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El entorno educativo no es de cuatro paredes

Redacción
02 de enero, 2017

Un factor esencial que se involucra en la actividad de aprendizaje y por momentos, no se considera su importancia, es el entorno escolar. Este hábitat es sencillo y a la vez complejo; abarca desde la decoración de las paredes dentro del aula; de qué color son los mismos muros, cómo están ubicados los escritorios; si existen espacios para la exhibición de los trabajos de los alumnos; si está incluida la tecnología dentro del aula; si hay suficiente iluminación, idealmente natural; si hay suficiente ventilación, también idealmente natural; la distribución de los materiales didácticos, su disponibilidad de alcance; el cálculo del flujo de tráfico del alumno, pues los pasillos, los espacios de consulta individual, o de grupo, de acuerdo a la metodología que se esté implementando.

Como en el hogar, un ambiente acogedor provoca interacción armónica; en el ambiente educativo, el entorno dispone al aprendizaje deseado. Andrés Oppenheimer, en su libro Basta de historias, comenta que la educación tradicional obedece a una obediencia Pavlov; los estudiantes se sientan en filas estilo militar, responden al estimulo de una campana y aprenden contendido de manera memorística. ¿Cuál es el resultado? Una mentalidad sin creatividad, pues todas las estructuras están dadas, y la innovación es asunto de suerte.

Las necesidades de las destrezas del siglo veintiuno requieren de estímulos permanentes; la velocidad en la vida actual es así, de característica de un cambio constante. El responder a retos que cambian a la velocidad de la tecnóloga no puede ser resultado de una educación tradicional; es resultado de metodologías de innovación que se apoyan en los ambientes escolares que otorgan confianza a la aventura intelectual en el proceso.

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Un aula moderno invita al trabajo colaborativo; no existen pupitres, se comparten experiencias vivenciales en mesas de trabajo, en las cuales se pregunta entre los pares cómo se debe resolver un problema, un proyecto, semejante a como se hace en el mundo laboral. Las paredes deben provocar la investigación; el poder buscar la información que apoya el proceso de discernimiento y análisis, las bases de los departamentos de Investigación y Desarrollo presentes en las corporaciones actuales. Los ambientes deben incitar al liderazgo. ¿Como? Permitiendo compartir entre grupos en la búsqueda de soluciones, así combinando los talentos de todos los integrantes del aula. ¿Material didáctico? Debe estar al alcance de la creación de cada grupo, cada individuo, pues el aprendizaje actual depende de la aplicación de los preceptos conocidos en combinación de la posibilidad. Eduard de Bono lo expone; se inicia con un problema aparentemente irresoluble, se proyecta una respuesta aunque pareciera fantástica, y se aterriza en una novedad, una respuesta que exige invención de aplicaciones novedosas para respuestas nunca imaginadas.

¿Y si se piensa en la educación del sector público, con infraestructuras carentes si no non existentes, cómo provocar un aprendizaje que responda a las necesidades de la persona, de la comunidad, de la nación? Se puede aprender en ambientes no positivos, por no decir negativos, siempre y cuando el docente cuenta e implementa provocaciones de innovación. No es tarea fácil; es tarea de vocación.

Idealmente el nuevo aula no debe tener muros; no debe ser un ambiente de silencio total ni de egoísmo en el aprendizaje. El ambiente ideal debe provocar la prueba y el error, si no más el error que el éxito; con el docente que no es propietario del conocimiento, sino que guía en su búsqueda, capaz de cometer errores y aprender al lado de sus estudiantes. Los muros del aula deben ser galerías de exposición, y un esfuerzo de la totalidad del centro educativo, no solo un aula, ni de un grupo. Como la vida es de comunidad, también es así el aprendizaje en comunidad.

El conocimiento no es propiedad privada; la educación de vanguardia debe gozar de muros caídos, murmullos constantes de preguntas y respuestas, cuestionamiento constante con total confianza y comodidad que otorga el ambiente escolar provocador. Es maravilloso observar un aula perfectamente montado, que no es necesariamente lo adecuado. El buscar y encontrar es el proceso de aprendizaje; el entorno escolar es la seguridad que permite el error y salir de ello, la red de seguridad. El entorno escolar es coparticipe silencioso del proceso de aprendizaje; como en muchos andares de la vida, lo que no se percibe conscientemente, influye meta conscientemente, y permite el crecimiento integral en la certeza personal.

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo

El entorno educativo no es de cuatro paredes

Redacción
02 de enero, 2017

Un factor esencial que se involucra en la actividad de aprendizaje y por momentos, no se considera su importancia, es el entorno escolar. Este hábitat es sencillo y a la vez complejo; abarca desde la decoración de las paredes dentro del aula; de qué color son los mismos muros, cómo están ubicados los escritorios; si existen espacios para la exhibición de los trabajos de los alumnos; si está incluida la tecnología dentro del aula; si hay suficiente iluminación, idealmente natural; si hay suficiente ventilación, también idealmente natural; la distribución de los materiales didácticos, su disponibilidad de alcance; el cálculo del flujo de tráfico del alumno, pues los pasillos, los espacios de consulta individual, o de grupo, de acuerdo a la metodología que se esté implementando.

Como en el hogar, un ambiente acogedor provoca interacción armónica; en el ambiente educativo, el entorno dispone al aprendizaje deseado. Andrés Oppenheimer, en su libro Basta de historias, comenta que la educación tradicional obedece a una obediencia Pavlov; los estudiantes se sientan en filas estilo militar, responden al estimulo de una campana y aprenden contendido de manera memorística. ¿Cuál es el resultado? Una mentalidad sin creatividad, pues todas las estructuras están dadas, y la innovación es asunto de suerte.

Las necesidades de las destrezas del siglo veintiuno requieren de estímulos permanentes; la velocidad en la vida actual es así, de característica de un cambio constante. El responder a retos que cambian a la velocidad de la tecnóloga no puede ser resultado de una educación tradicional; es resultado de metodologías de innovación que se apoyan en los ambientes escolares que otorgan confianza a la aventura intelectual en el proceso.

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Un aula moderno invita al trabajo colaborativo; no existen pupitres, se comparten experiencias vivenciales en mesas de trabajo, en las cuales se pregunta entre los pares cómo se debe resolver un problema, un proyecto, semejante a como se hace en el mundo laboral. Las paredes deben provocar la investigación; el poder buscar la información que apoya el proceso de discernimiento y análisis, las bases de los departamentos de Investigación y Desarrollo presentes en las corporaciones actuales. Los ambientes deben incitar al liderazgo. ¿Como? Permitiendo compartir entre grupos en la búsqueda de soluciones, así combinando los talentos de todos los integrantes del aula. ¿Material didáctico? Debe estar al alcance de la creación de cada grupo, cada individuo, pues el aprendizaje actual depende de la aplicación de los preceptos conocidos en combinación de la posibilidad. Eduard de Bono lo expone; se inicia con un problema aparentemente irresoluble, se proyecta una respuesta aunque pareciera fantástica, y se aterriza en una novedad, una respuesta que exige invención de aplicaciones novedosas para respuestas nunca imaginadas.

¿Y si se piensa en la educación del sector público, con infraestructuras carentes si no non existentes, cómo provocar un aprendizaje que responda a las necesidades de la persona, de la comunidad, de la nación? Se puede aprender en ambientes no positivos, por no decir negativos, siempre y cuando el docente cuenta e implementa provocaciones de innovación. No es tarea fácil; es tarea de vocación.

Idealmente el nuevo aula no debe tener muros; no debe ser un ambiente de silencio total ni de egoísmo en el aprendizaje. El ambiente ideal debe provocar la prueba y el error, si no más el error que el éxito; con el docente que no es propietario del conocimiento, sino que guía en su búsqueda, capaz de cometer errores y aprender al lado de sus estudiantes. Los muros del aula deben ser galerías de exposición, y un esfuerzo de la totalidad del centro educativo, no solo un aula, ni de un grupo. Como la vida es de comunidad, también es así el aprendizaje en comunidad.

El conocimiento no es propiedad privada; la educación de vanguardia debe gozar de muros caídos, murmullos constantes de preguntas y respuestas, cuestionamiento constante con total confianza y comodidad que otorga el ambiente escolar provocador. Es maravilloso observar un aula perfectamente montado, que no es necesariamente lo adecuado. El buscar y encontrar es el proceso de aprendizaje; el entorno escolar es la seguridad que permite el error y salir de ello, la red de seguridad. El entorno escolar es coparticipe silencioso del proceso de aprendizaje; como en muchos andares de la vida, lo que no se percibe conscientemente, influye meta conscientemente, y permite el crecimiento integral en la certeza personal.

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo