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Sobre el caos y otros dioses

Y es que de esta constante lucha entre caos y orden puede surgir algo bueno. Albert Camus escribió que «en medio del caos descubrí que había, dentro de mí, una calma invencible». Entonces, ¿es posible que para apreciar la luz necesitemos de unas cuantas sombras?

.
Alejandra Osorio |
02 de mayo, 2024

Lluvia, accidentes, sirenas, rayos, carros… y, en el centro de todo, una persona deseando regresar a casa. Imagina esa escena repetida mil veces a lo largo de las calles de la ciudad. Seguramente la palabra que te venga a la mente para describirla sea «caos». Pero, antes de asignar ese apelativo, es necesario analizarlo, para que pequeños males no saluden con sombrero ajeno. Después de todo, el caos no es una serie de eventos desafortunados.

El ser humano, desde un inicio, ha estado fascinado por el caos. Quizá es porque nos cuesta comprender la ausencia del orden o, simplemente, se debe a que reconocemos su presencia en nuestra vida diaria. Ahora bien, hay algunos que van más allá y plantean su necesidad.

El viaje

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Debajo de la tierra, justo debajo de nosotros en este preciso instante, hay una serpiente gigante o, al menos, eso es lo que creían en el antiguo Egipto. Allí, en el territorio del Nilo, se creía en el caos hecho serpiente: Apofis.

Su hogar no es este mundo, sino la Duat, el inframundo. Ahí creció alejada de los hombres. Y, aunque no habitaba entre ellos, todos le temían, pues el simple movimiento de su cola causaría terremotos. Pero la verdadera razón del miedo que inspiraba reside en su objetivo: devorar a Ra, el dios del sol, y dejar al mundo en las tinieblas.

Todos los días Ra surca el cielo en su barca solar y, en el atardecer, desciende a la Duat para viajar de oeste a este durante la noche. Son doce horas nada más; pero es un camino peligroso, ya que el inframundo es el hogar de criaturas terribles. Y ahí, justo en lo más profundo, se encuentra Apofis.

La terrible serpiente espera a que la barca se acerque. No antes y no después, se lanza con sus fauces abiertas para devorar, para destruir, para tragar el sol. Así pues, Ra tendrá que defenderse para continuar su camino.

Así pues, el caos es una constante y puede plantearse como algo necesario para la creación y el orden mismo. Nietzsche, en Así habló Zaratustra, indica lo siguiente: «Yo os digo: es preciso tener todavía caos dentro de sí para poder dar a luz una estrella danzarina. Yo os digo: tenéis todavía caos dentro de vosotros».

Día tras día, siempre pelean. Sin embargo, a veces, en el instante que sucede un eclipse, Apofis gana. Pero esta suele ser una victoria corta, ya que Ra lo intentará todo para lograr su libertad. Y la serpiente intentará todo para vencerlo. Esta es la misma batalla que librarán hasta el fin del tiempo.

El retorno

Hay un detalle en esta historia: Apofis nunca morirá. Aunque fuese herido por Ra y el cielo se tiña de rojo por su sangre derramada, la serpiente no puede morir. Si uno de los dos deja de existir, se rompería la maat, el orden cósmico. Según este planteamiento, para que el bien y el orden exista, el mal y el caos deben estar presentes.

Ahora bien, esta idea no parece fuera de lo común. En Grecia, se encuentra a Caos, dios primigenio y origen de todo. En Babilonia estaba Tiamat, diosa del mar salado y representación del caos primordial. En el Levante mediterráneo, se hallaba a Yam, dios del caos y las tempestades.

Así pues, el caos es una constante y puede plantearse como algo necesario para la creación y el orden mismo. Nietzsche, en Así habló Zaratustra, indica lo siguiente: «Yo os digo: es preciso tener todavía caos dentro de sí para poder dar a luz una estrella danzarina. Yo os digo: tenéis todavía caos dentro de vosotros».

Y es que de esta constante lucha entre caos y orden puede surgir algo bueno. Albert Camus escribió que «en medio del caos descubrí que había, dentro de mí, una calma invencible». Entonces, ¿es posible que para apreciar la luz necesitemos de unas cuantas sombras?

Sobre el caos y otros dioses

Y es que de esta constante lucha entre caos y orden puede surgir algo bueno. Albert Camus escribió que «en medio del caos descubrí que había, dentro de mí, una calma invencible». Entonces, ¿es posible que para apreciar la luz necesitemos de unas cuantas sombras?

Alejandra Osorio |
02 de mayo, 2024
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Lluvia, accidentes, sirenas, rayos, carros… y, en el centro de todo, una persona deseando regresar a casa. Imagina esa escena repetida mil veces a lo largo de las calles de la ciudad. Seguramente la palabra que te venga a la mente para describirla sea «caos». Pero, antes de asignar ese apelativo, es necesario analizarlo, para que pequeños males no saluden con sombrero ajeno. Después de todo, el caos no es una serie de eventos desafortunados.

El ser humano, desde un inicio, ha estado fascinado por el caos. Quizá es porque nos cuesta comprender la ausencia del orden o, simplemente, se debe a que reconocemos su presencia en nuestra vida diaria. Ahora bien, hay algunos que van más allá y plantean su necesidad.

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Debajo de la tierra, justo debajo de nosotros en este preciso instante, hay una serpiente gigante o, al menos, eso es lo que creían en el antiguo Egipto. Allí, en el territorio del Nilo, se creía en el caos hecho serpiente: Apofis.

Su hogar no es este mundo, sino la Duat, el inframundo. Ahí creció alejada de los hombres. Y, aunque no habitaba entre ellos, todos le temían, pues el simple movimiento de su cola causaría terremotos. Pero la verdadera razón del miedo que inspiraba reside en su objetivo: devorar a Ra, el dios del sol, y dejar al mundo en las tinieblas.

Todos los días Ra surca el cielo en su barca solar y, en el atardecer, desciende a la Duat para viajar de oeste a este durante la noche. Son doce horas nada más; pero es un camino peligroso, ya que el inframundo es el hogar de criaturas terribles. Y ahí, justo en lo más profundo, se encuentra Apofis.

La terrible serpiente espera a que la barca se acerque. No antes y no después, se lanza con sus fauces abiertas para devorar, para destruir, para tragar el sol. Así pues, Ra tendrá que defenderse para continuar su camino.

Así pues, el caos es una constante y puede plantearse como algo necesario para la creación y el orden mismo. Nietzsche, en Así habló Zaratustra, indica lo siguiente: «Yo os digo: es preciso tener todavía caos dentro de sí para poder dar a luz una estrella danzarina. Yo os digo: tenéis todavía caos dentro de vosotros».

Día tras día, siempre pelean. Sin embargo, a veces, en el instante que sucede un eclipse, Apofis gana. Pero esta suele ser una victoria corta, ya que Ra lo intentará todo para lograr su libertad. Y la serpiente intentará todo para vencerlo. Esta es la misma batalla que librarán hasta el fin del tiempo.

El retorno

Hay un detalle en esta historia: Apofis nunca morirá. Aunque fuese herido por Ra y el cielo se tiña de rojo por su sangre derramada, la serpiente no puede morir. Si uno de los dos deja de existir, se rompería la maat, el orden cósmico. Según este planteamiento, para que el bien y el orden exista, el mal y el caos deben estar presentes.

Ahora bien, esta idea no parece fuera de lo común. En Grecia, se encuentra a Caos, dios primigenio y origen de todo. En Babilonia estaba Tiamat, diosa del mar salado y representación del caos primordial. En el Levante mediterráneo, se hallaba a Yam, dios del caos y las tempestades.

Así pues, el caos es una constante y puede plantearse como algo necesario para la creación y el orden mismo. Nietzsche, en Así habló Zaratustra, indica lo siguiente: «Yo os digo: es preciso tener todavía caos dentro de sí para poder dar a luz una estrella danzarina. Yo os digo: tenéis todavía caos dentro de vosotros».

Y es que de esta constante lucha entre caos y orden puede surgir algo bueno. Albert Camus escribió que «en medio del caos descubrí que había, dentro de mí, una calma invencible». Entonces, ¿es posible que para apreciar la luz necesitemos de unas cuantas sombras?