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¿Jaque mate a Jimmy o a la Paz?

José Carlos Ortega
09 de enero, 2016

Los recientes acontecimientos nos deben hacer reflexionar sobre el camino que estamos tomando como nación, ya sea por lo que decidimos hacer, por lo que nos impone una agenda internacional que no entiende, ni quiere entender como ellos, con diferentes valores a los que proponen llegaron a sus situaciones de desarrollo.

No me cabe la menor duda que, aunque no soy proclive a teorías de la conspiración y una súper mente controladora que se ocupa de todo, más parecido a los regímenes totalitarios centralizados que a los libres, la captura de los 18 militares por crímenes del conflicto armado interno, además de coincidir con pruebas reales o no, y de no necesitar las exhumaciones recientes para sustentar acusaciones, es un mensaje claro al presidente electo Jimmy de lo que le está permitido hacer, sus alianzas y con quién se debe relacionar. Aclararle la “agenda”.

No me cabe duda que desde su elección, varias organizaciones que se acercaban más a los candidatos perdedores, han intentado desestabilizarlo y hemos comenzado una especie de etapa “robesperriana” que ante el péndulo del clamor de justicia, honradez, cambios y otros, ha iniciado su propia cacería de brujas, vistiéndose de monaguillos o diáconos, con los corazones y vidas pintadas sepulcralmente.

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Tampoco tengo ninguna duda que el ejército nacional, los poderes del Estado e inclusive poderes paralelos informales cometieron abusos, de los peores en nuestra historia. También pienso que debieron pagar por ellos en su momento, y a través de la negociación de aquella paz firme y duradera, que parece quedarse sólo en firma, someter a proceso a todos los implicados y lograr sino la reparación imposible, la reconciliación. Pero no tengo la menor duda tampoco, porque al igual que recuerdo los abusos del Estado, recuerdo, porque también los vivimos los abusos de la otra parte. ¡La justicia sólo de un lado, NO ES JUSTICIA!

Recuerdo bien el asesinato de dos campesinos de San Martín Jilotepeque, José Cruz y su hijo Gonzalo, recuerdo la masacre de la familia de Clarita Marroquín, varios de secuestros de papás de amigos, asesinatos de pilotos que llegaban a pagar planillas, catedráticos no alineados de San Carlos y muchas más, que tampoco aparecen en ninguna memoria histórica, pero que enlutaron a nuestro país. Esas personas, guatemaltecos también, humanos, merecían justicia también.

Sigo con alguna atención, y tuve la oportunidad de hablar con un colombiano involucrado en los procesos de paz. Posiblemente por el consejo de los procesos de paz regionales, que no terminan, han decidido incluir un proceso de perdón, no sin confesión, ni castigo, pero en el marco de ese mayor proceso que es la paz, el bienestar general, la mayoría…

Sé que muchos guatemaltecos sufrieron, sufrimos el conflicto armado interno. Unos más, otros menos. Sé que muchos pudieran vivir en un proceso de reclamo de justicia, y que se debe. Pero la justicia que se excede, la que no busca la reconciliación sino el dolor, la indignidad, es venganza, y eso no le hace bien ni al país, ni a las personas. Polarizar al país a 19 años de la firma de la paz, sólo puede reavivar el dolor y la radicalización.

Sabiamente el extinto recién excarcelado Nelson Mandela entendiendo el dolor, pero viendo más allá, lideró el perdón por un bien mayor en su país: la paz. No iba a poder reparar todo el gran mal que se había hecho, había que ver hacia el futuro. Necesitamos guatemaltecos que fueron víctimas del conflicto, de ambos lados, que nos lideren hacia la paz.

¿Jaque mate a Jimmy o a la Paz?

José Carlos Ortega
09 de enero, 2016

Los recientes acontecimientos nos deben hacer reflexionar sobre el camino que estamos tomando como nación, ya sea por lo que decidimos hacer, por lo que nos impone una agenda internacional que no entiende, ni quiere entender como ellos, con diferentes valores a los que proponen llegaron a sus situaciones de desarrollo.

No me cabe la menor duda que, aunque no soy proclive a teorías de la conspiración y una súper mente controladora que se ocupa de todo, más parecido a los regímenes totalitarios centralizados que a los libres, la captura de los 18 militares por crímenes del conflicto armado interno, además de coincidir con pruebas reales o no, y de no necesitar las exhumaciones recientes para sustentar acusaciones, es un mensaje claro al presidente electo Jimmy de lo que le está permitido hacer, sus alianzas y con quién se debe relacionar. Aclararle la “agenda”.

No me cabe duda que desde su elección, varias organizaciones que se acercaban más a los candidatos perdedores, han intentado desestabilizarlo y hemos comenzado una especie de etapa “robesperriana” que ante el péndulo del clamor de justicia, honradez, cambios y otros, ha iniciado su propia cacería de brujas, vistiéndose de monaguillos o diáconos, con los corazones y vidas pintadas sepulcralmente.

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Tampoco tengo ninguna duda que el ejército nacional, los poderes del Estado e inclusive poderes paralelos informales cometieron abusos, de los peores en nuestra historia. También pienso que debieron pagar por ellos en su momento, y a través de la negociación de aquella paz firme y duradera, que parece quedarse sólo en firma, someter a proceso a todos los implicados y lograr sino la reparación imposible, la reconciliación. Pero no tengo la menor duda tampoco, porque al igual que recuerdo los abusos del Estado, recuerdo, porque también los vivimos los abusos de la otra parte. ¡La justicia sólo de un lado, NO ES JUSTICIA!

Recuerdo bien el asesinato de dos campesinos de San Martín Jilotepeque, José Cruz y su hijo Gonzalo, recuerdo la masacre de la familia de Clarita Marroquín, varios de secuestros de papás de amigos, asesinatos de pilotos que llegaban a pagar planillas, catedráticos no alineados de San Carlos y muchas más, que tampoco aparecen en ninguna memoria histórica, pero que enlutaron a nuestro país. Esas personas, guatemaltecos también, humanos, merecían justicia también.

Sigo con alguna atención, y tuve la oportunidad de hablar con un colombiano involucrado en los procesos de paz. Posiblemente por el consejo de los procesos de paz regionales, que no terminan, han decidido incluir un proceso de perdón, no sin confesión, ni castigo, pero en el marco de ese mayor proceso que es la paz, el bienestar general, la mayoría…

Sé que muchos guatemaltecos sufrieron, sufrimos el conflicto armado interno. Unos más, otros menos. Sé que muchos pudieran vivir en un proceso de reclamo de justicia, y que se debe. Pero la justicia que se excede, la que no busca la reconciliación sino el dolor, la indignidad, es venganza, y eso no le hace bien ni al país, ni a las personas. Polarizar al país a 19 años de la firma de la paz, sólo puede reavivar el dolor y la radicalización.

Sabiamente el extinto recién excarcelado Nelson Mandela entendiendo el dolor, pero viendo más allá, lideró el perdón por un bien mayor en su país: la paz. No iba a poder reparar todo el gran mal que se había hecho, había que ver hacia el futuro. Necesitamos guatemaltecos que fueron víctimas del conflicto, de ambos lados, que nos lideren hacia la paz.