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Historias Urbanas: Viendo las ruedas

Me atrevo a suponer que repasan su vida, observan los comercios que sustituyen a los hogares, deploran la ausencia de rostros conocidos y encaran la cercanía de la muerte entre el temor y la aceptación.

.
Invitado
12 de noviembre, 2022
Viendo las ruedas. Literatura, música, historia y asuntos cotidianos, hallará en el blog dominical de José Vicente Solórzano Aguilar.

En lo que llevo de vida he visto a tres señores que pasan los últimos días de su existencia sentados a la puerta de su casa mientras observan la marcha de los carros, los buses, las personas y las motos. Es todo el entretenimiento que les queda después de las travesuras de la infancia, los goces de la primera juventud y establecer su propia familia. 

El primero fue el zapatero encargado junto a su esposa de la crianza de su único nieto. Los padres emigraron años antes a Estados Unidos; desde allá lo proveyeron de los juguetes que presumía ante sus compañeros de escuela. Un par de veces acompañé a mi mamá a dejarle zapatos para que los arreglara. Siempre me llamó la atención el pequeño lagarto disecado que adornaba la pared a mano derecha.

El taller cerró al morir la esposa, la diabetes relegó al zapatero a silla de ruedas y lo vi languidecer en la puerta de su casa, con su sombrero de fieltro y sus lentes puestos. Cuando murió, su hija y su yerno regresaron para velarlo en la funeraria más elegante del pueblo. Donde estuvo la zapatería se alza un depósito de granos básicos.

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No guardo mayor recuerdo del segundo, salvo que se repetía el mismo patrón de soledad, y al tercero me lo acabo de encontrar camino del supermercado. Me atrevo a suponer que repasan su vida, observan los comercios que sustituyen a los hogares, deploran la ausencia de rostros conocidos y encaran la cercanía de la muerte entre el temor y la aceptación. O como escribió John Lennon, sólo ven las ruedas girar, ya no se tiene prisa, están a resguardo del ir y venir diario, y se dejan llevar, nada más.

Al ir y venir de la casa al trabajo y del trabajo a la casa, a las salidas de vacaciones, a las noches de parranda con los cuates, a la asistencia a los actos escolares, a los viajes fuera del país, sucede la inmovilidad.

En ocasiones, más de alguno de los hijos se hará cargo de ellos. En otra contratan a una muchacha o a una señora para que limpie la casa y les prepare sus alimentos. Así pasan los días hasta que cuelgan un moño negro encima de la puerta y al poco tiempo se aparece otro señor, en otra cuadra, dedicado a la contemplación de la calle.

Historias Urbanas: Viendo las ruedas

Me atrevo a suponer que repasan su vida, observan los comercios que sustituyen a los hogares, deploran la ausencia de rostros conocidos y encaran la cercanía de la muerte entre el temor y la aceptación.

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12 de noviembre, 2022
Viendo las ruedas. Literatura, música, historia y asuntos cotidianos, hallará en el blog dominical de José Vicente Solórzano Aguilar.

En lo que llevo de vida he visto a tres señores que pasan los últimos días de su existencia sentados a la puerta de su casa mientras observan la marcha de los carros, los buses, las personas y las motos. Es todo el entretenimiento que les queda después de las travesuras de la infancia, los goces de la primera juventud y establecer su propia familia. 

El primero fue el zapatero encargado junto a su esposa de la crianza de su único nieto. Los padres emigraron años antes a Estados Unidos; desde allá lo proveyeron de los juguetes que presumía ante sus compañeros de escuela. Un par de veces acompañé a mi mamá a dejarle zapatos para que los arreglara. Siempre me llamó la atención el pequeño lagarto disecado que adornaba la pared a mano derecha.

El taller cerró al morir la esposa, la diabetes relegó al zapatero a silla de ruedas y lo vi languidecer en la puerta de su casa, con su sombrero de fieltro y sus lentes puestos. Cuando murió, su hija y su yerno regresaron para velarlo en la funeraria más elegante del pueblo. Donde estuvo la zapatería se alza un depósito de granos básicos.

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No guardo mayor recuerdo del segundo, salvo que se repetía el mismo patrón de soledad, y al tercero me lo acabo de encontrar camino del supermercado. Me atrevo a suponer que repasan su vida, observan los comercios que sustituyen a los hogares, deploran la ausencia de rostros conocidos y encaran la cercanía de la muerte entre el temor y la aceptación. O como escribió John Lennon, sólo ven las ruedas girar, ya no se tiene prisa, están a resguardo del ir y venir diario, y se dejan llevar, nada más.

Al ir y venir de la casa al trabajo y del trabajo a la casa, a las salidas de vacaciones, a las noches de parranda con los cuates, a la asistencia a los actos escolares, a los viajes fuera del país, sucede la inmovilidad.

En ocasiones, más de alguno de los hijos se hará cargo de ellos. En otra contratan a una muchacha o a una señora para que limpie la casa y les prepare sus alimentos. Así pasan los días hasta que cuelgan un moño negro encima de la puerta y al poco tiempo se aparece otro señor, en otra cuadra, dedicado a la contemplación de la calle.