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Las cualidades universales para el florecimiento humano

Existen 24 fortalezas de carácter, agrupadas en 6 categorías de virtudes básicas, que son reconocidas y valoradas en todas las culturas y creencias, y son susceptibles de ser promovidas y potenciadas. El optimismo es una de ellas.

Las cualidades universales para el florecimiento humano
Mariana Caprile |
15 de marzo, 2023

¿Epifanía o serendipia? Las definiciones de cualquiera de esos dos sustantivos se ajustan a lo que experimentó el psicólogo y escritor estadounidense, Martin Seligman, en 1997. Mientras desmalezaba su jardín, concentrado y con esmero, su hija de 5 años, quien lo acompañaba, jugaba, reía y cantaba.

Ante su llamado de atención -un grito- porque lo estaba distrayendo, la niña se fue y luego volvió para compartir con él una reflexión. Le dijo que desde que había llegado a esa edad no había “lloriqueado”, pues así lo había decidido, “y si yo he sido capaz de dejar de llorar, tú debes ser capaz de dejar de ser un gruñón”. Luego de esta contundente observación, Seligman sacó valiosas conclusiones que cambiaron su visión sobre el papel que hasta el momento había desempeñado la psicología. 

Aunque desde 1990 ya estaba dedicado a la exploración de la felicidad, tras más de dos décadas de investigación y aportes en torno a la depresión -es conocido por su teoría de “la indefensión aprendida”-, un año después del inesperado “hallazgo” familiar sugirió la búsqueda de una psicología más positiva, que ayudara a tener bienestar. En 1998, durante el discurso inaugural como presidente de la Asociación Americana de Psicología, Seligman aseveró que “la psicología no es solo el estudio de la debilidad y el daño, es también el estudio de la fortaleza y la virtud. El tratamiento no es solo arreglar lo que está roto, es también alimentar lo mejor de nosotros”.

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Dentro de este nuevo enfoque científico -el de la Psicología Positiva-, Seligman ofreció, en 2002, su teoría de la auténtica felicidad. En ella, sostiene que ésta “no sólo es posible, sino que -lejos de depender de la suerte y de los genes- puede cultivarse identificando y utilizando muchas de las fortalezas y rasgos que ya poseemos”. Desde esta perspectiva, señaló que existen 3 caminos distintos para la felicidad: la vida placentera -promoviendo emociones positivas duraderas-; la buena vida -alcanzando nuestro máximo potencial, mediante el uso diario de nuestras fortalezas-; y la vida significativa -empleando esas mismas fortalezas para practicar la bondad y el altruismo-.

En este sentido, Seligman y el también psicólogo Christopher Peterson llevaron a cabo una investigación amplia y minuciosa -de diferentes culturas, filosofías y religiones del mundo- a través de la cual lograron identificar 24 fortalezas de carácter que se agrupan en 6 categorías de virtudes básicas del ser humano. Dichas cualidades son universalmente reconocidas y valoradas, y, mejor aún, se pueden promover y potenciar.

“Para ser una persona feliz existen 6 virtudes: la sabiduría y el conocimiento, el coraje, la humanidad, la justicia, la templanza o moderación y la trascendencia”, afirma el fundador de la Psicología Positiva. 

Adicionalmente, elaboraron el denominado Manual de Virtudes y Fortalezas del Carácter, una herramienta pionera en identificar y clasificar los rasgos psicológicos positivos de las personas; y en 2004 diseñaron el Test VIA, un cuestionario por medio del cual se pueden medir estas cualidades. 

Cambio de paradigma: de la auténtica felicidad al modelo PERMA 

Casi una década después de haber dado a conocer su teoría de la auténtica felicidad, Seligman presentó, en el 2011, otra teoría: la del bienestar, la cual es una transformación de su planteamiento inicial. Tras este cambio de mirada -y de objeto de estudio- luego de años de exploración incesante, Seligman manifestó: “ahora pienso que el tema de la Psicología Positiva es el bienestar, que la norma de oro para medir el bienestar es florecer, y que la meta de la Psicología Positiva es aumentar el florecimiento”.

El también llamado modelo PERMA, es un acrónimo que alude a los factores que considera clave para experimentar un estado emocional positivo, con motivación y satisfacción, que se prolongue en el tiempo. Los 5 elementos que lo integran son: 

  1. Positive Emotions (Emociones Positivas): este componente sugiere desarrollar la destreza para incrementar el número de emociones positivas –reconociendo su incidencia favorable sobre la salud-, por sobre las negativas. Algunos ejemplos de emociones positivas son alegría, gratitud, esperanza, bondad, amor, placer y solidaridad. 
  2. Engagement (Compromiso): consiste en hacer un trato con uno mismo para potenciar las fortalezas personales con el propósito de inmiscuirse en iniciativas que proporcionen un “estado óptimo”, de armonía y de flujo de consciencia -“flow”-, donde prevalezcan el involucramiento y la sensación de estar situados únicamente en el momento presente. 
  3. Relationships (Relaciones Positivas): este aspecto plantea trabajar en las habilidades personales para lograr constituir vínculos sociales sólidos, confiables y cercanos, que representen una fuente de soporte y protección, contribuyendo, así, con el bienestar.     
  4. Meaning (Significado y Propósito): esta dimensión exhorta a la búsqueda de un sentido para nuestras vidas. Señala la pertinencia de formar parte de “algo más grande que uno mismo”, algo que “sea trascendente”, para experimentar plenitud.  
  5. Accomplishment (Logro o Realización): este factor apunta a la importancia de trazarse metas e ir en pro de su consecución. Afirma que, una vez alcanzadas, nos hará sentir eficientes, lo que favorecerá la autoconfianza y autonomía. 

El “optimismo realista”: una herramienta para el bienestar

En el marco de la virtud básica de la trascendencia, una de las 6 contempladas en el Manual de Virtudes y Fortalezas del Carácter, se encuentra la fortaleza del optimismo. Si bien este punto de vista positivo o esperanzado sobre los acontecimientos es, con frecuencia, desestimado o poco valorado, las investigaciones de Seligman arrojan que tiene una importancia suprema. Eso sí, aquel que él denomina “optimismo realista”, uno que sin negar la realidad extrae aprendizajes de experiencias previas para hacer cambios que redunden en un resultado distinto y favorable. 

Tras estudios comparativos que desarrolló, logró determinar que los optimistas estiman que las dificultades en la vida “son temporales y modificables”; piensan que “pasarán pronto, pueden hacer algo al respecto” y que sólo se trata de eventos únicos, particulares, que no se repetirán. En contraposición, los pesimistas sienten que ante situaciones adversas “no hay nada que puedan hacer, que éstas durarán para siempre y arruinarán todo”. 

Asimismo, en otro trabajo exploratorio, el psicólogo observó que “los pesimistas se deprimen más [que los optimistas]; tienen peor desempeño en el trabajo, la escuela y el deporte; y tienen relaciones problemáticas (...). Además, se rinden y sufren más estrés”.   

Según Seligman, tanto optimistas como pesimistas padecen de los mismos reveses a lo largo de sus vidas; sin embargo, los optimistas saben enfrentarlos de mejor manera. “El optimismo es una herramienta con un conjunto claro de beneficios: combate la depresión, promueve el logro y produce una mejor salud”, logró concluir.

Para el padre de la Psicología Positiva, “los hábitos de pensamiento no tienen por qué persistir para siempre. Uno de los hallazgos más significativos de la psicología en los últimos 20 años, es que los individuos eligen su forma de pensar”. Sin lugar a dudas, es un descubrimiento estimulante y esperanzador. El cambio -aunque no exento de esfuerzo- es posible, y la determinación personal es imprescindible para que nuestro diálogo interno se enfoque más en detectar y alentar nuestras fortalezas y virtudes, y las accionemos para lograr florecer.

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Las cualidades universales para el florecimiento humano

Existen 24 fortalezas de carácter, agrupadas en 6 categorías de virtudes básicas, que son reconocidas y valoradas en todas las culturas y creencias, y son susceptibles de ser promovidas y potenciadas. El optimismo es una de ellas.

Mariana Caprile |
15 de marzo, 2023
Las cualidades universales para el florecimiento humano

¿Epifanía o serendipia? Las definiciones de cualquiera de esos dos sustantivos se ajustan a lo que experimentó el psicólogo y escritor estadounidense, Martin Seligman, en 1997. Mientras desmalezaba su jardín, concentrado y con esmero, su hija de 5 años, quien lo acompañaba, jugaba, reía y cantaba.

Ante su llamado de atención -un grito- porque lo estaba distrayendo, la niña se fue y luego volvió para compartir con él una reflexión. Le dijo que desde que había llegado a esa edad no había “lloriqueado”, pues así lo había decidido, “y si yo he sido capaz de dejar de llorar, tú debes ser capaz de dejar de ser un gruñón”. Luego de esta contundente observación, Seligman sacó valiosas conclusiones que cambiaron su visión sobre el papel que hasta el momento había desempeñado la psicología. 

Aunque desde 1990 ya estaba dedicado a la exploración de la felicidad, tras más de dos décadas de investigación y aportes en torno a la depresión -es conocido por su teoría de “la indefensión aprendida”-, un año después del inesperado “hallazgo” familiar sugirió la búsqueda de una psicología más positiva, que ayudara a tener bienestar. En 1998, durante el discurso inaugural como presidente de la Asociación Americana de Psicología, Seligman aseveró que “la psicología no es solo el estudio de la debilidad y el daño, es también el estudio de la fortaleza y la virtud. El tratamiento no es solo arreglar lo que está roto, es también alimentar lo mejor de nosotros”.

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Dentro de este nuevo enfoque científico -el de la Psicología Positiva-, Seligman ofreció, en 2002, su teoría de la auténtica felicidad. En ella, sostiene que ésta “no sólo es posible, sino que -lejos de depender de la suerte y de los genes- puede cultivarse identificando y utilizando muchas de las fortalezas y rasgos que ya poseemos”. Desde esta perspectiva, señaló que existen 3 caminos distintos para la felicidad: la vida placentera -promoviendo emociones positivas duraderas-; la buena vida -alcanzando nuestro máximo potencial, mediante el uso diario de nuestras fortalezas-; y la vida significativa -empleando esas mismas fortalezas para practicar la bondad y el altruismo-.

En este sentido, Seligman y el también psicólogo Christopher Peterson llevaron a cabo una investigación amplia y minuciosa -de diferentes culturas, filosofías y religiones del mundo- a través de la cual lograron identificar 24 fortalezas de carácter que se agrupan en 6 categorías de virtudes básicas del ser humano. Dichas cualidades son universalmente reconocidas y valoradas, y, mejor aún, se pueden promover y potenciar.

“Para ser una persona feliz existen 6 virtudes: la sabiduría y el conocimiento, el coraje, la humanidad, la justicia, la templanza o moderación y la trascendencia”, afirma el fundador de la Psicología Positiva. 

Adicionalmente, elaboraron el denominado Manual de Virtudes y Fortalezas del Carácter, una herramienta pionera en identificar y clasificar los rasgos psicológicos positivos de las personas; y en 2004 diseñaron el Test VIA, un cuestionario por medio del cual se pueden medir estas cualidades. 

Cambio de paradigma: de la auténtica felicidad al modelo PERMA 

Casi una década después de haber dado a conocer su teoría de la auténtica felicidad, Seligman presentó, en el 2011, otra teoría: la del bienestar, la cual es una transformación de su planteamiento inicial. Tras este cambio de mirada -y de objeto de estudio- luego de años de exploración incesante, Seligman manifestó: “ahora pienso que el tema de la Psicología Positiva es el bienestar, que la norma de oro para medir el bienestar es florecer, y que la meta de la Psicología Positiva es aumentar el florecimiento”.

El también llamado modelo PERMA, es un acrónimo que alude a los factores que considera clave para experimentar un estado emocional positivo, con motivación y satisfacción, que se prolongue en el tiempo. Los 5 elementos que lo integran son: 

  1. Positive Emotions (Emociones Positivas): este componente sugiere desarrollar la destreza para incrementar el número de emociones positivas –reconociendo su incidencia favorable sobre la salud-, por sobre las negativas. Algunos ejemplos de emociones positivas son alegría, gratitud, esperanza, bondad, amor, placer y solidaridad. 
  2. Engagement (Compromiso): consiste en hacer un trato con uno mismo para potenciar las fortalezas personales con el propósito de inmiscuirse en iniciativas que proporcionen un “estado óptimo”, de armonía y de flujo de consciencia -“flow”-, donde prevalezcan el involucramiento y la sensación de estar situados únicamente en el momento presente. 
  3. Relationships (Relaciones Positivas): este aspecto plantea trabajar en las habilidades personales para lograr constituir vínculos sociales sólidos, confiables y cercanos, que representen una fuente de soporte y protección, contribuyendo, así, con el bienestar.     
  4. Meaning (Significado y Propósito): esta dimensión exhorta a la búsqueda de un sentido para nuestras vidas. Señala la pertinencia de formar parte de “algo más grande que uno mismo”, algo que “sea trascendente”, para experimentar plenitud.  
  5. Accomplishment (Logro o Realización): este factor apunta a la importancia de trazarse metas e ir en pro de su consecución. Afirma que, una vez alcanzadas, nos hará sentir eficientes, lo que favorecerá la autoconfianza y autonomía. 

El “optimismo realista”: una herramienta para el bienestar

En el marco de la virtud básica de la trascendencia, una de las 6 contempladas en el Manual de Virtudes y Fortalezas del Carácter, se encuentra la fortaleza del optimismo. Si bien este punto de vista positivo o esperanzado sobre los acontecimientos es, con frecuencia, desestimado o poco valorado, las investigaciones de Seligman arrojan que tiene una importancia suprema. Eso sí, aquel que él denomina “optimismo realista”, uno que sin negar la realidad extrae aprendizajes de experiencias previas para hacer cambios que redunden en un resultado distinto y favorable. 

Tras estudios comparativos que desarrolló, logró determinar que los optimistas estiman que las dificultades en la vida “son temporales y modificables”; piensan que “pasarán pronto, pueden hacer algo al respecto” y que sólo se trata de eventos únicos, particulares, que no se repetirán. En contraposición, los pesimistas sienten que ante situaciones adversas “no hay nada que puedan hacer, que éstas durarán para siempre y arruinarán todo”. 

Asimismo, en otro trabajo exploratorio, el psicólogo observó que “los pesimistas se deprimen más [que los optimistas]; tienen peor desempeño en el trabajo, la escuela y el deporte; y tienen relaciones problemáticas (...). Además, se rinden y sufren más estrés”.   

Según Seligman, tanto optimistas como pesimistas padecen de los mismos reveses a lo largo de sus vidas; sin embargo, los optimistas saben enfrentarlos de mejor manera. “El optimismo es una herramienta con un conjunto claro de beneficios: combate la depresión, promueve el logro y produce una mejor salud”, logró concluir.

Para el padre de la Psicología Positiva, “los hábitos de pensamiento no tienen por qué persistir para siempre. Uno de los hallazgos más significativos de la psicología en los últimos 20 años, es que los individuos eligen su forma de pensar”. Sin lugar a dudas, es un descubrimiento estimulante y esperanzador. El cambio -aunque no exento de esfuerzo- es posible, y la determinación personal es imprescindible para que nuestro diálogo interno se enfoque más en detectar y alentar nuestras fortalezas y virtudes, y las accionemos para lograr florecer.