Miami, 17 de diciembre de 2023.
En los últimos días, se ha especulado de una manera extraordinaria sobre a quién le retira Estados Unidos la visa y a quién no.
Para empezar, es importante tener claro que la visa para ingresar a cualquier país no es un derecho inherente a ser humano alguno; es un privilegio, comparable a recibir una invitación a una casa ajena. No hace de menos ni de más tenerlo. Otra consideración importante es que, todos los que tenemos o solicitamos visas de otros países, estamos sujetos a que un funcionario de tal país pueda denegarnos la solicitud o cancelarnos la visa.
Hoy, en Guatemala, podemos diferenciar entre dos grupos cuya visa ha sido retirada por EE. UU. Un primer grupo de corruptos —personalmente, me alegro por la decisión— y un segundo grupo de personas que han actuado según sus principios: para ellos, toda mi solidaridad y apoyo. Creo que EE. UU. se ha equivocado, claramente, al retirar sus visas.
¿Principios? Sí: los principios, el valor y el coraje que necesitamos para defender y construir el país que queremos. Somos muchos los guatemaltecos trabajando por una mejor Guatemala. Algunos desde lo público, otros desde las organizaciones del sector privado, otros desde la sociedad civil y otros desde la prensa, donde me sitúo yo. Todos los que defendemos los principios republicanos, desde nuestras respectivas funciones, nos exponemos a que funcionarios de algún país no estén de acuerdo con nuestra postura, con nuestras acciones o con nuestras declaraciones. Hoy y durante los cuatro años que se avecinan, Guatemala va a necesitar más que nunca este tipo de liderazgo con principios.
Personalmente, continuaré defendiendo principios republicanos como la libertad —la libertad de expresión y de prensa, en particular—. No voy a claudicar en esta batalla porque pueda ofender o incomodar a algún funcionario de EE. UU; si el costo de defender mis principios fuera no poder visitar ese país, sería muy bajo comparado con el que pagaron mis padres y mis abuelos por defender sus principios y a su país.
Como bien reza la máxima: el precio de tener principios es tener que vivir con ellos.
Miami, 17 de diciembre de 2023.
En los últimos días, se ha especulado de una manera extraordinaria sobre a quién le retira Estados Unidos la visa y a quién no.
Para empezar, es importante tener claro que la visa para ingresar a cualquier país no es un derecho inherente a ser humano alguno; es un privilegio, comparable a recibir una invitación a una casa ajena. No hace de menos ni de más tenerlo. Otra consideración importante es que, todos los que tenemos o solicitamos visas de otros países, estamos sujetos a que un funcionario de tal país pueda denegarnos la solicitud o cancelarnos la visa.
Hoy, en Guatemala, podemos diferenciar entre dos grupos cuya visa ha sido retirada por EE. UU. Un primer grupo de corruptos —personalmente, me alegro por la decisión— y un segundo grupo de personas que han actuado según sus principios: para ellos, toda mi solidaridad y apoyo. Creo que EE. UU. se ha equivocado, claramente, al retirar sus visas.
¿Principios? Sí: los principios, el valor y el coraje que necesitamos para defender y construir el país que queremos. Somos muchos los guatemaltecos trabajando por una mejor Guatemala. Algunos desde lo público, otros desde las organizaciones del sector privado, otros desde la sociedad civil y otros desde la prensa, donde me sitúo yo. Todos los que defendemos los principios republicanos, desde nuestras respectivas funciones, nos exponemos a que funcionarios de algún país no estén de acuerdo con nuestra postura, con nuestras acciones o con nuestras declaraciones. Hoy y durante los cuatro años que se avecinan, Guatemala va a necesitar más que nunca este tipo de liderazgo con principios.
Personalmente, continuaré defendiendo principios republicanos como la libertad —la libertad de expresión y de prensa, en particular—. No voy a claudicar en esta batalla porque pueda ofender o incomodar a algún funcionario de EE. UU; si el costo de defender mis principios fuera no poder visitar ese país, sería muy bajo comparado con el que pagaron mis padres y mis abuelos por defender sus principios y a su país.
Como bien reza la máxima: el precio de tener principios es tener que vivir con ellos.