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El mundo está cambiando, ¿y Guate?

Betty Marroquin
09 de octubre, 2016

La globalización está en fuerte convulsión, como concepto, como sistema, por las reacciones que algunos cuestionamos hace más de 15 años. El concepto se basa en el intercambio de ideas, productos, personas y cultura. Cuando su auge, en el año 2000, el Fondo Monetario Internacional identificó cuatro grandes áreas de acción: tráfico de personas e inmigración, tráfico comercial y bancario, movimiento de capital y de inversiones, y la diseminación de cultura. En teoría, la idea detrás de un “mundo plano” como lo llamara Thomas L. Friedman, era acortar distancias, liberar fronteras, acercar culturas, que el mundo fuera uno.

En la práctica, el denominado “primer mundo” se ha dedicado a imponer su visión de país al mundo en desarrollo y a los países en extrema pobreza, con medidas que en muchos casos se han demostrado contrarias a la cultura misma del pueblo sobre el cual intentan imponerla. Los ejemplos son tantos: Libia, Egipto, Siria, Irak, Afganistán, entre otros. Culturas en las cuales la democracia que nosotros vivimos en Occidente, en el denominado “mundo libre”, resulta un sistema contrario a la base misma de esas culturas, profundamente enraizadas en su religión que si bien es matriarcal en algunos aspectos, es a su vez profundamente machista. Lo mismo sucede con el comercio, con el intercambio cultural, etc. En su momento, se habló de las bondades que produciría industrializar las economías, que había que reducir la agricultura y aumentar el uso de robots para bajar costos y eficientizar los procesos.

Que ese desempleo inicial se traduciría en un crecimiento de la creatividad y por ende productividad de las masas, es obvio que resultó ser una falacia. China e India y algunos otros países asiáticos han logrado más altos porcentajes de población que ha logrado esa meta. Sin embargo, en América Latina, ese esfuerzo pareciera cuesta arriba. Son culturas distintas a la nuestra, modos de ver la vida diametralmente opuestos.

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En el Enade 2016 el ex Alcalde de Barcelona Jordi Hereu, en el medio de su excelente presentación sobre como logró poner a Barcelona en el mapa turístico y económico de Europa, vendiendo la imagen de su ciudad eficazmente, también incluyó una mención de que debemos dejar de ser tan eminentemente agrícolas. Quizás yo esté bateando, pero además de agua y aire, el ser humano necesita y siempre necesitará alimentos. Alguien los tiene que producir. No entiendo porqué tenemos que “inventar la rueda” cuando sabemos que Guatemala es una nación de lo más fértil y con un potencial inmenso para convertirse en abastecedor importante de alimentos para el planeta. Generaría empleo, y no puedo creer que un robot sabrá mejor que un campesino como elegir la fruta o la verdura buena de la mala.

Europa está cada vez más inclinada hacia la reversión de la globalización. En Italia, por ejemplo, se habla a diario de revertir la moneda a la Lira. La perdida de empleo en Europa y en el mundo desarrollado, principal comprador de todo lo que produce el mundo en desarrollo y las grandes maquilas del planeta (como China e India), tendrá un efecto adverso en nuestras economías porque no podrán comprar lo que nosotros producimos. Pero productos agrícolas son indispensables. Una agricultura inteligente y moderna, industrializada pero no al extremo de causar un desempleo grotesco en el interior, podría ser una buena respuesta para Guatemala. Educar a nuestra gente, no va en contra de tener una agricultura inteligente. Ejemplos existen, podemos ver Israel.

Somos una sociedad de severos contrastes, de extremos absurdos, de paradigmas sociales retrógrados, que debe defender sus valores positivos y cambiar los negativos. Seguir el consejo del ex Gobernador de Antioquia y ex Alcalde de Medellín Sergio Fajardo, de invertir en la educación de nuestra gente de escasos recursos, creo que es vital. El sector privado espero tanto, triplique sus esfuerzos en esto. Espero sus palabras inspiren a nuestros empresarios para que tengamos más empresas como Cementos Progreso o fundaciones como Funsepa. Depender del Estado para lograr lo que el Dr. Fajardo logró en Antioquia, es obvio que sería un grave error. Como demostrado una y mil veces, cuando el sector privado interviene en buena fe, poniendo el bien del país por encima de todo, las cosas se resuelven.

Este Enade fue sumamente inspirador, interesante, y espero tanto no quede nada más en eso. Sin reconciliación y apertura comercial no reduciremos la pobreza. Toca afrontar el desafío y nos urge lograr el fortalecimiento institucional. Creo firmemente que sin divisiones multiplicamos, y que con un estado bien hecho logramos un estado de derecho, para obtener una Guatemala en paz con toda seguridad y darle el chance a nuestro país para acortar las distancias al desarrollo.

República.gt es ajena a la opinión expresada en este artículo