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La Vieja vs la Nueva Política: Tres Casos Paradigmáticos

Redacción
24 de febrero, 2016

Dentro del ámbito político se ha desarrollado un nuevo debate, una nueva dualidad que se ha vuelto central al posicionarse incluso como marco de análisis y referencia: la vieja versus la nueva política. Si bien son conceptos amplios, son bastante evidentes y contrastantes. Entendemos la vieja política como prácticas espurias y no deseables tales como el transfuguismo, nepotismo, compadrazgo, clientelismo, opacidad en la gestión pública, autoritarismo, falta de apertura, tráfico de influencias, chantajes políticos, privilegios, etc. Por el contrario, la nueva política engloba prácticas como la transparencia, rendición de cuentas, independencia de poderes, fiscalización y otras prácticas deseadas de nuestra clase política. La nueva política condensa el cúmulo de demandas ciudadanas y constituye un punto de referencia para la acción fiscalizadora. Es importante entender estas dos acepciones dentro del ámbito nacional ya que la lucha entre la vieja y la nueva política no es propia solamente de Guatemala. Actualmente, dos interesantes procesos se están desarrollando en Estados Unidos y en España que involucra un rompimiento con la forma tradicional de hacer política. Sin embargo, ambos casos contienen contextualizaciones y matices que valen la pena explorar.

En Estados Unidos, si bien el concepto de “vieja versus nueva política” no es propiamente utilizado, varios factores nos muestran un deseo del electorado de romper con el “establishment” y, por extensión, la forma tradicional de hacer política. Por un lado, el ascenso, tanto inesperado como estratosférico, del magnate Donald Trump en las elecciones primarias del Partido Republicano ha rescrito las reglas de la política estadounidense. Trump, aprovechando su popularidad y su fortuna, ha sabido llegar a un electorado republicano molesto con Washington, utilizando una retórica políticamente incorrecta, incendiaria y polarizadora. Trump representa al “outsider” del sistema (¿suena conocido?) pero, dada sus posturas radicales en temas como inmigración y comercio, su posible llegada a la presidencia de Estados Unidos supondría implicaciones negativas incluso para Guatemala, dada el impacto de dicho país en la política mundial. Adicionalmente a lo anterior, el rotundo fracaso de Jeb Bush (hermano de George W. Bush e hijo de George Bush, ambos expresidentes) en la contienda por la nominación republicana, es otra clara muestra del rechazo a los políticos tradicionales. En el lado demócrata, la dura batalla que ha dado el senador Bernie Sanders, si bien un longevo del senado estadounidense, también constituye un afán de romper con el establishment (representado por Hillary Clinton) dada su oferta política de corte socialista y su forma de recaudar fondos de campaña a base virtualmente de pequeñas donaciones y evitando la figura del “Super PAC” (comités encargados de conseguir fondos de grandes corporaciones y donantes), dos elementos que se consideraban imposibles en el país del norte.

En España, dos partidos políticos: Podemos y Ciudadanos, han irrumpido en la escena nacional, rompiendo el sistema virtualmente bipartidista que sostenía a España desde hace décadas. Podemos especialmente ha utilizado el concepto de “nueva política” para distanciarse sobre todo el Partido Popular (PP) y posicionarse como una alternativa de cambio en relación al sistema tradicional, capitalizando en el descontento de gran parte del electorado por la crisis económica y sus consecuencias en la economía del hogar. Desafortunadamente, la propuesta de Podemos, dado su corte radical de izquierda, se asemeja Syriza en Grecia y el chavismo en

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Venezuela, proponiendo, además de la polarización y revanchismo dentro de la sociedad, un aumento desmedido del gasto, impuestos y otras medidas confiscatorias que han comprobado no ser la repuesta a la crisis y que más bien la acrecientan. A pesar de lo anterior, Podemos se ha consolidado como fuerza política y, dependiendo del acuerdo de gobierno que se llegue en el parlamento español, podría aumentar aún su incidencia en el gobierno. Finalmente, y más allá de las propuestas de Podemos, sus militantes electos en puestos públicos han demostrado en sus primeras semanas de gestión que continúan prácticas corruptas de la vieja política que tanto criticaron.

Volviendo a Guatemala, considero que esta nueva dualidad entra la vieja versus la nueva política es mucho más positiva que la que veníamos acarreando desde el conflicto armado: militar versus guerrillero. Si bien aún se evidencian lastres de esta dinámica, una nueva generación que no vivió la guerra se enfoca en la erradicación de la corrupción y la depuración de una clase política enquistada en el poder, trascendiendo así, al menos en esta lucha puntual, de debates puramente ideológicos de izquierda versus derecha. La “vieja política” se convierte así en el enemigo común de una ciudadanía despierta, unida, y sedienta de cambios paradigmáticos a la forma de ver y hacer política, teniendo a la CICIG y el MP como punta de lanza en esta labor fiscalizadora.

Es importante resaltar que el “cambio” ha sido un tema omnipresente en campañas, ofertas y discursos políticos en toda democracia que contemple alternabilidad en el poder. Siendo un concepto tan vago y a su vez secuestrado y prostituido por políticos, el “cambio” en sí mismo no garantiza una mejoría y puede generar retrocesos en el rumbo del país. Esto, desafortunadamente, aplica a los casos de España y de Estados Unidos donde, paradójicamente, el llamado a romper con la política tradicional proviene de la izquierda y la derecha (ambas radicales), respectivamente. Afortunadamente en Guatemala, la dura lucha en pos de una transición hacia lo que hemos bautizado como “nueva política” se perfila como un cambio hacia algo mejor.

Jorge V. Ávila Prera

@jorgeavilaprera

La Vieja vs la Nueva Política: Tres Casos Paradigmáticos

Redacción
24 de febrero, 2016

Dentro del ámbito político se ha desarrollado un nuevo debate, una nueva dualidad que se ha vuelto central al posicionarse incluso como marco de análisis y referencia: la vieja versus la nueva política. Si bien son conceptos amplios, son bastante evidentes y contrastantes. Entendemos la vieja política como prácticas espurias y no deseables tales como el transfuguismo, nepotismo, compadrazgo, clientelismo, opacidad en la gestión pública, autoritarismo, falta de apertura, tráfico de influencias, chantajes políticos, privilegios, etc. Por el contrario, la nueva política engloba prácticas como la transparencia, rendición de cuentas, independencia de poderes, fiscalización y otras prácticas deseadas de nuestra clase política. La nueva política condensa el cúmulo de demandas ciudadanas y constituye un punto de referencia para la acción fiscalizadora. Es importante entender estas dos acepciones dentro del ámbito nacional ya que la lucha entre la vieja y la nueva política no es propia solamente de Guatemala. Actualmente, dos interesantes procesos se están desarrollando en Estados Unidos y en España que involucra un rompimiento con la forma tradicional de hacer política. Sin embargo, ambos casos contienen contextualizaciones y matices que valen la pena explorar.

En Estados Unidos, si bien el concepto de “vieja versus nueva política” no es propiamente utilizado, varios factores nos muestran un deseo del electorado de romper con el “establishment” y, por extensión, la forma tradicional de hacer política. Por un lado, el ascenso, tanto inesperado como estratosférico, del magnate Donald Trump en las elecciones primarias del Partido Republicano ha rescrito las reglas de la política estadounidense. Trump, aprovechando su popularidad y su fortuna, ha sabido llegar a un electorado republicano molesto con Washington, utilizando una retórica políticamente incorrecta, incendiaria y polarizadora. Trump representa al “outsider” del sistema (¿suena conocido?) pero, dada sus posturas radicales en temas como inmigración y comercio, su posible llegada a la presidencia de Estados Unidos supondría implicaciones negativas incluso para Guatemala, dada el impacto de dicho país en la política mundial. Adicionalmente a lo anterior, el rotundo fracaso de Jeb Bush (hermano de George W. Bush e hijo de George Bush, ambos expresidentes) en la contienda por la nominación republicana, es otra clara muestra del rechazo a los políticos tradicionales. En el lado demócrata, la dura batalla que ha dado el senador Bernie Sanders, si bien un longevo del senado estadounidense, también constituye un afán de romper con el establishment (representado por Hillary Clinton) dada su oferta política de corte socialista y su forma de recaudar fondos de campaña a base virtualmente de pequeñas donaciones y evitando la figura del “Super PAC” (comités encargados de conseguir fondos de grandes corporaciones y donantes), dos elementos que se consideraban imposibles en el país del norte.

En España, dos partidos políticos: Podemos y Ciudadanos, han irrumpido en la escena nacional, rompiendo el sistema virtualmente bipartidista que sostenía a España desde hace décadas. Podemos especialmente ha utilizado el concepto de “nueva política” para distanciarse sobre todo el Partido Popular (PP) y posicionarse como una alternativa de cambio en relación al sistema tradicional, capitalizando en el descontento de gran parte del electorado por la crisis económica y sus consecuencias en la economía del hogar. Desafortunadamente, la propuesta de Podemos, dado su corte radical de izquierda, se asemeja Syriza en Grecia y el chavismo en

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Venezuela, proponiendo, además de la polarización y revanchismo dentro de la sociedad, un aumento desmedido del gasto, impuestos y otras medidas confiscatorias que han comprobado no ser la repuesta a la crisis y que más bien la acrecientan. A pesar de lo anterior, Podemos se ha consolidado como fuerza política y, dependiendo del acuerdo de gobierno que se llegue en el parlamento español, podría aumentar aún su incidencia en el gobierno. Finalmente, y más allá de las propuestas de Podemos, sus militantes electos en puestos públicos han demostrado en sus primeras semanas de gestión que continúan prácticas corruptas de la vieja política que tanto criticaron.

Volviendo a Guatemala, considero que esta nueva dualidad entra la vieja versus la nueva política es mucho más positiva que la que veníamos acarreando desde el conflicto armado: militar versus guerrillero. Si bien aún se evidencian lastres de esta dinámica, una nueva generación que no vivió la guerra se enfoca en la erradicación de la corrupción y la depuración de una clase política enquistada en el poder, trascendiendo así, al menos en esta lucha puntual, de debates puramente ideológicos de izquierda versus derecha. La “vieja política” se convierte así en el enemigo común de una ciudadanía despierta, unida, y sedienta de cambios paradigmáticos a la forma de ver y hacer política, teniendo a la CICIG y el MP como punta de lanza en esta labor fiscalizadora.

Es importante resaltar que el “cambio” ha sido un tema omnipresente en campañas, ofertas y discursos políticos en toda democracia que contemple alternabilidad en el poder. Siendo un concepto tan vago y a su vez secuestrado y prostituido por políticos, el “cambio” en sí mismo no garantiza una mejoría y puede generar retrocesos en el rumbo del país. Esto, desafortunadamente, aplica a los casos de España y de Estados Unidos donde, paradójicamente, el llamado a romper con la política tradicional proviene de la izquierda y la derecha (ambas radicales), respectivamente. Afortunadamente en Guatemala, la dura lucha en pos de una transición hacia lo que hemos bautizado como “nueva política” se perfila como un cambio hacia algo mejor.

Jorge V. Ávila Prera

@jorgeavilaprera