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Déjenlos pasar…

Redacción
04 de julio, 2014

Esta no es una defensa legal como muchas otras, sino una defensa moral de la eliminación de las barreras de inmigración al territorio de los Estados Unidos de América. Nota: estoy defendiendo la libertad de entrada y residencia, y no la concesión automática de la ciudadanía de EE.UU.

El fin de las barreras de inmigración es exigido por simple principio de derechos individuales, basándonos en que cada persona tiene derechos como individuo, no como miembro de tal o cual nación. Uno tiene derechos, no en virtud de ser estadounidense, pero en virtud de ser humano. Uno no debe de ser residente de ningún país en particular para tener un derecho moral de estar a salvo de la coerción gubernamental en contra de la vida, libertad y propiedad. En palabras de la mismísima Declaración de Independencia de aquel país del norte que hipócritamente rechaza la inmigración ilegal, el gobierno se instituye “para garantizar estos derechos, la libertad, la vida y la búsqueda de la felicidad”-para protegerlos contra su violación por la fuerza o el fraude.
Un extranjero tiene los mismos derechos que un americano. Ser un extranjero no es ser un criminal. Sin embargo, el gobierno de EEUU trata como criminales de aquellos extranjeros que no tienen la suerte de ganar la lotería de visas de trabajo. Buscar empleo en otro país no es un acto criminal. No coacciona a nadie y no viola los derechos de nadie. No hay “derecho” a estar exentos de competencia en el mercado de trabajo o en cualquier otro mercado. No es un acto criminal comprar o alquilar una casa en Estados Unidos para residir. Pagar por vivienda no es un acto coercitivo-siendo el comprador un estadounidense o un extranjero. Los derechos de nadie se violan cuando un hindú, guatemalteco, chino o australiano, alquila un apartamento de un propietario de América y se muda a la vivienda que está pagando. Y ¿qué pasa con los derechos de los ciudadanos estadounidenses que desean vender o alquilar su propiedad al mejor postor? O ¿las empresas estadounidenses que quieren contratar a trabajadores a más bajo costo? Es moralmente indefendible que el gobierno americano viole su derecho a hacerlo, simplemente porque la persona sea de otra parte del planeta.
Las cuotas de inmigración excluyen forzosamente a extranjeros que quieren, no robar, pero comprar una vivienda en ese país, que no quieren vivir de los americanos, sino a participar en el trabajo productivo, elevando su nivel de vida. Haciendo en el mayor de los casos el trabajo que muchos americanos no desean hacer. Excluir por la fuerza a aquellos que buscan pacíficamente el intercambio de valores comerciales es una violación de los derechos de ambas partes en tal intercambio: los derechos del vendedor o empresario estadounidense y los derechos del comprador o empleado extranjero.
La irracional premisa clamada a los cuatro vientos por algunos americanos para continuar con la restricción de entrada de extranjeros es: “Este es nuestro país, nosotros dejamos entrar a los que queremos.” Pero, ¿quién es “nosotros”? El gobierno no es dueño del país. Jurisdicción no es propiedad. Sólo el propietario de una porción de tierra puede decidir los términos de su ingreso o uso. La tierra americana no es la propiedad colectiva de una entidad llamada “el gobierno de EE.UU.”. Tampoco hay tal cosa como la propiedad social-colectiva de la tierra. La afirmación, “tenemos el derecho de decidir quién está autorizado a entrar” significa que algunos individuos-aquellos con la mayoría de votos- tienen el derecho de impedir que otros ciudadanos ejerzan sus derechos. Pero la realidad es que no existe un derecho a violar los derechos de los demás.
Los Padres Fundadores de América determinaron y aplicaron un sistema de derechos porque reconocieron que el hombre, como ser racional, debe ser libre para actuar en su propio juicio y para mantener los productos de su propio esfuerzo. Ellos no tuvieron nunca la intención de establecer un sistema en el que los que nacían en ese país pudiesen usar la fuerza para “protegerse” a sí mismos de la competencia pacífica con los demás.
Los inmigrantes son el tipo de personas que refrescan el espíritu americano. Son ambiciosos, valientes y valoran la libertad. Ellos llegan a EEUU, a menudo sin dinero y sin siquiera hablar el idioma, para buscar una vida mejor para ellos y sus familias. La visión de la libertad americana, con su oportunidad de prosperar mediante el trabajo duro, sirve como un imán de la mejor gente del mundo.
Los inmigrantes son auto-seleccionados por sus virtudes: su ambición, la audacia, la independencia y el orgullo. Ellos están dispuestos a dejar de lado las funciones apegadas a la tradición en sus países de origen y de volver a definirse a sí mismos como estadounidenses. Estas son las personas que Estados Unidos necesita con el fin de mantener viva la actitud trabajadora individualista que hizo a América.
He aquí una breve lista de algunos grandes inmigrantes: Ieoh Ming Pei, Neil Armstrong, Cristina Saralegui, Arturo Moreno, Andrew Carnegie, Albert Einstein, y Ayn Rand.
Legitimicen la inmigración hacia su país, americanos, los beneficios son grandes. El derecho, incuestionable. Así que…déjenlos entrar.
Por: Jose Fernando Orellana Wer

Déjenlos pasar…

Redacción
04 de julio, 2014

Esta no es una defensa legal como muchas otras, sino una defensa moral de la eliminación de las barreras de inmigración al territorio de los Estados Unidos de América. Nota: estoy defendiendo la libertad de entrada y residencia, y no la concesión automática de la ciudadanía de EE.UU.

El fin de las barreras de inmigración es exigido por simple principio de derechos individuales, basándonos en que cada persona tiene derechos como individuo, no como miembro de tal o cual nación. Uno tiene derechos, no en virtud de ser estadounidense, pero en virtud de ser humano. Uno no debe de ser residente de ningún país en particular para tener un derecho moral de estar a salvo de la coerción gubernamental en contra de la vida, libertad y propiedad. En palabras de la mismísima Declaración de Independencia de aquel país del norte que hipócritamente rechaza la inmigración ilegal, el gobierno se instituye “para garantizar estos derechos, la libertad, la vida y la búsqueda de la felicidad”-para protegerlos contra su violación por la fuerza o el fraude.
Un extranjero tiene los mismos derechos que un americano. Ser un extranjero no es ser un criminal. Sin embargo, el gobierno de EEUU trata como criminales de aquellos extranjeros que no tienen la suerte de ganar la lotería de visas de trabajo. Buscar empleo en otro país no es un acto criminal. No coacciona a nadie y no viola los derechos de nadie. No hay “derecho” a estar exentos de competencia en el mercado de trabajo o en cualquier otro mercado. No es un acto criminal comprar o alquilar una casa en Estados Unidos para residir. Pagar por vivienda no es un acto coercitivo-siendo el comprador un estadounidense o un extranjero. Los derechos de nadie se violan cuando un hindú, guatemalteco, chino o australiano, alquila un apartamento de un propietario de América y se muda a la vivienda que está pagando. Y ¿qué pasa con los derechos de los ciudadanos estadounidenses que desean vender o alquilar su propiedad al mejor postor? O ¿las empresas estadounidenses que quieren contratar a trabajadores a más bajo costo? Es moralmente indefendible que el gobierno americano viole su derecho a hacerlo, simplemente porque la persona sea de otra parte del planeta.
Las cuotas de inmigración excluyen forzosamente a extranjeros que quieren, no robar, pero comprar una vivienda en ese país, que no quieren vivir de los americanos, sino a participar en el trabajo productivo, elevando su nivel de vida. Haciendo en el mayor de los casos el trabajo que muchos americanos no desean hacer. Excluir por la fuerza a aquellos que buscan pacíficamente el intercambio de valores comerciales es una violación de los derechos de ambas partes en tal intercambio: los derechos del vendedor o empresario estadounidense y los derechos del comprador o empleado extranjero.
La irracional premisa clamada a los cuatro vientos por algunos americanos para continuar con la restricción de entrada de extranjeros es: “Este es nuestro país, nosotros dejamos entrar a los que queremos.” Pero, ¿quién es “nosotros”? El gobierno no es dueño del país. Jurisdicción no es propiedad. Sólo el propietario de una porción de tierra puede decidir los términos de su ingreso o uso. La tierra americana no es la propiedad colectiva de una entidad llamada “el gobierno de EE.UU.”. Tampoco hay tal cosa como la propiedad social-colectiva de la tierra. La afirmación, “tenemos el derecho de decidir quién está autorizado a entrar” significa que algunos individuos-aquellos con la mayoría de votos- tienen el derecho de impedir que otros ciudadanos ejerzan sus derechos. Pero la realidad es que no existe un derecho a violar los derechos de los demás.
Los Padres Fundadores de América determinaron y aplicaron un sistema de derechos porque reconocieron que el hombre, como ser racional, debe ser libre para actuar en su propio juicio y para mantener los productos de su propio esfuerzo. Ellos no tuvieron nunca la intención de establecer un sistema en el que los que nacían en ese país pudiesen usar la fuerza para “protegerse” a sí mismos de la competencia pacífica con los demás.
Los inmigrantes son el tipo de personas que refrescan el espíritu americano. Son ambiciosos, valientes y valoran la libertad. Ellos llegan a EEUU, a menudo sin dinero y sin siquiera hablar el idioma, para buscar una vida mejor para ellos y sus familias. La visión de la libertad americana, con su oportunidad de prosperar mediante el trabajo duro, sirve como un imán de la mejor gente del mundo.
Los inmigrantes son auto-seleccionados por sus virtudes: su ambición, la audacia, la independencia y el orgullo. Ellos están dispuestos a dejar de lado las funciones apegadas a la tradición en sus países de origen y de volver a definirse a sí mismos como estadounidenses. Estas son las personas que Estados Unidos necesita con el fin de mantener viva la actitud trabajadora individualista que hizo a América.
He aquí una breve lista de algunos grandes inmigrantes: Ieoh Ming Pei, Neil Armstrong, Cristina Saralegui, Arturo Moreno, Andrew Carnegie, Albert Einstein, y Ayn Rand.
Legitimicen la inmigración hacia su país, americanos, los beneficios son grandes. El derecho, incuestionable. Así que…déjenlos entrar.
Por: Jose Fernando Orellana Wer