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Se busca Primera Dama, no es necesaria experiencia

Redacción República
05 de julio, 2015

Todavía es un misterio quién será la siguiente Primera Dama de Guatemala, o en el caso de ganar una mujer la presidencia quién será el Primer Caballero. Lo que sí sabemos es que esta persona se hará cargo de la Secretaría de Obras Sociales de la Esposa del Presidente cuyo objetivo primordial es impulsar e implementar programas de carácter social que promueven y apoyan acciones en salud, educación, nutrición y emprendimiento para los grupos más vulnerables de la población.

Así también, de la Secretaría de Bienestar Social que es el ente rector a cargo de las políticas públicas de protección integral de la niñez y la adolescencia. 

Según Maximiliano Arce, de la Fundación Botín para el Fortalecimiento de la Función Pública en América Latina, su rol también incluye cumplir ciertas funciones de carácter protocolar como acompañar al Presidente en viajes o recepciones oficiales.

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Arce señala que también se acostumbra cuando el presidente o la presidente son divorciados o viudos, que el rol lo asuma alguien muy cercano como una hija, hermana o incluso la madre.

Un esbozo histórico

Lucy Webb Hayes

Según Zenaida Osorio, historiadora colombiana, el término Primera Dama se utilizó por primera vez en un sentido similar al actual en 1877 por Mary Clemmer Ames, “quien al relatar lo ocurrido en los actos de posesión del presidente de los Estados Unidos Rutherford B. Hayes, acuñó la expresión The first lady of de land para referirse a Lucy Webb Hayes, su esposa”.

La investigadora señala que otras fuentes dicen que su origen data de 1911 cuando se estrenó la obra de teatro de Charles Frederic Nirdlinger acerca de Dolley Todd Madison, esposa de James Madison, presidente de los Estados Unidos en 1809. La obra, anunciada y comentada en los periódicos, se llamó The First Lady of the Land.

En Latinoamérica la expresión empezó a tomar auge en la década de los 30 del siglo XX. Según Osorio, en los periódicos se buscaban fórmulas para designar las mujeres que acompañaban a los hombres de la política. La investigadora señala que estas descripciones iban acompañadas de imágenes “en las que ellas son mostradas y en las que se subraya su distinción, su discreción, su prudencia, su participación en la vida social de los presidentes, su desenvolvimiento en la vida doméstica y familiar, su protagonismo en obras de asistencia y caridad, su desenvolvimiento en actividades de socorro a personas afectadas por desastres”.

Con estos intentos, parece reconocerse “la necesidad de elaborar una imagen pública de las mujeres cercanas al poder”. Sin embargo, siempre se les asocia con temas que son considerados más apropiados para ellas, como la familia, los niños, los ancianos y los más necesitados.

Conforme avanza el siglo XX, esta imagen pública se empieza a considerar políticamente eficaz. Sin embargo, según Osorio solo se hacen visibles en función de sus esposos, a la vez que en cierta manera se oculta su presencia. No se habla realmente de ellas, sino de su imagen y lo que representan que debía coincidir con rasgos pertinentes a un ideal de mujer permitido y deseado oficialmente según las buenas costumbres. En una sociedad principalmente conservadora, eso las convierte en “damas”.

La historiadora también señala que a las niñas que tenían la suerte de tener acceso a la educación formal, al mostrarles este rol se les familiarizaba con la caridad, la asistencia a las personas pobres, la visita a los ancianatos, con los buenos modales, las buenas maneras. Los otros temas, los políticos, eran propiedad de los hombres. Esto ha cambiado gracias a las luchas de género y la participación de la mujer en ámbitos antes vedados para ellas, pero como en muchos otros temas, en Guatemala el cambio ha sido lento.

Osorio señala que la historia de las Primeras Damas es, ante todo, la historia de una forma de ver socialmente a un grupo mujeres, “es la historia de cómo se construye un rol necesario en un momento dado para el desenvolvimiento público de los hombres”.

Las primeras

En nuestro país esta figura siempre ha sido ocupada desde que se eligió al primer Presidente de la República de Guatemala. Si se toma Rafael Carrera como el primero, la primera que ocupó el “cargo” fue Petrona García Morales en 1844, y la última la que todavía ocupa el puesto es Rosa Leal.

Las únicas veces que el puesto en Guatemala fue declarado temporalmente vacante ha sido en los gobiernos del mecionado Carrera, de Manuel Estrada Cabrera y de Alvaro Colom. En las dos primeras ocasiones por fallecimiento y en el tercero por divorcio.

Marta Lainfiesta de Ubico

Como lo menciona Osorio, las primeras menciones de estas mujeres son muy protocolarias y escuetas, se refieren más que todo a su participación en eventos acompañadas por sus esposos. Conforme avanzó el siglo XX fueron surgiendo figuras que llamaron más la atención, luego de que el término se hizo popular y los periódicos les daban cobertura a sus actividades.

Sin embargo, las anécdotas populares de cómo los gobernantes eran mujeriegos empedernidos, muchas veces sin ningún disimulo, hacen pensar que la vida de las primeras esposas presidenciales no era un jardín de rosas. Se dice que a la esposa de Jorge Ubico (1931-1944), Marta Lainfiesta, nunca se le concedió el tratamiento de Primera Dama de la Nación y permaneció en la sombra de la figura del controversial dictador.

El historiador José Cal, de la Universidad de San Carlos de Guatemala, considera que la historia guatemalteca de la primera mitad del siglo XX todavía no se ha explorado. Considera además que “hay un gran silencio acerca de la historia de las mujeres, el papel de las mujeres, no hemos profundizado en aspectos como ése”.

Años cruciales para la historia

María Vilanova de Árbenz

Cal señala que una época que sí se ha estudiado más es la de Revolución de 1944, cuando las protestas populares hicieron caer al régimen de 14 años de Ubico. Quizá por los nuevos aires que se vivían una figura que llamó mucho la atención, tanto por su belleza como por sus ideas, fue María Vilanova, esposa de Jacobo Arbenz Guzmán (1951-1954).

Vilanova era de origen salvadoreño y según algunos que conocieron a esta pareja antes de llegar al poder, como el político Manuel Fortuny, ella fue determinante para que Arbenz tuviera ideas políticas definidas. De esa cuenta, su papel ya dentro del gobierno de Arbenz tuvo un cambio importante, ya no había una relación en la que ella no se involucraba en el trabajo de él, sino que trabajaban más como un equipo.

Con la llegada de constantes cambios en el gobierno, con golpes de Estado incluso, la época de la guerra armada interna estuvo marcada por presidentes militares. Sus Primeras Damas volvieron al papel de la mujer que se ocupa de “niños, ancianos y pobres”. Acorde a los años que se vivían, llenos de violencia y peligro, su papel era más de bajo perfil y de apoyo a las “causas” de sus esposos. ¿Cómo olvidar el aspecto severo y austero de María Teresa Sosa de Ríos? (esposa de Efraín Ríos Mont 1982-1982). Parecía también pertenecer a las fuerzas armadas pues aun en momentos tensos no perdía la compostura.

Raquel Blandón

Guatemala dio un paso muy importante al volver a la democracia con las elecciones de 1985. Con la victoria de Vinicio Cerezo (1986-1989), llegó al cargo de Primera Dama una mujer que quería llamar más la atención: Raquel Blandón de Cerezo, quien siempre lucía una enorme flor en la solapa de su traje sastre. Con el tiempo, quedó demostrado que ella también era parte de la clase política y que tenía aspiraciones políticas. “Es una mujer con inclinaciones intelectuales, con sentido práctico y liderazgo”, considera Cal.

Para cerrar el siglo XX, vinieron tres mujeres que volvieron a tomar un papel más tradicional. Con un perfil más discreto Magda Bianchi de Serrano, esposa de Jorge Serrano Elías (1990-1993) ocupó el cargo sin complicaciones pero lo dejó abruptamente cuando su marido se dio “autogolpe”.

A Mayra Duque de León, esposa de Ramiro De León Carpio (1993-1996) el rol la tomó por sorpresa. Al no ser electo De León por el pueblo sino por el Congreso de la República, la gente no tenía información acerca de su persona.

En cambio, Patricia Escobar de Arzú, esposa de Alvaro Arzú (1996-2000) ya estaba más que acostumbrada a la “escena política” por haber estado en campañas no solo presidenciales sino también para la Alcaldía. Hasta la fecha, permanece como “Primera Dama de la ciudad capital”, trabajando desde la Municipalidad siempre en temas sociales.

El nuevo siglo ¿trajo cambios?

Evelyn Morataya

El siglo XXI inició con la presidencia del Alfonso Portillo (2000-2004) siendo su Primera Dama Evelyn Morataya de Portillo. Al ser su segunda esposa, tenía apenas 29 años de edad, por lo que puede ser considerada la más joven de la historia moderna del país. Sin embargo, desató criticas y chistes muy crueles que hacían mofa de su origen y las declaraciones que daba a la prensa no ayudaron a su imagen.

Un cambio vino con Wendy Widmann de Berger, esposa de Oscar Berger (2004-2008) quien despertó un poco más de simpatía. Sin dar mucho de qué hablar, se dedicó a las obras que tradicionalmente se tienen para la Primera Dama.

Paralelamente a esto, en Latinoamérica empezaron a suceder cambios en el tema de la mujer y el poder político. Más mujeres se lanzaron como candidatas presidenciales, incluso algunas que habían sido Primeras Damas. Quedaba claro que algunas de las que comparten su vida con políticos, también tienen aspiraciones a cargos de importancia.

Sandra Torres

Un cambio muy marcado, para el cual quizá no estaba preparada la sociedad guatemalteca, fue la pareja formada por Alvaro Colom y Sandra Torres. Él viudo y ella divorciada, al casarse formaron una pareja eminentemente política diferente a los matrimonios presidenciales anteriores. Siendo una Primera Dama con más “discurso” y protagonismo, Torres empezó a incomodar. A pesar de no tener un cargo oficial, tenía muchas más funciones y poder de decisión que las anteriores Primeras Damas por lo que para algunos se “extralimitaba”.

Para el historiador Cal, es una mujer que ha rechazado ese estereotipo y que se propuso proyectar la imagen de una mujer fuerte y preparada para gobernar. Su divorcio y el drama ocasionado por la intención de inscribirse como candidata presidencial sin éxito cerraron los agitados días de su gestión.

Rosa Leal de Pérez

Por esa razón, al llegar Rosa Leal de Pérez, esposa de Otto Pérez Molina (2012) pareció que volvió la calma. Al igual que las otras esposas de militares que habían estado antes en el cargo, Leal no tuvo empacho en admitir que no quería brillar para no opacar a su esposo. Al inicio renegó del término de Primera Dama por considerarlo despectivo con el resto de mujeres, pero conforme pasó el tiempo ya no dijo más sobre el tema. Al casarse a los 17 años, Pérez Molina tomó un papel no solo de esposo sino casi paternal pues la guió para que estudiara y trabajara, aunque ella misma señala que no quería porque estaba acomodada.

En opinión de Trudy Mercadal, catedrática de las Ciencias Sociales, aunque el rol de primera dama se adquiere porque el cónyuge fue electo presidente, no tiene por qué vivir opacada por su esposo. “Un ejemplo claro lo han dado primeras damas de otros países, como en Estados Unidos donde en las últimas décadas las esposas de los presidentes tienen una carrera forjada en la que han sido exitosas y/o crean espacios definidos en los cuales tener un ámbito de acción e impacto social”, considera.

Mercadal pone de ejemplo a Cristina Fernández de Argentina y Hilary Clinton en Estados Unidos de que pueden crear su propia carrera política, y a Laura Bush y Michelle Obama como profesionales en otros campos. “Esto las ha llevado más allá de los espacios más estereotipados de trabajos de ‘caridad’ para niños y ancianos”, opina.

Para la académica lo interesante será ver según más mujeres vayan accediendo al poder, algo que se ve lento pero al final inevitable, cuál será el rol de los cónyugues de mujeres presidentes y primeras ministros. “¿Espera la sociedad de ellos que se dediquen a obras de caridad? Me parece que no. La cuestión más a fondo es, entonces, por qué se espera ese rol de las esposas de los hombres en poder”, refiere.

Para Mercadal, en generaciones venideras el rol de Primera Dama como tal irá desapareciendo o cuando menos, cambiando significativamente.

Se busca Primera Dama, no es necesaria experiencia

Redacción República
05 de julio, 2015

Todavía es un misterio quién será la siguiente Primera Dama de Guatemala, o en el caso de ganar una mujer la presidencia quién será el Primer Caballero. Lo que sí sabemos es que esta persona se hará cargo de la Secretaría de Obras Sociales de la Esposa del Presidente cuyo objetivo primordial es impulsar e implementar programas de carácter social que promueven y apoyan acciones en salud, educación, nutrición y emprendimiento para los grupos más vulnerables de la población.

Así también, de la Secretaría de Bienestar Social que es el ente rector a cargo de las políticas públicas de protección integral de la niñez y la adolescencia. 

Según Maximiliano Arce, de la Fundación Botín para el Fortalecimiento de la Función Pública en América Latina, su rol también incluye cumplir ciertas funciones de carácter protocolar como acompañar al Presidente en viajes o recepciones oficiales.

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Arce señala que también se acostumbra cuando el presidente o la presidente son divorciados o viudos, que el rol lo asuma alguien muy cercano como una hija, hermana o incluso la madre.

Un esbozo histórico

Lucy Webb Hayes

Según Zenaida Osorio, historiadora colombiana, el término Primera Dama se utilizó por primera vez en un sentido similar al actual en 1877 por Mary Clemmer Ames, “quien al relatar lo ocurrido en los actos de posesión del presidente de los Estados Unidos Rutherford B. Hayes, acuñó la expresión The first lady of de land para referirse a Lucy Webb Hayes, su esposa”.

La investigadora señala que otras fuentes dicen que su origen data de 1911 cuando se estrenó la obra de teatro de Charles Frederic Nirdlinger acerca de Dolley Todd Madison, esposa de James Madison, presidente de los Estados Unidos en 1809. La obra, anunciada y comentada en los periódicos, se llamó The First Lady of the Land.

En Latinoamérica la expresión empezó a tomar auge en la década de los 30 del siglo XX. Según Osorio, en los periódicos se buscaban fórmulas para designar las mujeres que acompañaban a los hombres de la política. La investigadora señala que estas descripciones iban acompañadas de imágenes “en las que ellas son mostradas y en las que se subraya su distinción, su discreción, su prudencia, su participación en la vida social de los presidentes, su desenvolvimiento en la vida doméstica y familiar, su protagonismo en obras de asistencia y caridad, su desenvolvimiento en actividades de socorro a personas afectadas por desastres”.

Con estos intentos, parece reconocerse “la necesidad de elaborar una imagen pública de las mujeres cercanas al poder”. Sin embargo, siempre se les asocia con temas que son considerados más apropiados para ellas, como la familia, los niños, los ancianos y los más necesitados.

Conforme avanza el siglo XX, esta imagen pública se empieza a considerar políticamente eficaz. Sin embargo, según Osorio solo se hacen visibles en función de sus esposos, a la vez que en cierta manera se oculta su presencia. No se habla realmente de ellas, sino de su imagen y lo que representan que debía coincidir con rasgos pertinentes a un ideal de mujer permitido y deseado oficialmente según las buenas costumbres. En una sociedad principalmente conservadora, eso las convierte en “damas”.

La historiadora también señala que a las niñas que tenían la suerte de tener acceso a la educación formal, al mostrarles este rol se les familiarizaba con la caridad, la asistencia a las personas pobres, la visita a los ancianatos, con los buenos modales, las buenas maneras. Los otros temas, los políticos, eran propiedad de los hombres. Esto ha cambiado gracias a las luchas de género y la participación de la mujer en ámbitos antes vedados para ellas, pero como en muchos otros temas, en Guatemala el cambio ha sido lento.

Osorio señala que la historia de las Primeras Damas es, ante todo, la historia de una forma de ver socialmente a un grupo mujeres, “es la historia de cómo se construye un rol necesario en un momento dado para el desenvolvimiento público de los hombres”.

Las primeras

En nuestro país esta figura siempre ha sido ocupada desde que se eligió al primer Presidente de la República de Guatemala. Si se toma Rafael Carrera como el primero, la primera que ocupó el “cargo” fue Petrona García Morales en 1844, y la última la que todavía ocupa el puesto es Rosa Leal.

Las únicas veces que el puesto en Guatemala fue declarado temporalmente vacante ha sido en los gobiernos del mecionado Carrera, de Manuel Estrada Cabrera y de Alvaro Colom. En las dos primeras ocasiones por fallecimiento y en el tercero por divorcio.

Marta Lainfiesta de Ubico

Como lo menciona Osorio, las primeras menciones de estas mujeres son muy protocolarias y escuetas, se refieren más que todo a su participación en eventos acompañadas por sus esposos. Conforme avanzó el siglo XX fueron surgiendo figuras que llamaron más la atención, luego de que el término se hizo popular y los periódicos les daban cobertura a sus actividades.

Sin embargo, las anécdotas populares de cómo los gobernantes eran mujeriegos empedernidos, muchas veces sin ningún disimulo, hacen pensar que la vida de las primeras esposas presidenciales no era un jardín de rosas. Se dice que a la esposa de Jorge Ubico (1931-1944), Marta Lainfiesta, nunca se le concedió el tratamiento de Primera Dama de la Nación y permaneció en la sombra de la figura del controversial dictador.

El historiador José Cal, de la Universidad de San Carlos de Guatemala, considera que la historia guatemalteca de la primera mitad del siglo XX todavía no se ha explorado. Considera además que “hay un gran silencio acerca de la historia de las mujeres, el papel de las mujeres, no hemos profundizado en aspectos como ése”.

Años cruciales para la historia

María Vilanova de Árbenz

Cal señala que una época que sí se ha estudiado más es la de Revolución de 1944, cuando las protestas populares hicieron caer al régimen de 14 años de Ubico. Quizá por los nuevos aires que se vivían una figura que llamó mucho la atención, tanto por su belleza como por sus ideas, fue María Vilanova, esposa de Jacobo Arbenz Guzmán (1951-1954).

Vilanova era de origen salvadoreño y según algunos que conocieron a esta pareja antes de llegar al poder, como el político Manuel Fortuny, ella fue determinante para que Arbenz tuviera ideas políticas definidas. De esa cuenta, su papel ya dentro del gobierno de Arbenz tuvo un cambio importante, ya no había una relación en la que ella no se involucraba en el trabajo de él, sino que trabajaban más como un equipo.

Con la llegada de constantes cambios en el gobierno, con golpes de Estado incluso, la época de la guerra armada interna estuvo marcada por presidentes militares. Sus Primeras Damas volvieron al papel de la mujer que se ocupa de “niños, ancianos y pobres”. Acorde a los años que se vivían, llenos de violencia y peligro, su papel era más de bajo perfil y de apoyo a las “causas” de sus esposos. ¿Cómo olvidar el aspecto severo y austero de María Teresa Sosa de Ríos? (esposa de Efraín Ríos Mont 1982-1982). Parecía también pertenecer a las fuerzas armadas pues aun en momentos tensos no perdía la compostura.

Raquel Blandón

Guatemala dio un paso muy importante al volver a la democracia con las elecciones de 1985. Con la victoria de Vinicio Cerezo (1986-1989), llegó al cargo de Primera Dama una mujer que quería llamar más la atención: Raquel Blandón de Cerezo, quien siempre lucía una enorme flor en la solapa de su traje sastre. Con el tiempo, quedó demostrado que ella también era parte de la clase política y que tenía aspiraciones políticas. “Es una mujer con inclinaciones intelectuales, con sentido práctico y liderazgo”, considera Cal.

Para cerrar el siglo XX, vinieron tres mujeres que volvieron a tomar un papel más tradicional. Con un perfil más discreto Magda Bianchi de Serrano, esposa de Jorge Serrano Elías (1990-1993) ocupó el cargo sin complicaciones pero lo dejó abruptamente cuando su marido se dio “autogolpe”.

A Mayra Duque de León, esposa de Ramiro De León Carpio (1993-1996) el rol la tomó por sorpresa. Al no ser electo De León por el pueblo sino por el Congreso de la República, la gente no tenía información acerca de su persona.

En cambio, Patricia Escobar de Arzú, esposa de Alvaro Arzú (1996-2000) ya estaba más que acostumbrada a la “escena política” por haber estado en campañas no solo presidenciales sino también para la Alcaldía. Hasta la fecha, permanece como “Primera Dama de la ciudad capital”, trabajando desde la Municipalidad siempre en temas sociales.

El nuevo siglo ¿trajo cambios?

Evelyn Morataya

El siglo XXI inició con la presidencia del Alfonso Portillo (2000-2004) siendo su Primera Dama Evelyn Morataya de Portillo. Al ser su segunda esposa, tenía apenas 29 años de edad, por lo que puede ser considerada la más joven de la historia moderna del país. Sin embargo, desató criticas y chistes muy crueles que hacían mofa de su origen y las declaraciones que daba a la prensa no ayudaron a su imagen.

Un cambio vino con Wendy Widmann de Berger, esposa de Oscar Berger (2004-2008) quien despertó un poco más de simpatía. Sin dar mucho de qué hablar, se dedicó a las obras que tradicionalmente se tienen para la Primera Dama.

Paralelamente a esto, en Latinoamérica empezaron a suceder cambios en el tema de la mujer y el poder político. Más mujeres se lanzaron como candidatas presidenciales, incluso algunas que habían sido Primeras Damas. Quedaba claro que algunas de las que comparten su vida con políticos, también tienen aspiraciones a cargos de importancia.

Sandra Torres

Un cambio muy marcado, para el cual quizá no estaba preparada la sociedad guatemalteca, fue la pareja formada por Alvaro Colom y Sandra Torres. Él viudo y ella divorciada, al casarse formaron una pareja eminentemente política diferente a los matrimonios presidenciales anteriores. Siendo una Primera Dama con más “discurso” y protagonismo, Torres empezó a incomodar. A pesar de no tener un cargo oficial, tenía muchas más funciones y poder de decisión que las anteriores Primeras Damas por lo que para algunos se “extralimitaba”.

Para el historiador Cal, es una mujer que ha rechazado ese estereotipo y que se propuso proyectar la imagen de una mujer fuerte y preparada para gobernar. Su divorcio y el drama ocasionado por la intención de inscribirse como candidata presidencial sin éxito cerraron los agitados días de su gestión.

Rosa Leal de Pérez

Por esa razón, al llegar Rosa Leal de Pérez, esposa de Otto Pérez Molina (2012) pareció que volvió la calma. Al igual que las otras esposas de militares que habían estado antes en el cargo, Leal no tuvo empacho en admitir que no quería brillar para no opacar a su esposo. Al inicio renegó del término de Primera Dama por considerarlo despectivo con el resto de mujeres, pero conforme pasó el tiempo ya no dijo más sobre el tema. Al casarse a los 17 años, Pérez Molina tomó un papel no solo de esposo sino casi paternal pues la guió para que estudiara y trabajara, aunque ella misma señala que no quería porque estaba acomodada.

En opinión de Trudy Mercadal, catedrática de las Ciencias Sociales, aunque el rol de primera dama se adquiere porque el cónyuge fue electo presidente, no tiene por qué vivir opacada por su esposo. “Un ejemplo claro lo han dado primeras damas de otros países, como en Estados Unidos donde en las últimas décadas las esposas de los presidentes tienen una carrera forjada en la que han sido exitosas y/o crean espacios definidos en los cuales tener un ámbito de acción e impacto social”, considera.

Mercadal pone de ejemplo a Cristina Fernández de Argentina y Hilary Clinton en Estados Unidos de que pueden crear su propia carrera política, y a Laura Bush y Michelle Obama como profesionales en otros campos. “Esto las ha llevado más allá de los espacios más estereotipados de trabajos de ‘caridad’ para niños y ancianos”, opina.

Para la académica lo interesante será ver según más mujeres vayan accediendo al poder, algo que se ve lento pero al final inevitable, cuál será el rol de los cónyugues de mujeres presidentes y primeras ministros. “¿Espera la sociedad de ellos que se dediquen a obras de caridad? Me parece que no. La cuestión más a fondo es, entonces, por qué se espera ese rol de las esposas de los hombres en poder”, refiere.

Para Mercadal, en generaciones venideras el rol de Primera Dama como tal irá desapareciendo o cuando menos, cambiando significativamente.