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La derecha guatemalteca: lecciones por aprender

No se puede seguir operando bajo estándares o condiciones de guerra fría.

Ilustración: Gabriel López
Alejandro Palmieri
05 de julio, 2023

Las fuerzas de derecha en Guatemala han perdido y no por obra de la izquierda, sino por su propia culpa, como cuando el estudiante pierde un año no es por culpa del maestro o de sus compañeros, sino porque durante todo el año no hizo sus tareas y en el examen final contestó mal.  Ni más, ni menos.

El proceso electoral se encuentra -aún- en su tercera fase, como lo dispone el artículo 196, literal c) de la Ley Electoral y de Partidos Políticos, pero incluso ahora, las fuerzas políticas perdedoras pueden y deben sacar lecciones y aprenderlas si quieren tener un futuro en la política electoral guatemalteca.

Se habla de fuerzas políticas, y no sólo de partidos, porque en una elección tienen relevancia distintas manifestaciones que pueden o no materializarse en partidos políticos y las correspondientes candidaturas.

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Distintas fuerzas políticas -de ambos lados del espectro- son las perdedoras de las elecciones generales; el MLP, brazo electoral del movimiento CODECA, luego de aparentar gran fuerza y despliegue territorial, pasa a ser cancelado, por no lograr ser electo ni un solo diputado por esa organización.  Sin embargo, quedó claro que los votantes no comparten la ideología ni las consignas de ese movimiento indigenista.  La población busca su futuro de otra forma y no lo encuentra en los reclamos trasnochados del MLP.

Pero sin duda, quienes perdieron en mayor grado en estas elecciones, fueron las fuerzas de la derecha.  Varias muestras, razones y explicaciones.

La primera y más clara es que las dos opciones que van al balotaje representan a la izquierda; sobra explicación sobre ello.  Desde una ex vicepresidenta de la Internacional Socialista, hasta un autodenominado centroizquierda “progresista”, no cabe duda de qué lado del espectro se ubican.  Entonces, tan solo por exclusión, resulta evidente que la derecha pierde en estas elecciones.

Luego, las fuerzas de derecha pierden por dispersión.  Al menos 9 partidos se autodenominan como de centroderecha o de derecha.  Aunque el pluralismo político es sano, la multiplicidad de partidos y candidatos se debe más a la búsqueda de cuotas propias.  Pez grande en estaque pequeño.  Más allá de ello, cabe la pregunta de ¿qué considera cada uno de esos partidos como derecha?  Las respuestas podrían sorprendernos y a ellos evidenciarles como oportunistas.

En Guatemala se tiende a identificar más al conservadurismo como derecha, sin contemplar que el liberalismo clásico, por ejemplo, o el ordo liberalismo, son también expresiones de derecha.  Ello ha provocado que algunos actores políticos -candidatos y no candidatos por igual- se refieran a liberales como una expresión “menos pura” de derecha o, peor aún, que no son de derecha.  Mal se ha hecho con permitir que eso cale en el imaginario colectivo guatemalteco.  

En números aproximados, los partidos de derecha en conjunto sacaron menos votos que los partidos de izquierda, si no solo se toman en cuenta los dos que pasan al balotaje.  De esa cuenta, también es posible darse cuenta de que, aunque la definición de derecha o izquierda de cada partido pueda variar, cómo los identifique el electorado es lo que importó, cuando menos en esta elección.  El electorado prefirió opciones de izquierda.  Simple.

Posibles explicaciones, pueden haber muchas; con razón o no, se cree que ha habido solamente gobiernos de derecha desde 1985 a la fecha.  Ciertamente la extinta DC se vendió como un movimiento más hacia la social democracia, pero no resultó de esa manera.  Luego, la UNE, también quiso proyectarse como social demócrata, sin embargo, su gobierno fue percibido, al menos, como de centro.  Así, lo que el 25 de junio escogió el electorado fue algo que consideran distinto a lo que ha habido, inclusive con Sandra Torres y la UNE, pero eso tiene -además- otras explicaciones que no vienen al caso (voto duro, etc.)

Al hablar de fuerzas políticas se debe incluir a organizaciones empresariales, asociaciones civiles e incluso a individuos que en medios y en redes sociales han enarbolado la bandera de la derecha como propia.  El mayor daño que esto ha causado es la falta de separación clara entre éstos y supuestos -otros ya comprobados- actos de corrupción a manos de funcionarios voraces.  La renovación de cuadros, algo necesario, no solo pasa por que haya nuevas figuras, sino también por que la forma de pensar y enfrentar los retos nacionales se adapte a los tiempos.  No se puede seguir operando bajo estándares o condiciones de guerra fría.

La dinámica de las organizaciones empresariales puede llevarlos a ser excesivamente cautos en pronunciarse en contra de funcionarios que puedan tener en sus manos decisiones que les afecten directamente, más por instinto de preservación y acá cabe recordar que no solo preservan su negocio, sino que la forma de sustento de miles de familias guatemaltecas.  No es justo que, por una postura personal o gremial, se vayan a ver afectadas miles de familias.  Eso es parte de la decisión, guste o no.

Es esto último, unido al abuso de algunos personajes llanamente autoritarios (quien sabe y, fascistas) pero autoidentificados como de “derecha” lo que ha hecho que el electorado rechace de manera categórica a lo que se le presenta como “derecha”.  

No, la derecha no representa corrupción, así como la izquierda no representa honestidad; sin embargo, eso es precisamente lo que los partidos de izquierda, hoy ganadores, lograron posicionar. 

Pero eso no es culpa -responsabilidad- de las fuerzas de izquierda, sino de las genuinas y amplias fuerzas de derecha que han permitido que esos personajes autoritarios -y más de alguno corrupto- enarbolen como propia la bandera de la derecha.  Ante ello, corresponde pronunciarse claramente, distanciarse de esas posturas extremas e irracionales.  Esa es justamente la lección que debe aprender la derecha guatemalteca si quiere ser relevante en las decisiones políticas del país en los años venideros. 

Una máxima de la comunicación política es que, si uno no maneja su propia narrativa, si uno no se define claramente, la definición de uno la harán otros y de acuerdo con su narrativa.  Para regresar al símil colegial, esa es la lección -el curso- que deberá aprender la derecha guatemalteca, pero en retrasada o curso de vacaciones, porque ya perdió el año.

 

 

La derecha guatemalteca: lecciones por aprender

No se puede seguir operando bajo estándares o condiciones de guerra fría.

Ilustración: Gabriel López
Alejandro Palmieri
05 de julio, 2023

Las fuerzas de derecha en Guatemala han perdido y no por obra de la izquierda, sino por su propia culpa, como cuando el estudiante pierde un año no es por culpa del maestro o de sus compañeros, sino porque durante todo el año no hizo sus tareas y en el examen final contestó mal.  Ni más, ni menos.

El proceso electoral se encuentra -aún- en su tercera fase, como lo dispone el artículo 196, literal c) de la Ley Electoral y de Partidos Políticos, pero incluso ahora, las fuerzas políticas perdedoras pueden y deben sacar lecciones y aprenderlas si quieren tener un futuro en la política electoral guatemalteca.

Se habla de fuerzas políticas, y no sólo de partidos, porque en una elección tienen relevancia distintas manifestaciones que pueden o no materializarse en partidos políticos y las correspondientes candidaturas.

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Distintas fuerzas políticas -de ambos lados del espectro- son las perdedoras de las elecciones generales; el MLP, brazo electoral del movimiento CODECA, luego de aparentar gran fuerza y despliegue territorial, pasa a ser cancelado, por no lograr ser electo ni un solo diputado por esa organización.  Sin embargo, quedó claro que los votantes no comparten la ideología ni las consignas de ese movimiento indigenista.  La población busca su futuro de otra forma y no lo encuentra en los reclamos trasnochados del MLP.

Pero sin duda, quienes perdieron en mayor grado en estas elecciones, fueron las fuerzas de la derecha.  Varias muestras, razones y explicaciones.

La primera y más clara es que las dos opciones que van al balotaje representan a la izquierda; sobra explicación sobre ello.  Desde una ex vicepresidenta de la Internacional Socialista, hasta un autodenominado centroizquierda “progresista”, no cabe duda de qué lado del espectro se ubican.  Entonces, tan solo por exclusión, resulta evidente que la derecha pierde en estas elecciones.

Luego, las fuerzas de derecha pierden por dispersión.  Al menos 9 partidos se autodenominan como de centroderecha o de derecha.  Aunque el pluralismo político es sano, la multiplicidad de partidos y candidatos se debe más a la búsqueda de cuotas propias.  Pez grande en estaque pequeño.  Más allá de ello, cabe la pregunta de ¿qué considera cada uno de esos partidos como derecha?  Las respuestas podrían sorprendernos y a ellos evidenciarles como oportunistas.

En Guatemala se tiende a identificar más al conservadurismo como derecha, sin contemplar que el liberalismo clásico, por ejemplo, o el ordo liberalismo, son también expresiones de derecha.  Ello ha provocado que algunos actores políticos -candidatos y no candidatos por igual- se refieran a liberales como una expresión “menos pura” de derecha o, peor aún, que no son de derecha.  Mal se ha hecho con permitir que eso cale en el imaginario colectivo guatemalteco.  

En números aproximados, los partidos de derecha en conjunto sacaron menos votos que los partidos de izquierda, si no solo se toman en cuenta los dos que pasan al balotaje.  De esa cuenta, también es posible darse cuenta de que, aunque la definición de derecha o izquierda de cada partido pueda variar, cómo los identifique el electorado es lo que importó, cuando menos en esta elección.  El electorado prefirió opciones de izquierda.  Simple.

Posibles explicaciones, pueden haber muchas; con razón o no, se cree que ha habido solamente gobiernos de derecha desde 1985 a la fecha.  Ciertamente la extinta DC se vendió como un movimiento más hacia la social democracia, pero no resultó de esa manera.  Luego, la UNE, también quiso proyectarse como social demócrata, sin embargo, su gobierno fue percibido, al menos, como de centro.  Así, lo que el 25 de junio escogió el electorado fue algo que consideran distinto a lo que ha habido, inclusive con Sandra Torres y la UNE, pero eso tiene -además- otras explicaciones que no vienen al caso (voto duro, etc.)

Al hablar de fuerzas políticas se debe incluir a organizaciones empresariales, asociaciones civiles e incluso a individuos que en medios y en redes sociales han enarbolado la bandera de la derecha como propia.  El mayor daño que esto ha causado es la falta de separación clara entre éstos y supuestos -otros ya comprobados- actos de corrupción a manos de funcionarios voraces.  La renovación de cuadros, algo necesario, no solo pasa por que haya nuevas figuras, sino también por que la forma de pensar y enfrentar los retos nacionales se adapte a los tiempos.  No se puede seguir operando bajo estándares o condiciones de guerra fría.

La dinámica de las organizaciones empresariales puede llevarlos a ser excesivamente cautos en pronunciarse en contra de funcionarios que puedan tener en sus manos decisiones que les afecten directamente, más por instinto de preservación y acá cabe recordar que no solo preservan su negocio, sino que la forma de sustento de miles de familias guatemaltecas.  No es justo que, por una postura personal o gremial, se vayan a ver afectadas miles de familias.  Eso es parte de la decisión, guste o no.

Es esto último, unido al abuso de algunos personajes llanamente autoritarios (quien sabe y, fascistas) pero autoidentificados como de “derecha” lo que ha hecho que el electorado rechace de manera categórica a lo que se le presenta como “derecha”.  

No, la derecha no representa corrupción, así como la izquierda no representa honestidad; sin embargo, eso es precisamente lo que los partidos de izquierda, hoy ganadores, lograron posicionar. 

Pero eso no es culpa -responsabilidad- de las fuerzas de izquierda, sino de las genuinas y amplias fuerzas de derecha que han permitido que esos personajes autoritarios -y más de alguno corrupto- enarbolen como propia la bandera de la derecha.  Ante ello, corresponde pronunciarse claramente, distanciarse de esas posturas extremas e irracionales.  Esa es justamente la lección que debe aprender la derecha guatemalteca si quiere ser relevante en las decisiones políticas del país en los años venideros. 

Una máxima de la comunicación política es que, si uno no maneja su propia narrativa, si uno no se define claramente, la definición de uno la harán otros y de acuerdo con su narrativa.  Para regresar al símil colegial, esa es la lección -el curso- que deberá aprender la derecha guatemalteca, pero en retrasada o curso de vacaciones, porque ya perdió el año.