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La hora del cambio en la clase política

Redacción
21 de agosto, 2015

Semanas han pasado desde aquel 16ª, 30ª y las manifestaciones de descontento que permanentemente se observan en el país deberían entenderse como una apertura de nuestra incipiente democracia. No ha sido como nos imaginamos algunos… manifestaciones pacíficas, organizadas, miles de ciudadanos yendo voluntariamente a la Plaza de la Constitución y a los diversos puntos de encuentro. Yo fui una que se imaginó dos escenarios negativos: el primero, una perezosa ciudadanía, iríamos un par de fines de semana a las manifestaciones, y se acabó la cosa. El segundo, el miedo de la ciudadanía, un resabio del conflicto armado a salir a la calle a expresar libremente. El vandalismo nunca se infiltro, esto sin duda hubiese recibido un rechazo absoluto por parte de todos los sectores nacionales. El país quiere cambios, y eso ha dejado de ser una ilusión o un espejismo pasajero, para convertirse en tema de protestas sociales organizadas; en los temas que se plantean en las redes sociales y en los debates que cada vez tienen más audiencia. Así que cuidado élites, las muchas que hay hoy en el país, ya no son el bastión de la democracia, ya que éste lo asumirá cada vez con más fuerza la ciudadanía.

Por suerte, llegó la hora de concretar con acciones democráticas a este malestar a través de voto. Sin duda por suerte, porque de no haber sido por el dueño de los hilos que mueven nuestros avatares recientemente desde el norte del hemisferio, nuestra suerte sería más negra que la noche.

Si algo está claro en el país es que la política ha dejado de ser la solución para convertirse en el problema. Nunca antes se había puesto en jaque a los caciques departamentales y a otros nuevos ricos desde la política. Un negoción que les duró décadas. Así que mejor diagnóstico, imposible, porque el descrédito de los políticos y muchos funcionarios públicos en todos lados del Estado. El infame Congreso de la República, Alcaldes y sus Concejos municipales, Gobernadores, todos vinculados a la red de corrupción y atraco al futuro de nuestros hijos. El rechazo es total, es una absoluta realidad sobre la cual existe un claro consenso. Así mismo, la desconexión de los partidos políticos, viejos y los más recientes, con la realidad nacional explica la mediocridad de sus líderes y sus cuadros, discusiones, y como si fuera poco, su ausencia total en la crisis reciente. Uno, el que dizque puntea en las manoseadas encuestas, se burla en la radio, expresando su cansancio a la cantaleta de la corrupción.

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Por todo lo anterior, y mucho más, llegó la hora de que la insatisfacción conduzca al gran cambio que requiere esta sociedad. De no inducir un replanteamiento del liderazgo político de Guatemala, todos estos esfuerzos quedarán en nada.

Para lograrlo, lo primero que debe reducirse es la abstención o el voto nulo, que en el país amenaza con ser abrumadora. Las excusas de quienes no piensan ir a votar son inadmisibles: “no es mi culpa porque yo no los elegí y odio la política”. ¡Pues resulta que la abstención también elige! Por consiguiente, esa actitud no libera a nadie de su responsabilidad en la crisis que se origina, entre otras, con los actuales liderazgos: nepotistas, corruptos, insensibles e irracionales como si fueran a los males nacionales.

Cuando se observa lo que está sucediendo en el mundo político, la sensación que tenemos es que los candidatos son los mismos: hijos y esposas de políticos de siempre claramente identificados por sus malos manejos; las cabezas de muchos partidos en manos de los herederos, y dizque renovación política pero con la gente de siempre. En esto se evidencia nuevamente la distancia entre lo que siente y vive el país, y lo que piensa la clase política, enclaustrada en su propio mundo, cada vez más mediocre y perdido.

No es posible que esta brillante oportunidad que se le presenta al país, inducir un revolcón en esta clase política mediocre, se pierda por la desidia de los ciudadanos que no van a ir a votar. Aunque no son para nada condiciones idóneas para ir a las urnas, llegó la hora de ponerle el entusiasmo y energía a votar para desprendernos de la plaga de la mala política. Esto es un proceso que va a costarnos largas horas de trabajo hasta el cansancio, cóleras, sudor y lágrimas, y alegrías, estos no son excluyentes; al contrario, los dos son necesarios para estar vivos. A elegir a conciencia.

La hora del cambio en la clase política

Redacción
21 de agosto, 2015

Semanas han pasado desde aquel 16ª, 30ª y las manifestaciones de descontento que permanentemente se observan en el país deberían entenderse como una apertura de nuestra incipiente democracia. No ha sido como nos imaginamos algunos… manifestaciones pacíficas, organizadas, miles de ciudadanos yendo voluntariamente a la Plaza de la Constitución y a los diversos puntos de encuentro. Yo fui una que se imaginó dos escenarios negativos: el primero, una perezosa ciudadanía, iríamos un par de fines de semana a las manifestaciones, y se acabó la cosa. El segundo, el miedo de la ciudadanía, un resabio del conflicto armado a salir a la calle a expresar libremente. El vandalismo nunca se infiltro, esto sin duda hubiese recibido un rechazo absoluto por parte de todos los sectores nacionales. El país quiere cambios, y eso ha dejado de ser una ilusión o un espejismo pasajero, para convertirse en tema de protestas sociales organizadas; en los temas que se plantean en las redes sociales y en los debates que cada vez tienen más audiencia. Así que cuidado élites, las muchas que hay hoy en el país, ya no son el bastión de la democracia, ya que éste lo asumirá cada vez con más fuerza la ciudadanía.

Por suerte, llegó la hora de concretar con acciones democráticas a este malestar a través de voto. Sin duda por suerte, porque de no haber sido por el dueño de los hilos que mueven nuestros avatares recientemente desde el norte del hemisferio, nuestra suerte sería más negra que la noche.

Si algo está claro en el país es que la política ha dejado de ser la solución para convertirse en el problema. Nunca antes se había puesto en jaque a los caciques departamentales y a otros nuevos ricos desde la política. Un negoción que les duró décadas. Así que mejor diagnóstico, imposible, porque el descrédito de los políticos y muchos funcionarios públicos en todos lados del Estado. El infame Congreso de la República, Alcaldes y sus Concejos municipales, Gobernadores, todos vinculados a la red de corrupción y atraco al futuro de nuestros hijos. El rechazo es total, es una absoluta realidad sobre la cual existe un claro consenso. Así mismo, la desconexión de los partidos políticos, viejos y los más recientes, con la realidad nacional explica la mediocridad de sus líderes y sus cuadros, discusiones, y como si fuera poco, su ausencia total en la crisis reciente. Uno, el que dizque puntea en las manoseadas encuestas, se burla en la radio, expresando su cansancio a la cantaleta de la corrupción.

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Para lograrlo, lo primero que debe reducirse es la abstención o el voto nulo, que en el país amenaza con ser abrumadora. Las excusas de quienes no piensan ir a votar son inadmisibles: “no es mi culpa porque yo no los elegí y odio la política”. ¡Pues resulta que la abstención también elige! Por consiguiente, esa actitud no libera a nadie de su responsabilidad en la crisis que se origina, entre otras, con los actuales liderazgos: nepotistas, corruptos, insensibles e irracionales como si fueran a los males nacionales.

Cuando se observa lo que está sucediendo en el mundo político, la sensación que tenemos es que los candidatos son los mismos: hijos y esposas de políticos de siempre claramente identificados por sus malos manejos; las cabezas de muchos partidos en manos de los herederos, y dizque renovación política pero con la gente de siempre. En esto se evidencia nuevamente la distancia entre lo que siente y vive el país, y lo que piensa la clase política, enclaustrada en su propio mundo, cada vez más mediocre y perdido.

No es posible que esta brillante oportunidad que se le presenta al país, inducir un revolcón en esta clase política mediocre, se pierda por la desidia de los ciudadanos que no van a ir a votar. Aunque no son para nada condiciones idóneas para ir a las urnas, llegó la hora de ponerle el entusiasmo y energía a votar para desprendernos de la plaga de la mala política. Esto es un proceso que va a costarnos largas horas de trabajo hasta el cansancio, cóleras, sudor y lágrimas, y alegrías, estos no son excluyentes; al contrario, los dos son necesarios para estar vivos. A elegir a conciencia.