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HORIZONTES Rehenes

No fui yo el único que se sintió como rehén. Fuimos la inmensa mayoría de guatemaltecos los que fuimos literalmente sitiados en un acto terrorista que jamás será olvidado. Afortunadamente el valor y coraje de los buenos guatemaltecos hasta hoy lograron romper el sitio. Pero la incertidumbre continúa.

.
Francisco Beltranena |
16 de octubre, 2023

He dejado transcurrir una semana completa entre el momento en que me pondría a escribir esta columna y hoy. Me alegra haberlo hecho porque los acontecimientos que hemos vivido me permiten ser más objetivo y transmitir mis pensamientos con más claridad. Se han cumplido, el día de hoy, quince días de bloqueos a nivel nacional. Hoy es el primer día en una semana en que puedo bajar de mi casa a la clínica y estar disponible para mis pacientes.

El recorrido ha sido rápido porque a pesar de hacerlo al final de la hora pico a las 09:00 horas. No había más que tráfico rápido a lo largo del recorrido y lo que en condiciones normales puede tomar tres cuartos de hora hoy lo hice en menos de media. Acá ya el primer indicador de la situación. No hay bloqueos en la ruta pero las actividades normales están aún lejos de restablecerse.

Los bloqueos a nivel nacional llegaron a ser más de 180 en un momento dado. La Capital de la República era absolutamente intransitable y las carretas principales que intercomunican al resto del país con múltiples bloqueos. No había ni transporte publico ni particular posible. En términos militares los habitantes de la Capital y de los municipios aledaños estábamos sitiados.

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El sitio que nos tocó vivir dañó a punto de escasez la cadena de logística de los insumos necesarios para sobrevivir. El productor de verduras pudo cosechar los productos que llegaron a su madurez y logró colocarlos en cajas o sacos para ser transportados a los mercados de consumo, pero en las carreteras lo que encontraron fue bloqueos en toda la ruta. La preciosa carga perecedera con el correr de las horas iba perdiendo sus calidades hasta llegar a podrirse en plena ruta por la inclemencia del clima y los días en los que no pudieron llegar a su destino.

Los anaqueles de verdura rápidamente quedaron desolados en los supermercados junto a aquellos en los que debería haberse encontrado huevos, granos y papel higiénico. Recuerdo haber compartido con mi familia y amigos cercanos fotografías de la situación que vivíamos con un pie de página que decía: “¿Venezuela?...no Guatemala”.

Con mi esposa nos tocó buscar y encontrar la forma de atender a una persona mayor (82 años) quién se quedó sola por una semana y ya sin alimentos porque su hijo quedó atrapado entre los múltiples bloqueos que había en el Altiplano occidental cercano a la Capital.

Mientras eso sucedía, las noticias nos comunicaban con una narrativa sistémica lo que sucedía como producto de la intransigencia en el no cumplimiento de las exigencias que habían provocado “las manifestaciones pacíficas” las que con una que otra excepción de “infiltrados” se habían dado sin novedades. Escuchar a funcionarios electos y en particular a quién posee una credencial de Presidente electo decir que lo que sucedía era la legítimo y que ellos lo apoyaban me provocó los peores pensamientos imaginables.

Las cosas llegaron a su clímax cuando la Corte de Constitucionalidad resolvió que los derechos constitucionales de manifestación no podían impedir los derechos constitucionales de libre locomoción y de libertad de comercio. Los bloqueos así fueron declarados constitucionalmente ilegales a pesar que las autoridades electas declararan que las apoyaban.

Hasta el momento, con excepcionales episodios las fuerzas de seguridad (Policía Nacional Civil y Ejército), las cosas han sido resueltas por los ciudadanos exigiendo su derecho a la libre locomoción. Valientes ciudadanos llenos de arrestos rompieron los bloqueos e iniciaron una contra ola al sitio orquestado por las agrupaciones insurgentes en estas jornadas.

No fui yo el único que se sintió como rehén. Fuimos la inmensa mayoría de guatemaltecos los que fuimos literalmente sitiados en un acto terrorista que jamás será olvidado. Afortunadamente el valor y coraje de los buenos guatemaltecos hasta hoy lograron romper el sitio. Pero la incertidumbre continúa.

En la mente de todos y cada uno de los que sufrimos la violencia psicológica de el cautiverio no aparece la calma necesaria para restablecer la vida normal. Los estudiantes no han podido culminar su año lectivo y la economía nacional le costará recuperarse de las pérdidas y ralentización de ésta primera quincena de Octubre. El precio lo continuaremos pagando todos y ojalá los responsables sean llevados ante la justicia terrenal, porque ante Dios no tendrán escapatoria por hacernos rehenes. ¡Hasta la próxima!

 

El contenido en la sección de Opinión es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la postura o la línea editorial de República.

HORIZONTES Rehenes

No fui yo el único que se sintió como rehén. Fuimos la inmensa mayoría de guatemaltecos los que fuimos literalmente sitiados en un acto terrorista que jamás será olvidado. Afortunadamente el valor y coraje de los buenos guatemaltecos hasta hoy lograron romper el sitio. Pero la incertidumbre continúa.

Francisco Beltranena |
16 de octubre, 2023
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He dejado transcurrir una semana completa entre el momento en que me pondría a escribir esta columna y hoy. Me alegra haberlo hecho porque los acontecimientos que hemos vivido me permiten ser más objetivo y transmitir mis pensamientos con más claridad. Se han cumplido, el día de hoy, quince días de bloqueos a nivel nacional. Hoy es el primer día en una semana en que puedo bajar de mi casa a la clínica y estar disponible para mis pacientes.

El recorrido ha sido rápido porque a pesar de hacerlo al final de la hora pico a las 09:00 horas. No había más que tráfico rápido a lo largo del recorrido y lo que en condiciones normales puede tomar tres cuartos de hora hoy lo hice en menos de media. Acá ya el primer indicador de la situación. No hay bloqueos en la ruta pero las actividades normales están aún lejos de restablecerse.

Los bloqueos a nivel nacional llegaron a ser más de 180 en un momento dado. La Capital de la República era absolutamente intransitable y las carretas principales que intercomunican al resto del país con múltiples bloqueos. No había ni transporte publico ni particular posible. En términos militares los habitantes de la Capital y de los municipios aledaños estábamos sitiados.

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El sitio que nos tocó vivir dañó a punto de escasez la cadena de logística de los insumos necesarios para sobrevivir. El productor de verduras pudo cosechar los productos que llegaron a su madurez y logró colocarlos en cajas o sacos para ser transportados a los mercados de consumo, pero en las carreteras lo que encontraron fue bloqueos en toda la ruta. La preciosa carga perecedera con el correr de las horas iba perdiendo sus calidades hasta llegar a podrirse en plena ruta por la inclemencia del clima y los días en los que no pudieron llegar a su destino.

Los anaqueles de verdura rápidamente quedaron desolados en los supermercados junto a aquellos en los que debería haberse encontrado huevos, granos y papel higiénico. Recuerdo haber compartido con mi familia y amigos cercanos fotografías de la situación que vivíamos con un pie de página que decía: “¿Venezuela?...no Guatemala”.

Con mi esposa nos tocó buscar y encontrar la forma de atender a una persona mayor (82 años) quién se quedó sola por una semana y ya sin alimentos porque su hijo quedó atrapado entre los múltiples bloqueos que había en el Altiplano occidental cercano a la Capital.

Mientras eso sucedía, las noticias nos comunicaban con una narrativa sistémica lo que sucedía como producto de la intransigencia en el no cumplimiento de las exigencias que habían provocado “las manifestaciones pacíficas” las que con una que otra excepción de “infiltrados” se habían dado sin novedades. Escuchar a funcionarios electos y en particular a quién posee una credencial de Presidente electo decir que lo que sucedía era la legítimo y que ellos lo apoyaban me provocó los peores pensamientos imaginables.

Las cosas llegaron a su clímax cuando la Corte de Constitucionalidad resolvió que los derechos constitucionales de manifestación no podían impedir los derechos constitucionales de libre locomoción y de libertad de comercio. Los bloqueos así fueron declarados constitucionalmente ilegales a pesar que las autoridades electas declararan que las apoyaban.

Hasta el momento, con excepcionales episodios las fuerzas de seguridad (Policía Nacional Civil y Ejército), las cosas han sido resueltas por los ciudadanos exigiendo su derecho a la libre locomoción. Valientes ciudadanos llenos de arrestos rompieron los bloqueos e iniciaron una contra ola al sitio orquestado por las agrupaciones insurgentes en estas jornadas.

No fui yo el único que se sintió como rehén. Fuimos la inmensa mayoría de guatemaltecos los que fuimos literalmente sitiados en un acto terrorista que jamás será olvidado. Afortunadamente el valor y coraje de los buenos guatemaltecos hasta hoy lograron romper el sitio. Pero la incertidumbre continúa.

En la mente de todos y cada uno de los que sufrimos la violencia psicológica de el cautiverio no aparece la calma necesaria para restablecer la vida normal. Los estudiantes no han podido culminar su año lectivo y la economía nacional le costará recuperarse de las pérdidas y ralentización de ésta primera quincena de Octubre. El precio lo continuaremos pagando todos y ojalá los responsables sean llevados ante la justicia terrenal, porque ante Dios no tendrán escapatoria por hacernos rehenes. ¡Hasta la próxima!

 

El contenido en la sección de Opinión es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la postura o la línea editorial de República.