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Historias Urbanas | Transformers: La guerra por Cybertron

Redacción República
20 de septiembre, 2020

Transformers: La guerra por Cybertron, ESTA ES LA HISTORIA URBANA DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

Desde que el televisor ocupa sitio preferente en el mobiliario del hogar, las escenas contempladas en dibujos animados, series de acción y telenovelas se incorporaron a nuestros recuerdos.

Los personajes mejor parecidos se ganaron el corazón del público, las situaciones más divertidas se recuerdan con alguna sonrisa apenas afloran y siempre se disfruta de La pantera rosa, La familia Munster y Los tres chiflados apenas se capten entre el incesante cambio de canales para ver qué hay de bueno por ahí.

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Las temporadas dedicadas a los Transformers a partir de 1984 se instalaron entre las preferencias de cantidad de niños que no se perdían las batallas entre los autobots encabezados por Optimus Prime y los decepticons dirigidos con puño de hierro por Megatrón.

Según la disposición y las posibilidades económicas de los padres, se podía juntar la mayor cantidad posible de figuras. No faltó quien poseyera la colección entera de los Dinobots, o contara con todos los carritos de los Constructicons para armar a Devastator, ante el asombro y la envidia de los demás compañeros de clase.

En años recientes se ha vuelto costumbre que los estudios de animación recuperen ciertas marcas que tuvieron su auge y esplendor de 1981 a 1990, cuando los capítulos emitidos los sábados por la mañana fueron utilizados como anuncios de 22 minutos de duración para promover la compra de juguetes.

Las relecturas se reciben con cierta aprehensión, temiendo que se altere la sustancia de los personajes y echen a perder los recuerdos que atesoramos. Muchos nos disgustamos ante las versiones de Optimus Prime, Bumblebee y Megatrón presentadas por las cinco películas que Michael Bay dirigió de 2007 a 2017; ahora recibimos con agrado la vieja historia recontada por Transformers: War for Cybertron (Hasbro/Netflix, 2020).

Primero nos encontramos con una escena familiar: Bumblebee y Wheeljack el científico se abren paso entre los escombros regados por todo Cybertron.

Avanzan con cuidado para no toparse con las patrullas de los Buscadores, robots dotados con la capacidad de vuelo. Pero algo nos llama la atención: Bumblebee no porta la insignia de los autobots en el pecho.

No pelea bajo bandera alguna: es un rastreador y se gana la vida con la búsqueda del energon, combustible harto escaso debido a la guerra civil que asola al planeta. Su misión terminará apenas lo encuentre y reciba su paga. Después, que se sigan matando entre ellos.

Ahora Cybertron está dotado de atmósfera. El cielo se llena de nubes y la lluvia se derrama encima de los edificios destruidos, los puentes rotos y los cráteres dejados por los bombardeos.

A ratos destella algún que otro recuerdo del pasado todavía cercano, alusivo a la convivencia pacífica y al cultivo de las artes. Cuando se transforma a robot, cada guerrero revela las cicatrices causadas por el impacto del fuego enemigo.

La carrocería está cruzada por decenas de rayas, los vidrios están rotos, faltan los repuestos y abundan los mutilados. No hay amenaza común que los obligue a deponer sus diferencias y aliarse para combatirla: pelean sin tomar prisioneros. El cansancio y la desesperación abruman a todos los involucrados pero seguirán luchando «hasta que todos seamos uno», como reza el lema acuñado en otros tiempos.

Los seis episodios, que se ven de un tirón y dejan con ganas de que pronto se estrene la siguiente entrega (Chapter 2: Earthrise), plantean los riesgos del ejercicio unilateral del poder (Megatrón se convence poco a poco de que es necesario erradicar a todos los autobots), los servicios médicos para quien los necesite sin importar su credo (el taller de reparaciones de Rachet, acaso la única zona neutral en lo que resta de Cybertron) y otorgan relevancia al papel de la mujer (Elita-1 pasa de ser la rareza citada en el capítulo 32 de la temporada 1985-1986, The Search for Alpha Trion, a convertirse en la comandante de operaciones militares de los autobots).

Optimus Prime llega a dudar de sí mismo, pero se sobrepone al comprobar que está en riesgo la supervivencia de su pueblo y hará lo que esté a su alcance para garantizarla. Tampoco falta la lección moral: Bumblebee revela que la dignidad puede albergarse donde menos se espere.

Cuando se tiene de 40 años para arriba, siempre es grato volver a echarle una mirada a lo que tanto nos gustó cuando niños. Transformers: War for Cybertron nos permite contemplar el paisaje familiar con esos detalles que pasaron inadvertidos y ahora sirven para retratar nuestra época.

Historias Urbanas | Transformers: La guerra por Cybertron

Redacción República
20 de septiembre, 2020

Transformers: La guerra por Cybertron, ESTA ES LA HISTORIA URBANA DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

Desde que el televisor ocupa sitio preferente en el mobiliario del hogar, las escenas contempladas en dibujos animados, series de acción y telenovelas se incorporaron a nuestros recuerdos.

Los personajes mejor parecidos se ganaron el corazón del público, las situaciones más divertidas se recuerdan con alguna sonrisa apenas afloran y siempre se disfruta de La pantera rosa, La familia Munster y Los tres chiflados apenas se capten entre el incesante cambio de canales para ver qué hay de bueno por ahí.

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Las temporadas dedicadas a los Transformers a partir de 1984 se instalaron entre las preferencias de cantidad de niños que no se perdían las batallas entre los autobots encabezados por Optimus Prime y los decepticons dirigidos con puño de hierro por Megatrón.

Según la disposición y las posibilidades económicas de los padres, se podía juntar la mayor cantidad posible de figuras. No faltó quien poseyera la colección entera de los Dinobots, o contara con todos los carritos de los Constructicons para armar a Devastator, ante el asombro y la envidia de los demás compañeros de clase.

En años recientes se ha vuelto costumbre que los estudios de animación recuperen ciertas marcas que tuvieron su auge y esplendor de 1981 a 1990, cuando los capítulos emitidos los sábados por la mañana fueron utilizados como anuncios de 22 minutos de duración para promover la compra de juguetes.

Las relecturas se reciben con cierta aprehensión, temiendo que se altere la sustancia de los personajes y echen a perder los recuerdos que atesoramos. Muchos nos disgustamos ante las versiones de Optimus Prime, Bumblebee y Megatrón presentadas por las cinco películas que Michael Bay dirigió de 2007 a 2017; ahora recibimos con agrado la vieja historia recontada por Transformers: War for Cybertron (Hasbro/Netflix, 2020).

Primero nos encontramos con una escena familiar: Bumblebee y Wheeljack el científico se abren paso entre los escombros regados por todo Cybertron.

Avanzan con cuidado para no toparse con las patrullas de los Buscadores, robots dotados con la capacidad de vuelo. Pero algo nos llama la atención: Bumblebee no porta la insignia de los autobots en el pecho.

No pelea bajo bandera alguna: es un rastreador y se gana la vida con la búsqueda del energon, combustible harto escaso debido a la guerra civil que asola al planeta. Su misión terminará apenas lo encuentre y reciba su paga. Después, que se sigan matando entre ellos.

Ahora Cybertron está dotado de atmósfera. El cielo se llena de nubes y la lluvia se derrama encima de los edificios destruidos, los puentes rotos y los cráteres dejados por los bombardeos.

A ratos destella algún que otro recuerdo del pasado todavía cercano, alusivo a la convivencia pacífica y al cultivo de las artes. Cuando se transforma a robot, cada guerrero revela las cicatrices causadas por el impacto del fuego enemigo.

La carrocería está cruzada por decenas de rayas, los vidrios están rotos, faltan los repuestos y abundan los mutilados. No hay amenaza común que los obligue a deponer sus diferencias y aliarse para combatirla: pelean sin tomar prisioneros. El cansancio y la desesperación abruman a todos los involucrados pero seguirán luchando «hasta que todos seamos uno», como reza el lema acuñado en otros tiempos.

Los seis episodios, que se ven de un tirón y dejan con ganas de que pronto se estrene la siguiente entrega (Chapter 2: Earthrise), plantean los riesgos del ejercicio unilateral del poder (Megatrón se convence poco a poco de que es necesario erradicar a todos los autobots), los servicios médicos para quien los necesite sin importar su credo (el taller de reparaciones de Rachet, acaso la única zona neutral en lo que resta de Cybertron) y otorgan relevancia al papel de la mujer (Elita-1 pasa de ser la rareza citada en el capítulo 32 de la temporada 1985-1986, The Search for Alpha Trion, a convertirse en la comandante de operaciones militares de los autobots).

Optimus Prime llega a dudar de sí mismo, pero se sobrepone al comprobar que está en riesgo la supervivencia de su pueblo y hará lo que esté a su alcance para garantizarla. Tampoco falta la lección moral: Bumblebee revela que la dignidad puede albergarse donde menos se espere.

Cuando se tiene de 40 años para arriba, siempre es grato volver a echarle una mirada a lo que tanto nos gustó cuando niños. Transformers: War for Cybertron nos permite contemplar el paisaje familiar con esos detalles que pasaron inadvertidos y ahora sirven para retratar nuestra época.