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Historia irrelevante del arte

El autor nos hace consciente de que el arte hay que vivirlo. No se comprende la música si no es oyéndola, ni la pintura si no es viéndola, o la arquitectura si no es recorriéndola.

.
Warren Orbaugh |
13 de noviembre, 2023

La Historia Irreverente del Arte es el libro más reciente de Alberto Garín. El autor es licenciado en Historia del Arte y Arqueología por la Universidad de París y doctor en Arquitectura por la Universidad Europea de Madrid. Desde 1998 divide su tiempo entre Madrid y Guatemala, donde dirige el programa de doctorado de la Universidad Francisco Marroquín. También colabora con el podcast La contrahistoria de Fernando Díaz Villanueva. Tiene su propio canal de YouTube e iVox donde produce un muy interesante y recomendable programa intitulado Sierra de historias. 

Su libro que fue publicado en mayo de 2023, e impreso en España por Unigraf, es una historia muy diferente del arte. Es irreverente con la tradicional forma de narrar la historia del arte. No idealiza el arte de la antigua Grecia y Roma como hiciera Johann Joachim Winckelmann, el fundador de la arqueología moderna y quien influenciara el surgimiento del neoclasicismo.  

Tampoco respeta la concepción de la historia como una evolución dialéctica, el marco teórico a priori establecido por Georg Wilhelm Friedrich Hegel para organizar la historia del arte. Para Hegel lo que existe es el Espíritu, una mente o consciencia pensante que lo único que quiere es conocerse a sí misma. Lo hace por medio de un proceso que el filósofo bautizó como dialéctica. Ésta consiste en el surgimiento de una tesis a la que se le opone una antítesis que se resuelve en una síntesis que es a la vez la nueva tesis y el ciclo continúa. El Espíritu se “objetifica” por medio de su autoconsciencia que logra usando a los hombres como órganos pensantes. Así la mente subjetiva individual del yo le informa al Espíritu sobre su manifestación como cosa sensible. La mente objetiva del Estado o consciencia colectiva, superior a la subjetiva del individuo, le informa al Espíritu sobre sí mismo. Y la síntesis de las antecedentes es la mente absoluta, el conocimiento, la verdad. De tal forma dijo Hegel, lo que quiere el Estado es lo que quiere el individuo, aunque éste no lo sepa o crea que quiere lo contrario o algo distinto. 

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El fin esencial del arte

 El idealista alemán sostuvo que el arte surge por la necesidad que tiene el Espíritu de revelarse a sí mismo en forma sensual. Dicho de otra manera, Hegel afirmó que el arte revela la idea bajo el modo de configuración sensual o material. El fin esencial del arte es hacer real la consciencia pensante abstracta al manifestarla, al mostrarla. El criterio que estableció para evaluar la excelencia artística fue la adecuación entre la idea y la forma. Entonces, habiendo establecido ese criterio procedió a clasificar las artes en: Arte simbólico – la arquitectura; arte clásico – la escultura; y arte romántico – la pintura, la música y la poesía. La arquitectura la dividió a la vez en tres manifestaciones: Simbólica – la arquitectura egipcia; clásica – la arquitectura griega; y romántica – la arquitectura gótica.  

Procedió luego a manifestar que cada período histórico debería entenderse como una contribución única de la humanidad a hacer visible el Espíritu de la época, con sus propias leyes y por tanto debiera juzgarse de acuerdo con esa especificación. Y la belleza la definió como la apariencia o semblanza de la idea. Para él la ‘idea’ como ‘belleza’ es idéntica a la ‘idea’ como ‘verdad’. Por esto, la belleza artística no puede, según el filósofo alemán, demandar universalidad, pues manifiesta el Espíritu de cierta época y cultura. El arte pues, expresa el Espíritu de la época, lo que conduce a la concepción de que el desarrollo histórico es dialéctico y conlleva un desarrollo artístico que demanda la transición de la consciencia estética a la consciencia religiosa, pues la belleza artística es la manifestación superior al ser la creación inmediata del Espíritu. Es la manifestación del Espíritu de sí mismo para sí mismo. 

Hegel estableció entonces la idea de organizar la historia en estilos dialécticos donde uno se opone al antecedente, así el modernismo se opone al eclecticismo que se opone al neoclasicismo que se opone al barroco que se opone al renacentista que se opone al gótico que se opone al románico, etc. Organizan los académicos el arte como una sucesión dialéctica de compartimientos estancos cada uno con su escuela, su estilo y período. 

En su libro Garín ofrece una visión más propia del individualismo metodológico. Analiza y narra la relación entre el artista, que difiere poco del artesano que practica un oficio dominando una técnica particular, con su cliente que le encarga la obra para fines propios, sean estos políticos o domésticos. El artista hace lo que mejor puede con la técnica de la que dispone para satisfacer a su comprador. No piensa el artista al levantarse el lunes por la mañana en inventar un nuevo estilo que sea el opuesto al que practican sus colegas, sino en como representar mejor el encargo de su cliente.  

El autor nos hace consciente de que el arte hay que vivirlo. No se comprende la música si no es oyéndola, ni la pintura si no es viéndola, o la arquitectura si no es recorriéndola. Analiza obras que él ha visto y algunas que conoció al excavar y sacar de los sitios en donde trabajó como arqueólogo. Con este enfoque nos conduce Garín en un viaje artístico, analizando desde monedas, peines, esculturas, pinturas y edificios, por lugares como Roma, Constantinopla, Damasco, Granada y Florencia. 

Su narración es tan entretenida e interesante como la que encontramos en su programa Sierra de historias. Estoy seguro que el lector encontrará esta obra fascinante e ilustrativa. 

 

Historia irrelevante del arte

El autor nos hace consciente de que el arte hay que vivirlo. No se comprende la música si no es oyéndola, ni la pintura si no es viéndola, o la arquitectura si no es recorriéndola.

Warren Orbaugh |
13 de noviembre, 2023
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La Historia Irreverente del Arte es el libro más reciente de Alberto Garín. El autor es licenciado en Historia del Arte y Arqueología por la Universidad de París y doctor en Arquitectura por la Universidad Europea de Madrid. Desde 1998 divide su tiempo entre Madrid y Guatemala, donde dirige el programa de doctorado de la Universidad Francisco Marroquín. También colabora con el podcast La contrahistoria de Fernando Díaz Villanueva. Tiene su propio canal de YouTube e iVox donde produce un muy interesante y recomendable programa intitulado Sierra de historias. 

Su libro que fue publicado en mayo de 2023, e impreso en España por Unigraf, es una historia muy diferente del arte. Es irreverente con la tradicional forma de narrar la historia del arte. No idealiza el arte de la antigua Grecia y Roma como hiciera Johann Joachim Winckelmann, el fundador de la arqueología moderna y quien influenciara el surgimiento del neoclasicismo.  

Tampoco respeta la concepción de la historia como una evolución dialéctica, el marco teórico a priori establecido por Georg Wilhelm Friedrich Hegel para organizar la historia del arte. Para Hegel lo que existe es el Espíritu, una mente o consciencia pensante que lo único que quiere es conocerse a sí misma. Lo hace por medio de un proceso que el filósofo bautizó como dialéctica. Ésta consiste en el surgimiento de una tesis a la que se le opone una antítesis que se resuelve en una síntesis que es a la vez la nueva tesis y el ciclo continúa. El Espíritu se “objetifica” por medio de su autoconsciencia que logra usando a los hombres como órganos pensantes. Así la mente subjetiva individual del yo le informa al Espíritu sobre su manifestación como cosa sensible. La mente objetiva del Estado o consciencia colectiva, superior a la subjetiva del individuo, le informa al Espíritu sobre sí mismo. Y la síntesis de las antecedentes es la mente absoluta, el conocimiento, la verdad. De tal forma dijo Hegel, lo que quiere el Estado es lo que quiere el individuo, aunque éste no lo sepa o crea que quiere lo contrario o algo distinto. 

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El fin esencial del arte

 El idealista alemán sostuvo que el arte surge por la necesidad que tiene el Espíritu de revelarse a sí mismo en forma sensual. Dicho de otra manera, Hegel afirmó que el arte revela la idea bajo el modo de configuración sensual o material. El fin esencial del arte es hacer real la consciencia pensante abstracta al manifestarla, al mostrarla. El criterio que estableció para evaluar la excelencia artística fue la adecuación entre la idea y la forma. Entonces, habiendo establecido ese criterio procedió a clasificar las artes en: Arte simbólico – la arquitectura; arte clásico – la escultura; y arte romántico – la pintura, la música y la poesía. La arquitectura la dividió a la vez en tres manifestaciones: Simbólica – la arquitectura egipcia; clásica – la arquitectura griega; y romántica – la arquitectura gótica.  

Procedió luego a manifestar que cada período histórico debería entenderse como una contribución única de la humanidad a hacer visible el Espíritu de la época, con sus propias leyes y por tanto debiera juzgarse de acuerdo con esa especificación. Y la belleza la definió como la apariencia o semblanza de la idea. Para él la ‘idea’ como ‘belleza’ es idéntica a la ‘idea’ como ‘verdad’. Por esto, la belleza artística no puede, según el filósofo alemán, demandar universalidad, pues manifiesta el Espíritu de cierta época y cultura. El arte pues, expresa el Espíritu de la época, lo que conduce a la concepción de que el desarrollo histórico es dialéctico y conlleva un desarrollo artístico que demanda la transición de la consciencia estética a la consciencia religiosa, pues la belleza artística es la manifestación superior al ser la creación inmediata del Espíritu. Es la manifestación del Espíritu de sí mismo para sí mismo. 

Hegel estableció entonces la idea de organizar la historia en estilos dialécticos donde uno se opone al antecedente, así el modernismo se opone al eclecticismo que se opone al neoclasicismo que se opone al barroco que se opone al renacentista que se opone al gótico que se opone al románico, etc. Organizan los académicos el arte como una sucesión dialéctica de compartimientos estancos cada uno con su escuela, su estilo y período. 

En su libro Garín ofrece una visión más propia del individualismo metodológico. Analiza y narra la relación entre el artista, que difiere poco del artesano que practica un oficio dominando una técnica particular, con su cliente que le encarga la obra para fines propios, sean estos políticos o domésticos. El artista hace lo que mejor puede con la técnica de la que dispone para satisfacer a su comprador. No piensa el artista al levantarse el lunes por la mañana en inventar un nuevo estilo que sea el opuesto al que practican sus colegas, sino en como representar mejor el encargo de su cliente.  

El autor nos hace consciente de que el arte hay que vivirlo. No se comprende la música si no es oyéndola, ni la pintura si no es viéndola, o la arquitectura si no es recorriéndola. Analiza obras que él ha visto y algunas que conoció al excavar y sacar de los sitios en donde trabajó como arqueólogo. Con este enfoque nos conduce Garín en un viaje artístico, analizando desde monedas, peines, esculturas, pinturas y edificios, por lugares como Roma, Constantinopla, Damasco, Granada y Florencia. 

Su narración es tan entretenida e interesante como la que encontramos en su programa Sierra de historias. Estoy seguro que el lector encontrará esta obra fascinante e ilustrativa.