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Los migrantes son mucho más que remesas

Alfonso Muralles
29 de marzo, 2016

El monto de las remesas sigue creciendo. Ya los cierres mensuales de enero y febrero de 2016, al ser comparados con los mismos meses del año anterior, evidencian que el crecimiento se mantiene a un porcentaje similar siendo posible especular que al final de año estaremos viendo una cifra que superará los 6.3 miles de millones de dólares de los Estados Unidos. Alrededor del 10% del PIB.

Dicen los conocedores del comportamiento de los migrantes que ese ritmo de crecimiento no es sostenible. Que llega un momento en que se asientan, echan raíces, que a la primera generación de nacidos en el extranjero les va importando poco o nada el país de origen, y consecuentemente las remesas tienden a declinar. Algunos de estos mismos estudiosos se sorprenden de las estadísticas que sobre el tema se manejan para Guatemala.

Será que todo lo reportado como remesa tiene su origen en el trabajo duro de los guatemaltecos que residen fuera del país? Lavado hormiga, le podríamos llamar.

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O la migración sigue y hay oleadas de nuevos migrantes que lejos de asustarse ante la amenaza con muros, han decidido a adelantarse a su posible construcción y cumpliendo con el objetivo primordial del sacrificio migratorio, tan pronto pueden, se inicia el flujo de apoyo para la familia que lo espera con ansias.

O es que los guatemaltecos son tan leales a su familia y su tierra que pasan los años y el giro se sigue enviando puntual y religiosamente. Esto me recuerda a una latina residente en Estados Unidos, no guatemalteca, a quien le rogaba su familia que por favor no se fuera a casar con el novio chapín que tenía, porque “esos no dejan de mandar dinero para su casa nunca”.

Talvez sea un poco de todo lo anterior, pero va más allá.

Ese guatemalteco residente legal o ilegal de la Norteamérica desarrollada, también demanda los productos que extraña y las exportaciones que atienden la nostalgia también han crecido. En las ciudades con mayores concentraciones de migrantes siempre se encontrará la tienda, o las tiendas, que proveen la mayoría de los sabores que nos hacen falta cuando estamos lejos. El subanik del Restaurante San Martín Jilotepeque en Nueva Jersey es uno de los mejores subaniks que me he comido en la vida. El cocido del Restaurante Antigua Guatemala en Miami, no tiene nada que envidar al que hace mi suegra. Los panes con chile relleno de la Panadería Guatemala en Toronto, son excelentes. Son embajadores de nuestra cultura.

Y se han convertido en turistas en su propio país, trayendo divisas que no se computan como remesas. No lo son. Los que ya pueden viajar legalmente y que son muchos, de hecho muchos ya con categoría de “US Citizens”, vienen cada vez que pueden y vienen cargados de regalos y, si bien poco o nada utilizarán los servicios turísticos que proveen operadores y hoteles, ya que la familia le abrirá, como no podía ser de otra forma, sus casas, gastarán en restaurantes y visitarán los atractivos del país. Comprarán artesanías. Muchos son los que aprovechan para visitar el doctor, hacerse un chequeo, ir al dentista, deshacer la arruguita “prematura”.

Los que se fueron hace treinta y tantos años y se están jubilando, se están viniendo a vivir esta etapa de la vida con la familia. Esos dólares de la jubilación aquí abundan y dan para algunos lujitos que haya no se podrían dar.

Pero el costo que inadvertidamente paga el país es alto. Se van porque aquí no encuentran oportunidades. Es un exilio económico. Mi admiración y agradecimiento por su esfuerzo y constancia. Mi admiración y agradecimiento para los que aquí están comenzando una lucha por el “Derecho a No Migrar”.

Los migrantes son mucho más que remesas

Alfonso Muralles
29 de marzo, 2016

El monto de las remesas sigue creciendo. Ya los cierres mensuales de enero y febrero de 2016, al ser comparados con los mismos meses del año anterior, evidencian que el crecimiento se mantiene a un porcentaje similar siendo posible especular que al final de año estaremos viendo una cifra que superará los 6.3 miles de millones de dólares de los Estados Unidos. Alrededor del 10% del PIB.

Dicen los conocedores del comportamiento de los migrantes que ese ritmo de crecimiento no es sostenible. Que llega un momento en que se asientan, echan raíces, que a la primera generación de nacidos en el extranjero les va importando poco o nada el país de origen, y consecuentemente las remesas tienden a declinar. Algunos de estos mismos estudiosos se sorprenden de las estadísticas que sobre el tema se manejan para Guatemala.

Será que todo lo reportado como remesa tiene su origen en el trabajo duro de los guatemaltecos que residen fuera del país? Lavado hormiga, le podríamos llamar.

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O la migración sigue y hay oleadas de nuevos migrantes que lejos de asustarse ante la amenaza con muros, han decidido a adelantarse a su posible construcción y cumpliendo con el objetivo primordial del sacrificio migratorio, tan pronto pueden, se inicia el flujo de apoyo para la familia que lo espera con ansias.

O es que los guatemaltecos son tan leales a su familia y su tierra que pasan los años y el giro se sigue enviando puntual y religiosamente. Esto me recuerda a una latina residente en Estados Unidos, no guatemalteca, a quien le rogaba su familia que por favor no se fuera a casar con el novio chapín que tenía, porque “esos no dejan de mandar dinero para su casa nunca”.

Talvez sea un poco de todo lo anterior, pero va más allá.

Ese guatemalteco residente legal o ilegal de la Norteamérica desarrollada, también demanda los productos que extraña y las exportaciones que atienden la nostalgia también han crecido. En las ciudades con mayores concentraciones de migrantes siempre se encontrará la tienda, o las tiendas, que proveen la mayoría de los sabores que nos hacen falta cuando estamos lejos. El subanik del Restaurante San Martín Jilotepeque en Nueva Jersey es uno de los mejores subaniks que me he comido en la vida. El cocido del Restaurante Antigua Guatemala en Miami, no tiene nada que envidar al que hace mi suegra. Los panes con chile relleno de la Panadería Guatemala en Toronto, son excelentes. Son embajadores de nuestra cultura.

Y se han convertido en turistas en su propio país, trayendo divisas que no se computan como remesas. No lo son. Los que ya pueden viajar legalmente y que son muchos, de hecho muchos ya con categoría de “US Citizens”, vienen cada vez que pueden y vienen cargados de regalos y, si bien poco o nada utilizarán los servicios turísticos que proveen operadores y hoteles, ya que la familia le abrirá, como no podía ser de otra forma, sus casas, gastarán en restaurantes y visitarán los atractivos del país. Comprarán artesanías. Muchos son los que aprovechan para visitar el doctor, hacerse un chequeo, ir al dentista, deshacer la arruguita “prematura”.

Los que se fueron hace treinta y tantos años y se están jubilando, se están viniendo a vivir esta etapa de la vida con la familia. Esos dólares de la jubilación aquí abundan y dan para algunos lujitos que haya no se podrían dar.

Pero el costo que inadvertidamente paga el país es alto. Se van porque aquí no encuentran oportunidades. Es un exilio económico. Mi admiración y agradecimiento por su esfuerzo y constancia. Mi admiración y agradecimiento para los que aquí están comenzando una lucha por el “Derecho a No Migrar”.