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El rol de EE.UU. en reconfiguración del sistema político

Jorge Alvarado
27 de septiembre, 2018

Hay una frase célebre del político mexicano Jesús Reyes Heroles que decía “en política la forma es el fondo”. Meditar acerca de este aforismo aplicado a la política guatemalteca nos debe hacer reflexionar más allá de la coyuntura política que atraviesa nuestro país en estos momentos.

En realidad, el gobierno estadounidense le ha dado una palmadita en la espalda al presidente Jimmy Morales para respaldar hasta cierto punto su cruzada y esfuerzos en contra de Iván Velásquez.  Por tal motivo, es necesario entender que las acciones de gobierno en contra de Cicig y de su Jefe actual no han sido del todo acciones unilaterales y aisladas, sino que responden a cierto lobby y suplicas para poderlas ejecutar. La gallardía de desafiar un modelo anticorrupción imperfecto, pero funcional, ha permitido observar a un presidente osado que se empeña en acuñar el término de “soberanía” para ocultar algunas de sus manifestaciones de tiranía, en las que dejado al descubierto una política exterior irreverente que contraviene todos los principios diplomáticos y protocolarios con tal de ganar, aunque sea, una batalla en el tema Cicig.

El aval y la venia estadounidense al gobierno del presidente Morales es real. Ese poder blando que mencionaba Nye es real, pues en Guatemala se cumplen los tres principios que son los recursos ideológicos, culturales y diplomáticos para influir en nuestra política exterior, pero en la dinámica de nuestra política doméstica los escenarios cambian conforme a las prioridades.

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Para hablar de forma más concreta al presidente Jimmy Morales le quedan solamente tres meses, octubre, noviembre y diciembre para ostentar algún tipo de relevancia nacional, pues la falta de liderazgo y la miopía hacia las oportunidades para poder trascender en la historia del país han colocado al mandatario Morales en caer, en su propia trampa al no poder visualizar que el próximo año quedara anulado completamente.

Explico por qué.  Los Estados Unidos de América ha tomado las lecciones aprendidas del año 2015, en donde un solo presidente ya no es prioridad, ya no es importante, más bien en aras de mantener la estabilidad en el país y en la región, lejos de hacer colapsar el sistema, este convulsionará por su propia cuenta en su política doméstica. Para empezar, el último año de gobierno del presidente Jimmy Morales, en 2019, de forma atípica en la mitad de enero ya tendrá convocatoria a elecciones. Esa vorágine electoral sobrepasará el protagonismo del actual mandatario, y para la política exterior de los Estados Unidos será más fácil tener acercamientos con los dos candidatos con mayores posibilidades de ganar, lo mismo podrá hacer la ONU. Pero, lo más interesante es que en el Congreso las prioridades cambian y si la bancada oficial logra sobrevivir a este año sus prioridades también cambiarán, pues, aunque ahora defienden al presidente Morales a capa y espada, el otro año quien sabe. El mandatario será vulnerable como Otto Pérez lo fue en 2015, previo a las elecciones donde su propia bancada voto en su contra para quitarle el antejuicio.

Además, el mandatario debe tomar en cuenta que los apoyos de hoy son los castigos del mañana. Otro de los efectos es que todas las tendencias, redes sociales, y cualquier forma de comunicación se volcará en los futuros candidatos presidenciales. La agenda setting de la campaña electoral también tendrá como aditivo el tema de Cicig, entre otros. Por el mismo contexto político, el MP, medios de comunicación, sindicatos como el de maestros y salud cambian de cara al proceso electoral y, de esa cuenta, lo que pase con el presidente Jimmy Morales ya no importa.

La agenda de este año ya está sentenciada en los mismos temas de siempre cada fin de año: aprobación de presupuesto 2019, junta directiva del Congreso, un antejuicio que pareciera estar controlado, por lo que el presidente podría pagar la factura de no haber podido interpretar su momento histórico y político. Cuando se percate será reducido a la mínima expresión y que el tiempo se le fue como agua entre los dedos, sin ningún logro visible.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

El rol de EE.UU. en reconfiguración del sistema político

Jorge Alvarado
27 de septiembre, 2018

Hay una frase célebre del político mexicano Jesús Reyes Heroles que decía “en política la forma es el fondo”. Meditar acerca de este aforismo aplicado a la política guatemalteca nos debe hacer reflexionar más allá de la coyuntura política que atraviesa nuestro país en estos momentos.

En realidad, el gobierno estadounidense le ha dado una palmadita en la espalda al presidente Jimmy Morales para respaldar hasta cierto punto su cruzada y esfuerzos en contra de Iván Velásquez.  Por tal motivo, es necesario entender que las acciones de gobierno en contra de Cicig y de su Jefe actual no han sido del todo acciones unilaterales y aisladas, sino que responden a cierto lobby y suplicas para poderlas ejecutar. La gallardía de desafiar un modelo anticorrupción imperfecto, pero funcional, ha permitido observar a un presidente osado que se empeña en acuñar el término de “soberanía” para ocultar algunas de sus manifestaciones de tiranía, en las que dejado al descubierto una política exterior irreverente que contraviene todos los principios diplomáticos y protocolarios con tal de ganar, aunque sea, una batalla en el tema Cicig.

El aval y la venia estadounidense al gobierno del presidente Morales es real. Ese poder blando que mencionaba Nye es real, pues en Guatemala se cumplen los tres principios que son los recursos ideológicos, culturales y diplomáticos para influir en nuestra política exterior, pero en la dinámica de nuestra política doméstica los escenarios cambian conforme a las prioridades.

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Para hablar de forma más concreta al presidente Jimmy Morales le quedan solamente tres meses, octubre, noviembre y diciembre para ostentar algún tipo de relevancia nacional, pues la falta de liderazgo y la miopía hacia las oportunidades para poder trascender en la historia del país han colocado al mandatario Morales en caer, en su propia trampa al no poder visualizar que el próximo año quedara anulado completamente.

Explico por qué.  Los Estados Unidos de América ha tomado las lecciones aprendidas del año 2015, en donde un solo presidente ya no es prioridad, ya no es importante, más bien en aras de mantener la estabilidad en el país y en la región, lejos de hacer colapsar el sistema, este convulsionará por su propia cuenta en su política doméstica. Para empezar, el último año de gobierno del presidente Jimmy Morales, en 2019, de forma atípica en la mitad de enero ya tendrá convocatoria a elecciones. Esa vorágine electoral sobrepasará el protagonismo del actual mandatario, y para la política exterior de los Estados Unidos será más fácil tener acercamientos con los dos candidatos con mayores posibilidades de ganar, lo mismo podrá hacer la ONU. Pero, lo más interesante es que en el Congreso las prioridades cambian y si la bancada oficial logra sobrevivir a este año sus prioridades también cambiarán, pues, aunque ahora defienden al presidente Morales a capa y espada, el otro año quien sabe. El mandatario será vulnerable como Otto Pérez lo fue en 2015, previo a las elecciones donde su propia bancada voto en su contra para quitarle el antejuicio.

Además, el mandatario debe tomar en cuenta que los apoyos de hoy son los castigos del mañana. Otro de los efectos es que todas las tendencias, redes sociales, y cualquier forma de comunicación se volcará en los futuros candidatos presidenciales. La agenda setting de la campaña electoral también tendrá como aditivo el tema de Cicig, entre otros. Por el mismo contexto político, el MP, medios de comunicación, sindicatos como el de maestros y salud cambian de cara al proceso electoral y, de esa cuenta, lo que pase con el presidente Jimmy Morales ya no importa.

La agenda de este año ya está sentenciada en los mismos temas de siempre cada fin de año: aprobación de presupuesto 2019, junta directiva del Congreso, un antejuicio que pareciera estar controlado, por lo que el presidente podría pagar la factura de no haber podido interpretar su momento histórico y político. Cuando se percate será reducido a la mínima expresión y que el tiempo se le fue como agua entre los dedos, sin ningún logro visible.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo