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Guatemala, el país de la eterna indiferencia

Eder Juarez
17 de marzo, 2015

La semana anterior ocurrieron varios actos violentos que convirtieron a los ciudadanos guatemaltecos en víctimas de la inseguridad. El martes se dio un ataque con granada que dejó al menos dos muertos y 25 personas heridas en el Hospital San Juan de Dios.

Luego del ataque, en la 2ª avenida entre  11 y 12 calles se localizaron casquillos de pistolas y fusiles de asalto, así como los restos de la granada que fue accionada al momento que arribaba una unidad de presidios.

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En un inicio se dijo que los individuos intentaban rescatar a un reo que era atendido en el lugar y que fue llevado de la cárcel Fraijanes I hacia el centro asistencial. El director del Sistema Penitenciario (SP), Giovanni Pivaral, confirmó que el recluso que transportaban los agentes es Marlon Alexander Ochoa Mejía, alias “El Bloqui”, uno de los máximos dirigentes de la Mara 18. Él no sufrió heridas.

Pero por otro lado, de acuerdo con el viceministro de Seguridad, Eddy Juárez, el ataque perpetrado contra un vehículo del SP no se trató del rescate sino de una agresión directa. Pivaral también opinó que el ataque fue directo contra el vehículo de presidios que trasladaba al privado de libertad Ochoa Mejía, quien es hermano de uno de los líderes de la Mara 18 apodado “El Lobo”.

Ese mismo día, mientras la noticia era el ataque perpetrado en las afueras de la Hospital San Juan de Dios, otro hecho violento enlutaba a la sociedad guatemalteca. Asesinaron a dos periodistas en el centro de Mazatenango, Suchitepéquez. Danilo López, corresponsal del matutino Prensa Libre, y Federico Salazar de Radio Nuevo Mundo fueron ultimados en el parque central de la localidad.

López y Salazar se encontraban frente al edifico de Gobernación cuando fueron atacados por los tripulantes de una motocicleta azul, quienes luego escaparon por los callejones del sector. Según había informado la agencia Centro de Reportes Informativos sobre Guatemala (Cerigua), López fue amenazado por el alcalde de San Lorenzo Suchitepéquez, José Linares Rojas, aparentemente molesto por una nota respecto a su gestión, la cual fue publicada en abril del 2013 .

De acuerdo con Cerigua, el jefe edil le advirtió que se atuviera a las consecuencias. La amenaza ocurrió cuando los dos periodistas cubrían la sesión ordinaria del Consejo Departamental de Desarrollo, en la que se trataba la distribución presupuestaria para el 2014.

En esa ocasión, Linares Rojas saludó a López y luego de un apretón de manos lo golpeó en el lado izquierdo del pecho en varias ocasiones. Le dijo que él se encontraba en el poder y tenía el dinero necesario para tomar acciones en su contra.

Estos son apenas dos de los hechos violentos que a diario enfrenta la sociedad. Sin embargo, existe una gran indiferencia para exigir justicia y seguridad. Pero, ¿por qué la ciudadanía guatemalteca no reacciona ante esta situación? ¿Cuáles son las razones de la falta de participación ciudadana? ¿Qué pasará si se sigue con esta inercia? Esas son algunas de las preguntas que plantean dos expertos, quienes además proponen cómo resolver la situación de indiferencia que se vive en la actualidad.

Degradación social

Renzo Rosal, de la Universidad Rafael Landívar, indica que los guatemaltecos han caído en un estado de hastío ante la situación, un nivel de degradación como sociedad que no se expresa colectivamente. Lo primero es la tendencia a escondernos y pensar cómo salir a flote como personas o en familia. Pero en ningún caso, en un sentido de comunidad.

Lo que predomina es la búsqueda de cómo sobrevivir individualmente, aunque todo el medio sea absolutamente hostil, violento e inseguro. Lo segundo es que hay un escenario de miedo, es decir, las personas no se mueven porque en el ambiente se perciben mecanismos generadores, ahora más vigentes que antes, los cuales nos regresan un poco al escenario del Conflicto Armado Interno. “Hay miedo, terror e incertidumbre que coartan la participación ciudadana”, dice Rosales.

Existe un tercer elemento: aunque hay reacciones de molestia, también esos mecanismos de control social y político han minado a la población. Actualmente varias personas y grupos  participan en actos de corrupción y violencia, entre otros. Así, pese al enfado de la situación, no se mueven porque también reciben algún tipo de beneficio, asegura el analista.

Por su parte, Marco Antonio Garavito, director de la Liga de Higiene Mental, dice que en general el mayor problema está en la parte psicológica. Afirma que la construcción del Estado guatemalteco, históricamente ha estado basado en el juicio de la violencia, intimidación e impunidad; esto ha desarrollado en el ciudadano una actitud de distancia hacia la situación estatal y social. Se llega a pensar que no se resuelve nada a partir de la participación social. Este fenómeno se conoce como fatalismo, que es esa idea de “nada va a cambiar y todo seguirá igual” a pesar de los esfuerzos que se pueden hacer, sobre todo individualmente.

El gran problema de la parte emocional del guatemalteco tiene que ver con la construcción de un mecanismo de defensa ante esa realidad que no cambia, que es intocable en algún sentido. Y eso hace que se cree un fenómeno que se llama lección aprendida. “Nosotros como guatemaltecos somos inhibidos, nuestra personalidad es introvertida, retraída, alejada, huraña. Pero es el resultado de lo vivido y por ello se trata de una lección aprendida”, explica.

Sin mecanismos de participación

Según Rosal hay un elemento adicional de mucho peso, que es la falta de sistemas de participación como tal, de la llamada sociedad civil. O bien, esta ha sido atrapada por las estructuras de poder. También en ocasiones expresan un tipo de descontento, pero con poca sostenibilidad. Comentan sobre un comunicado emitido hoy, otro mañana y protestan un viernes, pero no son prácticas sistemáticas con una agenda política. Estas prácticas terminan convirtiéndose en expresiones complacientes o dispersas: no hay cómo expresar el descontento y la molestia.

Además, indica que la inercia que mantiene la sociedad guatemalteca es lo que debe cambiar. Pero lo complicado es que se se dan “palos de ciego” y siempre se cae en lo mismo. Para romper con ese esquema tiene que haber un gran movimiento social que cuente con agenda política, y así pueda tocar las esferas del poder.

“Esta inercia se convierte en un gran mensaje negativo para los partidos políticos que ahora se encuentran en la contienda electoral. Pueden decir: ‘hagamos lo que sea, cualquier tipo de acción peor de la que hoy tenemos, igual no va a pasar nada porque la sociedad nos dejará que robemos y corrompamos cualquier cosa’. Es un mensaje perverso, la situación de anomia que vivimos como sociedad ”, señala Rosal.

Por otro lado, Garavito dice que no existen mecanismos alternativos de participación social que estimulen y lleven a las personas a cuestionar o solidarizarse, según sea el caso. Entonces, la situación se vuelve mucho más compleja, pero es un fenómeno que se ha aprendido como un mecanismo de defensa, porque el pueblo guatemalteco es muy solidario y la mejor forma de expresarlo es cuando ocurre un desastre natural. Pero en dichos casos el fenómeno es la naturaleza, y no el hecho social y político; en este último ya hay un absoluto distanciamiento.

Asimismo, refiere que la sociedad se ha venido “caotizando” en los últimos tiempos, la situación que se vive hoy no es la de hace algunas décadas. Hay una ruptura terrible de las relaciones sociales, lo cual se convierte en un factor que contribuye a que la sociedad se vuelva más desastrosa, y que se pierdan los valores compartidos.  Hace varios años existían grupos con proyectos que incorporaban a jóvenes para construir país, sin embargo, hoy no tienen ninguna referencia y se vive en un sistema individualista. Por ello se prevé que para el futuro, si no se tiene un movimiento en relación a esto, nos convertiremos en una sociedad más desordenada y violenta.

Frente a la realidad de violencia en los últimos tiempos la pregunta sería: ¿Cuáles partidos políticos se pronunciaron por la situación del ataque al Hospital San Juan de Dios o el asesinato de los periodistas? Y la respuesta: ninguno. Estaban ocupados mientras veían cómo ganar adeptos y votos; no hubo postura de las organizaciones políticas sobre esta realidad complicada que se vivió durante la última semana en el país. No se conocieron movilizaciones fuertes.

Mientras no haya participación ciudadana Guatemala no cambiará

De acuerdo con Garavito, mientras no se tenga una sociedad participativa Guatemala no cambiará. Si la población cree que únicamente son las estructuras partidarias y políticas las que generan un cambio, el ciudadano se sentirá ajeno y, además, observará que no mejora nada; pero tampoco participará. “Es como una culebra que se muerde su propia cola”. No se ven avances ni instituciones o liderazgos que haga progresar al país y, por lo tanto, no cambiará. Sin embargo, el ciudadano tampoco gesta su propia participación, porque no encuentra los espacios para hacerlo.

En el proceso electoral que se avecina, muchos van a promover el voto nulo como un gesto de molestia ciudadana, porque si todo es una “porquería”, la idea es “vamos a las elecciones y votemos pero hagámoslo nulo”. Quienes apoyan esto consideran que es una expresión de resistencia del pueblo ante una oferta electoral que no los complace.

Por su parte, Rosal indica que los medios de comunicación juegan un papel importante para cambiar esta situación de parálisis que se tiene como sociedad. Algunos se han acomodado al sistema sin hacer nada para modificar las condiciones. “Hay que darle un jalón de orejas a las expresiones de la sociedad civil para que no mantengan la actitud complaciente que actualmente tienen”.

Por eso es necesario transformarnos en una sociedad participativa, para progresar como país. Si esto no sucede, además de que no existirá un cambio, podemos llegar a mayores niveles de deterioro. “La participación es un ingrediente esencial y la hemos visto como una cuestión secundaria y no como la columna vertebral que mueva el cambio social. Lo que hemos visto es que la sociedad civil se ha convertido en un mecanismo espurio y orientado a buscar beneficios, que ha perdido de vista que en la actualidad la sociedad tiene un papel clave como gran mecanismo de cambio social”.

Guatemala, el país de la eterna indiferencia

Eder Juarez
17 de marzo, 2015

La semana anterior ocurrieron varios actos violentos que convirtieron a los ciudadanos guatemaltecos en víctimas de la inseguridad. El martes se dio un ataque con granada que dejó al menos dos muertos y 25 personas heridas en el Hospital San Juan de Dios.

Luego del ataque, en la 2ª avenida entre  11 y 12 calles se localizaron casquillos de pistolas y fusiles de asalto, así como los restos de la granada que fue accionada al momento que arribaba una unidad de presidios.

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En un inicio se dijo que los individuos intentaban rescatar a un reo que era atendido en el lugar y que fue llevado de la cárcel Fraijanes I hacia el centro asistencial. El director del Sistema Penitenciario (SP), Giovanni Pivaral, confirmó que el recluso que transportaban los agentes es Marlon Alexander Ochoa Mejía, alias “El Bloqui”, uno de los máximos dirigentes de la Mara 18. Él no sufrió heridas.

Pero por otro lado, de acuerdo con el viceministro de Seguridad, Eddy Juárez, el ataque perpetrado contra un vehículo del SP no se trató del rescate sino de una agresión directa. Pivaral también opinó que el ataque fue directo contra el vehículo de presidios que trasladaba al privado de libertad Ochoa Mejía, quien es hermano de uno de los líderes de la Mara 18 apodado “El Lobo”.

Ese mismo día, mientras la noticia era el ataque perpetrado en las afueras de la Hospital San Juan de Dios, otro hecho violento enlutaba a la sociedad guatemalteca. Asesinaron a dos periodistas en el centro de Mazatenango, Suchitepéquez. Danilo López, corresponsal del matutino Prensa Libre, y Federico Salazar de Radio Nuevo Mundo fueron ultimados en el parque central de la localidad.

López y Salazar se encontraban frente al edifico de Gobernación cuando fueron atacados por los tripulantes de una motocicleta azul, quienes luego escaparon por los callejones del sector. Según había informado la agencia Centro de Reportes Informativos sobre Guatemala (Cerigua), López fue amenazado por el alcalde de San Lorenzo Suchitepéquez, José Linares Rojas, aparentemente molesto por una nota respecto a su gestión, la cual fue publicada en abril del 2013 .

De acuerdo con Cerigua, el jefe edil le advirtió que se atuviera a las consecuencias. La amenaza ocurrió cuando los dos periodistas cubrían la sesión ordinaria del Consejo Departamental de Desarrollo, en la que se trataba la distribución presupuestaria para el 2014.

En esa ocasión, Linares Rojas saludó a López y luego de un apretón de manos lo golpeó en el lado izquierdo del pecho en varias ocasiones. Le dijo que él se encontraba en el poder y tenía el dinero necesario para tomar acciones en su contra.

Estos son apenas dos de los hechos violentos que a diario enfrenta la sociedad. Sin embargo, existe una gran indiferencia para exigir justicia y seguridad. Pero, ¿por qué la ciudadanía guatemalteca no reacciona ante esta situación? ¿Cuáles son las razones de la falta de participación ciudadana? ¿Qué pasará si se sigue con esta inercia? Esas son algunas de las preguntas que plantean dos expertos, quienes además proponen cómo resolver la situación de indiferencia que se vive en la actualidad.

Degradación social

Renzo Rosal, de la Universidad Rafael Landívar, indica que los guatemaltecos han caído en un estado de hastío ante la situación, un nivel de degradación como sociedad que no se expresa colectivamente. Lo primero es la tendencia a escondernos y pensar cómo salir a flote como personas o en familia. Pero en ningún caso, en un sentido de comunidad.

Lo que predomina es la búsqueda de cómo sobrevivir individualmente, aunque todo el medio sea absolutamente hostil, violento e inseguro. Lo segundo es que hay un escenario de miedo, es decir, las personas no se mueven porque en el ambiente se perciben mecanismos generadores, ahora más vigentes que antes, los cuales nos regresan un poco al escenario del Conflicto Armado Interno. “Hay miedo, terror e incertidumbre que coartan la participación ciudadana”, dice Rosales.

Existe un tercer elemento: aunque hay reacciones de molestia, también esos mecanismos de control social y político han minado a la población. Actualmente varias personas y grupos  participan en actos de corrupción y violencia, entre otros. Así, pese al enfado de la situación, no se mueven porque también reciben algún tipo de beneficio, asegura el analista.

Por su parte, Marco Antonio Garavito, director de la Liga de Higiene Mental, dice que en general el mayor problema está en la parte psicológica. Afirma que la construcción del Estado guatemalteco, históricamente ha estado basado en el juicio de la violencia, intimidación e impunidad; esto ha desarrollado en el ciudadano una actitud de distancia hacia la situación estatal y social. Se llega a pensar que no se resuelve nada a partir de la participación social. Este fenómeno se conoce como fatalismo, que es esa idea de “nada va a cambiar y todo seguirá igual” a pesar de los esfuerzos que se pueden hacer, sobre todo individualmente.

El gran problema de la parte emocional del guatemalteco tiene que ver con la construcción de un mecanismo de defensa ante esa realidad que no cambia, que es intocable en algún sentido. Y eso hace que se cree un fenómeno que se llama lección aprendida. “Nosotros como guatemaltecos somos inhibidos, nuestra personalidad es introvertida, retraída, alejada, huraña. Pero es el resultado de lo vivido y por ello se trata de una lección aprendida”, explica.

Sin mecanismos de participación

Según Rosal hay un elemento adicional de mucho peso, que es la falta de sistemas de participación como tal, de la llamada sociedad civil. O bien, esta ha sido atrapada por las estructuras de poder. También en ocasiones expresan un tipo de descontento, pero con poca sostenibilidad. Comentan sobre un comunicado emitido hoy, otro mañana y protestan un viernes, pero no son prácticas sistemáticas con una agenda política. Estas prácticas terminan convirtiéndose en expresiones complacientes o dispersas: no hay cómo expresar el descontento y la molestia.

Además, indica que la inercia que mantiene la sociedad guatemalteca es lo que debe cambiar. Pero lo complicado es que se se dan “palos de ciego” y siempre se cae en lo mismo. Para romper con ese esquema tiene que haber un gran movimiento social que cuente con agenda política, y así pueda tocar las esferas del poder.

“Esta inercia se convierte en un gran mensaje negativo para los partidos políticos que ahora se encuentran en la contienda electoral. Pueden decir: ‘hagamos lo que sea, cualquier tipo de acción peor de la que hoy tenemos, igual no va a pasar nada porque la sociedad nos dejará que robemos y corrompamos cualquier cosa’. Es un mensaje perverso, la situación de anomia que vivimos como sociedad ”, señala Rosal.

Por otro lado, Garavito dice que no existen mecanismos alternativos de participación social que estimulen y lleven a las personas a cuestionar o solidarizarse, según sea el caso. Entonces, la situación se vuelve mucho más compleja, pero es un fenómeno que se ha aprendido como un mecanismo de defensa, porque el pueblo guatemalteco es muy solidario y la mejor forma de expresarlo es cuando ocurre un desastre natural. Pero en dichos casos el fenómeno es la naturaleza, y no el hecho social y político; en este último ya hay un absoluto distanciamiento.

Asimismo, refiere que la sociedad se ha venido “caotizando” en los últimos tiempos, la situación que se vive hoy no es la de hace algunas décadas. Hay una ruptura terrible de las relaciones sociales, lo cual se convierte en un factor que contribuye a que la sociedad se vuelva más desastrosa, y que se pierdan los valores compartidos.  Hace varios años existían grupos con proyectos que incorporaban a jóvenes para construir país, sin embargo, hoy no tienen ninguna referencia y se vive en un sistema individualista. Por ello se prevé que para el futuro, si no se tiene un movimiento en relación a esto, nos convertiremos en una sociedad más desordenada y violenta.

Frente a la realidad de violencia en los últimos tiempos la pregunta sería: ¿Cuáles partidos políticos se pronunciaron por la situación del ataque al Hospital San Juan de Dios o el asesinato de los periodistas? Y la respuesta: ninguno. Estaban ocupados mientras veían cómo ganar adeptos y votos; no hubo postura de las organizaciones políticas sobre esta realidad complicada que se vivió durante la última semana en el país. No se conocieron movilizaciones fuertes.

Mientras no haya participación ciudadana Guatemala no cambiará

De acuerdo con Garavito, mientras no se tenga una sociedad participativa Guatemala no cambiará. Si la población cree que únicamente son las estructuras partidarias y políticas las que generan un cambio, el ciudadano se sentirá ajeno y, además, observará que no mejora nada; pero tampoco participará. “Es como una culebra que se muerde su propia cola”. No se ven avances ni instituciones o liderazgos que haga progresar al país y, por lo tanto, no cambiará. Sin embargo, el ciudadano tampoco gesta su propia participación, porque no encuentra los espacios para hacerlo.

En el proceso electoral que se avecina, muchos van a promover el voto nulo como un gesto de molestia ciudadana, porque si todo es una “porquería”, la idea es “vamos a las elecciones y votemos pero hagámoslo nulo”. Quienes apoyan esto consideran que es una expresión de resistencia del pueblo ante una oferta electoral que no los complace.

Por su parte, Rosal indica que los medios de comunicación juegan un papel importante para cambiar esta situación de parálisis que se tiene como sociedad. Algunos se han acomodado al sistema sin hacer nada para modificar las condiciones. “Hay que darle un jalón de orejas a las expresiones de la sociedad civil para que no mantengan la actitud complaciente que actualmente tienen”.

Por eso es necesario transformarnos en una sociedad participativa, para progresar como país. Si esto no sucede, además de que no existirá un cambio, podemos llegar a mayores niveles de deterioro. “La participación es un ingrediente esencial y la hemos visto como una cuestión secundaria y no como la columna vertebral que mueva el cambio social. Lo que hemos visto es que la sociedad civil se ha convertido en un mecanismo espurio y orientado a buscar beneficios, que ha perdido de vista que en la actualidad la sociedad tiene un papel clave como gran mecanismo de cambio social”.