A finales de octubre de 2019 lamenté profundamente que se hubiese engavetado el proyecto de la carretera Escuintla-Puerto Quetzal. Dos años después, este proyecto resurgió de los escombros y de nuevo fue conocido por el Congreso. Hoy celebro la aprobación del primer proyecto bajo la modalidad de alianza público-privada (APP), por su impacto en sí mismo, así como por abrir brecha debido a su innovador modelo.
Con la aprobación del decreto 18-2021 se busca la rehabilitación, operación, mantenimiento y obras complementarias de la autopista de Escuintla a Puerto Quetzal. Este es el primer proyecto bajo la Ley de Alianzas para el desarrollo de Infraestructura Económica. La meta es rehabilitar 42 kilómetros de la ruta mencionada y convertirla en una autopista de los más altos estándares internacionales, a través de una APP. Esto implicaría una inversión de alrededor de Q600 millones que, además de permitirnos contar con una buena carretera, dinamizaría nuestra economía, conectaría nuestro país y generaría cientos de empleos formales.
La infraestructura es el gran cuello de botella que limita nuestro desarrollo. Resolverlo implicaría un gran avance para nuestra nación. Potencializaría a miles de pequeños y medianos agricultores, fabricantes y comerciantes, para quienes hoy el costo de distribución dentro de nuestro propio país se ha vuelto prohibitivo, impulsaría el turismo local e internacional, permitiría un mayor acceso a servicios básicos de salud, conectaría todos los rincones de nuestro país, etc.
En Guatemala apenas contamos con un metro de red vial por habitante. Esto contrasta con la situación en países como Costa Rica, en donde hay casi 9 metros de red vial por habitante. Tenemos un gran déficit de infraestructura, no solo en cantidad sino también en calidad. Parte de los problemas de cantidad y calidad se deben también a la corrupción. Prueba de ello es el hecho que, de los últimos 13 ministros de comunicaciones, 11 han sido acusados de actos de corrupción.
Hoy nos estamos peleando con nuestra propia sombra. Nos quejamos, justificadamente, por los pocos kilómetros de construcción y por el pobre estado de nuestras carreteras. Nos quejamos, justificadamente, de la corrupción que el actual modelo de construcción de infraestructura genera. Y, además, por alguna extraña razón, nos peleamos con el concepto de “peajes”.
Tenemos que entender que la construcción de carreteras con peajes probablemente sea la solución más inmediata a los problemas de velocidad y corrupción. Aceptar los peajes nos podría brindar un modelo de construcción de infraestructura rápidamente escalable y con bajos niveles de corrupción. Por otro lado, la figura de APP, particularmente para carreteras, es algo muy común en el mundo. Al 2015 había 8,000 km de carreteras de peaje en Estados Unidos. Ojalá podamos abrazar la figura de APP para acelerar el ritmo al cual cerramos nuestra enorme brecha de infraestructura.
Esta carretera es un gran avance para nuestro país, no sólo en sí misma sino como ejemplo de "cómo sí" se pueden hacer las cosas. Implica una inversión estimada de US$80 millones de dólares que el Estado se va a ahorrar, y que podría destinar a proyectos de salud y educación, además de un canon que recibirán las comunidades y el gobierno de Q.1,110 millones. Es cierto, para quienes aprovechemos la carretera, nos implicará un peaje, pero el costo de este (Q15) seguramente es bastante menor del costo que hoy nos representa el cuello de botella al flujo vehicular. Además, al ser ejecutada por una empresa privada, la cual querrá recuperar su inversión, el riesgo de corrupción es dramáticamente menor.
Aplaudo la aprobación de este importante proyecto. Ojalá podamos dejar de satanizar los peajes y las APP. Espero que este nuevo modelo sea exitoso y que permita acabar con las trabas a las APP. La infraestructura nos permite conectar a nuestro país para así terminar con el círculo vicioso de la pobreza. La infraestructura es desarrollo para todos.
A finales de octubre de 2019 lamenté profundamente que se hubiese engavetado el proyecto de la carretera Escuintla-Puerto Quetzal. Dos años después, este proyecto resurgió de los escombros y de nuevo fue conocido por el Congreso. Hoy celebro la aprobación del primer proyecto bajo la modalidad de alianza público-privada (APP), por su impacto en sí mismo, así como por abrir brecha debido a su innovador modelo.
Con la aprobación del decreto 18-2021 se busca la rehabilitación, operación, mantenimiento y obras complementarias de la autopista de Escuintla a Puerto Quetzal. Este es el primer proyecto bajo la Ley de Alianzas para el desarrollo de Infraestructura Económica. La meta es rehabilitar 42 kilómetros de la ruta mencionada y convertirla en una autopista de los más altos estándares internacionales, a través de una APP. Esto implicaría una inversión de alrededor de Q600 millones que, además de permitirnos contar con una buena carretera, dinamizaría nuestra economía, conectaría nuestro país y generaría cientos de empleos formales.
La infraestructura es el gran cuello de botella que limita nuestro desarrollo. Resolverlo implicaría un gran avance para nuestra nación. Potencializaría a miles de pequeños y medianos agricultores, fabricantes y comerciantes, para quienes hoy el costo de distribución dentro de nuestro propio país se ha vuelto prohibitivo, impulsaría el turismo local e internacional, permitiría un mayor acceso a servicios básicos de salud, conectaría todos los rincones de nuestro país, etc.
En Guatemala apenas contamos con un metro de red vial por habitante. Esto contrasta con la situación en países como Costa Rica, en donde hay casi 9 metros de red vial por habitante. Tenemos un gran déficit de infraestructura, no solo en cantidad sino también en calidad. Parte de los problemas de cantidad y calidad se deben también a la corrupción. Prueba de ello es el hecho que, de los últimos 13 ministros de comunicaciones, 11 han sido acusados de actos de corrupción.
Hoy nos estamos peleando con nuestra propia sombra. Nos quejamos, justificadamente, por los pocos kilómetros de construcción y por el pobre estado de nuestras carreteras. Nos quejamos, justificadamente, de la corrupción que el actual modelo de construcción de infraestructura genera. Y, además, por alguna extraña razón, nos peleamos con el concepto de “peajes”.
Tenemos que entender que la construcción de carreteras con peajes probablemente sea la solución más inmediata a los problemas de velocidad y corrupción. Aceptar los peajes nos podría brindar un modelo de construcción de infraestructura rápidamente escalable y con bajos niveles de corrupción. Por otro lado, la figura de APP, particularmente para carreteras, es algo muy común en el mundo. Al 2015 había 8,000 km de carreteras de peaje en Estados Unidos. Ojalá podamos abrazar la figura de APP para acelerar el ritmo al cual cerramos nuestra enorme brecha de infraestructura.
Esta carretera es un gran avance para nuestro país, no sólo en sí misma sino como ejemplo de "cómo sí" se pueden hacer las cosas. Implica una inversión estimada de US$80 millones de dólares que el Estado se va a ahorrar, y que podría destinar a proyectos de salud y educación, además de un canon que recibirán las comunidades y el gobierno de Q.1,110 millones. Es cierto, para quienes aprovechemos la carretera, nos implicará un peaje, pero el costo de este (Q15) seguramente es bastante menor del costo que hoy nos representa el cuello de botella al flujo vehicular. Además, al ser ejecutada por una empresa privada, la cual querrá recuperar su inversión, el riesgo de corrupción es dramáticamente menor.
Aplaudo la aprobación de este importante proyecto. Ojalá podamos dejar de satanizar los peajes y las APP. Espero que este nuevo modelo sea exitoso y que permita acabar con las trabas a las APP. La infraestructura nos permite conectar a nuestro país para así terminar con el círculo vicioso de la pobreza. La infraestructura es desarrollo para todos.