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La locura libertaria

Redacción
03 de abril, 2014

Es la moda discutir y debatir sobre las vertientes del liberalismo, desde los anarco-capitalistas, libertarios, randianos, etc. Este artículo trata una rama particular del liberalismo clásico, el conservadurismo americano. Como cuestión lógica, un conservador quiere conservar. En el caso de EE.UU., lo que un conservador pretende conservar es un régimen republicano que prima la libertad política, económica y social, y, por ende, un gobierno limitado, pero fuerte. Por ser América Latina, un área en la que EE.UU. ha influenciado mucho, se ven rasgos del conservadurismo americano en la “derecha” latinoamericana. 

Un conservador americano no se opone al cambio, sólo lo ve con desconfianza. Por eso, la Constitución de EE.UU. permite su enmienda, cuando a la vez lo hace difícil de enmendar. También se aprecian las instituciones sociales. En fin, el estatus quo, las costumbres, normas, leyes, instituciones, tradiciones existentes se valoran cuando se ve que han funcionado relativamente bien. ¿Cómo se sabe que las cosas funcionan? Bueno, si tienes estabilidad política, tranquilidad social, relativa prosperidad, puedes aceptarlo, o puedes apostar por un cambio completo de todo con el riesgo de consecuencias no intencionadas muy negativas. 
Conservadores americanos ven con horror a movimientos ateos, comunistas, yihadistas, terroristas, o cualesquiera que intentan forzar el cambio por medios violentos. A los violentos se responde con violencia. Conservadores americanos ven con buenos ojos a sus primos libertarios, con quienes concuerdan sobre la necesidad e importancia de la libertad económica, pero con quienes discrepan en cuanto a la necesidad de la mano visible del estado en cuestiones de bienes públicos de primer orden, como la seguridad. Conservadores americanos ven con consternación a movimientos anarco-capitalistas o randianos que confían todo en soluciones privadas voluntarias que mágicamente y necesariamente surgirán en tiempo real cuando las violentas amenazas a la libertad surgen. Para los conservadores, el anarquismo es una locura, y los extremistas de esta banda son pasajeros libres que prosperan bajo el régimen político-económico liberal que el conservador construye y defiende con tesoro y sangre. 
Conservadores americanos reservan un desdén especial por el irrespeto de los anarcos y randianos por el rol de la fe y la religión en la sociedad. Nada aterroriza más al conservador americano que oír esta negación, porque es artículo de fe de su conservadurismo que la expansión de la libertad política y económica en el mundo se debe principalmente a EE.UU. y que la grandeza americana se debe en primer lugar al reconocimiento de la primacía de Dios. Una vez se deja de adorar a Dios, desde cualquier óptica Judeo-Cristiana, el país y la libertad está perdido. 
Para el conservador americano, el gobierno limitado depende de la sociedad civil grande, y la sociedad civil se debe componer en gran medida de asociaciones libres religiosas. El conservador americano desaprueba de la ingeniería social revolucionaria, como los cambios legales repentinos que permiten ahora los matrimonios y adopciones gay, el reconocimiento de un tercer sexo, la barbaridad del aborto, entre tantas otras ideas de la corrección política. Sin embargo, creyendo en el gobierno limitado, tampoco cree que se debe permitir la violación de los derechos civiles constitucionales de ningún ciudadano. Simplemente, no está de acuerdo con que existe un derecho civil para una pareja homosexual de gozar del mismo estatus que el estado, en su interés de perdurar en el tiempo, le da a la unión heterosexual y la unidad familiar tradicional. 
 La utilización del poder coercitivo del estado para forzar la aceptación inmediata de este tipo de nuevas costumbres no probadas en todos los aspectos de la vida privada, como la educación, el recreo y el trabajo, es precisamente lo que alarma al conservador americano. La aceptación entusiasta de muchos anarcos y randeanos de estos controvertibles arreglos institucionales no probados es, en gran parte, lo que pone al conservador americano en su franca oposición. Apostando que jamás llegaran a ser lo que jamás han sido, una fuerza política seria, el conservador americano se consuela con el rechazo político completo que siempre sufren los anarco capitalistas y randeanos en el mundo. Mientras niegan a Dios, los randeanos, serán para los conservadores casi la misma cosa que los comunistas -ateos- y, por ende, enemigos de la religión y la libertad. ¿Habrá espacio suficiente dentro de la “derecha” guatemalteca para ambos campos de pensamiento?

La locura libertaria

Redacción
03 de abril, 2014

Es la moda discutir y debatir sobre las vertientes del liberalismo, desde los anarco-capitalistas, libertarios, randianos, etc. Este artículo trata una rama particular del liberalismo clásico, el conservadurismo americano. Como cuestión lógica, un conservador quiere conservar. En el caso de EE.UU., lo que un conservador pretende conservar es un régimen republicano que prima la libertad política, económica y social, y, por ende, un gobierno limitado, pero fuerte. Por ser América Latina, un área en la que EE.UU. ha influenciado mucho, se ven rasgos del conservadurismo americano en la “derecha” latinoamericana. 

Un conservador americano no se opone al cambio, sólo lo ve con desconfianza. Por eso, la Constitución de EE.UU. permite su enmienda, cuando a la vez lo hace difícil de enmendar. También se aprecian las instituciones sociales. En fin, el estatus quo, las costumbres, normas, leyes, instituciones, tradiciones existentes se valoran cuando se ve que han funcionado relativamente bien. ¿Cómo se sabe que las cosas funcionan? Bueno, si tienes estabilidad política, tranquilidad social, relativa prosperidad, puedes aceptarlo, o puedes apostar por un cambio completo de todo con el riesgo de consecuencias no intencionadas muy negativas. 
Conservadores americanos ven con horror a movimientos ateos, comunistas, yihadistas, terroristas, o cualesquiera que intentan forzar el cambio por medios violentos. A los violentos se responde con violencia. Conservadores americanos ven con buenos ojos a sus primos libertarios, con quienes concuerdan sobre la necesidad e importancia de la libertad económica, pero con quienes discrepan en cuanto a la necesidad de la mano visible del estado en cuestiones de bienes públicos de primer orden, como la seguridad. Conservadores americanos ven con consternación a movimientos anarco-capitalistas o randianos que confían todo en soluciones privadas voluntarias que mágicamente y necesariamente surgirán en tiempo real cuando las violentas amenazas a la libertad surgen. Para los conservadores, el anarquismo es una locura, y los extremistas de esta banda son pasajeros libres que prosperan bajo el régimen político-económico liberal que el conservador construye y defiende con tesoro y sangre. 
Conservadores americanos reservan un desdén especial por el irrespeto de los anarcos y randianos por el rol de la fe y la religión en la sociedad. Nada aterroriza más al conservador americano que oír esta negación, porque es artículo de fe de su conservadurismo que la expansión de la libertad política y económica en el mundo se debe principalmente a EE.UU. y que la grandeza americana se debe en primer lugar al reconocimiento de la primacía de Dios. Una vez se deja de adorar a Dios, desde cualquier óptica Judeo-Cristiana, el país y la libertad está perdido. 
Para el conservador americano, el gobierno limitado depende de la sociedad civil grande, y la sociedad civil se debe componer en gran medida de asociaciones libres religiosas. El conservador americano desaprueba de la ingeniería social revolucionaria, como los cambios legales repentinos que permiten ahora los matrimonios y adopciones gay, el reconocimiento de un tercer sexo, la barbaridad del aborto, entre tantas otras ideas de la corrección política. Sin embargo, creyendo en el gobierno limitado, tampoco cree que se debe permitir la violación de los derechos civiles constitucionales de ningún ciudadano. Simplemente, no está de acuerdo con que existe un derecho civil para una pareja homosexual de gozar del mismo estatus que el estado, en su interés de perdurar en el tiempo, le da a la unión heterosexual y la unidad familiar tradicional. 
 La utilización del poder coercitivo del estado para forzar la aceptación inmediata de este tipo de nuevas costumbres no probadas en todos los aspectos de la vida privada, como la educación, el recreo y el trabajo, es precisamente lo que alarma al conservador americano. La aceptación entusiasta de muchos anarcos y randeanos de estos controvertibles arreglos institucionales no probados es, en gran parte, lo que pone al conservador americano en su franca oposición. Apostando que jamás llegaran a ser lo que jamás han sido, una fuerza política seria, el conservador americano se consuela con el rechazo político completo que siempre sufren los anarco capitalistas y randeanos en el mundo. Mientras niegan a Dios, los randeanos, serán para los conservadores casi la misma cosa que los comunistas -ateos- y, por ende, enemigos de la religión y la libertad. ¿Habrá espacio suficiente dentro de la “derecha” guatemalteca para ambos campos de pensamiento?