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LA RAÍZ DE MUCHOS DE NUESTROS DILEMAS: LOS “SEÑORITOS”

Redacción República
12 de julio, 2018

Desde hace tiempo he rastreado por todo nuestro mundo iberoamericano el prototipo del “señorito”, ese personaje tan pernicioso brotado de aquella prosperidad inesperada que derivaron en su momento de la plata y del oro de América los Conquistadores y también sus nietos y bisnietos.

Un rasgo que históricamente vino a tipificar la decadencia imperial española, notable ya con toda fuerza por allá del Atlántico y por acá de la América desde del siglo XVII.

Aquel “señorito” español del Barroco tuvo mucho deheredero, y poco a su turno de hacedor, de soñador mucho, aunque de previsor muy poco, gentil y refinado, pero siempre hipercrítico de todos los demás y muy alejado de la experiencia sudorosa del trabajo manual. Para ello siempre les bastaron los esclavos africanos y la servidumbre de los indígenas.

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Tampoco fue un fenómeno social deliberado sino que muy espontaneo (o “dialéctico” según Hegel como por primera vez loestereoti en su “Fenomenología del espíritu” nada menos que en pleno auge napoleónico, hacia 1807).

Una treintena de años más tarde otro joven, de nombre Karl Marx, se habría de sentir por ello tan atraído e iluminado que le sirvió de cierre a su esquema dialéctico sobre el “amo” y el “esclavo”.

Por otra parte, entre los países germánicos del norte de Europa, por los que se movió el joven Marx, no había trazas del tal fenómeno retrotraíbles del “señorito” a ninguna “Conquista” militar hecha por sus antepasados sino a aquella otra revolución pacífica y artesanal que hoy solemos calificar de la “primerarevolución industrial.

Tema por cierto observado y abusado hasta el cansancio por casi todos los socialistas de los últimos dos siglos. Pero que por la escasez de espacio aquí rehúso a ampliar.

El “señorito” satisfecho, pues, según la acepción corrienteque además a él aplicó el modernismo español después de aquel año del Desastre” (1898), cuando fueron barridos los últimos baluartes imperiales de la Conquista (Cuba, Las Filipinas y Puerto Rico), vino lamentablemente a encarnarse en muchos de los indolentes burguesitos “mimados”, que gozaron no menos de las ventajas del trabajo ajeno aunque esta vez los que sudaban y gemían era los inmigrantes libres aunque muy pobres llegadosdesde la vieja Europa al “Nuevo Mundo.

Y así, también el arte del Occidente, muy en especial a ratos el de la música clásica y con más frecuencia el de la romántica que les fueron coetáneos, supo recoger e idealizar con gran belleza las frustraciones existenciales de semejantesherederos ociosos. Por ejemplo, la de los estudiantes bohemios en el París de la” Belle Époque”, que habían esbozado por escrito Flaubert, Víctor Hugo, Emilio Zola o León Tolstoi o la de los muy plebeyos toreros y sus amantes, que entre muchos otros enalteció al máximo George Bizet y a su turno adornaran con dulces melodías y ritmos vocales también Verdi y Puccini, y que perdura hasta el día de hoy, aunque retadas más  recientemente por la de los “blues” de Nueva Orleans, el Rock de “Elvis Presley” y los ritmos que se tornaron tan populares de los Beatles”.

Pero el “señorito” se proyecta también bajo otros enfoques, el del perpetuo “revolucionario”, por ejemplo, que tanto sedujo para sí mismos a Fidel Castro y a Ernesto Guevara, o la del escritorzuelo hipercrítico, como lo rezuman hoy con frecuencia algunas de las redes sociales.  

Pero lo que aquí quiero subrayar de nuevo es lo muy contradictorio y hasta lacerante de muchas de sus imitacionesromantizadas: las de Oscar Wilde y Teddy Roosevelt por ejemplo, que fueron en su momento arquetipos contemporáneosentre sí y antagónicos de otras formas del “señorito”, testigosambos del traspaso del poder imperial y global de Europa a América.

Ortega y Gasset se opuso a esa nobleza de sangre célebretan cacareada en los nostálgicos medios de masas de hoy, precisamente cuando apenas ya quedan monarquías.

O un Fernando Botero o un “Timochenko”, polos irreconciliables en nuestra vecina Colombia. O también en Cuba, como el en Guatemala tan poco conocido contraste entre un Julio Lobo y un Fidel Castro, cada uno no menos “señoritoque el otro. Pero uno conservador y el otro permanente revolucionario.

Fidel se me ocurre como el mejor exponente del “señorito” destructivo: privilegiado previamente en todos los sentidos, sin mérito alguno de su parte, pero bañado, encima, del oro que heredó de su tosco pero muy emprendedor padre inmigrante y semianalfabeta. Implacable, además, como suele comportarse todo aprendiz de “señorito”, también aquí y ahora, en esosjuicios tan simplistas y condenatorios de todos.

Pues Fidel jamás trabajó en su oficio de abogado ni supo ganarse salario alguno, mimado, empero, tanto por algunos otros acomodados muy ignorantes como por el torrente de los hombres-masa de su tiempo.

El “señorito” perfecto como estímulo para todos los de aquí y que como tales aplauden la presencia de la CICIG.

Pues en Guatemala tenemos ahora sobra de tales ejemplaresque, típicamente, piensan a la moda del extranjero y por eso gesticulan hacia la izquierda y hasta se creen la parte másencomiable de ella.

Por ejemplo, en nuestro caso, desde hace medio siglo, desertaron de sus estudios en la Universidad de San Carlos para incorporarse al terrorismo urbano o al predominantemente rural. Mas hoy solo insultan, desde el anonimato como otros “peladeros” más, y aun a la parasítica espera de su“resarcimiento” por parte de quienes laboramos todos los días y no nos hemos declarados “resarcibles”.

Así entiendo los campos antagónicos entre quienes se solidarizan con la CICIG, casi todos “señoritos” tan críticos como ignorantes, y quienes nos oponemos a ella, adultos al menos apoyados en una más larga experiencia de trabajo y estudio, y por lo tanto templados por una mayor dosis de sentido común.

(Continuará)    

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

LA RAÍZ DE MUCHOS DE NUESTROS DILEMAS: LOS “SEÑORITOS”

Redacción República
12 de julio, 2018

Desde hace tiempo he rastreado por todo nuestro mundo iberoamericano el prototipo del “señorito”, ese personaje tan pernicioso brotado de aquella prosperidad inesperada que derivaron en su momento de la plata y del oro de América los Conquistadores y también sus nietos y bisnietos.

Un rasgo que históricamente vino a tipificar la decadencia imperial española, notable ya con toda fuerza por allá del Atlántico y por acá de la América desde del siglo XVII.

Aquel “señorito” español del Barroco tuvo mucho deheredero, y poco a su turno de hacedor, de soñador mucho, aunque de previsor muy poco, gentil y refinado, pero siempre hipercrítico de todos los demás y muy alejado de la experiencia sudorosa del trabajo manual. Para ello siempre les bastaron los esclavos africanos y la servidumbre de los indígenas.

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Tampoco fue un fenómeno social deliberado sino que muy espontaneo (o “dialéctico” según Hegel como por primera vez loestereoti en su “Fenomenología del espíritu” nada menos que en pleno auge napoleónico, hacia 1807).

Una treintena de años más tarde otro joven, de nombre Karl Marx, se habría de sentir por ello tan atraído e iluminado que le sirvió de cierre a su esquema dialéctico sobre el “amo” y el “esclavo”.

Por otra parte, entre los países germánicos del norte de Europa, por los que se movió el joven Marx, no había trazas del tal fenómeno retrotraíbles del “señorito” a ninguna “Conquista” militar hecha por sus antepasados sino a aquella otra revolución pacífica y artesanal que hoy solemos calificar de la “primerarevolución industrial.

Tema por cierto observado y abusado hasta el cansancio por casi todos los socialistas de los últimos dos siglos. Pero que por la escasez de espacio aquí rehúso a ampliar.

El “señorito” satisfecho, pues, según la acepción corrienteque además a él aplicó el modernismo español después de aquel año del Desastre” (1898), cuando fueron barridos los últimos baluartes imperiales de la Conquista (Cuba, Las Filipinas y Puerto Rico), vino lamentablemente a encarnarse en muchos de los indolentes burguesitos “mimados”, que gozaron no menos de las ventajas del trabajo ajeno aunque esta vez los que sudaban y gemían era los inmigrantes libres aunque muy pobres llegadosdesde la vieja Europa al “Nuevo Mundo.

Y así, también el arte del Occidente, muy en especial a ratos el de la música clásica y con más frecuencia el de la romántica que les fueron coetáneos, supo recoger e idealizar con gran belleza las frustraciones existenciales de semejantesherederos ociosos. Por ejemplo, la de los estudiantes bohemios en el París de la” Belle Époque”, que habían esbozado por escrito Flaubert, Víctor Hugo, Emilio Zola o León Tolstoi o la de los muy plebeyos toreros y sus amantes, que entre muchos otros enalteció al máximo George Bizet y a su turno adornaran con dulces melodías y ritmos vocales también Verdi y Puccini, y que perdura hasta el día de hoy, aunque retadas más  recientemente por la de los “blues” de Nueva Orleans, el Rock de “Elvis Presley” y los ritmos que se tornaron tan populares de los Beatles”.

Pero el “señorito” se proyecta también bajo otros enfoques, el del perpetuo “revolucionario”, por ejemplo, que tanto sedujo para sí mismos a Fidel Castro y a Ernesto Guevara, o la del escritorzuelo hipercrítico, como lo rezuman hoy con frecuencia algunas de las redes sociales.  

Pero lo que aquí quiero subrayar de nuevo es lo muy contradictorio y hasta lacerante de muchas de sus imitacionesromantizadas: las de Oscar Wilde y Teddy Roosevelt por ejemplo, que fueron en su momento arquetipos contemporáneosentre sí y antagónicos de otras formas del “señorito”, testigosambos del traspaso del poder imperial y global de Europa a América.

Ortega y Gasset se opuso a esa nobleza de sangre célebretan cacareada en los nostálgicos medios de masas de hoy, precisamente cuando apenas ya quedan monarquías.

O un Fernando Botero o un “Timochenko”, polos irreconciliables en nuestra vecina Colombia. O también en Cuba, como el en Guatemala tan poco conocido contraste entre un Julio Lobo y un Fidel Castro, cada uno no menos “señoritoque el otro. Pero uno conservador y el otro permanente revolucionario.

Fidel se me ocurre como el mejor exponente del “señorito” destructivo: privilegiado previamente en todos los sentidos, sin mérito alguno de su parte, pero bañado, encima, del oro que heredó de su tosco pero muy emprendedor padre inmigrante y semianalfabeta. Implacable, además, como suele comportarse todo aprendiz de “señorito”, también aquí y ahora, en esosjuicios tan simplistas y condenatorios de todos.

Pues Fidel jamás trabajó en su oficio de abogado ni supo ganarse salario alguno, mimado, empero, tanto por algunos otros acomodados muy ignorantes como por el torrente de los hombres-masa de su tiempo.

El “señorito” perfecto como estímulo para todos los de aquí y que como tales aplauden la presencia de la CICIG.

Pues en Guatemala tenemos ahora sobra de tales ejemplaresque, típicamente, piensan a la moda del extranjero y por eso gesticulan hacia la izquierda y hasta se creen la parte másencomiable de ella.

Por ejemplo, en nuestro caso, desde hace medio siglo, desertaron de sus estudios en la Universidad de San Carlos para incorporarse al terrorismo urbano o al predominantemente rural. Mas hoy solo insultan, desde el anonimato como otros “peladeros” más, y aun a la parasítica espera de su“resarcimiento” por parte de quienes laboramos todos los días y no nos hemos declarados “resarcibles”.

Así entiendo los campos antagónicos entre quienes se solidarizan con la CICIG, casi todos “señoritos” tan críticos como ignorantes, y quienes nos oponemos a ella, adultos al menos apoyados en una más larga experiencia de trabajo y estudio, y por lo tanto templados por una mayor dosis de sentido común.

(Continuará)    

República es ajena a la opinión expresada en este artículo