Seguís con esos bloqueos?

Pues sí. A veces me paso sentado buen rato frente a la pantalla, medio tecleo algo, lo borro, y así se me van los sábados. Pero de repente aparece un hilito, comienzo a tirar de ese hilito y cuando siento ya llené tres cuartos de página. Suficientes para que la colaboración no parezca una breve estampa costumbrista y tenga algo de sustancia. Siempre me asomo a ver qué sale y más de algo sale.

Historias Urbanas: «Siempre me asomo a ver qué sale y más de algo sale»

A veces me paso sentado buen rato frente a la pantalla, medio tecleo algo, lo borro, y así se me van los sábados. Pero de repente aparece un hilito, comienzo a tirar de ese hilito y cuando siento ya llené tres cuartos de página.

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Invitado
05 de febrero, 2023
«Siempre me asomo a ver qué sale y más de algo sale» Entrevista conmigo mismo. Literatura, música, historia y asuntos cotidianos, hallará en el blog dominical de José Vicente Solórzano Aguilar.

¿Por qué no se toca la política en el espacio nombrado «Historias urbanas»?

Porque hay gente con mejor capacidad de análisis para detectar esas maniobras y movimientos que ocurren detrás del telón. Es un terreno espinoso: si me arrebato y salgo corriendo descalzo, resulto pinchado por todas partes. No quiero hacer señalamientos sin tener pruebas que lo sustenten y pasar por la vergüenza del derecho de aclaración, aparte de exponerme a las citaciones judiciales por manchar el buen nombre y la reputación (y salió en rima) del funcionario aludido.

¿No será que estás esquivando el bulto, vos?

Para nada. Conozco mis limitaciones. Escribiría análisis políticos si hubiera estudiado una carrera afín en la universidad o mis lecturas me condujeran por ese rumbo. Aparte, la mala administración pública hace rabiar por gusto a la gente y conviene hablarle de asuntos que les sean más cercanos. Si consigo hacerla pensar acerca de esos asuntos, mejor todavía.

¿A qué asuntos te referís?

Bueno, tener que estar de pie a las dos de la madrugada para llegar con un poco de suerte a las seis al lugar donde trabajamos (si es que aún estamos a sueldo en alguna institución o empresa) para medio dormitar un poco y sacar la tarea diaria. Los personajes que uno se encuentra en lo que queda del servicio de transporte urbano en la capital y las camionetas que van a los municipios cercanos. La gente que anda viendo como le tira el sablazo a los demás para sacarles unas cuantas monedas de a quetzal o la billetera entera, si no se fijan. Lo que me contaba mi tío Juvenal y lo que me cuenta mi primo Reinaldo acerca de lo que pasa en mi pueblo natal. Los ciclistas que invaden las banquetas y los motoristas…

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Justo de eso quería hablarte (disculpá que te interrumpa). En varias de tus colaboraciones noto cierta reiteración a criticar la conducta de ciclistas y motoristas. ¿Tenés algo en su contra?

¿Y vos me lo preguntás cuando me contaste el otro día que por un poco y un ciclista te pasa aventando frente al Palacio Nacional? Mirá, a riesgo de ser monotemático no dejo de darle vueltas y vueltas al problema que representan los motoristas. Trato de entender por qué una persona como vos y yo se convierte en un energúmeno y aspirante a la corona del Rey de los Caminos apenas se encarama a su moto, le da el primer estartazo y sale disparado a su destino. ¿Será que tiene prisa por llegar a tiempo al reparto de la herencia, cobrar venganza contra su pareja por quemarle el rancho o quiere salir despedazado en la primera plana de los periódicos que aún circulan en el país? ¿Será que los aceites y los carburantes que penetran en la piel de motoristas y mecánicos cuando manipulan ruedas y cadenas a la hora de arreglar las motos contienen sustancias que les anulan el sentido común, la empatía con el prójimo y la prudencia? Considero que son síntomas de la descomposición social que nos aflige y nos recuerdan la carencia de un sistema de transporte urbano digno de ese nombre. La moto es el carro del pobre: ves amontonados al papá, la mamá y los tres hijos (cuatro si se cuenta al que se gesta en el vientre de la madre), los tíos y los sobrinos, jóvenes y jovencitas (acá si aplica la distinción de género) como si se propusieran igualar o rebasar el récord Guinness.

También noto que hace tiempo no publicás tus cuestionarios a escritores guatemaltecos o reseñas de sus libros.

Un poco por pereza, un poco por las dudas en que caí después de que mi penúltimo entrevistado objetara mi método basado en el cuestionario ideado por JL Perdomo Orellana (busquen su libro La última y nos vamos, recomiendo la primera edición). Pero ya estoy recobrando energías para proseguirlo. Creo necesario encontrar al lector con los buenos libros que se publican al margen de las modas, las tendencias y las escuelas. Mi corrector Eddy Roma demoró tres correos en comentarme (se pasa de cauteloso) que algunos lectores le objetaron la no presencia de mujeres entre los entrevistados y reseñados. ¿Acaso las estoy invisibilizando, trabajo al servicio de la sociedad patriarcal, o qué? Pues no, sucede que no tengo los contactos y ya se me adelantaron en entrevistar a Ruth Vaides; sólo me queda comentar su más reciente libro de poemas. Aparte, siempre les recuerdo que la inequidad no se resuelve con repartir cuotas de mita-mita cada uno, ni con hacer pedazos el idioma español.

Me comentaste que a veces no tenés idea de qué vas a escribir. ¿Seguís con esos bloqueos?

Pues sí. A veces me paso sentado buen rato frente a la pantalla, medio tecleo algo, lo borro, y así se me van los sábados. Pero de repente aparece un hilito, comienzo a tirar de ese hilito y cuando siento ya llené tres cuartos de página. Suficientes para que la colaboración no parezca una breve estampa costumbrista y tenga algo de sustancia. Siempre me asomo a ver qué sale y más de algo sale.