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Cero tolerancia

María Dolores Arias
04 de noviembre, 2015

Hace unos días de camino a la oficina me topé con una valla de Jimmy Morales -presidente electo de Guatemala- donde ofrecía como candidato “Cero tolerancia a la corrupción” además de que se presentaba como “ni corrupto ni ladrón”.

Ahora como presidente electo le toca el turno de cumplir con sus promesas, no sólo a él sino al equipo que le rodea y que él mismo ha puesto en ese lugar. Por consiguiente su responsabilidad es aún mayor ya, que como él mismo afirma, no tiene compromisos con ningún grupo organizado; léase sindical, empresarial o político, entre otros. Es decir, libremente está eligiendo al mejor equipo que considera puede tener para las diferentes etapas de su gobierno.

Si a lo anterior le sumamos que el gobierno actual carece de afiliación partidista y pareciera ser la culminación de la carrera política del actual presidente Alejandro Maldonado Aguirre, la mesa está dispuesta para hacer un proceso de transición transparente y constructivo para el país. Si consideramos que al presidente actual no le debería interesar ocultar nada y al entrante tampoco, la revisión y proceso de entrega de cuentas debería ser la más ágil y clara en la historia reciente de Guatemala.

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El primer reto que enfrenta Morales es la negociación del Presupuesto General para el 2016, para lo cual nombró a un equipo que encabezan José Carlos Castañeda y José Ramón Lam. Supongo que el objetivo de éstos será adecuar y negociar el presupuesto para los objetivos del plan de gobierno –si es que existe- de Morales.

Al parecer, las prioridades para el siguiente gobierno son salud, educación y el desarrollo económico. Nada nuevo si lo comparamos con los gobiernos anteriores, aunque la novedad podría surgir en la forma de atenderlas. Es decir en el cómo y de dónde saldría el dinero.

Desafortunadamente ésta expectativa se viene abajo –casi de inmediato- al leer las declaraciones de Lam con respecto al presupuesto: “Lo ideal es que si es más alto, mejor, pero el país atraviesa un problema de credibilidad para pagar impuestos”. Es decir, la razón por la que no piden aumentar el presupuesto no es porque sea dañino para la economía de los tributarios sino porque los ciudadanos no están dispuestos a pagar más y el costo político sería muy alto. Estas declaraciones significan más de lo mismo, más gasto público, más deuda, más impuestos a corto y largo plazo y en especial más corrupción.

Ludwig von Mises era muy claro cuando se refería al gasto público, “mientras más gasta el gobierno, menos puede gastar el ciudadano. Las obras públicas no se hacen con el poder de una varita mágica. Son pagadas con fondos arrancados a los ciudadanos”. El perjuicio es aún mayor si consideramos la calidad de la obra y del gasto público. Entonces ¿debemos dar más dinero al gobierno para que lo malgaste?

Esto me lleva a otra declaración de Lam: “todo tipo de candados puede representar problemas para el futuro gobierno”. ¿Acaso el presidente Morales pretende disponer de los fondos de los tributarios sin el más mínimo control? ¿Cuándo habla de problemas se referirá a la limitación para usar arbitrariamente el dinero del tributario?

Los candados en el presupuesto son precisamente un intento –tal vez pobre, pero es mejor que ninguno- de minimizar el uso discrecional y clientelar de los recursos. Es una forma de asegurarle al que paga las cuentas –usted, el tributario- que el dinero que le quitan se utilizará en lo programado.

Parece que el análisis del presupuesto por parte del equipo de Morales es más político que económico y técnico. Aparentemente les da lo mismo un presupuesto de Q72, Q70 ó Q69 millardos lo importante es que sea “consensuado”. Consensuado entre quienes distribuyen la riqueza y no entre quienes la producen y financian el gasto público.

Cero tolerancia a la corrupción fue la promesa de Morales para su gobierno, ahora es el momento de demostrarlo con un presupuesto balanceado, con la eliminación de programas clientelares que no han servido para sacar de la pobreza más a que a los “amigos” del gobernante de turno.

Si Morales quiere demostrar la “Cero tolerancia a la corrupción” deberá cerrar el Ministerio de Desarrollo Social –Mides- una de las herencias del gobierno de Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti con el que se institucionalizó el populismo y la corrupción. La discusión del presupuesto es una oportunidad para demostrar la intolerancia a la corrupción. Es la oportunidad para el próximo gobierno de empezar bien.

Cero tolerancia a la corrupción es una promesa que los ciudadanos harán valer de manera pacífica si Jimmy Morales olvida el porqué fue electo.

@Md30

Facebook.com/mda30

Cero tolerancia

María Dolores Arias
04 de noviembre, 2015

Hace unos días de camino a la oficina me topé con una valla de Jimmy Morales -presidente electo de Guatemala- donde ofrecía como candidato “Cero tolerancia a la corrupción” además de que se presentaba como “ni corrupto ni ladrón”.

Ahora como presidente electo le toca el turno de cumplir con sus promesas, no sólo a él sino al equipo que le rodea y que él mismo ha puesto en ese lugar. Por consiguiente su responsabilidad es aún mayor ya, que como él mismo afirma, no tiene compromisos con ningún grupo organizado; léase sindical, empresarial o político, entre otros. Es decir, libremente está eligiendo al mejor equipo que considera puede tener para las diferentes etapas de su gobierno.

Si a lo anterior le sumamos que el gobierno actual carece de afiliación partidista y pareciera ser la culminación de la carrera política del actual presidente Alejandro Maldonado Aguirre, la mesa está dispuesta para hacer un proceso de transición transparente y constructivo para el país. Si consideramos que al presidente actual no le debería interesar ocultar nada y al entrante tampoco, la revisión y proceso de entrega de cuentas debería ser la más ágil y clara en la historia reciente de Guatemala.

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El primer reto que enfrenta Morales es la negociación del Presupuesto General para el 2016, para lo cual nombró a un equipo que encabezan José Carlos Castañeda y José Ramón Lam. Supongo que el objetivo de éstos será adecuar y negociar el presupuesto para los objetivos del plan de gobierno –si es que existe- de Morales.

Al parecer, las prioridades para el siguiente gobierno son salud, educación y el desarrollo económico. Nada nuevo si lo comparamos con los gobiernos anteriores, aunque la novedad podría surgir en la forma de atenderlas. Es decir en el cómo y de dónde saldría el dinero.

Desafortunadamente ésta expectativa se viene abajo –casi de inmediato- al leer las declaraciones de Lam con respecto al presupuesto: “Lo ideal es que si es más alto, mejor, pero el país atraviesa un problema de credibilidad para pagar impuestos”. Es decir, la razón por la que no piden aumentar el presupuesto no es porque sea dañino para la economía de los tributarios sino porque los ciudadanos no están dispuestos a pagar más y el costo político sería muy alto. Estas declaraciones significan más de lo mismo, más gasto público, más deuda, más impuestos a corto y largo plazo y en especial más corrupción.

Ludwig von Mises era muy claro cuando se refería al gasto público, “mientras más gasta el gobierno, menos puede gastar el ciudadano. Las obras públicas no se hacen con el poder de una varita mágica. Son pagadas con fondos arrancados a los ciudadanos”. El perjuicio es aún mayor si consideramos la calidad de la obra y del gasto público. Entonces ¿debemos dar más dinero al gobierno para que lo malgaste?

Esto me lleva a otra declaración de Lam: “todo tipo de candados puede representar problemas para el futuro gobierno”. ¿Acaso el presidente Morales pretende disponer de los fondos de los tributarios sin el más mínimo control? ¿Cuándo habla de problemas se referirá a la limitación para usar arbitrariamente el dinero del tributario?

Los candados en el presupuesto son precisamente un intento –tal vez pobre, pero es mejor que ninguno- de minimizar el uso discrecional y clientelar de los recursos. Es una forma de asegurarle al que paga las cuentas –usted, el tributario- que el dinero que le quitan se utilizará en lo programado.

Parece que el análisis del presupuesto por parte del equipo de Morales es más político que económico y técnico. Aparentemente les da lo mismo un presupuesto de Q72, Q70 ó Q69 millardos lo importante es que sea “consensuado”. Consensuado entre quienes distribuyen la riqueza y no entre quienes la producen y financian el gasto público.

Cero tolerancia a la corrupción fue la promesa de Morales para su gobierno, ahora es el momento de demostrarlo con un presupuesto balanceado, con la eliminación de programas clientelares que no han servido para sacar de la pobreza más a que a los “amigos” del gobernante de turno.

Si Morales quiere demostrar la “Cero tolerancia a la corrupción” deberá cerrar el Ministerio de Desarrollo Social –Mides- una de las herencias del gobierno de Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti con el que se institucionalizó el populismo y la corrupción. La discusión del presupuesto es una oportunidad para demostrar la intolerancia a la corrupción. Es la oportunidad para el próximo gobierno de empezar bien.

Cero tolerancia a la corrupción es una promesa que los ciudadanos harán valer de manera pacífica si Jimmy Morales olvida el porqué fue electo.

@Md30

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