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La lucha por la presidencia de la Cámara Baja

Una democracia presupone a un Estado liberal, que debe responder a la voluntad del pueblo requiere de ciudadanos libres informados, valientes, dispuestos a cuestionar las autoridades en todos los ámbitos.

Kevin McCarthy
Nicholas Virzi |
08 de enero, 2023

El viernes pasado se eligió a Kevin McCarthy (KM) como presidente de la Cámara Baja (CB) del Congreso de EUA. Le costó 15 rondas de votación para llegar al tercer puesto más importante, segundo en línea de sucesión de la presidencia de EUA, la nación más importante del mundo.

Las críticas del proceso se centran en dos temas puntuales:

  1. Las repetidas votaciones para dicha presidencia reflejan el estado de crisis de la democracia en EUA.
  2. Cómo no fue coronado presidente, y tuvo que dar concesiones (ejemplos 1, 2, 3, 4)) que limitan el poder de su nuevo puesto, KM será un líder debilitado.

En cuanto a la primera crítica, es absurdo proponer que el ejercicio democrático debilita la democracia. La segunda crítica descansa sobre premisas que son ciertas, no hubo coronación y sí se limitó el poder de la presidencia de la CB. Sin embargo, la crítica obvia una pregunta más fundamental: ¿Es bueno que el poder de los líderes políticos de regímenes democráticos tenga límites razonables? Reflexionemos.

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Es cierto que KM tendrá menos poder de mover legislación desconocida por los congresistas y de bloquear sus intentos de balancear el poder del Ejecutivo por medio de supervisión, investigación e interpelación. Será más fácil ahora presentar mociones de remoción del presidente de la CB, cosa que tendría que ser aprobado por el pleno. ¿Eso es malo?

Los representantes de la CB tienen el deber constitucional de fiscalizar y balancear el poder presidencial. El poder presidencial ha venido creciendo de manera extraordinaria en contra de la visión original de EUA, a tal punto que se cuestiona su constitucionalidad. Esta expansión del poder presidencial, cuidadosamente limitada por los fundadores de EUA, fue cedida por el Congreso. Los representantes de la CB tienen el derecho, sino la obligación, de recuperar ese poder.

Lo que se vio en la pugna por la presidencia de la CB fue la democracia en acción. Aunque fue una experiencia necesaria, también fue algo incómodo de ver, cosa que tampoco debería de sorprender. Fue en 1947, en la Cámara de los Comunes del Reino Unido, que Winston Churchill repitió la frase ya famosa en su tiempo: “la democracia es la peor forma de gobierno excepto por todas aquellas otras formas que se han intentado de vez en cuando”.

La democracia molesta. Se caracteriza por la confusión, el riesgo y la incertidumbre. Procesos democráticos no garantizan decisiones correctas o buenos resultados. Como dijo Mises, un Estado nunca es voluntariamente liberal. Una democracia presupone a un Estado liberal, que debe responder a la voluntad del pueblo requiere de ciudadanos libres informados, valientes, dispuestos a cuestionar las autoridades en todos los ámbitos. Todo esto parece ser mucho pedir. El ser humano, hoy más que nunca, teme a la libertad, fenómeno que el Erich Fromm describió en 1941 en su famosa obra El miedo a la libertad.

Quizás uno de los mayores beneficios de la democracia se da en el área de sucesión, cosa que ningún tipo de régimen político puede evitar. La virtud de la democracia es que tiene la capacidad de procurar métodos confiables y aceptados de sucesión política a través de elecciones. Si los ciudadanos perciben que tienen malos gobernantes, eventualmente podrán elegir otros. En autocracias, los recursos para cambiar el gobierno serían el asesinato o el golpe de Estado.

La pugna por la presidencia de la CB fue de sucesión. La anterior presidente, Nancy Pelosi, había asumido poderes antidemocráticos sin precedentes, hace muy pocos años. Lo que pedían los “rebeldes” Republicanos que bloqueaban la elección de KM era restaurar las reglas vigentes hace poco para presentar, conocer, y debatir las iniciativas de ley, antes de votar por ellas. Solo en un mundo conformista se consideraría eso extremista.

Este breve recuento permite la reflexión sobre la narrativa crítica recibida por la sabiduría convencional del proceso de elección de KM como presidente de la CB. Esta narrativa es promulgada por analistas y medios que obedecen sumisamente lo que las élites políticas les han señalado que deben decir. No acostumbrados al debate y el intercambio de ideas, les parece escandaloso que en un proceso democrático se vea la democracia en acción, que se exija transparencia, rendición de cuentas, conocimiento de las iniciativas de ley sobre las cuales votarían los diputados, etc. Prefieren que se gobierne desde arriba para abajo, sin discusión. Estos expertos nos dicen que cualquier otra cosa es extremismo político que atenta contra la institucionalidad democrática.

Lo tienen al revés. La institucionalidad no defiende a personas particulares, ni acepta que los puestos políticos les “toca” a quienes han estado en el poder por mucho tiempo. Por diseño constitucional, la CB es el órgano democrático del Estado republicano de EUA. Se supone que, en dicho órgano, los representantes deberían de velar por la voluntad de sus votantes en sus distritos. Eso fue precisamente lo que hicieron algunos.

El verdadero escándalo es la falta de cuestionamiento de las élites políticas a la que se han acostumbrado los políticos, los medios, y los analistas que se posicionan como informadores de los pueblos. La democracia, y la libertad, salen fortalecidas cuando se les exige a los líderes políticos cumplir con la voluntad de los representantes del pueblo, rendir cuentas, y cuando se limita su poder de ejercer el poder político a su sabor y antojo. Si eso debilita a las autoridades temporales, enhorabuena.

El contenido en la sección de Opinión es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la postura o la línea editorial de República.

 

La lucha por la presidencia de la Cámara Baja

Una democracia presupone a un Estado liberal, que debe responder a la voluntad del pueblo requiere de ciudadanos libres informados, valientes, dispuestos a cuestionar las autoridades en todos los ámbitos.

Nicholas Virzi |
08 de enero, 2023
Kevin McCarthy

El viernes pasado se eligió a Kevin McCarthy (KM) como presidente de la Cámara Baja (CB) del Congreso de EUA. Le costó 15 rondas de votación para llegar al tercer puesto más importante, segundo en línea de sucesión de la presidencia de EUA, la nación más importante del mundo.

Las críticas del proceso se centran en dos temas puntuales:

  1. Las repetidas votaciones para dicha presidencia reflejan el estado de crisis de la democracia en EUA.
  2. Cómo no fue coronado presidente, y tuvo que dar concesiones (ejemplos 1, 2, 3, 4)) que limitan el poder de su nuevo puesto, KM será un líder debilitado.

En cuanto a la primera crítica, es absurdo proponer que el ejercicio democrático debilita la democracia. La segunda crítica descansa sobre premisas que son ciertas, no hubo coronación y sí se limitó el poder de la presidencia de la CB. Sin embargo, la crítica obvia una pregunta más fundamental: ¿Es bueno que el poder de los líderes políticos de regímenes democráticos tenga límites razonables? Reflexionemos.

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Es cierto que KM tendrá menos poder de mover legislación desconocida por los congresistas y de bloquear sus intentos de balancear el poder del Ejecutivo por medio de supervisión, investigación e interpelación. Será más fácil ahora presentar mociones de remoción del presidente de la CB, cosa que tendría que ser aprobado por el pleno. ¿Eso es malo?

Los representantes de la CB tienen el deber constitucional de fiscalizar y balancear el poder presidencial. El poder presidencial ha venido creciendo de manera extraordinaria en contra de la visión original de EUA, a tal punto que se cuestiona su constitucionalidad. Esta expansión del poder presidencial, cuidadosamente limitada por los fundadores de EUA, fue cedida por el Congreso. Los representantes de la CB tienen el derecho, sino la obligación, de recuperar ese poder.

Lo que se vio en la pugna por la presidencia de la CB fue la democracia en acción. Aunque fue una experiencia necesaria, también fue algo incómodo de ver, cosa que tampoco debería de sorprender. Fue en 1947, en la Cámara de los Comunes del Reino Unido, que Winston Churchill repitió la frase ya famosa en su tiempo: “la democracia es la peor forma de gobierno excepto por todas aquellas otras formas que se han intentado de vez en cuando”.

La democracia molesta. Se caracteriza por la confusión, el riesgo y la incertidumbre. Procesos democráticos no garantizan decisiones correctas o buenos resultados. Como dijo Mises, un Estado nunca es voluntariamente liberal. Una democracia presupone a un Estado liberal, que debe responder a la voluntad del pueblo requiere de ciudadanos libres informados, valientes, dispuestos a cuestionar las autoridades en todos los ámbitos. Todo esto parece ser mucho pedir. El ser humano, hoy más que nunca, teme a la libertad, fenómeno que el Erich Fromm describió en 1941 en su famosa obra El miedo a la libertad.

Quizás uno de los mayores beneficios de la democracia se da en el área de sucesión, cosa que ningún tipo de régimen político puede evitar. La virtud de la democracia es que tiene la capacidad de procurar métodos confiables y aceptados de sucesión política a través de elecciones. Si los ciudadanos perciben que tienen malos gobernantes, eventualmente podrán elegir otros. En autocracias, los recursos para cambiar el gobierno serían el asesinato o el golpe de Estado.

La pugna por la presidencia de la CB fue de sucesión. La anterior presidente, Nancy Pelosi, había asumido poderes antidemocráticos sin precedentes, hace muy pocos años. Lo que pedían los “rebeldes” Republicanos que bloqueaban la elección de KM era restaurar las reglas vigentes hace poco para presentar, conocer, y debatir las iniciativas de ley, antes de votar por ellas. Solo en un mundo conformista se consideraría eso extremista.

Este breve recuento permite la reflexión sobre la narrativa crítica recibida por la sabiduría convencional del proceso de elección de KM como presidente de la CB. Esta narrativa es promulgada por analistas y medios que obedecen sumisamente lo que las élites políticas les han señalado que deben decir. No acostumbrados al debate y el intercambio de ideas, les parece escandaloso que en un proceso democrático se vea la democracia en acción, que se exija transparencia, rendición de cuentas, conocimiento de las iniciativas de ley sobre las cuales votarían los diputados, etc. Prefieren que se gobierne desde arriba para abajo, sin discusión. Estos expertos nos dicen que cualquier otra cosa es extremismo político que atenta contra la institucionalidad democrática.

Lo tienen al revés. La institucionalidad no defiende a personas particulares, ni acepta que los puestos políticos les “toca” a quienes han estado en el poder por mucho tiempo. Por diseño constitucional, la CB es el órgano democrático del Estado republicano de EUA. Se supone que, en dicho órgano, los representantes deberían de velar por la voluntad de sus votantes en sus distritos. Eso fue precisamente lo que hicieron algunos.

El verdadero escándalo es la falta de cuestionamiento de las élites políticas a la que se han acostumbrado los políticos, los medios, y los analistas que se posicionan como informadores de los pueblos. La democracia, y la libertad, salen fortalecidas cuando se les exige a los líderes políticos cumplir con la voluntad de los representantes del pueblo, rendir cuentas, y cuando se limita su poder de ejercer el poder político a su sabor y antojo. Si eso debilita a las autoridades temporales, enhorabuena.

El contenido en la sección de Opinión es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la postura o la línea editorial de República.