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Japón y los impuestos…

Redacción
16 de agosto, 2016

Es famosa la historia que cuenta que, en algunas fábricas de Japón, la negociación colectiva se lleva de manera muy diferente a la forma en que esta se realiza en los países latinoamericanos. En lugar de ser como en el modelo latinoamericano, en la que uno busca arrancar más y mejores prebendas del otro y este otro pretende reducir al máximo las pretensiones de aquel, en el modelo japonés la historia es al revés: los trabajadores presentan un pliego de ofrecimientos, estableciendo claramente a qué se comprometen durante los siguientes años, y en estricta correspondencia, los patronos presentan su oferta de compensaciones económicas. En esta forma de hacer las cosas, es la dinámica positiva y no el enfrentamiento lo que caracteriza la negociación. No es la propuesta abusiva, sino la carencia vergonzosa de una buena propuesta lo que retrata al mal negociador. En suma, cada parte da y ofrece lo mejor de sí, disputándose entonces quién ha puesto la mejor oferta sobre la mesa.
En el tema fiscal y hablando ya del caso guatemalteco, por lo visto, estamos empezando de nuevo la cuestión con la filosofía latinoamericana. “Esto es lo que quiero y veamos cuánto me das”; una forma necia de abordar la temática fiscal. Por ese camino rápido se llega al desgaste político, a ponerse en manos de unos pocos legisladores que terminan quitando y poniendo un poco por aquí y allá, y finalmente, a cargar más peso sobre los hombros de los mismos cucuruchos en esta procesión tributaria. No veo cómo y por qué el Gobierno ha perdido una excelente ocasión para poner sobre la mesa sus ofrecimientos y propuestas para hacer una mejor gestión, como puerta de entrada para hablar del tema fiscal. Hacerlo al estilo japonés le hubiera brindado al Ejecutivo una forma diferente, fresca e innovadora de abrir la discusión de las finanzas públicas. Pero no ha sido así. Les ha ganado el peso de la tradición.
Añadido a lo anterior pareciera que se han acabado las ideas en el mundo de lo fiscal. En lugar de explorar nuevos modelos de recaudación de ingresos, nuestras autoridades han optado por el camino más fácil, el más predecible, pero también el que ha probado ser la receta para no resolver nada de fondo. Mayores tasas aplicadas a los mismos, revertir medidas fiscales como si los modelos del pasado hayan sido necesariamente mejores, gravar escasas actividades económicas que presentan signos de una enfermedad terminal o “impuestos a la carta”, aprovechando precios internacionales coyunturalmente favorables, son el combo que se ha anunciado ya. Lejos está la posibilidad de abrir una discusión sobre temas más estructurales como las rigideces presupuestarias, nuevos controles al gasto y esquemas tributarios más amplios y eficientes.
El presidente Morales tiene frente a sí varios retos. El primero, explicar cómo ha sido posible que dejara tan prontamente en el olvido su compromiso y ofrecimiento de no seguir el mismo camino que otros gobiernos han emprendido en el tema tributario. El segundo es cómo navegar y encontrar su propio lugar en un escenario en el que todos los actores se han reposicionado de manera inusitada, al grado que hoy los sectores económicos demandan una discusión seria sobre las finanzas públicas, mientras que los tradicionales proponentes de reformas tributarias hoy se resisten a hablar del tema, acudiendo al argumento de “primero ordenar la casa”. Por último, el Presidente deberá aclarar cómo esta propuesta no es una recomendación aislada de los hombres que le rodean o de voces extranjeras que le empujan, sino que responde a una lógica de su propio proyecto político. Es a él a quien debimos escuchar primero en estos tres temas, pero no ha sido así.
Como nunca es tarde para hacer lo que se debe, explorar la ruta de una propuesta “a la japonesa” se espera aún. Si es así, no puede quedar ninguna duda de que cualquier actor razonable en el país estaría dispuesto a discutir cómo mejorar los ingresos públicos en paralelo a los otros grandes temas a los que se refiere la integralidad. Mientras tanto, seguirán prevaleciendo las viejas formas de la política en esta discusión; esas viejas formas que hemos querido dejar atrás desde 2015.

República.gt es ajena a la opinión expresada en este artículo

Japón y los impuestos…

Redacción
16 de agosto, 2016

Es famosa la historia que cuenta que, en algunas fábricas de Japón, la negociación colectiva se lleva de manera muy diferente a la forma en que esta se realiza en los países latinoamericanos. En lugar de ser como en el modelo latinoamericano, en la que uno busca arrancar más y mejores prebendas del otro y este otro pretende reducir al máximo las pretensiones de aquel, en el modelo japonés la historia es al revés: los trabajadores presentan un pliego de ofrecimientos, estableciendo claramente a qué se comprometen durante los siguientes años, y en estricta correspondencia, los patronos presentan su oferta de compensaciones económicas. En esta forma de hacer las cosas, es la dinámica positiva y no el enfrentamiento lo que caracteriza la negociación. No es la propuesta abusiva, sino la carencia vergonzosa de una buena propuesta lo que retrata al mal negociador. En suma, cada parte da y ofrece lo mejor de sí, disputándose entonces quién ha puesto la mejor oferta sobre la mesa.
En el tema fiscal y hablando ya del caso guatemalteco, por lo visto, estamos empezando de nuevo la cuestión con la filosofía latinoamericana. “Esto es lo que quiero y veamos cuánto me das”; una forma necia de abordar la temática fiscal. Por ese camino rápido se llega al desgaste político, a ponerse en manos de unos pocos legisladores que terminan quitando y poniendo un poco por aquí y allá, y finalmente, a cargar más peso sobre los hombros de los mismos cucuruchos en esta procesión tributaria. No veo cómo y por qué el Gobierno ha perdido una excelente ocasión para poner sobre la mesa sus ofrecimientos y propuestas para hacer una mejor gestión, como puerta de entrada para hablar del tema fiscal. Hacerlo al estilo japonés le hubiera brindado al Ejecutivo una forma diferente, fresca e innovadora de abrir la discusión de las finanzas públicas. Pero no ha sido así. Les ha ganado el peso de la tradición.
Añadido a lo anterior pareciera que se han acabado las ideas en el mundo de lo fiscal. En lugar de explorar nuevos modelos de recaudación de ingresos, nuestras autoridades han optado por el camino más fácil, el más predecible, pero también el que ha probado ser la receta para no resolver nada de fondo. Mayores tasas aplicadas a los mismos, revertir medidas fiscales como si los modelos del pasado hayan sido necesariamente mejores, gravar escasas actividades económicas que presentan signos de una enfermedad terminal o “impuestos a la carta”, aprovechando precios internacionales coyunturalmente favorables, son el combo que se ha anunciado ya. Lejos está la posibilidad de abrir una discusión sobre temas más estructurales como las rigideces presupuestarias, nuevos controles al gasto y esquemas tributarios más amplios y eficientes.
El presidente Morales tiene frente a sí varios retos. El primero, explicar cómo ha sido posible que dejara tan prontamente en el olvido su compromiso y ofrecimiento de no seguir el mismo camino que otros gobiernos han emprendido en el tema tributario. El segundo es cómo navegar y encontrar su propio lugar en un escenario en el que todos los actores se han reposicionado de manera inusitada, al grado que hoy los sectores económicos demandan una discusión seria sobre las finanzas públicas, mientras que los tradicionales proponentes de reformas tributarias hoy se resisten a hablar del tema, acudiendo al argumento de “primero ordenar la casa”. Por último, el Presidente deberá aclarar cómo esta propuesta no es una recomendación aislada de los hombres que le rodean o de voces extranjeras que le empujan, sino que responde a una lógica de su propio proyecto político. Es a él a quien debimos escuchar primero en estos tres temas, pero no ha sido así.
Como nunca es tarde para hacer lo que se debe, explorar la ruta de una propuesta “a la japonesa” se espera aún. Si es así, no puede quedar ninguna duda de que cualquier actor razonable en el país estaría dispuesto a discutir cómo mejorar los ingresos públicos en paralelo a los otros grandes temas a los que se refiere la integralidad. Mientras tanto, seguirán prevaleciendo las viejas formas de la política en esta discusión; esas viejas formas que hemos querido dejar atrás desde 2015.

República.gt es ajena a la opinión expresada en este artículo